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Consejos para escribir: papel de la estructura argumental en el desarrollo de la trama (Tercera parte)

Francamente, no sabía muy bien qué hacer para que reparases en la importancia que tiene este artículo sobre consejos para escribir: papel de la estructura argumental en el desarrollo de la trama (Tercera parte). Así que, me he puesto el quitón y el himatión de gala, dado que, con estas prendas, hablo con mayor soltura en griego. Y no me refiero al demótico.

Una vez ataviado en consonancia con el contenido, escoge tus krepis favoritos y disponte a dar un paseo conmigo por la senda de la estructura, donde te mostraré cómo esta se transforma en la base de la escritura. O, mejor dicho, en su basis.

Rompiendo el hielo

Bien, tú, quien me lees, inicias este viaje con un conocimiento literario previo en el zurrón de tu cabeza: el mapa del índice, las etapas de la estructura argumental, la ruta clásica de la misma y la guía de Scheherezade. Gracias a esta información, has deducido que la función de la estructura consiste en dar un soporte ordenado a una historia. Ciertísimo, pero eso lo sabe hasta mi gata Ophelia, cuya rutina previa a sus múltiples siestas coincide con el esquema que ya conoces tan bien:

  • Inicio: subirse a la cama.
  • Desarrollo: hacer masillas con la manta.
  • Desenlace: tumbarse y quedarse frita al instante.

Sin embargo, esto que para un felino no supone más que un medio a través del cual obtener su objetivo deviene en trasfondo cuando se aplica en un libro. Por este motivo, caminaremos hacia lo más profundo de Persia con brío, lugar al que, hace muchas lunas, doce mil griegos partieron en busca de fortuna, hallaron desventura, y su suerte marcaría el rumbo de la literatura.

Tres viajes

La literatura helénica tiene tres palabras fabulosas: anábasis, catábasis y parábasis, que definen, respectivamente, a un viaje desde la costa al interior, desde el interior hacia la costa y por la costa. Etimológicamente, -basis significa ‘acción de caminar (camino)’ mientras que ana-, cata- y para- señalan la dirección: ‘hacia arriba’, ‘hacia abajo’ y ‘al lado de’.

«Boy, them Greeks and those twisted-ass names».

The Wire, Detective William Bunk Moreland.

La idea implícita en esta clasificación es que la costa (o el puerto, más bien) determina el inicio (anábasis) o término (catábasis) de un viaje, de tal forma que la anábasis muestra la ida y la catábasis, el regreso. Sobre la parábasis, ya te contaré su función más tarde, porque prefiero que te quede claro el esquema de los dos primeros viajes:

  • Inicio: Punto de partida.
  • Desarrollo: Recorrido.
  • Desenlace: Destino final.

«Aún faltaban un par de horas hasta el amanecer cuando anclamos en la costa de Holanda».

El tiempo de los regalos, Patrick Leigh Fermor.

Jenofonte

Esta brújula narrativa se la debes a Jenofonte, un historiador que se unió a un grupo de mercenarios para dar un golpe de estado en Persia y el responsable (más o menos) de que usemos la palabra «anábasis» en la literatura.

En realidad, el citado término ya se empleaba en su época. Sin embargo, debido a la repercusión de su Anábasis, su significado quedó para siempre asociado a la obra. Sobre todo, por la trascendencia psicológica que provocaría aquel célebre viaje y por el error que se comete —con demasiada frecuencia— al citarla.

De manera resumida, la Anábasis (o La expedición de los diez mil, aunque eran doce mil) es una anábasis, una catábasis y una parábasis. Es decir, hay tres viajes distintos.

La primera parte relata el recorrido de los mercenarios griegos con Ciro el Joven desde la costa jónica hasta Cunaxa (a unos 60 km al norte de Babilonia), donde se enfrentan a las tropas de Artajerjes II, y el pretendiente al trono la espicha durante la batalla. Por lo tanto, se trata de una anábasis.

