A menos que ganes un premio literario no amañado, que seas periodista o que tengas un buen enchufe, no desesperes ni generes demasiadas expectativas de publicación con tu obra. Antes de la tuya, hubo otras novelas rechazadas por las editoriales. Eso sí, ahora forman parte de la historia.
Más que al optimismo, este artículo invita a la perseverancia, a la resiliencia (a veces, uso palabras que están de moda) y a la honestidad crítica. Empero, también demuestra que el criterio de las editoriales y agentes literarios sufre de una miopía aguda.
Si no me crees, pregúntale a Alfred A. Knopf, la editorial que rechazó a Jack Kerouac, a George Orwell, a Sylvia Plath y El Padrino, de Mario Puzo.
La respuesta de las editoriales
Después del largo tiempo (y dinero) invertido en documentación, escritura, reescritura, corrección, prueba de lectura, maquetación y envío del manuscrito, rara es la editorial que considera digno responder a tu correo. Y, las que lo hacen, poco les falta para dejar «Estimado NOMBRE» en el encabezado.
No en vano, las editoriales ven a los escritores igual que las naciones importantes a África: nosotros extraemos la materia prima, la pasta se la llevan los intermediarios, los distribuidores, las empresas y el dictador de turno.
«No pasa nada; aunque sea un sapo, soy inmune al rechazo. Nada te puede afectar si no tienes autoestima. La autoestima está demasiado sobrevalorada, creedme».
Las Quimbambas, Jose Flores.
Eso sí, en ocasiones muestran su desdén por la gleba con respuestas críticas o predicciones de fracaso. Al fin y al cabo, hay mucho aspirante a autor que confunde la escritura con la literatura, así que entiendo que la frustración derive en esta actitud destructiva.
Con todo, si practicasen la respiración yóguica, serían más Visnu que Shiva. Sobre todo, para no putocagarla (a veces, uso neologismos) por marisabidillos, pues de críticos magnílocuos terminan en vanílocuos fementidos.
Críticas estilísticas
«Me devano los sesos para saber por qué un tipo necesita treinta páginas para describir cómo se da la vuelta en la cama antes de dormir». Esto le dijo una editorial a Marcel Proust cuando recibió En busca del tiempo perdido.
Si alguien ha sido capaz de juzgar de esta manera a una obra que, a la postre, ocuparía un puesto de honor destacado en el Olimpo literario, asume falibilidad en las opiniones de las editoriales. Incluso, aunque apoyen sus decisiones en estudios de mercado, big data y gráficos que no entienden ni ellas.
«He descubierto que los rechazos no son malos. Enseñan a un escritor a confiar en su propio criterio y decir desde el fondo de su corazón: “Que te zurzan”».
Saul Bellow.
Por supuesto, Proust no ha sido el único autor que ha recibido una carta de rechazo donde la editorial critica su estilema o el contenido de la novela. Así que, prepárate para llevarte más de una sorpresa:
- La mano izquierda de la oscuridad, Ursula K. Le Guin. Según una editorial, la segunda mejor novela de fantasía, después de El Señor de los Anillos, resultaba «farragosa e ilegible».
- En el camino, Jack Kerouac. Criticaron el caos de una de las novelas más influyentes de la historia y que vende 60.000 copias cada año.
- El código Da Vinci, Dan Brown. «Muy mal escrito». Muy mal observado: 80 millones de copias vendidas.
- El Aleph, Borges. «Absolutamente intraducible». Sin palabras.
- La guerra de los mundos, H. G. Wells. «Un libro horrible». Seguro, pero no ha dejado de publicarse desde 1898.
- El guardián del centeno, J.D. Salinger. No entendían bien al protagonista. 65 millones de copias vendidas.
- El gran Gatsby, Scott Fitzgerald. «Absurda» y «Sobra Gatsby». 30 millones de copias vendidas y 500.000 cada año.
Críticas comerciales
Cuando Nabokov presentó Lolita, una editorial le recomendó que la enterrase bajo una roca durante mil años. Rechazado por el resto debido a sus censurables obscenidades, el autor se marchó a Francia, en busca de profesionales menos intransigentes.
