Al inicio de toda frase, y después de un punto, nadie duda acerca del tipo de letra que debe ir. El problema, obviamente, aparece dentro del texto cuando tu narrativa se aproxima a un vocablo y, antes de escribirlo, te surge la siguiente pregunta: «¿Esto va en mayúscula o minúscula?».
Si crees que conoces bien las reglas, te diré que un queso de Cabrales no es lo mismo que un cabrales. Eso sí, ambos saben igual de bien con un rioja (o con un Rioja, pues no hay diferencia alguna entre los dos vinos), tanto si te lo tomas en el mar Cantábrico como en el Mar Menor.
En efecto; el código de las mayúsculas y minúsculas, al igual que el de la cursiva, se caracteriza por una serie de normas asaz peculiares (ver «Uso de la raya»). Solo que, en esta ocasión, poco verás la palabra opcional, y mucho obligatoria, algo que afecta tanto a los deportes como al yoga.
Prácticas ancestrales y olimpiadas de sillón
El yoga y la meditación ofrecen unos resultados mayúsculos, pero se escriben con minúscula. Esto incluye su nombre (yoga), las modalidades, los asanas y las técnicas de respiración.
Paralelamente, las palabras cuya escritura no respete la fonética española aparecerán en cursiva, pero mantendrán la redonda si coincide o adaptas su grafía a nuestro idioma: hatha, hata, yin, vipassana, vipasana, nidra, tadasana, adho mukha svanasana, pranayama, kapalabhati, kapalabati…
Por otra parte, los juegos y deportes se plasman con minúscula (póquer, fútbol, etc.), aunque sin cursiva. A menos, claro, que se trate de un término extranjero que conserve su grafía original (windsurf). Por este motivo, «baseball» va en cursiva, pero «béisbol» en redonda.
Empero, si hablamos de un torneo deportivo, las reglas cambian, porque la primera letra de cada palabra requiere mayúscula. Ojo, también el artículo inicial cuando este forme parte del nombre: La Liga, la Vuelta Ciclista a España.
Asimismo, también irán en mayúscula «Olimpiada, Olimpiadas» y «Olimpíada, Olimpíadas» (sí, son correctas) cuando equivalgan a Juegos Olímpicos, Juegos Olímpicos de Invierno y Juegos Paralímpicos. Cuidado con la escritura de esta última competición.
Mayúsculas y minúsculas con signos de puntuación
Tras el calentamiento ortográfico, pasaré al territorio donde resulta habitual escribir la mayúscula y la minúscula mal. Esto es, después de un signo de puntuación.
Bueno, no de todos, ya que únicamente cuatro presentan una normativa de uso que, en general y en plata, la gente se pasa por el forro y hace lo que le da la gana. Así pues, comenzaré con el más aflictivo: los misteriosos puntos suspensivos.
A no mucho tardar —no prometo nada—, dedicaré un artículo a este signo. Entretanto, quédate con esta idea: cuando se puede sustituir por un punto, lo siguiente llevará mayúscula. En caso contrario, minúscula.
Dicho de otro modo, comprueba si las frases son independientes entre sí o la segunda forma parte de la primera. Vale, vale, ya te pongo un ejemplo…
Dos frases distintas (mayúscula)
—Hemos quedado a las… Caramba; no me acuerdo.
—Compramos carne, fruta, verdura… Luego, la metimos en el coche.
—Compramos carne, fruta, verdura… Eso sí; no compramos bebida.
Misma frase (minúscula).
—Hemos quedado a las… siete, ¿verdad?
—Hemos quedado a las… Caramba…; no me acuerdo.
—Compramos carne, fruta, verdura… en el supermercado.
—Compramos carne, fruta, verdura… y, luego, la metimos en el coche.
—Compramos carne, fruta, verdura…, pero no bebida.
Dos puntos
De los tres puntos suspensivos, llegamos a los dos puntos. Aquí, solo usarás la mayúscula1 después del saludo en una carta o correo electrónico y para introducir una cita textual con las comillas españolas.
—Hola:
Te recuerdo que pongas dos puntos y mayúsculas en los correos.
Un saludo.
—Y dijo: «Feliz aquel a quien esta considere digno de ser su esposo». (Metamorfosis, Ovidio).
Esto, por si no es lo suficientemente evidente, implica que la palabra que aparezca a continuación de los dos puntos en un listado se escribirá con minúscula, siempre y cuando no se trate de una que deba ir en mayúscula.
- Ajear: sonido que hace la perdiz al verse acosada.
- Dacha: casa de campo rusa.
- Lezne: que se deshace fácilmente.
- Oenegé: ONG.
