Estaba releyendo a Gracián con mi gata cuando esta me ha dicho: «Oye, hace tiempo que no subes nada de ortotipografía». Y le he contestado: «Caramba, Ophelia; tienes razón». —Lo sé—. Por tanto, inspirado por la miza, hoy aprenderás a escribir con estilo: la cursiva.
Tal vez algo forzado haya yo cumplido con el requisito del SEO de poner el título en el primer párrafo, pero no así sucederá con mi principal cometido: revelarte el código secreto de este estilo. Porque, en efecto, la cursiva desempeña una función allende el mero diseño.
¡Ah! La morroña —¿Miau?— también me recuerda que, después de leer este artículo, te pida —He dicho «suplica»— que desfibriles el corazón que palpita solitario bajo la sombra del titular, amén de compartirlo en tus redes sociales, por guasap o del modo que prefieras. —A ver si lo hacen estos desgracia…— ¡Ophelia!
Escribir con estilo: la cursiva
En esencia, la cursiva —del latín cursus: ‘carrera, corrido’— define a un tipo de letra sesgado, característico de la escritura a mano. Sobre todo, si compones textos con rapidez o a vuelapluma, ya que esa sutil inclinación hacia la derecha que realizas con el cinqueno metacarpiano quita los frenos a la redacción, como bien saben los médicos, expertos en el manejo de la caligrafía oblicua.
Galenos al margen, este estilo, ejecutado sin prisas y con mimo, aporta elegancia barroca al texto, ya sea en una carta o en una invitación de boda. Infaustamente, lo que el ojo percibe bello, al cerebro le cuesta leerlo, de modo que la estética sucumbió ante la legible verticalidad mecánica de la letra redonda.
Verdad dices con que la imprenta conservaba su aspecto en los tipos itálicos. De hecho, el veneciano Aldo Manucio, fundador de la Imprenta Aldina (1494), la había empleado para publicar un formato de libro similar al de las ediciones actuales de bolsillo, ya que esta letra facilitaba un mejor aprovechamiento del espacio.
Empero, la irrupción de la tipiadora relegó el uso de la cursiva a poco más que la rúbrica o a la escritura manual con bolígrafo (inventado en 1938 por los hermanos húngaros Lászlo —luego, nacionalizado argentino— y György Bíró).
«Las palabras se desplazaban a nuevos lugares, a medida que los trozos cuadrados de madera se movían hacia abajo».
Descripción de una máquina de escribir en Los viajes de Gulliver, Jonathan Swift.
Y aquí concluiría el artículo sobre «Escribir con estilo: la cursiva» si la tecnología no hubiera transformado este ruidoso aparato en el teclado del ordenador.
Validación tipográfica contra el vandalismo del diseño gráfico
Súbitamente, pasamos de la raya, del guion bajo (subrayado) y de las comillas españolas a un paraíso de estilos y enfatizados que rompían con la sobriedad rígida del mecanografiado.
Claro, nos vinimos arriba. El ser humano, en cuanto contempla un extenso abanico de recursos de diseño, por algún motivo ignoto, se empeña en usarlos todos a la vez. ¿Te acuerdas de las páginas web plagadas de GIFs? No; no me refiero a los de ahora, sino a estos.
Pues así salían los textos. Salvo los de médicos, abogados e ingenieros, para quienes la mayúscula representa el sumun de la comunicación escrita, porque solo es importante aquello que se grita. Eso sí, se han adaptado a los nuevos medios. Ahora, combinan la caja alta con la negrita.
En fin; tamaño desnorte estético, empatado en horror con la música de ascensor, afectó también a la ortotipografía. De ahí, la necesidad de unas normas que unificasen el uso y la semántica correspondientes a cada resaltado. O sea, que todo el mundo comprendiera lo que se transmitía mediante un destacado concreto.
«Cuando el alma adopta la forma de un cuerpo, se ata por mor de ese mismo cuerpo».
Svetasvarata Upanishad.
Loable propósito, sin duda. Aunque, supongo, te preguntarás a santo de qué se debe esta perorata histórica en un artículo acerca del empleo correcto de la cursiva. Bueno, muy sencillo: este estilo no se rige por unas reglas, sino por unas recomendaciones de uso. Lo cual, ya te aviso, resulta asaz confuso.