La segunda, en cambio, cuenta el retorno de los soldados helenos hasta Trapezous (Trebisonda, ciudad costera del mar Negro), sin víveres y hostigados por las tropas persas. Cabe destacar que Jenofonte organizó y dirigió la retirada, así que esta parte es más larga y detallada que la anterior. Tanto, que la mayoría conoce la Anábasis solo por esta historia. De hecho, de aquí salió la película The warriors. Pero, no es una anábasis, sino una catábasis.

Finalmente, el libro narra las vicisitudes de la expedición por la costa póntica hasta su regreso a tierras griegas. O sea, una parábasis.

«Separados de Hellas, no tenían siquiera un guía que les indicara el camino».

Anábasis, Jenofonte.

Mi cerebro está de viaje

Bueno, entramos en lo serio del artículo. A diferencia de las obras de Homero, la Anábasis combina la épica con la filosofía (Jenofonte era discípulo de Sócrates), prescindiendo de dioses intervencionistas. No obstante, este realismo narrativo carece de valor para nosotros, puesto que lo que nos interesa son las connotaciones de cada parte del viaje dentro de una estructura argumental.

Esto implica dos cosas. La primera, que te olvidarás de la geografía durante un rato. La segunda, una exploración interna sobre las emociones y cambios que sientes mientras proseguimos con nuestro camino.

La anábasis

La clave de esta estructura reside en el prefijo ana-, traducido por ‘hacia arriba’ o ‘asuso (suso)’, si te gustan los adverbios arcaicos, como a mí. Su lógica es aplastante: cuando tu camino se inicia en el puerto y te diriges tierra adentro, pasas del nivel del mar a una altura mayor.

Ahora, presta atención a los verbos que definen esta acción: «ascender», «avanzar». Salvo que tu pesimismo sea incurable, aceptarás que los considere positivos, ¿vale?

Por tanto, en caso de que escojas esta línea narrativa, tu estructura argumental mostrará un crecimiento o una evolución de tus personajes hacia algo óptimo para su psique. Desde superar un trauma hasta conquistar al amor de su vida, la anábasis representa un paradigma de esfuerzo, transformación y madurez personal.

Te lo demostraré con el ejemplo que viste en la primera parte de la estructura argumental. La cenicienta comienza con una niña infeliz (inicio) que se enamora de un príncipe durante una fiesta (desarrollo) y se casa con él (desenlace). Así pues, su vida cambia hacia algo bueno (avanzar), ya que pasa de esclava a princesa (ascender). Esto sucede porque realiza un esfuerzo (toma la decisión de acudir a las fiestas, aunque vaya de tapadillo) que produce una transformación en su persona (descubre el amor) y termina con una manifestación de madurez (perdona a su madrasta y hermanastras por haberle hecho pasar las de Caín).

«Conocí a mucha gente en Europa. Incluso me encontré a mí mismo».

James Baldwin. A biography, James Baldwin.

Nota: la anábasis de Jenofonte, a pesar de la derrota, cumple los requisitos de esta estructura: honran su palabra de acompañar a Ciro el Joven y luchan con valentía. El resultado es lo de menos.

La catábasis

Si te decantas por esta estructura, recuerda lo que significa el prefijo cata-: ‘hacia abajo’ o ‘ayuso (yuso)’. Aquí, tu viaje transcurre desde un lugar elevado al nivel del mar, de tal manera que los verbos más adecuados para representarlo son «descender» y «regresar». Obviamente, la ida causa mayor ilusión que la vuelta, así que es normal que la anábasis contenga un mensaje más optimista que la catábasis.

Dicho esto, detengamos nuestro paseo, en vista de que anochece en tu alma. A tenor de lo explicado en el apartado anterior, habrás supuesto que la catábasis afecta negativamente a la psique de los personajes. Razón tienes. Empero, no es cierto.

La parte en la que coincides con la verdad también aparece en la primera parte de la estructura argumental. El gato negro cuenta la tragedia de un hombre cariñoso con su mujer y los animales (inicio) que se convierte en un maltratador (desarrollo) y mata a su mujer (desenlace). En esta historia, la transformación va de suso a yuso, dado que se produce un evidente descenso en la condición humana del protagonista. Como tú decías.

