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Impacto e influencia de la literatura celta (segunda parte)

La llegada del Renacimiento puso fin a la lucha por el honor y la fama, pero inició el conflicto del ser humano con la religión. Se había abierto, pues, el camino hacia la razón y el pensamiento científico, una mentalidad opuesta a la narrativa fantástica de los bardos. ¿Sería este el fin de su tradición oral? Descubre la respuesta en la última entrega de esta saga, llamada impacto e influencia de la literatura celta (segunda parte).

En cuanto al contenido, te explicaré de dónde vienen las hadas, el mito de Robin Hood, qué relación tiene Shakespeare con Teruel y otras cositas interesantes. Como, por ejemplo, quién era Joaquín Costa o el nacimiento de uno de los movimientos literarios fundamentales en la historia de la literatura moderna.

Rodeado de libros celtas, con una gata que demanda mimos constantes y pensando en cómo limpiar las manchas del suelo tras el sacrificio de sangre (esto último es broma), agito los dedos sobre el teclado para lanzar el conjuro de la escritura y hechizarte. Dale al corazón que palpita solitario debajo del titular si ha funcionado, por favor.

Impacto e influencia de la literatura celta en el Medievo

Si bien Arturo era el protagonista indiscutible de la materia de Bretaña, esta temática no se limitaba a un único personaje. Además, los elementos característicos de los poemas celtas y sus géneros literarios estaban muy presentes en la Baja Edad Media. En España, sin ir más lejos, tienes la triple muerte en El libro del buen amor y la Leyenda de santa Mariña de Aguas Santas, historias con formato de ímmram, como la Vida de san Amaro o referencias al Otro Mundo (Romance del conde de Arnaldos).

«[…] entró el bienaventurado Amor con su compaña y alçaron la vela: y anduvieron por la mar siete días […] y después llegaron a una isla que llamaban tierra desierta».

Vida de san Amaro, Anónimo.

Entretanto, alrededor de 1436, Gutenberg inventa la imprenta en Europa (ya existía en China desde el siglo IX), lo que facilitará el acceso y difusión de libros e ideas por el continente. Sobre todo, las del humanismo, una corriente de pensamiento que había surgido en Italia y que marcaría el paso de la Edad Media hacia el Renacimiento.

Por supuesto, dos factores del siglo XIV contribuyeron a su éxito: la gran hambruna y la peste negra. Ambos sucesos cuestionaron la protección del dios único al pueblo. O, mejor dicho, la efectividad de los pagos que realizaban a la Iglesia.

Empero, este asunto corresponde a otra entrega. Aquí, solo desarrollaré las partes que sean necesarias para comprender los cambios que se produjeron en la literatura celta cuando llegue su momento. Hasta entonces, veamos qué historias surgieron de los bosques.

Los recortes de la crisis espiritual en el panteón celta

Me imagino a un misionario, satisfecho, frotándose las manos tras convencer a los paganos de que todas sus divinidades celestiales son Dios y los santos, y de que el Otro Mundo, en realidad, se llama Paraíso. De pronto, alguien le pregunta: «Disculpe. ¿Y qué pasa con los dioses de la tierra?». Acto seguido, una segunda persona inquiere lo siguiente: «¿Usted puede transformarse en un animal, como nuestros héroes?».

A raíz de este incómodo momento, surgieron las hadas, las brujas y los encantamientos. Bueno, no fue así exactamente, pero te servirá de referencia para comprender el siguiente proceso.

De manera resumida, los santos pasaron de personas a deidades terrestres mientras que los héroes fundadores que ocupaban ese puesto se transformaron en seres fabulosos, se cristianizaron en nuevos santos (Brigid en santa Brígida, por ejemplo) o hicieron las dos cosas a la vez.

«Señor, qué tontos que son estos mortales».

Sueño de una noche de verano, Shakespeare.

Fortunados fueron los misioneros, pues tanto celtas como germanos y vikingos ya contaban con un nutrido imaginario fantástico previo. De este modo, la sincretización no resultó demasiado compleja de realizar, aunque sí de explicar ahora. Por esta razón, recurriré a unos ejemplos concretos.

Ojo; tú, quien me lees, pon un cojín cerca de tu mandíbula, puesto que corres el riesgo de que se rompa cuando golpee la mesa o el suelo. No es broma, advierto.

Las hadas

Etimológicamente, «hada» deriva del latín vulgar fata (plural de ‘hado, destino’) que, a su vez, proviene de la triple manifestación de Fatum: las Parcas (romanas) o las Moiras (griegas).

«La virgen santa Lucía tres hijas tenía; la una urdía, la otra tejía, la otra todo deshacía».

Ensalmo tradicional, recogido por Juan Francisco Blanco.