Causas del caos
Si te has emocionado con la libertad artística que ofrece la cursiva, tasca el freno. Recomendación no significa ‘la pongo cuando se me canta el culo’, pese a que ciertas sugerencias parezcan obra del sisiflís.
Verás, antes de que computarizásemos la escritura, la mecanografía (letra redonda) empleaba un código ortotipográfico idéntico al de la manografía (letra cursiva). Así pues, la puntuación estaba homogeneizada.
Una vez ambos estilos coincidieron en el mismo espacio, la cursiva cambió el rol narrativo por el decorativo. Me explico: su forma estilizada embellecía con finura y delicadeza el texto, resaltando partes concretas y aportando un soplo de aire fresco entre la masa redondeada de palabras.
Empero, para resaltar ya existía el subrayado (que dejamos de utilizar por la ambigüedad que generaba con los hipervínculos), «las comillas españolas» y la negrita. Así pues, ¿qué aportaba la cursiva barroca a una escritura que, más que moderna, parecía rococó?
Evidentemente, nada. A menos, por supuesto, que recibiera una función distinta y distintiva. Y estas son las que grabarás a fuego en tu cerebro a partir de este momento.
Usos obligatorios de la cursiva. Insisto: obligatorios
Donde la negrita señala la importancia de una frase o palabra dentro de un texto, la cursiva indica algo relativo acerca de esa frase o palabra. Es decir, una potencia el mensaje mientras que la otra advierte del carácter especial que posee el elemento enfatizado.
Consciente soy de que suena raro, de modo que te lo mostraré a través de los casos más habituales que requieren cursiva en la escritura:
- Vocabulario extranjero: a excepción de aquellos términos cuya grafía haya adoptado o adaptado la RAE (kimono, yoga, punk, blog, sándwich, surf, fanzine, hachís), el resto se redactará con cursiva (pizza). Esto incluye al latín —sobre todo, locuciones (a priori)—, aunque varios vocablos se escriben con redonda (suigéneris) y otros presentan alguna peculiaridad que otra («currículum», «curriculum vitae»).
Consejo: consulta el diccionario si tienes dudas. - Neologismos y palabras inventadas: normalmente, todo término inventado (paquipallar: ‘ir de aquí para allá constantemente’) y de creación o uso reciente irá en cursiva hasta que la RAE indique lo contrario. Por ejemplo: «Voy a postear el selfi en Instagram». Si empleas la redonda con postear, su significado sería ‘meter los postes de un cercado’.
En cambio, las palabras derivadas y construidas del castellano que no registra el diccionario (urticar) pueden escribirse en redonda sin problema alguno. - Metalenguaje (cursiva recursiva): cuando te refieras a una palabra como tal en un texto, házselo saber a quien te lea con la cursiva. Porque «Hermosa es tu cara, pero hermosa es un adjetivo».
- Errores conscientes: una falta de hortografía se transforma en acierto si empleas el estilo correcto.
El otro uso obligatorio de la cursiva. Aquí, insisto más: obligatorio
¿Te gusta la literatura, la música y el arte? Entonces, añade la cursiva a esta lista, puesto que todos los títulos aparecerán ladeados en su forma escrita: «Cuando Jose Flores escribió Nuevayorkana, utilizó Un caramelo para Margot (tema compuesto por Pacho Alonso) como eje central de un capítulo de su libro».
Tras esta descaradísima autopromoción, aclararé que título incluye los nombres de:
- Libros: completos (MuArte) o parciales (los Versos, de Salman Rushdie), menos los sagrados, que van en redonda: la Biblia, el Corán, los Vedas… Tampoco llevan cursiva las editoriales ni los capítulos o nombres de poemas, que se mencionarán con comillas españolas («El albatros» de Las flores del mal).
- Música: canciones (Into my arms) y álbumes (The Boatman’s Call), no cantantes ni grupos (Nick Cave and the Bad Seeds).
- Cuadros: los nombres de obras van en cursiva; los de los museos, galerías, etc., en redonda.
- Cine, televisión, radio e Internet: todos los títulos y nombres de películas, series, programas y canales. No así los de los cines, teatros, cadenas de televisión, emisoras ni plataformas.
- Publicaciones: periódicos, revistas y cualquier medio gráfico similar. Al igual que las editoriales, la empresa que los publica se escribe en redonda.
