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Personajes de una novela: los protagonistas

No me olvido. En la primera parte de la estructura argumental te comenté que profundizaría en los personajes de una historia. Para que veas que soy una persona de palabra —escrita y hablada—, cumplo mi promesa con este artículo sobre personajes de una novela: los protagonistas. Bueno, cumplir, la cumplo en parte, ya que aquí solo hablo de los que aparecen en el título. El resto, la semana que viene.

El contenido se divide en tres partes. La primera, la definición de los protagonistas, donde explico la función que realizan en un libro. Después, unos ejemplos acerca del significado real de «evolución de un personaje». Y, por último, los diferentes tipos de protagonistas según su planteamiento.

Sin embargo, no trataré aspectos relacionados con su creación. Bueno, sí lo haré, pero en otra entrega. Entretanto, contén a los caballos de la impaciencia, pues hay que ser palafrenero antes de convertirse en zeneta.

Personajes de una novela: los protagonistas

Un protagonista es el personaje de una novela que conecta al lector con la acción de la trama para hacerle partícipe de la historia desde la distancia. Empero, ten cuidado, pues, a veces, coincide con la figura del narrador, dado que, así, el involucramiento resulta más directo. Por dicha, el próximo artículo —«Los otros personajes de una novela»— solventará cualquier duda que tengas al respecto de este asunto.

En general, el rol del protagonista corresponde a una persona, aunque también puede desarrollarlo un animal, un objeto, una ciudad, un robot, un alienígena, etc. Ahora bien, las alternativas citadas siempre humanizan su punto de vista. Así, facilitan la función identificativa.

«Soy un perro y sé ayunar. Es parte del legado genético que tanto desprecio».

El arte de conducir bajo la lluvia, Garth Stein.

Sin embargo, esta conexión va más allá del mero acompañamiento. Todo protagonista se desnuda —en algunas ocasiones, literalmente— ante tus ojos. Prácticamente, sabes todo sobre su vida, cómo reacciona frente a determinadas circunstancias e, incluso, su pensamiento.

Esta característica se debe a que el protagonista se encarga de transmitir tensión y emoción, reflejando en su persona los cambios que sucedan o que provoque a lo largo de la trama. Asimismo, estas variaciones alterarán su estado inicial, lo que genera una evolución tanto es su persona como en la historia.

«Todo fantasma, toda criatura de arte, para existir, debe tener su drama».

Seis personajes en busca de autor, Luigi Pirandello.

Crecimiento versus enfrentamiento en la función del protagonista

El concepto de «evolución» no significa necesariamente que el protagonista se transforme por completo. Es decir, la idea subyacente para este personaje se cimenta en los efectos de causa-consecuencia, y esta última abarca desde un crecimiento hasta la satisfacción por haber cumplido con su trabajo. Observa a lo que me refiero en los siguientes ejemplos:

  • La Busca, Pío Baroja: el protagonista toma una decisión —se enfrenta a una situación— al final del libro que muestra una evolución de crecimiento personal mediante una transformación completa y positiva de su personalidad.
  • Bajo el volcán, Malcolm Lowry: el estado inicial del protagonista no es particularmente bueno. Luego, empeora y, al final, se hunde. Este tipo de evolución con transformación negativa se denomina «caída», producto de un enfrentamiento inexistente o fracasado.
  • Alboroto en el guayabal, Kiran Desai: el protagonista contempla la transformación y evolución del resto de personajes tras tomar la decisión de hacer nada (ausencia de enfrentamiento). Aun así, interviene con la palabra. Su inacción causa actividad, aunque las consecuencias sobrepasan la categorización dualista occidental (positivo, negativo).
  • El extraño caso del doctor Jeckyll y el señor Hyde, Stevenson: cuenta la lucha interna del protagonista contra su evolución y transformación personal. Es decir, su objetivo es regresar al estado inicial.
  • Orange crush, Tim Dorsey: este y el resto de sus libros tratan sobre el mismo personaje (Serge Storms). Sus historias son generosas de acción, pero se desarrollan sin evolución ni transformación relevante, más allá de reportarle una experiencia al protagonista. El mismo planteamiento de mera evolución intelectual lo encontrarás en Ulises, de James Joyce, o en La montaña mágica, de Thomas Mann. Eso sí, con mucha menos acción. Especialmente, en la segunda novela.