Gracias a esta decisión, hoy puedes disfrutar de, en mi opinión, la mejor primera página jamás escrita en un libro. Si esto te parece irrelevante, entonces te diré que ha vendido 50 millones de copias, ha dado lugar a dos películas (la primera, con la imagen icónica de Sue Lyon) y ha convertido el nombre de la protagonista en un término lingüístico reconocido internacionalmente.
Aparte de este error de visión comercial, he seleccionado otras meteduras de pata considerables para que, cuando una editorial rechace tu novela, no te tomes su opinión al pie de la letra.
- El viento en los sauces, Kenneth Grahame. «Nunca se venderá». ¿25 millones de copias refutan este argumento?
- Rebelión en la granja, George Orwell. «Las historias de animales no venden». Iba por los 11 millones de copias vendidas antes de que la pandemia reavivase el interés por esta obra.
- The Fountain head, Ayn Rand. «Imposible de vender, imposible de publicar». 7 millones de copias vendidas solo en Estados Unidos.
- El mago de Oz, L. Frank Baum. «Demasiado radical para la literatura infantil». 15 millones de copias vendidas, aparte del musical y de la película.
- La buena tierra, Pearl S. Buck. «Al público americano no le interesa China». Resultado de esta predicción: dos años consecutivos (1931-32) como libro más vendido en Estados Unidos, de nuevo en 2014, premio Pulitzer en 1932 y Nobel de Literatura en 1938.
«Alguien que ha recibido tantas cartas de rechazo como yo no se va a quejar por firmar autógrafos».
Madeleine L’Engle.
Una decisión inexplicable
Corría el año 1981 cuando García Márquez recibió esta carta de una editorial. Exacto, rechazaban su nueva historia: El rastro de tu sangre en la nieve.
Cabe decir que, a estas alturas, ya había publicado Cien años de soledad (1967), por lo que no se trataba, precisamente, de un autor novato. Es más, estaba considerado como serio candidato para ganar el Nobel de Literatura.
De hecho, se lo concedieron al año siguiente (y cito del artículo del enlace) «por sus novelas e historias cortas». Aparentemente, el responsable de la misiva no consideró que la nominación tuviera el suficiente interés comercial para su editorial.
Igualmente, ninguna editorial quiso sacar El Silmarillion, de Tolkien. Normal; ni El Hobbit (100 millones de copias) ni El señor de los anillos (150 millones de copias) ofrecían garantía de ventas. Aun así, insistió hasta su muerte, sin éxito.
Dichosamente, su hijo tomó el relevo y consiguió que la publicasen. Por lo visto, era la obra de la que más orgulloso se sentía su padre.
Críticas sobre el talento
Dentro de lo que cabe, las anteriores críticas corresponden al concepto de negocio de una editorial. Quizá su vehemencia podría haber sido más constructiva, en efecto. Empero, si las comparas con el «Limítese a ser profesora» que le dijeron a Louisa May Scott, hasta te parecerán suaves.
Sobre esta autora te hablaré más adelante. Entretanto, compartiré unas cuantas perlas editoriales que harán que te lleves las manos a la cabeza mientras te replanteas la idea de que los escritores somos arrogantes.
- El libro de la selva, Rudyard Kipling. Lo rechazaron porque, y esto no es broma, el escritor más joven en ganar el premio Nobel (1907) «no sabía usar el inglés».
- Zane Gray. La editorial le dijo que dejase de intentar ser escritor. No les hizo caso, vendió 250 millones de copias y se convirtió en uno de los primeros autores millonarios de la historia. Sus novelas crearon la imagen que asociamos con el salvaje Oeste. De hecho, ciento doce wésterns se inspiraron en su trabajo, aparte de El llanero solitario y un buen número de series.
- El espía que vino del frío, John Le Carré. «No tienes futuro como escritor». Ciertamente, ninguno.
- La campana de cristal, Sylvia Plath. «No tiene talento». 3 millones de copias vendidas, además de estar considerado como uno de los clásicos de la literatura moderna.
