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Borrosos se ven aquellos tiempos en los que la mayor tribulación que sufrían los lectores residía en la elección de la siguiente novela a leer. Ahora, el debate literario por excelencia versa sobre el formato donde se desarrollará la lectura: ¿libro o e-book?

Esta guerra entre el papel y la pantalla, clasicismo contra modernismo de las letras, semeja en cierta manera al del códex contra el pergamino del pasado. ¿Acaso se trata de una advertencia sobre el fin de los tiempos del papel y de las estanterías? ¿Estamos siendo testigos del ocaso del manuscrito y del nacimiento del manusdígito?

Para saber qué nos depara el futuro, tanto a escritores como a lectores, y los motivos que han provocado esta situación, aquí te ofrezco este artículo, preñado de argumentos y de razón.

¿Libro o e-book?

Una vez logrado el efecto tremendista con la introducción, fiel a los principios del ciberanzuelo amarillista, te diré que las estanterías se encuentran a salvo de peligro. Mientras existan mierdas del Tiger que colocar en sus baldas, formarán parte del mobiliario básico de un hogar junto con el sofá, la cama, la mesa y un par de sillas.

En cuanto a los elementos que dan título a esto que escribo, uno de los dos soportes ha iniciado la cuenta atrás de su desaparición. Pero, no sabría decirte de cuál se trata. En cambio, sí que tengo más clara la imagen que se tiene de los libros y de los e-books. De hecho, me recuerda a estos versos de La página blanca:

«Este lleva una carga de dolores y angustias antiguas […] Otro lleva en la espalda el cofre de ensueños, de perlas y oro que conduce la reina de Saba».

La página blanca, Rubén Darío.

Bonito, ¿eh? Normal que le dedicasen una glorieta en Madrid. Pero, que me desvío, algo muy habitual cuando escribo a vuelapluma. Tanto libros como e-books presentan sólidos argumentos sobre evidentes desventajas que prometen prolongar largo tiempo esta batalla. Imagino que querrás conocerlos, así que ahora te hablaré de cada contendiente por separado, sin quemar los libros.

El libro

Faltaban poco más de cincuenta años para que los españoles arribasen a América cuando se publicó el primer libro de la historia. Desde entonces, la literatura no ha conocido más soporte que este. Ni la Revolución Industrial osó hacerle frente. Es más, ha sido la tecnología quien ha evolucionado a su alrededor sin alterar la esencia de su formato.

De esta manera, el ser humano lleva cerca de seiscientos años habituado a una lectura de tomo y lomo, al olor de sus hojas y al tacto del papel, a menos que hayas leído El nombre de la rosa, del gran Umberto Eco. En otras palabras, los libros te ofrecen una experiencia organoléptica completa.

Pero, al mismo tiempo, representan un importante negocio. El sector editorial mueve mucho dinero, así que no rendirá la plaza (y Janés; lo siento, era demasiado tentador el chiste) con tanta facilidad. Especialmente, las editoriales de los libros de texto.

Menos halagüeño se presenta el futuro para los libreros, aunque ya están curados de espanto, y aseguran que el futuro del libro de papel está garantizado. Algunos, como Letras Corsarias, se han adaptado muy bien a la nueva realidad mediante la extensión de su conocimiento literario y su savoir-être a través de las redes y la web para zafarse de las garras del e-book.

«Solo los más afortunados pueden tener esperanzas de escapar a la invasión del pandemónium tecnológico».

El silencio de los libros, George Steiner.

El e-book

Tengo más miedo a que me regalen un e-book que a que me caiga un inglés en la cabeza. Aun así, seré objetivo con el gran rival del libro. Este formato, al igual que el lenguaje inclusivo con la gramática, ha plantado su campamento delante de las vetustas murallas de las librerías y va muy bien con el trabajo de zapa.

Lo cierto es que se trata de un aparato muy práctico. Aproximadamente, mide lo mismo que un libro de bolsillo, pero es mucho más fino y ligero. Pese a sus dimensiones, dispone de una capacidad de almacenaje que, en función del modelo, oscila entre los mil y seis mil libros.

Por otro lado, la tinta electrónica crea el mismo efecto que leer un libro de papel. Es decir, no te daña la vista, como la pantalla en la que escribo estas líneas. Y, si ya tienes los ojos perjudicados, no pasa nada, porque solo tienes que pulsar un botón para aumentar el tamaño de la letra.

Al principio, la aparición del e-book causó cierto revuelo entre los puristas. No obstante, a medida que se popularizó su uso, las ventajas y manejabilidad que brinda convencieron hasta a los más escépticos. Es más; conozco a bastantes personas que han cambiado la chaqueta y rechazan la lectura en papel.