Notas
1En el terreno legal, también después del «verbo fundamental de un documento jurídico-administrativo: CERTIFICA:/Que D. José…» (Diccionario panhispánico de dudas de la RAE).
Interrogaciones y exclamaciones
Normalmente, se dice que los signos de cierre interrogativo (?) y exclamativo (!) cumplen la función de un punto. En consecuencia, la palabra que vaya a continuación empezará con mayúscula.
—¡Ah! Ya me acuerdo.
—Perdona, ¿puedes repetirlo? Estaba distraído.
Infaustamente, esta máxima no es cierta. En realidad, las normas de escritura determinan que ambos signos admiten signos de puntuación a su lado, pero, si se trata del punto, este figurará in absentia.
Por lo tanto, cuando las preguntas o exclamaciones se encuentren integradas en medio de una oración, seguidas de un signo de puntuación, utilizarás la minúscula.
—Todos los días pienso: ¿qué sentido tiene?, ¿por qué me esfuerzo?, y otras preguntas con las que me atormento.
—Mi primo, ¡truhan bendito!, me introdujo en el mundo nocturno de los garitos.
Cómo llamar a las personas y cosas por su nombre
Bien corresponda al nombre propio, a los apellidos, a un sobrenombre o a un apodo, la mayúscula se erigirá regia y recia al principio de la escritura de cada uno, sea una persona, un dios, un animal o una cosa singularizada (la Excalibur, el Titanic o la Rosetta identifican, respectivamente, a una espada, a un barco y a una piedra).
Fácil, ¿verdad? Entonces, subiré un poquito el listón, ya que algunos apellidos incluyen preposición. Si los escribes con el nombre propio, irán en minúscula. Si lo omites, la preposición llevará mayúscula:
—Beatriz de la Garay.
—La señorita De la Garay.
Ahora bien, cuando el apellido contenga un artículo, pero no una preposición, este llevará mayúscula, aunque escribas antes el nombre:
—Beatriz La Garay.
—La señorita La Garay.
En el caso de los apodos, el artículo conservará la minúscula, salvo que transformes el mote en un nombre abstracto personificado.
«El Artista y La Agente […] se saludan dentro de su centro oficial de operaciones».
MuArte, Jose Flores.
Cuidado; no confundas un apodo con un nombre común que se emplea por antonomasia para referirse a una persona o ser divino. Por ejemplo, «el Bardo» identifica a William Shakespeare, pero la grandeza de sus letras no afecta a las del artículo.
De igual manera, un nombre abstracto, tipo concepto o idea, llevará minúscula si no lo personificas y usas como alegoría:
—El mal de nuestra sociedad es la inmediatez.
—El Mal se integró en nuestra sociedad y la contaminó de inmediatez.
Títulos
Hablando de personificaciones, los títulos y cargos se escriben con minúscula.
—La baronesa nos ha invitado a su fiesta.
—La baronesa de Null nos ha invitado a su fiesta. (Observa cómo la preposición va en minúscula, porque el título ejerce la función de nombre propio).
A menos que aparezcan en el encabezado de una carta o en textos jurídicos, administrativos y protocolarios.
—Para la Baronesa de Null.
O que representen a una persona concreta y conocida, de cuyo nombre prescindes:1
—La Baronesa nos ha invitado a su fiesta. (Aquí, «Baronesa» sustituye al nombre propio de alguien a quien el lector reconoce sin problemas).
—Velázquez y Bacon pintaron al papa Inocencio X.
—Durante nuestro viaje a Roma, vimos al Papa. («Papa» refiere al nombre del pontífice actual).
Notas
1Por temas de protocolo, todos los títulos de la Casa Real Española comenzarán con mayúsculas, independientemente de que aparezca su nombre o no.
Fauna y flora de la ortotipografía
Humanos, ¡puaj! Anda que no se complican la vida para ponerse un nombre. En cambio, nosotros, las plantas y los animales, mantenemos la igualdad y la humildad con la minúscula.
Lo malo es que la ciencia nos ha clasificado. Ya ves tú qué necesidad había de llamar Felis silvestris catus a un gato o Solanum lycopersicum al tomate, pero así decidieron bautizarnos las mentes prodigiosas de la Ilustración.
Desde entonces, contamos con un término académico muy estilizado (porque siempre se escribe en cursiva), además de una mayúscula en la primera letra que aparezca.
«Hasta una persona sin conocimientos de ictiología reconocería lo que tenía allí delante. Megaptera novaeanliae, Leviathan, yubarta, Godzilla de los mares. Patricia me había metido en la casa de una puta ballena jorobada».
Las Quimbambas, Jose Flores.