«Ingiero rechazos del mismo modo que Popeye ingiere espinacas».
Alex Keegan.
Críticas reflexivas
El rechazo forma parte del proceso de formación de un escritor. Si una editorial te tira la novela, no desesperes. Persevera y mándala a otras. Pero, al mismo tiempo, aplícate la honestidad crítica.
Pese a los ejemplos que has leído, la mayoría de las novelas que reciben las editoriales carecen de calidad suficiente para que las publiquen. Parafraseando a Cervantes, la mayoría tienen «más tachas que el caballo de Gonela» (El Quijote), de modo que sé humilde y reconoce que tu narrativa necesita una mejora considerable.
De esto mismo se percataron Jasper Ffjorde (setenta y seis rechazos de seis novelas y treinta relatos cortos), Peter Benchley (un rechazo) y L.M. Montgomery (cinco rechazos) antes de que las editoriales le dieran el visto bueno a, respectivamente, El caso Jane Eyre (una de mis novelas favoritas), Tiburón (20 millones de ejemplares vendidos, aunque te sonará más por la película de Spielberg) y Ana de las tejas verdes (50 millones de copias vendidas).
«Un escritor profesional es un amateur que no se rindió».
Richard Bach.
Algo similar le sucedió a Ágata Christie. Su primera novela recibió un constante rechazo editorial; cinco años, si mal no recuerdo. Entonces, un amigo de la familia, agente literario a la sazón, le sugirió que escribiese otra nueva.
De este consejo salió El misterioso caso de Styles, que también sufrió las negativas editoriales hasta que una la aceptó, con la condición de que cambiase el final. Así, la autora de Torquay iniciaría su carrera literaria, cuyas ventas totales superan los 2 billones de dólares. Tan solo Shakespeare ha obtenido mejores cifras que ella.
Un sueño hecho realidad
No siempre son las editoriales quienes rechazan una novela, sino otros escritores. En 1987, George RR Martin presentó Wild Cards en la Comic Con de San Diego, el primer libro de un universo literario relacionado con el juego de rol Superworld.
De pronto, según sus palabras, «un chico inglés muy delgado que siempre viste de negro» le sugirió una idea para esta serie sobre una persona que vive dentro de los sueños. Infaustamente, el autor norteamericano le mandó a tomar viento fresco, ya que él buscaba autores consolidados, no principiantes.
Este desplante animó al aspirante a desarrollar su propuesta de forma independiente, que publicaría un año más tarde. La obra se llama The Sandman y, el creador, Neil Gaiman.
Críticas inspiracionales
Ahora bien, ¿y si el problema no es técnico, sino de género? Literario, entiéndaseme bien. Pues a esta conclusión llegó Mary Higgins Clark cuando su primera obra (una historia de ficción sobre George Washington) cosechó pobres ventas y se pasó a la novela de misterio.
Buena idea: casi todo lo que ha escrito (unas cincuenta novelas) ha sido número uno y ha vendido 100 millones de copias en Estados Unidos.
Menos voluntad mostró, en cambio, Louisa May Ascott a la hora de abandonar la novela gótica, donde lo bordaba, pero no vendía. Es más, su padre y su editor insistieron en que novelizase sus recuerdos infantiles hasta que cedió, aunque las deudas también influyeron en su decisión final.
De este modo, nació Mujercitas, libro que no se ha dejado de publicar desde 1868, se ha adaptado a todos los formatos imaginables y vende 1.000 ejemplares cada mes. Ascott solo empleó diez semanas de escritura para lograr esto.
Nota de interés cultural: Mario Puzo también escribió El Padrino obligado por las deudas. Como no conocía a ningún mafioso, se inventó su forma de hablar y de actuar. A los mafiosos reales les gustó tanto que copiaron el estilo de sus personajes.
«Recogió los limones que el Destino le había enviado y montó un puesto de limonada».
Elbert Hubbard, en el obituario de Marshall Pinckney Wilder. Origen del dicho popular «Si la vida te da limones, haz limonada».