Tipos de protagonistas en una novela

Una vez terminada la parte teórica, descubrirás las múltiples formas prácticas con las que el protagonista se manifiesta en una novela. En muchas ocasiones, se trata de un solo personaje. En cambio, en otras, este papel lo representan varios.

De hecho, cada vez que he empleado el término «protagonista» en este artículo lo he hecho de modo genérico, sin singularizar su función. Y, te recomiendo que, a partir de este momento, tú también utilices este concepto si estás pensando en escribir una novela. Verás cómo te ayuda cuando definas los roles del resto de personajes.

Protagonista único

Sin duda alguna, la individualización del protagonista es la forma más directa, sencilla y cómoda de escribir una historia. La trama gira en torno a una sola persona (o alternativa humanizada), de modo que centra al lector y no le obliga a mantener varios frentes abiertos en la mente.

«La mañana del último día, Hervé Joncour salió de su casa y comenzó a vagar por su aldea».

Seda, Alessandro Baricco.

Obviamente, esto supone un problema de longitud. Es decir, se trata de un planteamiento que queda estupendo en un relato corto, pero provoca aburrimiento en una novela. Necesitarás algunos personajes secundarios o de apoyo que aviven el interés narrativo.

En la mayoría de los casos, este recurso provoca la aparición de un personaje que parece protagonizar su propia historia. Esto no lo convierte en protagonista, ya que esa historia gira en torno a la principal.

Si quieres ver ejemplos de un protagonista único con esta estructura, lee cualquier libro de Tim Dorsey o Vida y época de Michael K, de J.M. Coetzee.

Falso protagonista y protagonista verdadero

El segundo planteamiento es uno de los mejores recursos que existen para romper la linealidad argumental del protagonista único, pues duplica la historia a ojos del lector. Sin embargo, solo hay un hilo narrativo principal; el otro es circunstancial.

Este trampantojo literario se crea, normalmente, a través de la fusión de un personaje con el narrador. Así, el lector lo confunde con el protagonista, de modo que asume que la historia que cuenta es la principal y que la del protagonista verdadero se trata de una secundaria.

¿Quieres saber dónde has sido víctima de este truco igual de efectivo que de fantástico? En Moby Dick, de Herman Melville.

La trama gira en torno al capitán Ahab (protagonista verdadero), pero la historia la desarrolla Ismael (protagonista falso). Con la excusa de relatarte su experiencia como ballenero, introduce al eje central de la acción dentro su propia narrativa, de forma indirecta, al mismo tiempo que reproduce en su persona lo que Ahab habría transmitido al lector si Melville hubiera empleado un narrador externo o al propio capitán.

Algo similar, aunque con una construcción muy diferente, sucede con Jeeves en los libros de P.G. Wodehouse. En este caso, el falso protagonista (Bertie) carga con el peso de la historia. Jeeves, entretanto, ejerce de apoyo o de secundario.

Esta inversión de roles, con el protagonista verdadero actuando desde las sombras, sorprende al lector cuando descubre que es Jeeves quien resuelve el enfrentamiento provocado por Bertie. Además, sus comentarios mordaces (transmisión directa) y los actos que realiza, pero que cuentan los demás personajes por él (transmisión indirecta), provocan la reacción emocional del lector.

«Su criado, como quiera que se llame, fue quien lo hizo».

El inimitable Jeeves, P.G. Wodehouse.

Protagonista in absentia

Si te ha llamado la atención el recurso de esconder al protagonista en el cuerpo de otro personaje, espera a conocer al que viene a continuación. Porque no interviene en la historia. Es más, ni se manifiesta. Al menos, de cuerpo presente.