Quizá su mayor desventaja sea el precio del aparato, aunque no tardarás en amortizarlo si te apasiona leer. Un libro digital cuesta de media 14,6 €, pero lo normal es que se vendan por 7 € o menos, muy por debajo de los 20 € del mismo libro en papel.

«El tiempo y los ríos no corren hacia atrás».

Lo bello y lo triste, Yanusari Kawabata.

Libro versus e-book

Tal y como te lo he descrito, el e-book suena muy bonito mientras que el libro tradicional parece que agoniza con sonrisa de romanticismo. No es cierto. Hace falta un incendio o una inundación para que desaparezca tu librería.

En cambio, la del libro digital está expuesta a riesgos más corrientes: accidente, robo, extravío… Además, sin batería, el lector no sirve para nada. Es cierto que aguanta más que la de un móvil; solo que si te olvidas de cargarlo o te dejas el wifi conectado, se apagará en el momento más inesperado. Al menos, así disfrutarás del paisaje o del espacio que has ahorrado en tu casa.

Hablando de la visión, un libro desarrolla tu capacidad espacial, pero un e-book te la deja como su pantalla: plana. Vale, puedes poner marcadores y moverte con relativa rapidez, te lo compro. Sin embargo, el libro digital carece del concepto de volumen, por lo que reduce completamente la práctica de localización física. De manera resumida, tus ojos perderán agilidad mental, aparte de percepción de profundidad.

Si no entiendes muy bien este último párrafo, prueba a pasar un día entero sin despegarte del ordenador o dándote un atracón de series este fin de semana. Cuando termines, sal a la calle a dar un paseo y observa lo que le ha sucedido a tu perspectiva.

Qué prefieren los lectores

Todo libro, con independencia de su formato, tiene el mismo consumidor final: los lectores. Sin ellos, el negocio editorial moriría. Por lo tanto, si se respetan sus preferencias, el flujo de ventas no se detendrá. Y estas son las que te muestro a continuación:

  • Temática
  • Precio
  • Disponibilidad
  • Facilidad de compra

En general, quienes compran un libro lo hacen bien para leérselo o bien para regalarlo. Estos últimos, obviamente, siempre adquieren el formato de papel, más que nada porque un libro digital no se puede envolver, aparte de ser la máxima expresión de cutrez como obsequio, junto con las «gangas» de AliExpress.

Los primeros, en cambio, constituyen la infantería de la batalla entre el libro o e-ebook. Por ejemplo, un lector de novela negra no muestra una preferencia clara respecto al formato del libro, pero uno de novela gráfica jamás leerá Sandman en digital.

Del mismo modo, un viejoven tenderá a teñirse las canas con un Kindle en la mano y un café de 50 € en un local sin remodelar y decorado con palés. Aunque no hace falta que caiga en el estereotipo; cualquier persona que viaje con frecuencia optará por un libro electrónico para quitarse lastre en su equipaje.

En conclusión, tanto lectores habituales como circunstanciales han escogido su bando o alternan entre ambos al más puro estilo mercenario. De ahí que la disputa entre libro o e-book durará, cuanto menos, más tiempo del que auguran los medios modernos.

El ser civilizado frente al ser tecnológico

Desde que existen los jóvenes y los viejos, los segundos no han dejado de criticar a los primeros. A su vez, estos no han cesado de rebelarse contra aquellos. Tradición frente a evolución. En otras palabras, lo que viene a ser la vida.

Debido a esto, cualquier innovación se asume como positiva o negativa en función de a quién le afecte. Actualmente, nos prostituye el progreso. Ojo, que no tengo nada en contra del mismo. A quienes consideran que los tiempos pasados eran mejores que los actuales, siempre les recuerdo que, hasta 1857, no disponíamos de papel higiénico.

Los libros en papel no desaparecerán. Al menos, en mi generación y, probablemente, tampoco suceda en las posteriores. Sinceramente, a los escritores nos gusta ver nuestro trabajo publicado en papel de la misma manera que un artista quiere ver sus cuadros en un museo. También a nuestro público, dado que la experiencia de leer en pantalla equivale a la de asistir a una exposición virtual de cuadros.

En cuanto al e-book, la verdad, es un excelente escudero para el anciano caballero. En la tienda encontrarás mis libros disponibles en ambos formatos, para que veas que no reniego del manusdígito. Otra cosa es que Sancho sobreviva a don Quijote. Porque, como decía al principio de este apartado, el progreso no se detiene, pero es victima de su propia evolución. Tal vez el e-book sufra el síndrome del Everest, definido por Cleborne Maddux como el (ab)uso de la tecnología en la enseñanza, inspirado en la respuesta de George Leigh Mallory cuando le preguntaron el motivo de que escalase esa montaña.

«Porque está ahí».

George Leigh Mallory.

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