Obviamente, este apartado no estaría completo si faltase Hugh Prather, el autor que utilizó los múltiples rechazos editoriales que recibió como fuente de inspiración para escribir Palabras a mí mismo.
Con 5 millones de copias vendidas, se trata de uno de los libros de autoayuda, descubrimiento personal y superación de adversidades más importantes dentro de este género.
Historias motivacionalmente trágicas sobre novelas rechazadas por las editoriales
Dick Wimmer; el señor de la perseverancia. O, como él mismo se proclamó: «El autor más rechazado de la historia», porque tardó veinticinco años (y ciento sesenta y dos cartas de rechazo) en publicar The Irish Wine Trilogy.
Por desgracia, este título se lo podrían disputar dos autores. El primero, Donald Westlake, quien recibió doscientos rechazos antes de que una editorial le aceptase un relato corto. No obstante, tras pasar por esta experiencia, encontró la solución perfecta: trabajar en una agencia literaria. Desde entonces, y hasta su muerte, publicó más de cien novelas negras.
El segundo, Louis L’Amour, que también acumuló doscientas negativas de publicación. Bantam apostó por él, y se lo agradeció con 330 millones de ventas.
Curiosamente, ni sumando los rechazos de los tres contendientes nos aproximaríamos a las siete mil negativas editoriales que sufrió un relato corto de William Saroyan. Luego, le concederían el Pulitzer en 1940, aunque lo rechazó. Donde las dan, las toman.
«El éxito consiste en ir de un fracaso a otro fracaso sin perder tu entusiasmo».
Winston Churchill.
Bien, ha llegado el momento de hablar de dos autores que han conocido el lado kármico de los rechazos. El primero, Joseph Heller. Cuando envió Trampa 22 (Catch-22, en inglés), veintidós editoriales se burlaron de él. La vigesimotercera, no. 10 millones de copias vendidas y una expresión nueva en el idioma inglés demuestran que la risa más potente es la última en sonar.
Algo así pensaría Thor Heyerdahl después de que los veinte rechazos recibidos por Kon-Tiki: a través del Pacífico se convirtieran en 20 millones de ventas.
Novelas rechazadas por las editoriales
Supongo que ya habrás constatado que los rechazos no representan la verdad absoluta de tu obra ni, por asomo, una prueba de que no vales para esto de la literatura.
Asimismo, quizá pienses que, vale, me has mostrado unos ejemplos concretos, pero la realidad es muy distinta y esas obras no son más que excepciones, pintadas que afean el casilicio que cobija la sacra autoridad editorial.
«Solía guardar las cartas de rechazo, porque me decía: “Un día, las firmaré y las sacaré a subasta”. Pero perdí la caja».
James Lee Burke.
Si es tu caso, me temo que has sido víctima de una falacia. Por lo tanto, he preparado un listado con varios autores que recibieron una negativa en su momento, no se rindieron y, ahora, sus libros descansan satisfechos en tu estantería.
Listado de novelas rechazadas por las editoriales
Debido a la longitud de la selección realizada (créeme; hay muchos más), he dividido este subapartado en cinco partes, sin orden de preferencia alguno.
- Frankenstein, Mary Shelley. Rechazada por las editoriales más importantes, publicada sin el nombre de la autora, apenas vendió veinticinco ejemplares. Entonces, con la tercera edición (y su nombre en la cubierta), reventó el mercado.
- Harry Potter y la piedra filosofal, J.K. Rowling. Doce editoriales rechazaron esta novela. De no haber sido porque la hija de ocho años de un editor quiso leer la historia completa, jamás se habría publicado. De hecho, ese mismo editor aconsejó a Rowling que se buscase un trabajo. La serie completa ha vendido más de 500 millones de copias.
- El diario de Ana Frank, Ana Frank. Rechazada quince veces a causa de la falta de ojo clínico de la protagonista. 25 millones de copias vendidas.
- El vendido, Paul Beatty. Primer americano en ganar el Man Booker Prize (2016) por una novela que, previamente, había recibido dieciocho rechazos editoriales.