Espera, espera, que no he terminado. Cada uno de nosotros pertenece a un tipo de especie, género, familia, orden, clase y un montón de categorías más. Por lo tanto, si empleas el nombre correspondiente al taxón, no te olvides de respetar las siguientes normas:
- De «género» para abajo: nuestro nombre se redacta con primera mayúscula y en cursiva.
- De «subfamilia» para arriba: con primera mayúscula, sin cursiva.
Por esta razón, el Felis silvestris catus se sitúa en el género Felis de la familia Felidae, y el Solanum lycopersicum a la sección Petota de la clase Magnoliopsida.
Humanos, ¡puaj! Anda que no se complican la vida para ponernos un nombre.
Ortografía situacional
Raro es el libro donde no se menciona un lugar geográfico, reconocible gracias a un nombre propio. Obviamente, esto determina que cualquier continente, país, ciudad, comunidad, región, departamento, pueblo, aldea y similar irá con la primera letra en mayúscula.
Asimismo, los nombres propios de los accidentes geográficos se escriben también con mayúscula («Atlántico»), aunque el genérico llevará minúscula («océano»). Junta esta información con la anterior, y nunca olvidarás que en el océano Atlántico se encuentran las islas (genérico) Canarias (propio).
Precisamente, en la isla (genérico) de Tenerife (propio) puedes visitar el parque nacional (genérico) del Teide (propio), gestionado por el Parque Nacional del Teide. ¿Has visto la diferencia mayúscula que existe cuando te refieres al organismo oficial encargado de cuidar la minúscula unidad geomórfica?
Con todo, a veces sucede que el sustantivo genérico forma parte del nombre propio, de modo que requiere mayúscula: Ciudad Real (España), Mar de Plata (Argentina), Villa Florida (Paraguay)… Es más; la misma regla se aplica si el artículo pertenece a la denominación oficial: El Salvador, Las Palmas (España), La Habana (Cuba), La Playa de Belén (Colombia), San Juan La Laguna (Guatemala), El Cairo (Egipto), La Pampa (Argentina), etc.
Esto explica el artículo en mayúscula de «Castilla-La Mancha», puesto que está integrado en el nombre de la comunidad autónoma donde habitan los castellanomanchegos. Empero, cuando te refieres a la comarca que aparece tras el guion, cuyo topónimo es «Mancha», el artículo irá en minúscula y el adjetivo reducirá su tamaño a manchego.
«En un lugar de la Mancha…».
El Quijote, Cervantes.
¿No te ha quedado claro? Entonces, añade el sintagma la región de antes del nombre de una entidad administrativa o geopolítica. Si necesita artículo, sabrás que llevará minúscula: el Magreb, los Balcanes, el Caribe, el Cuerno de África, la Polinesia…
No pierdas el norte
En general, los puntos cardinales irán en minúscula siempre y cuando no formen parte del nombre propio de un país (Corea del Norte) o de una región geopolítica (Oriente Medio, el Sudeste Asiático, la Europa del Este).
Ahora, presta oídos: una región geopolítica es distinta a una delimitada por líneas imaginarias, como sucede con el hemisferio sur, el ecuador, el trópico de Cáncer o el círculo polar ártico.
Por cierto, el Polo Norte y el Polo Sur son sinónimos geográficos del Ártico y de la Antártida. De hecho, podríamos considerarlos nombres por antonomasia, al igual que el Nuevo Mundo (América) o el Estrecho (de Gibraltar).
Digo esto porque, si escribes sus nombres en minúscula, te referirás al eje imaginario sobre el que rota nuestro planeta. Es decir, la Tierra.
El universo ortográfico
A efectos prácticos, todo lo que flota por encima de nuestras cabezas, allende el vuelo de los pájaros, allende la luz del nefobasímetro y allende la capa de ozono, se escribirá en mayúscula. Bueno, si lo hemos bautizado con un nombre propio, por supuesto. De lo contrario, lo nombraremos en minúscula (cefeida, enana blanca).
Lo malo es que hay dos objetos celestiales que no respetan esta regla: el sol y la luna. A ver, respetar, la respetan, pero solo dentro del entorno académico científico. El resto los escribe en minúscula (tomar el sol, bajo la luz de la luna), salvo que especifiquen ex profeso con la mayúscula la condición astronómica de la estrella o del satélite.
«La luna vino a la fragua con su polisón de nardos».
Romancero gitano, «Romance la luna luna», Lorca.
Respecto al Zodiaco —o Zodíaco—, tanto los signos (Aries, Leo, Libra, Géminis, Cáncer…) como sus apodos (el Carnero, el León, la Balanza, los Gemelos, el Cangrejo) comenzarán con la letra grande.