La parte complicada de la cursiva
Leídas estas normas obligatorias, estarás cuestionando lo sencilla que ha hecho nuestra vida la tecnología. Lejos de mí ser portador de malas nuevas que ahonden tu agonía, pero témome que solo has conocido la parte fácil del uso de la cursiva.
Veamos, ¿con qué recomendación oficial te reviento la cabeza primero? ¿Con los apodos de personas, que llevan cursiva si aparecen entre el nombre y el apellido (Ernesto el Che Guevara), y redonda al final (Ernesto Guevara, el Che)? ¿O con las citas textuales, que siempre van entrecomilladas (« ») y en redonda, pero en cursiva cuando quieres expresar ironía, doble sentido, distanciamiento con dicha opinión o que la fuente no corresponde al personaje citado?
Aguarda un instante; no confundas citas con expresiones o frases literales, dado que el estilo de las segundas dependerá del idioma en el que las escribas: si es el originario, en redonda; traducidas, en cursiva. Exacto, justo al revés que las normas sobre el vocabulario extranjero que, curiosamente, irá en redonda cuando su raíz construya un término según las reglas del castellano (pizza, pizzero).
Esto me recuerda que las razas de los perros pueden emplear los dos estilos, al contrario de los modelos, marcas o nombres de serie que individualizan a un objeto en cursiva, estilo que aplicarás en las palabras y expresiones con sentido figurado (la cocina de los sueños), a menos que estas se usen de manera corriente en el lenguaje (el hogar de los sueños) o refieran al apodo de un lugar (Old Trafford, el teatro de los sueños).
¿Lloras? Pues, todavía no te he contado la mejor. «Pop» y «folk» van en redonda. Rock y country, en cursiva. Por tanto, la manera correcta de escribir la combinación de estos géneros musicales sería «pop-rock y «country-folk».
Ponderaciones cursivas
La reconversión de un estilo de escritura independiente en un recurso comunicativo duplicó la forma establecida con la que matizábamos un elemento dentro del texto. Donde antes Shakira hubiera cantado «clara-mente», el autotune (en redonda, si la pronuncias en español; en cursiva, en inglés) ha alterado su grafía por claramente. O clara-mente, «clara-mente», clara-mente, claramente y «clara»mente.
Quizá pienses que esta integración carece de lógica y sentido; que no era necesaria esta superfetación de estilos, puesto que la mezcla provoca demasiadas anfibologías. Estoy de acuerdo. Si la mecanografía simplificó y homogeneizó el código expresivo de la cursiva, ¿para qué cambiarlo?
Por otro lado, tal vez consideres que la cursiva destaca aspectos concretos de la redacción con mayor precisión, además de que evita la acumulación de signos ortográficos. Estoy de acuerdo. Quienes me conocen saben la brasa que doy con el tema de los títulos de libros, series, etc., y la lectura resulta más fluida cuando el ojo ve palabras sin marcas entre medias.
De hecho, hasta es posible que valores la aportación creativa que aporta la cursiva a los escritores. Estoy de acuerdo; mira la charla con mi gata al principio del artículo.
Espero haberte ayudado a solucionar tus dudas sobre el uso de la cursiva.
Consejo final
Tienes razón; no he a-clara-do nada respecto a este tema. Bueno, momento de abandonar la haraganería; expresaré una opinión sincera: usa la cursiva solo en los casos que te he indicado como obligatorios. Y, ya que he abierto la puerta a la honestidad, pasa olímpicamente del resto.
También te informo de que este estilo no está disponible en buena cantidad de manifestaciones informáticas (Twitter, Facebook…). Por tanto, necesitarás un código especial (_los guiones bajos en WhatsApp_), ayuda externa o reemplazar la cursiva por las comillas («»), cuyo formato deberás programar, ya que lo normal es que se escriban con la ñapa de los signos de mayor y menor del teclado (<< >>).
Corrección: lo normal es que se usen las comillas inglesas (“ ”), síntoma de desconocimiento absoluto de las normas ortotipográficas españolas.
A partir de ahí, te recomiendo que confíes en la experiencia que se gana con el tiempo y la práctica para emplear la cursiva de modo creativo, figurado, subjetivo o metafísico. De este modo, descubrirás que una buena redacción resulta más expresiva y comprensiva que una palabra ladeada.