- La cabaña, Wm. Paul Young. Veinte editoriales dijeron que no. 20 millones de lectores dijeron que sí.
- Dublineses, Retrato de un artista adolescente y Ulises, James Joyce. La primera novela acumuló veinte rechazos, aproximadamente, y le pidieron varias veces que reescribiese la segunda. En cuanto a la última, directamente prohibieron la venta de una de las obras cumbre (y polémicas) de la literatura. Ahora, vende 33.500 copias anuales.
- La vida de Pi, Yann Martel. Que una historia tan hermosa sufriese cinco rechazos supera mi lógica. Es más, hasta los 10 millones de copias que ha vendido me parecen pocos.
Más novelas rechazadas por las editoriales
Prosigo, que esto tan solo ha sido un aperitivo.
- Entrevista con el vampiro, Anne Rice. Una serie consecutiva de rechazos provocó que desarrollase trastorno obsesivo-compulsivo. Por suerte, conoció al agente literario adecuado y, por fin, la editorial Alfred A. Knopf apostó por esta autora desconocida. Su recompensa: 100 millones de copias vendidas entre esta obra y sus secuelas, aparte de los derechos de las correspondientes películas, adaptaciones televisivas, cómics y mangas.
- Todo se desmorona, Chinua Achebe. «Esto es una broma, ¿no?» Con términos parecidos se expresaron todas las editoriales cuando leyeron su manuscrito. 20 millones de copias vendidas después, tal vez se tomaron en serio al autor africano moderno más leído en el mundo.
- Moby Dick, Herman Melville. Ignoro cuántas editoriales pasaron de publicar un libro que, en el siglo XX, se consideró parangón de «La gran novela americana». De acuerdo, es muy largo. Pero, de ahí a decirle que sobraba la ballena…
- The Thomas Berryman Number, James Patterson. Después de treinta y un rechazos, ganó el premio Edgar por mejor novela. Desde entonces, acumula diecinueve números uno en la lista de libros más vendidos del New York Times, además de 220 millones de copias vendidas.
- Out of shadows, Jason Wallace. De recibir cien rechazos pasó a obtener el premio Costa infantil en 2010.
- Lo que perdimos, Catherine O’Flynn. Muy parecido su caso al anterior: veinte rechazos y, luego, premio Costa de literatura 2008.
- Una arruga en el tiempo, Madeleine L’Engle. Como no hay dos sin tres, veintiséis rechazos derivaron en premios: ganadora del Newbery Medal, Sequoyah, Lewis Carroll Shelf y finalista del Hans Christian Andersen. ¡Ah!, y 8 millones de copias vendidas.
Otras novelas rechazadas por las editoriales
¿Te imaginas cómo habría sido nuestra cultura si estos autores no hubieran insistido en su propósito de firmar un contrato de publicación?
- El color púrpura, Alice Walker. Una editorial la rechazó única y exclusivamente a causa de los signos de admiración con los que finalizaba las frases. ¡Decirle esto a una obra que ha vendido 10 millones de ejemplares! ¡Que ha ganado el Pulitzer! ¡Que se convirtió en una de las películas más importantes de la historia! ¡Menuda desfachatez!
- La caza del Octubre Rojo, Tom Clancy. Una docena de editoriales se negaron a contratar a un autor que ha vendido 100 millones de ejemplares, aparte de los 786,5 millones de dólares que han facturado las películas basadas en sus libros o los 76 millones de los videojuegos posteriores.
- Crónicas de Narnia, C.S. Lewis. Largos años de rechazo se convirtieron en 100 millones de ventas.
- Carrie, Stephen King. Terror es lo que sintió el autor tras treinta negativas de las editoriales por publicar esta obra que, en 1979, llevaba cuatro millones de ejemplares vendidos. Si le añades las posteriores, sus dígitos de ventas ascienden a la escalofriante cantidad de 350 millones.
- MASH, Richard Hooker. Veintiún rechazos sufrió la obra que daría lugar a una inolvidable serie de televisión.