Por supuesto, la obra más famosa con un protagonista in absentia la escribió Samuel Beckett: Esperando a Godot. Y afirmo esto categóricamente, pues no solo carece de protagonista, sino que tampoco tiene una trama principal.

«Ha escrito una obra en la que nada sucede, dos veces y, aun así, mantiene al público clavado en la butaca».

Vivian Mercier, en su crítica sobre Esperando a Godot.

Este tipo de no protagonista redesaparece en Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes. Antes de que me grites, sí, esta obra tiene una protagonista principal: Menchu, la viuda de Mario, que narra la historia de ambos en un monólogo magistral.

Por lo tanto, el planteamiento del libro correspondería al siguiente apartado (protagonista doble). Empero, uno de los dos protagonistas principales genera la historia sin intervenir en ella debido a su condición de fiambre.

Justo lo contrario que sucede en El proceso, de Kafka. Si bien esta historia semeja el planteamiento de Godot, Josef K. ocupa el papel de protagonista principal. Así que, emplea un planteamiento de protagonista único, no in absentia.

Protagonista doble

Una dupla protagonista implica que la misma historia se desarrolla a través de dos personajes principales. Normalmente, sirve para mostrar contraste de opiniones o un crecimiento compartido.

Así sucede con Critilo y Andrenio en El Criticón, de, y me pongo en pie, Baltasar Gracián, el genio patrio más ninguneado por los libros de literatura españoles.

«El primer paso de la ignorancia es presumir saber, y muchos sabrían si no pensasen que saben».

El criticón, Baltasar Gracián.

La principal característica de este planteamiento (sigo de pie, por cierto) reside en que favorece el recurso del diálogo como elemento narrativo principal de la historia. En consecuencia, la transmisión de información fluye de forma más dinámica, introspectiva y personal, además de sustituir la acción física por el debate oral.

Empero, (ya me he sentado) también permite el enfrentamiento. Ojo, no entre el protagonista y el antagonista, sino entre los dos personajes que conectan con el lector para dirigirle por la trama. Es decir, que cada uno narra su propia historia de modo independiente, pero ambas se cruzarán en algún momento (o varios), lo que dará lugar a un conflicto. Alternativamente, a un romance.

El primer caso sucede en Kane y Abel, de Jeffrey Archer. En cuanto al segundo, he escogido un libro tan bueno como, probablemente, desconocido para ti: Zuleika Dobson, una historia de amor en Oxford, de Max Beerbohn.

Protagonista múltiple

En la última entrega acerca de la literatura celta, mencioné la influencia de una obra de Bocaccio (El Decamerón) y la versión inglesa que hizo Chaucer de la misma (Cuentos de Canterbury). Bueno, pues aquí reaparecen como ejemplo de protagonista múltiple.

También, hay otro libro posterior (El cortesano) de Baldassare Castiglione donde los personajes interactúan entre ellos con mayor constancia. Si no lo conoces, bien harías en leerlo.

He mencionado este libro, porque cada personaje aporta su punto de vista sobre un tema concreto durante toda la novela. O sea, la trama no se centra en una historia, sino en el tratamiento de un asunto a través de la pluralidad narrativa.

Con el tiempo, esta estructura serviría para que varias historias independientes se unieran entre sí, a modo de collage, con el fin de mostrar una perspectiva múltiple. Bueno, pues este recurso se denomina «historia coral».

Gracias a esto, autores de la talla de William Faulkner, García Márquez o Edward Rutherfurd convirtieron a los protagonistas en células de otro protagonista más grande: un pueblo, una región, una ciudad… Incluso, una isla, como Las Quimbambas en Mambo, mafia y cha cha chá, la fabulosa trilogía escrita por quien te ha contado todas estas cosas sobre los personajes de una novela: los protagonistas, y que se despide ya.

«Hasta una persona sin conocimientos de ictiología reconocería lo que tenía allí delante. Megaptera novaeanliae, Leviathan, yubarta, Godzilla de los mares. Patricia me había metido en la casa de una puta ballena jorobada».

Las Quimbambas, Jose Flores.