Por supuesto, la fuente de esta línea narrativa proviene del libro de Jenofonte y del calvario que sufrieron los doce mil griegos, obligados a sobrevivir de cualquier modo posible hasta que atisbasen las aguas del Pontos.

«¡Thalassa! ¡Thalassa! (¡El mar! ¡El mar!)».

Anábasis, Jenofonte.

De todos modos, los libros que contienen la anábasis de la Expedición de los diez mil son ricos en escenas de violencia, mutilaciones, destrucción, traiciones, saqueos, asesinatos, enfrentamientos, mentiras, ejecuciones y mezquindades. Así que, mejor quédate con la idea de que cumplieron su misión digna y valerosamente en lugar de con los detalles, y presta ojos a lo que viene a continuación.

La catábasis verdadera

Sin lugar a dudas, la angustia de la huida y la desesperación causadas por recorrer un territorio tan hostil como desconocido, perseguidos por un ejército muy superior y mejor equipado, haría creer a más de un soldado que se encontraba en el infierno. Precisamente, nuestro próximo destino literario.

Al margen del retorno de un viaje, el significado de catábasis está ligado al del descenso. Me da igual que sea anímico (depresión), físico (el ablandamiento de una erección) o natural (una puesta de sol). Si existe bajada, es una catábasis.

Ya que en los pueblos antiguos no existía el metro, cada vez que descendían al subsuelo lo hacían muertos, para extraer minerales, subir un ánfora de vino, aislarse en una cueva o con la intención de visitar a alguien en el inframundo. Todas ellas, salvo el formato cadáver, buscaban algo escondido en las profundidades, aunque las que te interesan son las dos últimas.

En general, el propósito de ambas actividades consiste en hallar una respuesta. Es decir, comprender algo. Los afortunados que accedían al erebo tenían la ventaja de contar con un interlocutor (o un guía, como Virgilio en La Divina Comedia, de Dante) que respondiera a sus preguntas. El resto, por desgracia, estaban condenados a hablar consigo mismos. Tal vez no se desplazasen más allá de las dimensiones de la gruta mientras pensaban, pero eso es lo de menos. El viaje se realizaba dentro de su cabeza. O, si lo prefieres, descendían a su propio interior para recorrer su cerebro.

Esta es la esencia real de la catábasis; la solitaria reflexión en el interior de la mente, cueva de tormentos, horrores y soluciones, antes de regresar a la realidad.

«Incluso cuando actúas como si no pasara nada, algo sucede».

La cena, Herman Koch.

Cómo se usan la anábasis y la catábasis en una novela

¡Atiza! ¿Tu intelecto flaquea a la hora de adaptar este conocimiento en tu novela? Está bien, te entretendré con este apartado hasta que grites ¡Thalassa!

La anábasis produce una acción activa, evolutiva y positiva que se desarrolla a lo largo de la historia. Por el contrario, la catábasis es introspectiva, aunque puede ser activa, involutiva y negativa.

Si optas por usar ambas estructuras en su forma activa, el desarrollo de los personajes semejará al efecto de las drogas durante una rave, ya que combinarás «el subidón» con «la bajona». De esta manera, alteras los estados psicológicos o emocionales con el fin de mantener el suspense narrativo, pues un cambio de actitud siempre resulta sospechoso e intrigante. Pero, cuidado, que también desconciertas a quien te lea.

Igualmente, puedes cruzar la anábasis de un personaje con la catábasis de otro. ¿Has leído (o visto) Trainspotting, de Irvine Welsh? Fíjate en la historia de Rent Boy (que, a su vez, es parte anábasis y parte catábasis) y la de Tommy Lawrence (una catábasis de libro).

Por otro lado, cuando combinas acción activa con introspección, creas variaciones de ritmo en la lectura al incorporar el pensamiento como eje narrativo. Una forma habitual de emplearlo es al final de un capítulo o apartado del mismo, con el protagonista (verbi gratia) en la cama del hotel, reflexionando sobre un asunto mientras planea algo del día siguiente antes de dormirse.