- Criadas y señoras, Kathryn Stockett. Sesenta rechazos; más de 7 millones de ventas y una película laureada. Si no lo has leído, hazlo ya y te sorprenderá que alguien juzgase que esta novela no merecía la pena.
- Dune, Frank Herbert. Veintitrés editoriales rechazaron la novela de ciencia ficción más vendida de la historia.
- El ocho, Katherine Neville. Ignoro el número de rechazos, pero pasaron años antes de que una editorial decidiese publicarla.
- El señor de las moscas, William Golding. Considerada como una de las mejores novelas de la historia y Nobel de Literatura (1983). Ni con esas evitó los rechazos: veintiuno, en total.
Oh, sí; más novelas rechazadas por las editoriales
Por si acaso te quedase alguna duda sobre la facilidad con la que las editoriales rechazan novelas, aquí te presento otra tanda.
- Y pensar que lo vi por la calle del porvenir, Dr. Seuss. Y pensar que le cerraron la puerta porque consideraron que no poseía interés comercial. 300 millones en ventas y noveno mejor autor de ficción de todos los tiempos.
- Tiempo de matar, John Grisham. Pues, sí; doce editoriales y dieciséis agencias literarias rechazaron los 250 millones de copias que ha vendido este autor durante su carrera profesional.
- La mujer del viajero del tiempo, Audrey Niffenegger. Imagino que hay veinticinco editoriales deseando viajar en el tiempo para no rechazar los 7 millones de ventas producidos por esta fantástica novela.
- El almuerzo desnudo, William S. Burroughs. Pese a las negativas de publicación y el veto posterior impuesto por lo explícito de sus obscenidades, supera el millón de ejemplares vendidos.
- El alquimista, Paulo Coelho. Una historia curiosa: solo vendió 800 libros con su primera editorial. Sin embargo, alguien apostó por él y subió a 75 millones.
- The one in the middle is the green kangaroo, Judy Blume. Ni la literatura infantil se libra de las críticas. Dos años de rechazos tardó en publicarse esta obra que ha cosechado 80 millones de ventas.
- Murphy, Samuel Beckett. Cuarenta veces rechazada, entre otros motivos, por ser demasiado intelectual para el público de la época (1938). Me pregunto qué le dirían en la nuestra. En fin, la publicó y ganó el premio Nobel de Literatura en 1969.
- El arte de conducir bajo la lluvia, Garth Stein. «Una novela donde el narrador es un perro no vende. Paso de ser tu agente». No sé cuáles fueron las palabras exactas, pero sí que su representante perdió una mirífica novela que ha vendido ya más de seis millones de copias. La película ha recaudado casi 31 millones.
¿No hay más?
Uy, muchísimas. Empero, me limitaré a esta última remesa antes de pasar a la despedida reflexiva que este artículo se merece.
- Isaac Asimov. No menciono ninguna obra en concreto, porque le han rechazado casi tantas veces como le han publicado. Aprovecho para recomendarte sus libros de historia, por cierto.
- The Tale of Peter Rabbit, Beatrix Potter. Tras el sexto rechazo, mandó al infierno a las editoriales y se autopublicó. No ha dejado de venderse desde 1902 y lleva 40 millones de copias vendidas.
- El día que se perdió la cordura, Javier Castillo. Cansado de esperar respuesta por parte de las editoriales, autopublicó su obra en Amazon. A fecha de hoy, como dice el artículo del enlace, «es el tercer autor más vendido de España».
- La familia de Pascual Duarte, Cela. Ni una de las cien mejores novelas escritas en nuestro idioma eludió los criterios de valoración editoriales en su época.
- La conjura de los necios, John Kennedy Toole. Su autor no soportó los constantes rechazos y se suicidó. Su madre, en cambio, tuvo más confianza y coraje. 2 millones de copias vendidas. Moraleja: jamás te rindas.
- El amante de Lady Chatterley, DH Lawrence. «Por su bien, no publique este libro». Por nuestro bien, lo hizo.
- El abanico de Windermere, Oscar Wilde. En efecto; Wilde tampoco se salvó del rechazo.
- Estrella distante, Roberto Bolaño. Nueve años rechazada.
