Espero que hayas negociado bien con tus dos mentes durante los ejercicios de respiración, porque ahora añadirás una serie de movimientos con los que oxigenar y desentumecer tus miembros. En un alarde de creatividad, he titulado esta entrada como Ejercicios de yoga para escritores: partes del cuerpo, pero no es necesario que me felicites por ello.
Las instrucciones de posicionamiento son las mismas que en el artículo anterior, así que no tendrás que moverte del reposaglúteos.
En cuanto a las partes del cuerpo que trabajarás en estos ejercicios de yoga para escritores, me centraré en las correspondientes a la cabeza y el tronco. En concreto, a las que aparecen a continuación:
- Los ojos
- Los hombros y las escápulas
- La columna
- El cuello
No te pierdas la próxima entrega de Ejercicios de yoga para escritores: muñecas.
Ejercicios de yoga para los ojos
Llega un momento durante la escritura en el que da igual lo que leas, que no lo verás. Te hiñes los ojos, pensando que de esta manera recuperarás el enfoque. Bueno, eso es el equivalente a recuperar la señal de la televisión a golpes. Mejor prueba a hacer estos ejercicios de yoga para escritores, que seguro te lo agradecerán tus córneas y cristalinos.
Primero, cierra los ojos y realiza la respiración del cuadrado durante dos minutos, respirando por la nariz. Una vez que termines, ábrelos y, sin parpadear ni alterar el ritmo de la respiración, muévelos en el sentido de las agujas del reloj. Hazlo despacio, pues el objetivo es que fortalezcas y recuperes la visión, no que te pongas a hacer nistagmos, como Marujita Díaz. Cuando termines, ciérralos de nuevo para integrar.
Acto seguido, haz lo mismo que antes, pero con un movimiento levógiro en lugar de dextrógiro. Es decir, en el sentido inverso al de las agujas del reloj. Recuerda que tienes que respirar durante estos ejercicios, ya que es fácil que retengas el aire sin darte cuenta. Cierra, integra y repite de nuevo. En esta ocasión, mueve los ojos sin un orden establecido.
Bien, tus ojos están tan ciclados que pueden levantar pesas. No obstante, lo que queremos es que recuperen la agudeza y concentración previas. Por lo tanto, cierra un puño, extiende el pulgar y clava la mirada en él durante dos minutos. Te sugiero que dirijas el brazo hacia un punto donde no esté la pantalla del ordenador, más que nada para no quemarte la vista. Y respira mientras hagas este ejercicio.
«Detrás de tus párpados he escondido una sonrisa para besarte los ojos cuando vayas a dormir».
Ejercicios de yoga para los hombros y las escápulas
La parte negativa de escribir es que, poco a poco, cierras el pecho. Te contraes en lugar de expandirte, lo cual reduce tu capacidad pulmonar, limita tu movilidad y hace creer a tu cuerpo que sufres depresión, puesto que la postura de la tristeza no se caracteriza por hacerte más grande. Obviamente, esto último derivará en alcoholismo.
Si te sientas en el extremo de la silla, notarás que los hombros se levantan más que con la espalda apoyada en el respaldo. Quizá estemos más acostumbrados a la segunda posición después de haber sufrido la bromita de que tiren al suelo en el colegio. En cualquier caso, la realidad es que esa parte de tu cuerpo permanecerá estática mientras trabajas.
Así que, ponte en postura de yoga para escritores, inicia la respiración cuadrada y sube los hombros, como si alguien te hubiera hecho una pregunta cuya respuesta ignoras por completo. Ahora, déjalos caer. Sin miedo, que no se desprenden.
Este movimiento de elevación y depresión (nada que ver con la anterior) escapular te permitirá soltar toda la tensión que acumulas del teclado. Pero, no su rigidez.
Para ello, ahora realizarás giros con los hombros hacia delante y hacia atrás, con los brazos bajados o flexionados. Tú decides. Luego, invierte la rotación (de atrás a delante). Verás cómo te sientes mucho mejor y con mayor ánimo al finalizar.
«Asegúrate de no llevar la carga de todo el mundo sobre los hombros por si acaso alguien los necesita para llorar».
Nema Al-Araby
Ejercicios de yoga para la columna
Cuando nos sentamos para escribir, el cuerpo entiende que nos hallamos en reposo. Por lo tanto, se relaja. Este hecho es aína demostrable con la postura que adoptas sobre la silla. Hay quienes parecen un girasol mustio y, otros, un oso borracho.
En vista de que, con las horas, tu cadera se convierte en mozzarella y te hundes a la par que sacas chepa, este ejercicio de yoga, variante vertical del famoso «gato-vaca» (marjariasana), hará que tu columna se vuelva folclórica y dé palmas de alegría al terminarlo.