Empero, estas estrellas del destino pierden su condición celeste en cuanto se humanizan con una persona. O, lo que es lo mismo, se escriben en minúscula: «Yo soy leo y me llevo mal con los escorpio».
Un paseo por la ciudad
Me resulta indisoluble que vivas en una calle, en una plaza, en un paseo o en una corredera. A la hora de escribir vías urbanas, el nombre genérico llevará minúscula y el propio llevará mayúscula, preposición o artículo incluidos en caso de que pertenezcan a este último (calle de La Rioja, paseo de la Castellana).
Y, no; no existen excepciones. Salvo cuando se trate de una calle o de un espacio urbano situado en un país condenado a no hablar español, donde todo irá en mayúscula: Carnaby Street, Central Park.
Háblame del mar, marinero
Para terminar esta sección, te contaré una peculiaridad de la ortografía geográfica. Verás, algunos lugares cuentan con un nombre genérico que, infaustamente, no coincide con el accidente geográfico adecuado, como el Mar Menor (se trata de una albufera) o el Río de la Plata (es un estuario). Por consiguiente, nuestra lengua advierte ese error con la mayúscula.
Leído esto, quizá escuches una voz en tu cabeza diciendo: «Entonces, el Caspio y el Muerto, que son lagos…». Desmaya ese pensamiento; la tercera acepción de mar nos informa de que esta palabra significa ‘lago de cierta extensión’. En consecuencia, escribirás «mar Caspio» y «mar Muerto» con minúscula.
La ortografía de la historia
Aun confusa, la normativa de mayúsculas y minúsculas posee una lógica entendible: diferenciar un nombre propio de uno genérico. Solo que, en este apartado sobre historia (y prehistoria, que se escribe con minúscula), la RAE se marca un Bruce Campbell antológico.
Veamos, las eras y períodos geológicos se escriben con mayúscula: el Criptozoico, el Paleozoico, el Cuaternario, el Jurásico… Pero, si pones delante la palabra era, período, época o eón, los escribirás con minúscula: el eón criptozoico, el período paleozoico, la era cuaternaria, la época jurásica…
Vale; dentro de lo que cabe, tiene sentido. O lo tendría, si este criterio se mantuviera con el resto de edades y épocas, donde todo se escribe con mayúscula: el Neolítico, la Edad de Bronce, la Edad Media, el Renacimiento, la Ilustración…
A ver; todo, todo, no. Los movimientos artísticos, según la RAE, llevarán mayúscula si «abarcan todas o la mayor parte de las disciplinas artísticas (arte, literatura, música, etc.) e identifican períodos histórico-cronológicos culturalmente diferenciados: el Renacimiento, el Barroco, el Neoclásico, el Romanticismo».
¿Qué significa esto? Resumiendo, que románico, gótico, realismo, modernismo, vanguardismo o generación del 27 irán en minúscula, al igual que el estilo barroco, el movimiento renacentista o la época romántica, ya que los adjetivos nunca llevan mayúscula, aunque se refieran a la Edad de Bronce tardía o al Pleistoceno inferior.
Bueno, nunca, nunca, no. Si aparecen antes del nombre, irán en mayúscula: Alta Edad Media.
En breve, te lo aseguro, se te irá el pinzo como a Dimitri. Así que, en la medida que pueda, dosificaré el resto de información ortográfica histórica que me falta por contarte.
Guerra y paz
Donde hay una guerra, hay una batalla. Y, donde hay una batalla, hay una minúscula, puesto que se trata de un nombre genérico. Eso sí; el nombre de la batalla llevará mayúscula, pero no la preposición ni el artículo (la batalla de las Ardenas), a menos que el último corresponda al nombre propio de la misma.
«En la tercera batalla de Ypres».
El quinto en discordia, Robertson Davies.
Asimismo, quienesquiera que demuestren valor durante una batalla recibirán una medalla a modo de reconocimiento por su esfuerzo mayúsculo. O por haber palmado durante la contienda.
«Te galardonaron con la Cruz Victoria».
El quinto en discordia, Robertson Davies.
La guerra, evidentemente, sigue las reglas de las batallas… Sabes lo que viene ahora, ¿verdad? En efecto; el pero.
—Excepción 1: la Primera Guerra Mundial.
—Excepción 2: la Segunda Guerra Mundial.
—Excepción 3: las que menciones por antonomasia, como «la Gran Guerra» para la Primera o «la Guerra Civil» para la guerra civil española.