Me adelanto a tu pregunta: sí, la escritura admite las tres posibilidades. De hecho, te recomiendo que las juntes, siempre que la temática lo permita.

Desdichadamente, no tengo respuesta para el modo adecuado de hacerlo. La escritura es un arte que depende del talento del autor. Por consiguiente, el tiempo y la práctica te ayudarán a encontrar el momento donde utilizarlas.

La parábasis

¡Al fin! Nuestros pies hollan las arenas fronterizas del reino cerúleo de Poseidón, hogar de Yemayá. ¡Contempla cómo eriza su sinuoso manto, esparciendo la fragancia de la sal! Propicio paraje para guardar silencio y escuchar el susurro de las nereidas mientras silueteamos la sonrisa del mar.

Detrás de la poesía se esconde la definición de «parábasis», un recurso del teatro mediante el que el coro reemplazaba a los actores en las comedias para hablar con el público, cantar o contar chistes. Similar a los anuncios de la tele, vamos, pero más divertidos.

En literatura, define a un viaje a lo largo de la costa. La única diferencia con la anábasis (o catábasis) es direccional, nada más. Supongo que la razón principal reside en haber establecido los puertos como lugar de inicio y término de los viajes hacia y desde el interior. Aunque, tal vez guarde una relación con el teatro…

Si lo piensas bien, los puertos son pródigos en burdeles y bares, locales de esparcimiento por excelencia, donde la gente acude a escuchar historias, entre otro tipo de intercambios. En efecto; esto me lo he inventado y no era más que una broma. Relaja esa torva mirada, caramba.

«Es kòrakas».

’Que te follen’, en griego antiguo.

No obstante, la parábasis se utiliza en un libro al igual que en el teatro al romper la línea narrativa para dirigirte al lector con un comentario u opinión, por ejemplo. Esta interrupción, a su vez, sirve para ofrecer contenido explicativo no relacionado con el desarrollo de la historia, como el tratado sobre cetáceos de Herman Melville en Moby Dick o en los apartados históricos, de ensayo y etimológicos de MuArte, una novela impresionante, rica en anécdotas y curiosidades, que ya estás tardando en comprarte.

Últimos apuntes

Ha llegado la hora de regresar y de asentar esta información fundamental de la literatura durante nuestra catábasis. ¿Qué mejor manera sino viendo su aplicación en las novelas?

La más sencilla, por evidente, la encuentras en los libros de viaje y novelas de aventuras, puesto que mantienen la línea direccional durante toda la estructura. Para los primeros, te sugiero la trilogía de Patrick Leigh Fermor que narra su recorrido a pie desde Holanda hasta Constantinopla. En cuanto a los segundos, léete La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne.

Luego, están las obras donde la catábasis personal prima por encima de la anábasis, como sucede en la literatura gótica y las novelas de terror. Algo parecido sucede en los libros de suspense, misterio o filosóficos, por cierto. Sugerencia: La cena, de Herman Koch.

El estilo literario opuesto al anterior lo representa la literatura juvenil, infantil y romántica, donde el mensaje de evolución personal y madurez dirige toda la trama, aunque recurre a la catábasis para crear conflicto y drama. Aquí, he escogido Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll.

«Y no tardó Alicia en seguirle, sin pararse a pensar en cómo se las arreglaría para salir de allí».

Alicia en el país de las maravillas , Lewis Carroll.

Por último, la literatura mayoritaria apuesta por una combinación de anábasis y catábasis, dado que toda historia que leas constituye un viaje en tu imaginación.

Continuará…

Este viaje ha concluido, pero no así el de la estructura argumental. El siguiente artículo de la serie te enseñará cómo escribir una novela con una estructura diferente a la clásica. Así que, aquí me despido, no sin antes recordarte que muestres tu afecto pinchando en el corazón que encabeza la página, que compartas este contenido entre sus seres queridos y que puedes preguntarme tus dudas a través del formulario de contacto que aparece debajo.

Sé feliz, lee mucho y sueña lindo.

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