Así que, desde la posición de sentado al borde de la silla y con la columna recta, pondrás tus manos sobre las rodillas. Encorva la espalda (metiendo los hombros y estirando los brazos) mientras agachas la cabeza y espiras hasta tocar el respaldo. Siente cómo la cadera rueda en la silla.
A continuación, arquea la columna (flexiona los codos, abre los hombros), sin perder la sensación de rodaje de la cadera mientras levantas la cabeza, inspiras y sacas pecho palomo.
El nombre oficial de estos movimientos son retroversión y anteversión. Pero, como somos de letras, con el primero haces una ce y, con el segundo, una de.
Ya tienes la columna contenta, así que vamos a hacerla feliz. Lleva la mano derecha a la rodilla izquierda, la mano izquierda por detrás de la espalda y gira el tronco (y cabeza) hacia la izquierda. Mantén esta postura con la respiración cuadrada.
Después, vuelve al centro y cambia la torsión (mano izquierda a rodilla derecha, mano derecha por detrás). Mantén, respira y regresa al centro. Enhorabuena, ya has terminado. ¿Cómo te sientes?
«Nuestras espaldas cuentan historias que ningún libro tiene lomo para cubrir».
Women of colour, Rupi Kaur.
Ejercicios de yoga para el cuello
Todas las ideas que fluyen por tu cabeza las sostiene tu cuello. Por fortuna, tus pensamientos son ligeros como el aire. No puedo decir lo mismo de quien las alberga, pues una cabeza humana pesa entre 6 y 7 quilos. Es más, a medida que se inclina, la cifra aumenta hasta los 27 quilos, el equivalente a cuatro pavos.
Obviamente, el cuello, al ser (en buena parte) músculo, es flexible y no se parte. Lo malo es que las vértebras cervicales son óseas. Por lo tanto, pagan el pato. O los pavos, mejor dicho.
Con el siguiente ejercicio no solo les darás un respiro, sino que te darás cuenta de cuánta tensión llevas acumulada desde tu nacimiento. Es muy sencillo, pero cuidado con los mareos.
Comenzarás con la columna neutra (cuello estirado). Inspira y suelta el aire (siempre en cuadrado) a medida que diriges la cabeza hacia un hombro y desciendes hasta el esternón.
En este punto volverás a inspirar, llevarás los pavos al otro hombro y subirás con la cabeza inclinada hacia atrás hasta el punto de partida, donde soltarás el aire mientras mueves la cabeza (inclinada, no lo olvides) hacia el otro hombro y repites esta rotación de cuello.
Pasados dos minutos, cambia de dirección. Te sugiero que mantengas los ojos cerrados para que no te aturdas involuntariamente. ¡Ah! Y recuerda que la cabeza va al hombro y no a la inversa.
«Y, mientras arqueaba su cuello, se relamía como un animal».
Drácula, Bram Stoker.
Epílogo
El cuerpo humano está diseñado para el movimiento. Así que, las actividades estáticas, como la escritura, lo marchitan. Y no creas que te harás más sabio por envejecer antes de tiempo. Más bien ralentizarás su funcionalidad, porque consume energía de forma silenciosa. En menos de lo que crees, serás un organismo obsoleto.
No te digo esto para meterte miedo, en plan zumbado de túnica dando campanazos. Se trata de una realidad. Conozco pocas cosas tan efectivas para torturar a una persona como la privación de movimiento y capacidad sensorial al mismo tiempo.
Antes de que me preguntes por qué dispongo de ese conocimiento, los ejercicios de yoga para escritores que te he enseñado en este artículo no son, ni de lejos, una actividad física completa. Aun así, suponen un ejercicio de oxigenación necesario para que tu cuerpo no se estanque mientras refrescas el cerebro.
Gracias a ellos, sentirás más energía para afrontar el reto de escribir una novela y te darás cuenta de que tu mente es más creativa. Bueno, lo segundo se debe a que limpias el aire del cerebro. En cuanto a la energía, es consecuencia del desentumecimiento muscular. Pero, recuerda que el consumo continúa en la sombra. Se llama entropía, corresponde a la segunda ley de la termodinámica y no, no la puedes controlar.
Por esta razón, ni todo el yoga del mundo evitará que te agotes escribiendo. Tarde o temprano, tu cerebro se freirá y todo lo que hagas a continuación equivaldrá a predicar en el desierto. Estos ejercicios de yoga para escritores prolongarán tu resistencia, pero no tu efectividad. Tal vez sea el momento, entonces, de hacer caso a esto que te dicen los griegos:
«Hay un tiempo para muchas palabras, y también hay un tiempo para dormir».
La Ilíada, Homero.