Aguarda, que nos quedan las Cruzadas. O, si lo prefieres, las cruzadas, pues esta palabra se puede escribir en mayúscula y minúscula a decisión personal. Menos cuando la emplees de manera metafórica: «El gobierno ha iniciado una cruzada contra el tráfico de droga».
Uy, casi me olvido de la paz. Aquí, pondrás mayúscula a todo acuerdo y tratado específico (el Tratado de Versalles). Ya está. Respira.
Revoluciones por antonomasia imperial
Hasta determinada parte anatómica de la palabrita, ¿eh? Es lo que tienen los nombres por antonomasia, que se usan como los apodos y, consecuentemente, se les aplican las mismas normas ortográficas.
Menudo truco tan bueno te he dado, te quejarás. Aunque, recuerda que los apodos se escriben en cursiva en función de su posición.
En fin, momento de iniciar una revuelta con las mayúsculas y minúsculas. Cuando hables de revoluciones genéricas, todo lo que escribas irá en minúscula (una revolución social). Cuando sean específicas, «revolución» comenzará con mayúscula, pero lo que vaya después dependerá de la palabra que la acompañe:
- Si el nombre precisa poco o nada en la causa o el contenido, lo indicarás con mayúscula: la Revolución de los Claveles, la Revolución de Octubre, la Gran Revolución Cultural Proletaria, la Primavera Árabe.1
- Si la define un gentilicio por antonomasia, minúscula: la Revolución francesa, la Revolución rusa, la Revolución cubana, la Revolución Cultural china.
- Si la define un gentilicio y una fecha, todo —«revolución» incluida— irá en minúscula: la revolución francesa de 1789.
- Si proporciona información sobre el tipo de revolución, todo —«revolución» incluida— se escribirá en minúscula: la revolución verde, la revolución burguesa, la revolución campesina, la revolución feminista, la revolución neolítica, la revolución tecnológica, la revolución industrial…
Cuidado con la última, porque también se escribe en mayúscula cuando utilizas su nombre, muy bien, por antonomasia. Es decir, tienes la primera revolución industrial, la segunda revolución industrial y el período entre el XVIII y el XIX donde transcurrieron todas estas, un acontecimiento histórico denominado «la Revolución Industrial».
Notas
1Pese a que árabe sea un gentilicio, el nombre genérico previo no define un acontecimiento reconocible.
Anexo para los metaversos
Dichosamente, los demás acontecimientos históricos pendientes se escriben con el genérico y el específico en minúscula… a excepción de los sustantivos que contengan un nombre propio.
—La conquista y la reconquista de España. Si solo pones Reconquista, se entiende que hablas de esta por antonomasia.
—El motín de los ceclavineros.
—La masacre de Carandiru.
—La defenestración de Praga.
—El descubrimiento de América.
—La oración en el huerto.
—El sitio de Leningrado.
—La rendición de Breda.
—La ocupación y la liberación de París.
—La independencia de la India.
—La reforma liberal. Pero, si te refieres a la protestante, entonces llevará mayúscula: la Reforma protestante.
Bien, vayamos a la escritura conflictiva de los nombres de las familias, dinastías y similares; un tema de interés para quienes escriban novelas sobre metaversos (mundos alternativos de fantasía, distintos al «multiverso», donde existen varios universos paralelos):
- Mayúscula: aquellos que procedan de un nombre propio (la dinastía Julio-Claudia, la dinastía Sayfawa), sobrenombre (la dinastía Gupta), apellido (los Borbones —en minúscula, si es adjetivo: los reyes borbones—, los Kennedy, los Médici) o por antonomasia (los Austrias, por la Casa de los Habsburgo).
- Minúscula: nombres patronímicos (derivados de nombres propios que refieren a los descendientes del fundador), como los abasíes, los omeyas, los aqueménidas, los macabeos, los sasánidas…
Además, «Casa» lleva mayúscula, pero el resto (familia, califato, clan…) requieren minúscula, al igual que «reino», salvo cuando… Venga; esta excepción ya deberías saberla… ¡Bravo! Salvo cuando forme parte del nombre oficial del lugar.
Nombres jurídicos y comerciales
Las empresas, como entes jurídicos, funcionan con las mismas reglas que los entes humanos. Por lo tanto, todas las palabras de sus nombres (menos los artículos y las preposiciones, claro) se escribirán con la primera en mayúscula: Telefónica, Gas Natural.
Lo único es que algunas emplean siglas o acrónimos, de modo que conviene saber la manera de emplearlas adecuadamente:
- Nombre compuesto en su totalidad mediante siglas o acrónimos: todas las letras en mayúsculas, sin acento.1 IBM, HP, CIA, OTAN. Pero, si las siglas contienen una che o una elle, la segunda letra irá en minúscula: AChN (Asesoría Chiapas Nacional).
