Blog

Personajes de una novela: el narrador

¿Es el protagonista? ¿Es el autor? ¿Es Superman? Sí, no, a veces (respuestas admisibles para las tres preguntas). Debido a la confusión que genera su figura, «Personajes de una novela: el narrador» desarrolla los aspectos fundamentales y profesionales sobre la voz de la historia.

He intentado que el artículo no se convirtiera en un tratado sobre narratología, pero no me queda más tu tía que mostrar esta parte técnica. Por lo tanto, prepárate, pues leerás un contenido mitad en griego antiguo, mitad gramatical. Empero, se entiende bien. Creo. Espero. Ruego por ello.

Una vez que te he metido el miedo en el cuerpo, rellenaré tu cabeza con información sobre el personaje clave en el desarrollo de una historia. Dado que su presencia semeja a la de un fantasma (es invisible, no existe, pero algunos lo ven), asume que se manifiesta con diferentes caras y formas, aparte de que suele confundirse con lo que no es si perfilas mal su función.

¡Ah! También te sugeriría que tuvieras una libreta a mano. No es necesaria, aunque te vendrá bien si quieres tomar notas de la terminología literaria.

El narrador

Dícese del personaje que relata la historia de la novela como participante de la misma o desde un punto de vista externo. En el primer caso, su función se solapa con la de otro personaje, bien sea el protagonista o cualquier otro de los personajes de una novela. Salvo el narrador, claro, aunque este planteamiento suena realmente tentador a mis oídos…

«Emprendió, pues, un viaje acá, a Salamanca, donde hace más de veinte años vivo, para visitarme».

Niebla, Unamuno.

Vaya; malhadada mi suerte, que no he sido el primero en pensarlo. En fin, prosigo, que, si no, pierdo el hilo. La segunda opción (narrador externo) establece un canal entre el lector y la historia, de modo que genera una voz narrativa diferente a la de los personajes.

Desde este enfoque, el narrador transforma el libro en una ventana a través de la cual el lector observa lo que sucede. Empero, si empleas el otro, la abres y lo empujas afuera (dentro de la historia) para que participe de forma más activa.

En resumen, el narrador crea distancia o cercanía según el tipo de zum que emplees en tu obra. Por lo tanto, veamos qué objetivos existen en la tienda de fotografía de la literatura.

Tecnicismos narrativos muy útiles de cara a mejorar tus críticas de libros en las redes sociales

El término académico que define la función del narrador proviene del griego —sorpresa— y se llama «diégesis». Significa ‘acción de guiar a través’ o, como dice la RAE: «En una obra literaria o cinematográfica, desarrollo narrativo de los hechos».

De aquí, obtenemos el adjetivo «diegético», que se une a un prefijo determinado para especificar si el narrador participa en («homodiegético») o es ajeno a («heterodiegético») la historia que relata. Este último es típico de la literatura victoriana, por cierto.

«Detrás de la niña entró un hombre de cierta edad, de facciones duras y horrible aspecto».

Almacén de antigüedades, Charles Dickens.

No obstante, estas palabras solo indican si el narrador participa en el relato, no si se encuentra dentro («diegético» o «intradiegético»), fuera («extradiegético») o imbricado («metadiegético») en el contexto de la historia.

Por ejemplo, Lolita, de Nabokov, es homodiegética (o autodiegética, ya que se suele usar esta palabra con los narradores protagonistas) y diegética (intradiegética). Es decir, Humbert Humbert narra y participa en la historia que relata.

En cambio, Scheherezade cuenta sus historias dentro de Las mil y una noches (narración diegética), pero no participa en ellas (narradora heterodiegética). Por lo tanto, está imbricada en la obra, lo que convierte la narración de esta obra en una metadiégesis. Justo, exactamente igual que El Decamerón y Los cuentos de Canterbury.

Bueno, igual no estabas pensando en esos libros en concreto, sino procesando exabruptos en tu cerebro. Dedícaselos a Gérard Genette, la persona que acuñó esta mirífica nomenclatura cuando creó la narratología.

A efectos prácticos, esto se simplifica (más o menos) con el número de la persona que cuenta la historia. Comenzaré con la tercera, ya que es la forma narrativa clásica.

Narrador en tercera persona

En general, este narrador relata hechos en los que no participa (heterodiegético), desde fuera (extradiegético) y, a diferencia del resto, no emite juicios personales. Esto reduce la implicación entre el lector y la historia, pero aporta una perspectiva más objetiva a cambio.