- Santuario, William Faulkner. «Por el amor de Dios, no puedo publicar esto». Menos mal que alguien apreció su terror gótico sureño, porque… ¡Menudo novelón!
- Satán en Goray, Isaac Bashevis Singer. A un editor no le gustó el tema (Polonia y los judíos ricos) por manido y rechazó a quien ganaría el premio Nobel de Literatura en 1978.
Con la autoridad que me da el fracaso
Mi experiencia con las editoriales me ha enseñado varias cosas. La primera, que se trata de un entorno muy cerrado. Como no cuentes con un contacto o destaques por tu trabajo (premios, seguidores, etc.), verás el muro, pero nunca la puerta.
En segundo lugar, que los agentes literarios están siempre saturados. Por lo tanto, o bien tienen mucho trabajo o pasan olímpicamente de quienes no cumplan los requisitos señalados en el párrafo anterior.
Igual me equivoco, por supuesto, ya que, insisto, dispongo de más información sobre las logias masónicas que del secretismo editorial. Aun así, sé que, si les envío mi manuscrito, no solo no se lo leerán, sino que tampoco se lo descargarán.
En cuanto a las editoriales más modestas, las únicas que me han respondido lo han hecho en estos términos: «No publicamos a autores vivos» (¿Para qué, entonces, un correo donde enviar manuscritos?), «Solo publicamos autores africanos» (Mi libro trataba sobre la música y la esclavitud; igual la temática estaba relacionada), «Nos pondremos en contacto dentro de tres meses» (Sigo esperando), «Tu libro está muy bien, pero solo publicamos a periodistas» y, la más habitual, «Gracias por ponerte en contacto con nosotros. Por favor, no respondas a este correo».
Ahora bien, las de autopublicación (Penguin Random House tiene un departamento parecido) no fallan nunca. Normal; te publican a cambio de que les pagues la tirada completa y, después, la promoción corre de tu cuenta y bolsillo. Pero, oye, les ha gustado tu novela; deja de quejarte, que el resto ni siquiera te ha contestado.
¿Qué te queda? La autopublicación pura y dura, limitada casi en exclusiva a la venta online. Aunque, si te va bien, pronto te sorprenderás con que las editoriales importantes y los agentes literarios, sorpresa, cuentan con un departamento de comunicación.
Rechazados antes de enviar el manuscrito
En conclusión, las técnicas de trabajo editoriales actuales nos han privado del placer de recibir un rechazo. De acuerdo; nunca resulta agradable, pero sienta peor que te ignoren. Lo cual, obviamente, exige que insistamos con más fuerza.
Al menos, todavía quedan editoriales que, por sus propias limitaciones, se comunican con los escritores. O, cuanto menos, disponen de un canal abierto para esa función.
Con todo, no pienses que la culpa recae en exclusiva sobre ellas. Bastante tienen con sobrevivir. Así que, sin eximirles de responsabilidades, procede que los demás implicados entonemos nuestro mea culpa.
Por un lado, se escriben ingentes cantidades de mierda. Por favor, antes de enviar tu obra, pide a varias personas (profesionales y legas) que realicen una prueba de lectura, pues rara es la novela que sale perfecta a la primera.
Después, estimados lectores, hay más libros de los que os recomiendan las librerías y los medios de comunicación, a quienes, por cierto, las editoriales han pagado para ensalzar las maravillas prosaicas de unas obras que, en general, son normalitas, tirando a malas.
¿Motivo? Los gustos de la gente son impredecibles. Por lo tanto, si se establece un criterio de «esto es bueno» y «esto es malo» que elimine la opinión individual de cada lector, resulta más sencillo vender.
Justo, lo mismo que hacen nuestros amigos (y las editoriales) en las críticas de Amazon. Ya ves; no puedes fiarte de la opinión de nadie. Ni siquiera de la mía; yo también te quiero colar MuArte. Aunque me conformo con que pinches en el corazón que palpita solitario bajo la sombra del titular. Tengo paciencia, un objetivo como tercera ceja y sé que todo llegará.