- Acrónimos de más de cuatro letras: primera en mayúscula (Unicef).
- Acrónimos convertidos en sustantivos: minúscula (láser, uvi, ovni).
Algunos negocios aparecen en las novelas con su nombre genérico. Si este no pertenece al nombre registrado, entonces, ponlo en minúscula: el bar La Dama, el hotel Tudela, el teatro La Pantalla, el Teatro Nacional, el café A Sol y Sombra, el Café Comercial…
Ya que he puesto este adjetivo en el último ejemplo, te diré que existen nombres comerciales que también se usan como productos genéricos. En consecuencia, la mayúscula especificará que hablas de una marca, mientras que la minúscula lo hará del chisme en cuestión:
—Marcas: Post-it, Kleenex, Botox, Rimmel, Lycra, Tupperware, Martini, Velcro, Sonotone, Wi-Fi, Tirita, Potitos, Gominolas, Neoprene.
—Productos genéricos: pósit, clínex, bótox, rímel, licra, táper, martini, velcro, sonotone, wifi, tirita, potito, gominola, neopreno.
Notas
1Las mayúsculas se acentúan, aunque escuches a alguien diciendo lo contrario. Normalmente, un publicista.
Con la iglesia hemos dado, Sancho
Los nombres de cualquier institución u organismo oficial emplean la mayúscula para diferenciar su uso del genérico. Porque no es lo mismo toparse con una iglesia en el camino que con la Iglesia en asuntos legales.
Así pues, al igual que los nombres de empresas, todos sus sustantivos empezarán con la letra grande. Relee esta frase, ya que excluye a los adjetivos: el Ministerio de Obras Públicas, la Casa de América, la Marina peruana.
«Esa cepa cancerosa comprada con divisas otorgadas por el Instituto de la Moneda».
Tiempo de silencio, Luis Martín-Santos.
Algo similar sucede con los documentos oficiales, donde su nombre genérico irá en minúscula («Han firmado dos reales decretos leyes»), pero el concreto llevará mayúscula, aparte de su nombre completo («El Real Decreto Ley 12/1995 y el Real Decreto Ley 17/1995»). Lo mismo con los históricos: el Edicto de Milán.
La Constitución, como ves, luce mayúscula, pero no sus sinónimos (carta magna, carta constitucional, ley fundamental), su uso genérico ni el adjetivo gentilicio que le siga: la Constitución mexicana.
En cambio, los cargos oficiales van en minúscula, sin excepciones, bien sea el presidente de la nación, la ministra de Interior o el fiscal general del Estado. Y, si esto sucede con los políticos, también sucederá cuando escribas el cargo, puesto o posición de una persona dentro del entorno corporativo: el vicepresidente, el director ejecutivo, etc. Quizá por este motivo los últimos prefieren el acrónimo de CEO.
Ahora bien, los nombres de los departamentos se escriben con la primera en mayúscula (Recursos Humanos, Contabilidad), algo que no imitan el resto de las dependencias: salón de actos, sala de espera, recepción, etc., ni el vocabulario empresarial: prevención de riesgos, seguridad laboral, plan estratégico, la auditoría…
Mayúscula divina
A fe que el «san» de los santos supone una cruz para quienes escribimos, pues nunca recordamos si lleva mayúscula o minúscula. Hasta que, por inspiración divina, lo asocias a los títulos oficiales y empresariales, y te das cuenta de que rezan por una minúscula, como los curas, frailes, monjas, suamis, lamas, imanes y demás cargos religiosos.
Bendecido con el don de la visión, comprendes que también se trata de un nombre propio, por lo que irá en mayúscula cuando acompañe a uno genérico: la iglesia de San José.
De pronto, tienes una epifanía; un nirvana intelectual donde se te revela la condición de tratamiento de esa palabra. Así, descubres que señor, señora, don, doña, doctor, doctora, profesor o profesora cumplen la misma función con grafía minúscula, si bien su abreviatura (que requiere un punto al final) presentará una destacada mayúscula, no la malinterpretares con una letra suelta: la señorita García, Srta. García, don Pelayo, D. Pelayo.
A partir de aquí, compartirás la grandeza espiritual en cada palabra sagrada mediante una mayúscula divina tal y como te muestro a continuación:
—Nombres de divinidades: Afrodita, Dios, Alá, Hánuman…
—Libros sagrados (Biblia, Corán, Vedas, Canon Pali, Torá…) y nombres referenciales (Antiguo Testamento).