A veces, como en el libro de la cita de Unamuno, en La ladrona de libros, de Markus Zusak, o en La revolución de los borrachos, mi primera novela, cruza la ventana y se introduce en la obra (homodiegético). Con todo, lo normal es que mantenga la neutralidad durante toda la narración.

En otras ocasiones, en cambio, reproduce una historia que otra persona le ha contado. Esto se denomina «doble narrador», aunque esta figura narrativa también se manifiesta con el resto de personas (primera o segunda) o, simplemente, el narrador te informa del origen de su fuente al principio. Después, ejerce de narrador directo, sin imbricar a otro.

«Allan Karlson vaciló un momento en el arriate de pensamientos adosado a uno de los muros de la residencia».

El abuelo que saltó por la ventana y se largó, Jonas Jonasson.

Por otro lado, la función más importante de este tipo de narrador consiste en la determinación del contexto narrativo que seguirá la novela. Es decir, si se centrará en un solo personaje o en todos los participantes. Así, aparecen dos etiquetas taxonómicas nuevas que, por tu bien, tenlas muy en cuenta antes de comenzar la escritura:

  • Narrador omnisciente: dispone de un conocimiento completo y absoluto sobre todos los personajes de la novela, incluidos sus pensamientos. Ejemplo: MuArte.
  • Narrador equisciente: la omnisciencia del narrador solo alcanza a uno solo de los protagonistas. Ejemplo: la mayoría de novelas negras.

Narrador en segunda persona

Este narrador se dirige al lector de forma directa, de manera que lo involucra en la acción de la historia al instante. En esencia, conversas con quien te lee, de modo que expresas claramente lo que sucede a tu alrededor y en tu interior, además de generar empatía.

Entonces, ¿por qué no se usa tanto como las demás personas? Buena pregunta, de fácil respuesta. Verás, la segunda persona resulta muy efectiva a la hora de establecer un vínculo, pero no para mantener la tensión narrativa, ya que sacrificas el desarrollo de la historia por el del personaje. Y, si reduces el del segundo, debilitas el vínculo.

Aparte de este detalle, la empatía se transforma en alienación en caso de incidir demasiado en la subjetividad del protagonista. Hablando en plata, este narrador satura al lector o logra el mismo efecto que los terraplanistas, predicadores, líderes de sectas y políticos que se muestran amistosos mientras hablan: desinterés, rechazo y sospecha.

Donde mejor funciona, sin duda alguna, es en la narrativa epistolar (Cartas de Abelardo y Eloísa, Anónimo) y los libros donde eliges tu propia aventura. No obstante, también combina a la perfección con otros enfoques narrativos, dado que potencia el efecto dramático, capta el interés del lector, le provoca una reacción o una reflexión…

Por cierto, no esperes una cita sobre este narrador. Lo llevas escuchando desde el principio de este artículo y de los anteriores. En efecto; es el más adecuado para la redacción de un blog. Eso sí, lo intercalo con las otras personas, ya que así se evita la pérdida de credibilidad y objetividad del contenido.

Narrador en primera persona

Tanto este narrador como el anterior representan la quintaesencia de la homodiégesis, aunque no te olvides de que, también, pueden contar los hechos de otra persona. Insisto; una cosa es la nomenclatura y otra su aplicación práctica.

Al igual que la segunda persona, se caracteriza por mostrar una voz eminentemente subjetiva con capacidad de emitir juicios. Sin embargo, su abismal diferencia reside en la forma en la que la primera persona conecta con el lector.

«La primera vez que vi al hombre que salvaría al mundo, él estaba sentado, con un lagarto colgando de su boca, junto al pozo central de Nazareth».

Cordero, el evangelio según el mejor amigo de la infancia de Jesucristo, Christopher Moore.

Apenas con una frase, tus ojos y los del protagonista (en el caso de la cita) se funden en un solo órgano mientras conservas la visión externa de un narrador en tercera persona. O sea, has unido la perspectiva del narrador equisciente con la del intradiegético.

Grosso modo, esta figura corresponde a la de los narradores de la novela contemporánea, en contraposición a la del narrador tradicional en tercera persona. Lo cual está muy bien, porque aproxima al lector a tu historia, pero también hereda los defectos de la narrativa subjetiva.

Por otro lado, la distancia entre cercanía y punto de vista de la narración dependerá de quién cuente la historia. Si se trata del protagonista (narrador protagonista), aumentarás la identificación del lector y la de la subjetividad fáctica. En cambio, si optas por otro personaje (narrador testigo), reducirás ligeramente ambas.