No obstante, en inglés se llaman fairies (‘del reino de las fay‘), que es una adaptación de la fee en francés romance antiguo. Esta palabra definía a una mujer con el conocimiento intelectual y mágico de un druida. De ahí, nuestro adjetivo «feérico» para referirse a las hadas, aunque su condición humana se mantiene en la meiga gallega.

Curiosamente, su nombre galés es tylwyth teg, que significa ‘la familia buena’ o ‘de pelo blanco’ (fair, en inglés). En general, se dedicaban a secuestrar a niños y niñas rubios, pero también concedían riquezas a quienes les salía de la entrepierna, aparte de casarse con hombres, siempre y cuando ellas no tocasen hierro, porque regresarían entonces a su reino. Este se encontraba bajo la tierra o dentro del agua, por cierto.

La primera mención de las hadas galesas aparece en un poema del siglo XIV, donde un chico se pierde mientras va a visitar a su novia, y dice:

«El débil encantamiento se va, la pesada carga de la Tylwyth Teg se pierde en la niebla».

Ar niwl maith (Durante un paseo entre la niebla), Dafydd ap Gwilym.

Imagino que se refiere a que encontró el camino correcto. De todas formas, parece que la leyenda británica proviene de los Aos Sí (Aes sedai, en La rueda del tiempo) irlandeses, una mezcla entre hada y elfo dentro de los Tuatha Dé Danann.

Breve nota cultural

El lavavajillas Fairy se llama así por su creador: Nathaniel Kellog Fairbank, que empleó un diminutivo de su apellido (Fairbank – Fairy) para comercializar su jabón. No tiene nada que ver con las hadas ni el jabón se hace con ellas, aunque usó la imagen de una niña y un juego de palabras en su publicidad originaria.

Las hadas en la literatura

La figura del hada que conoces es un compendio de todas las historias de espíritus indoeuropeos. Es decir, que fay no solo identificaba a las hadas, sino a duendes, gnomos, xanas, trasgos, ninfas, ángeles caídos y un largo etcétera feérico.

Por lo tanto, los libros que contienen a cualquiera de estos espíritus se denominan «cuentos de hadas», a pesar de que, en realidad, sea el mismo, pero con diferentes comportamientos; casualmente igual de veleidosos que el clima y la naturaleza.

«Si quieres que tus hijos sean inteligentes, léeles cuentos de hadas».

Einstein.

Con todo, es bastante probable que la imagen de este ser benevolente se formase a partir del peri persa. Si no te suena este nombre, tal vez lo haga la hermana de Campanilla, porque sería mucha casualidad que Disney la llamase Peri-winkle, teniendo en cuenta que Tinker Bell viene de tinker, que significa ‘juguetear, trastear’, aparte de ‘ladrón’ como forma despectiva de llamar a los gitanos, y que la reina de las hadas llevaba campanas. Ahora, relee la definición de tylwyth teg que aparece en el apartado anterior.

En cuanto al hada como ente femenino benevolente, Epona debería aparecer de golpe en tu mente. Al fin y al cabo, Chétrien de Troyes (La dama del lago) y Jean D’Arras las vistieron de blanco (la yegua blanca) y poseían grandes riquezas (fertilidad de la tierra). Tampoco te extrañe que esta diosa sincretizase su culto con el de la virgen María tras la llegada del cristianismo.

No me mires, no me mires, no me, no me, no me mires

Antes he mencionado a Jean D’Arras por un motivo muy simple: su Roman de Mélusine (ca. 1393) es la primera obra literaria donde aparece la palabra «hada». Aunque Melusina solo lo era de domingo a viernes, ya que los sábados se convertía en una sirena por culpa de una maldición que le echó su madre, hada también. Y, por alguna extraña razón, son hadas cristianas, aun cuando estos seres no gozaban del cariño de la Iglesia.

«Te aseguro, Raimondín, que lo sé por Dios, y creo como debe creer una buena católica».

Roman de Mélusine, Jean D’Arras.

Por desgracia, la maldición tenía una segunda parte. Si Melusina se casaba, su marido no podría verla nunca los sábados o perdería sus poderes feéricos. ¿Qué crees que sucedió? En efecto, que se encuentra con Raimondín (no confundir con el cantante) cuando este se acerca a una fuente durante sus andanzas como caballero errante en busca de su destino. O sea, su hado.

Sin demasiado romanticismo de por medio, contraen matrimonio, Raimondín se convierte en el señor mayor de su linaje (parte del mágico acuerdo nupcial) y tienen dos hijos. Empero, el cabrón del cuñado instiga a su hermano para que espíe a su mujer un sábado. En consecuencia, Melusina pasará el resto de su vida como humana, lamentándose de su desgracia y criando a sus hijos con los valores medievales de honor clásicos.