—Conceptos religiosos: Cielo, Infierno, Nirvana. (En minúscula: uso metafórico, el concepto y el episodio de «pasión», y términos religiosos, como misa, eucaristía, comunión…).
—Órdenes religiosas, y la palabra «Orden» si acompaña a un nombre propio: la Orden del Temple.
—Nombres de vírgenes y fiestas asociadas: la Virgen del Puerto.
—Períodos litúrgicos (Cuaresma) y festividades religiosas (Semana Santa). También, las no religiosas (Fin de Año, Día de la Madre). (Casos especiales: «las navidades», cuya referencia plural la reduce a minúscula, y «el puente de mayo», porque no corresponde a la denominación oficial de una fiesta).
Nota: los nombres de las religiones, siempre en minúscula: el budismo, el islam, el judaísmo, el cristianismo…
Ortografía farmacéutica: esta sí, esta no
¿Te zumba la cabeza con tanta norma de escritura? Quizá te alivie el dolor un… Anda, ¿cómo se escriben los medicamentos?
Si se trata de un nombre comercial, llevará mayúscula inicial, como todo nombre propio: Gelocatil, Ibufen, Almax. Empero, este se reciclará en minúscula si se transforma en genérico: aspirina.
Además, la marca también servirá para referirse a las cápsulas, porciones, grageas o dosis: «Tengo que tomar un Nolotil (una cápsula de Nolotil) tres veces al día».
Respecto a los medicamentos, irán en minúscula, como todo nombre genérico. O sea, cuando mencionas el componente principal de su composición: paracetamol (Gelocatil), ibuprofeno (Ibufen), almagato (Almax). Igualmente, cuando los identifiques por su función medicinal: «Tengo que tomar un analgésico (medicamento que calma el dolor) y un antipirético (medicamento que calma la fiebre) tres veces al día».
Por otro lado, las enfermedades son minúsculas (la gripe, el/la covid-19, la salmonela1), aunque algunas denominaciones genéricas van acompañadas de nombres propios: síndrome de Asperger, la enfermedad de Alzheimer, mal de Parkinson, la enfermedad —y fiebre hemorrágica— del Ébola (es un río del Congo), la enfermedad —y fiebre— del Zika (es un bosque de Uganda). Cuando, por uso coloquial, se omita la parte genérica, se convierten en epónimos que, a veces, se escriben con minúscula: ásperger, alzhéimer, párkinson, ébola, zika.
En otras ocasiones, la enfermedad va seguida de una letra en mayúscula (hepatitis C, gripe A, vitamina B, que no es una enfermedad, pero aprovecho el paso del Pisuerga) o se representa con siglas (COVID-19, ELA).
La Academia señala que, si el término de las siglas se ha lexicalizado —ha ascendido a palabra—, solo se admite su escritura en minúscula (sida). De lo contrario, recomienda la escritura completa con minúscula (esclerosis lateral amiotrófica).
Finalmente, cuidado con los virus, porque su escritura muta con gran facilidad:
—Como nombre genérico seguido de un nombre común, todo en minúscula: virus del dengue, virus de la fiebre amarilla.
—Pero, si se trata de un nombre propio, empezará con mayúscula: el virus Epstein-Barr, el virus del Ébola, el virus del Zika.
—Los nombres taxonómicos irán precedidos de «familia» o «género», y se escribirán con la primera mayúscula y en cursiva: el virus del papiloma humano es un virus de la familia Papillomaviridae.
—Aun así, su forma más frecuente contiene siglas con minúsculas, mayúsculas, barras, guiones y números: VIH, SARS-CoV-2, AvRV-F/A4.
Notas
1Salmonela es el nombre de la bacteria, y salmonelosis el de la enfermedad. Solo que el primero refiere a los dos en el habla popular.
Comer y beber, un minúsculo placer
En esencia, los nombres de alimentos, platos y bebidas se escriben con minúscula, y solo aplicarás cursiva a los nombres con grafía extranjera que no se hayan castellanizado: beicon, bistec, chucrut, cóctel, crep, croqueta, rosbif, cuscús, entrecot, espagueti, yogur, sándwich, hummus / humus, güisqui / whisky, foie-gras / foie gras, gin tonic, pizza, sushi…
«El caso es que me había decidido por el vitello tonnato».
La cena, Herman Koch.
Obviamente, los nombres propios que acompañen a uno genérico comenzarán con mayúscula: tarta de Santiago, soldado de Pavía…, pero llevarán minúscula en caso de que identifiquen una comida o bebida específica: sanjacobo, pionono, macedonia, tequila, coñac, manhattan, bloody mary…
«Las mollejas de cordero están marinadas en aceite de Cerdeña».