Empero, este planteamiento carece de validez cuando empleas un narrador sospechoso. No te preocupes por él todavía, ya que lo desarrollaré en el penúltimo apartado. Ahora, te presentaré la voz más compleja e interesante de todas.

Narrador múltiple

Durante el apartado del narrador en tercera persona, he hablado de la figura del narrador doble como alguien que relata una historia que otra persona le ha contado previamente. Bueno, esto es solo la mitad de su definición.

La otra, obviamente, supone la presencia de dos narradores distintos dentro de la misma historia. Así, amplías la perspectiva y, en cierto modo, mejoras la objetividad del relato.

Claro, si añades a un tercero o a un cuarto, poco a poco, la narrativa equisciente individual de cada uno generará una voz más realista. Aunque, nunca será omnisciente, debido a la subjetividad inherente de los narradores.

Con todo, posee una gran virtud: ofrece multiplicidad de puntos de vista y opiniones al lector. De este modo, al igual que un juez escucha los argumentos de cada parte implicada en un juicio, podrá emitir su propio veredicto subjetivo al término de la lectura.

En esencia, este es el objetivo de una novela coral, como Mambo, mafia y cha cha chá o Las increíbles aventuras de Mr. Flowers. La primera cuenta la historia de un archipiélago y la segunda documenta la vida de una persona que, dicho sea de paso, no soy yo. Al menos, en gran parte de su contenido.

«…y morí».

Las increíbles aventuras de Mr. Flowers, Jose Flores.

Por desdicha, esta forma tampoco se encuentra exenta de problemas, pues la acumulación de voces dificulta el seguimiento de la historia. Pero, antes de reflexionar sobre qué narrativa es la mejor para tu libro, verás cómo se construye una historia en torno a una mentira.

Narrador sospechoso

Resumen rápido de «Personajes de una novela: el narrador». La tercera persona es objetiva pero distante. El resto, subjetivas, aunque conectan de maravilla con el lector.

Estupendo, solo que esto da por sentada la fiabilidad del narrador. Y, por si no te he quedado claro aún, esta figura se trata de un personaje creado por el autor. Así que, imagínate qué pasaría si la voz que te cuenta la historia, tanto en tercera como en segunda o en primera persona, buscara condicionarte en lugar de narrar una historia.

Bueno, esto es lo que ocurre cuando colocas a un narrador sospechoso al timón de la novela. Desde mentirosos (o pícaros) hasta graciosillos, pasando por niños o personajes con alguna tara mental, su enfoque narrativo mostrará un relato contaminado con apariencia de realidad.

En algunos casos, este objetivo resulta más que evidente por las propias circunstancias del narrador (primer capítulo de El ruido y la furia, Faulkner) o la escasa seriedad con la que relata los hechos (Tristam Shandy,Laurence Sterne).

No obstante, cuesta bastante más identificarlo cuando transmite historicidad a sucesos inventados (Forrest Gump, Winston Groom) y racionalidad a un pensamiento perturbado (American Psycho, Bret Easton Ellis).

«Prosigo relatando la guerra como la he vivido con mis camaradas».

Los panzers de la muerte, Sven Hassel.

Ojo, un narrador ficticio no es lo mismo que un narrador sospechoso. El primero cuenta una historia. El segundo, ofrece una visión limitada o te manipula para hacerte creer algo que no es cierto o que nunca sucedió.

Cuál es el mejor narrador para una novela

Sinceramente, ninguno de los narradores que te he mostrado se libra de algún defecto en su planteamiento. Así que, escojas el que escojas, tendrá lo mismo de positivo que de negativo.

En cualquier caso, la tercera persona siempre garantiza solidez. Si optas por un narrador equisciente, su construcción te resultará más sencilla que la de uno omnisciente, aunque perderás la perspectiva objetiva global de la historia y del resto de personajes. Lo mismo te digo para un narrador único en primera persona. Eso sí, este último, sobre todo si se trata del protagonista, sumerge hasta el fondo a los lectores en la historia.

Empero, es el talento del autor, no una figura concreta, quien determina la calidad del relato. Por lo tanto, practica con un enfoque sencillo al principio y, luego, experimenta con el resto de narradores hasta familiarizarte con los recursos que aportan a la escritura.

Con el tiempo, te darás cuenta de que cada obra reclama una voz muy determinada. Hasta entonces, acostúmbrate a sus diferentes sonidos. Ya sé que esperabas algo más concreto, pero mucho me temo que la literatura combina largos años de trabajo con pálpitos de intuición.

Si buscas un atajo, sigue las indicaciones de los cursos de escritura, hazte popular en las redes sociales y verás qué rápido recibes propuestas de las editoriales importantes.