La cena, Herman Koch.
«Hoy el aperitivo del día es champán rosado».
La cena, Herman Koch.
Cuando creías que ya tenías controlado este apartado, llegan los quesos, cuyos nombres se escriben en minúscula: mozzarella, roquefort, cheddar, cabrales, gruyer, brie, gouda…
Mentira no dices con que esto es igual que todo lo anterior. Lo malo es que esta escritura define una variedad de queso sin más. Es decir, prescinde de la denominación de origen, que se indica con la preposición de seguida por el nombre propio (en mayúscula) del lugar: queso de Gouda, queso de Cabrales, torta del Casar…
«…hasta la baguete con camembert».
La cena, Herman Koch.
Por el contrario, los vinos emplean la minúscula (un rioja, un burdeos) y la mayúscula (un vino de Rioja, un vino de Burdeos) con el mismo significado. No así los nombres de las uvas, que siempre irán con minúscula: tempranillo, pedro ximénez, merlot…
«También para descorchar el Chablis el maître se lo había tomado con calma».
La cena, Herman Koch.
Cosas que siempre van en minúscula
—Los meses y los días de la semana.
—Gentilicios, nombres de tribus y de pueblos.
—Idiomas. (Salvo que correspondan al nombre de una asignatura, en cuyo caso se escriben con mayúscula).
—Las notas musicales.
—Los nombres de los vientos. (Salvo que los personifiques).
—Nombres propios de personas que se usan como genéricos para destacar un rasgo característico: «Luis es un donjuán».
—Nombres de objetos con el nombre de su inventor: braile, zepelín, etc.
—Razas de animales: caniche, rottweiler… Si lo define un nombre propio, normalmente cuentas con dos opciones: gato de Angora / angora, perro de Terranova / terranova, perro de San Bernardo / sambernardo… Pero, en algunas ocasiones, deberás mantener los dos nombres: búfalo del Cabo.
«El gran danés sale a su encuentro, correteando y ladrando excitado junto a sus coches».
Suena una guitarra, Juan Gómez-Pintado.
Cosas que siempre van con la primera letra en mayúscula
—Todas las palabras en el nombre de un congreso y eventos similares.
—Todas las palabras correspondientes al nombre de un premio.
—Todas las palabras en el título de una publicación periódica (periódicos, revistas).
—La primera palabra en el título de un libro (por escrito en un texto), una canción, un cuadro, una serie de televisión, una película, un programa… (Ojo; si hay un nombre propio, se pone en mayúscula).
—Los nombres de asignaturas, como los idiomas que he mencionado en el apartado anterior.
—Los números romanos. (Todos en mayúscula).
—Poesía: antes, cada verso se iniciaba con mayúscula. Ahora, cada poeta hace lo que le da la real gana.
Cosas que se recomienda escribir por completo solo en mayúscula
—En la cubierta de un libro, su título. También, los de los capítulos y sus divisiones internas.
—Los textos en las lápidas.
—Las placas de los monumentos.
—Los textos en carteles de carácter informativo y de aviso. Motivo: que la gente los vea.
Una despedida mayúscula
En efecto; el universo de la mayúscula trasciende el inicio de una frase y los nombres propios de personas y lugares. Esto lo sabemos los escritores, los correctores (humanos) y algún que otro editor romántico que no ha sucumbido al falso oro de la minería de datos.
Infaustamente, el campo publicitario no colabora demasiado en esta labor de transmisión apropiada de las normas de estilo. Aquí, por motivos de impacto, disponen de licencia ortográfica. No es broma: la RAE, insatisfecha con el número de excepciones actuales, ha creado una metaexcepción mediante la cual les autoriza a poner mayúsculas no permitidas para llamar la atención según les plazca. Aunque esto implique la impresión de una falta.
Por supuesto, fuera de este entorno no existe tal libertad. Quizá, pienso yo, es hora de reclamarles el cumplimiento estricto de estas reglas, al igual que el papa a Miguel Ángel (ver vídeo), puesto que los monos imitamos lo que vemos, y los homínidos que huyen de los libros cuentan únicamente con la propaganda como referencia de lectura en sus vidas. ¿Acaso no se quejan ellos cuando combinamos mal los colores o ponemos una foto pixelada? Pues, eso; sed creativos sin ser destructivos.
Me despido ya. Y tú, quien me lees, guarda este artículo en tu carpeta de favoritos para tenerlo a mano cada vez que dudes sobre la forma correcta de escribir una palabra. Luego, compártelo por tus redes sociales.
Y no te olvides de pinchar el corazón que palpita solitario bajo la sombra del titular. Muchas gracias.