Esta es una versión reducidísima de la historia original (hay otras adaptaciones posteriores), porque quería destacar los dos elementos celtas que contiene: el matrimonio sagrado entre una deidad y un humano para obtener la soberanía de la tierra y el nacimiento mítico de los hijos.

Una sirena muy legal

Además de los citados, también se observa celtismo en el sobrino que mata al tío (Arturo con Mordred), la fuente con agua (canal del Otro Mundo), una cacería y el vaticinio de una muerte.

Por lo demás, el argumento de Melusina se inspira en la mitología griega (Tetis y Peleo), con toques latinos (Psique y Cupido) y aire bretón (El caballero del cisne).* Esta mezcla entre temas clásicos con cuentos populares, la omnipresencia del cristianismo y la visión de la mujer como un ser monstruoso y mágico —es decir, pecaminoso pero temido— se convertiría en una constante a partir del Renacimiento.

Con todo, Jean D’Arras no transcribió la leyenda folclórica de este hada/sirena por decisión propia, sino porque el duque Jean de Berry y su hermana Marie de Bar le pagaron para mostrar que la casa de los Lusignan descendía de Melusina y, así, legitimar su derecho al trono mediante un nacimiento divino.

¿Por qué no me pasan a mí estas cosas? Ah, espera, ya. Siglo XXI.

En fin, la leyenda de Melusina convirtió a más nobles en autoridades reales* a la vez que popularizó las historias de sirenas y de hadas. Es más, Hans Christian Andersen (y Disney, luego) la modernizó en La sirenita.

Empero, este no es el fin de su historia. Cansada de tantas aventuras, Melusina cambió la leyenda por la franquicia y, actualmente, se dedica a vender café. En serio; su rostro es el logotipo de Starbucks.

*De aquí saldría Lohengrin (hijo de Percival), personaje artúrico de la literatura germánica.
* La casa de Haro, en Vizcaya, y la familia de los Marinhos, en Galicia, descienden, respectivamente, de la Dama de los pies de cabra y de la sirena Marina.

La dama del lago y la dama en apuros

Donde antes eran reinas, guerreras, astutas políticas o personas corrientes que actuaban de forma independiente o como un equipo con su pareja, de pronto la función de las mujeres se limita a esperar a que el héroe las rescate. Excepciones aparte, este planteamiento se mantendrá hasta el siglo XXI. Sobre todo, en el cine.

No obstante, algunas conservarán la esencia religiosa tradicional (de druidas y vates a brujas y adivinas) mientras que otras se corporizarán en espíritus o deidades terrestres. Aun así, esta transformación resulta algo etérea hasta que las manifestaciones de las fairies se homogenizan con un nombre, un rol y una ubicación concretos.

Ejemplo: Melusina es un hada seis días a la semana y humana el resto de su vida, pero el imaginario la recuerda como sirena (su maldición) debido a su aparición junto al agua.

Algo similar sucede con la dama del lago, una fairy mitad ninfa, mitad Parca, que posee las características de una mujer celta junto con los atributos de Epona. En esencia, se trata de un hada que protege (Lancelot) y posee la soberanía de la tierra (Excalibur). Bueno, pues se quedó con la primera función bajo el nombre de «hada madrina».

«Y nunca el cincel griego esculpió una ninfa, una náyade o una gracia de forma más fina o de rostro más bello».

La dama del lago, Walter Scott.

A pesar de todo, todavía habita en fuentes, pozos, ríos y lagos. De hecho, es a ella a quien invocas cuando lanzas una moneda al agua. En cambio, la dama detestable perdió por completo su simbología feérica. Si te interesa su historia, te la cuento en el siguiente apartado.

La dama detestable

Este personaje proviene de las leyendas irlandesas, como Niall de los nueve rehenes o la historia de Diarmuid Ua Duibhne. En la primera es una mujer vieja sentada en una fuente que demanda un beso a cambio de agua. En la segunda, una mujer vieja empapada y desaliñada que pide una manta para dormir.

Tan solo uno de los protagonistas de cada historia accede a sus demandas. Entonces, se transforma en una dama muy hermosa que otorga al primero un reino mientras que, al segundo, le concede un deseo a cambio de que nunca diga lo fea que era cuando se conocieron, so pena de perder dicho deseo. Spoiler: lo dice.

Supongo que te habrás percatado de las coincidencias con Melusina. De hecho, también sucede con La boda de sir Gawain y la dama Ragnelle que, a su vez, es una copia exacta del Cuento de la mujer de Bath que aparece en Los cuentos de Canterbury, de Chaucer.

Un rápido análisis de simbología indica que nos encontramos con un ser sobrenatural del Otro Mundo (presencia de agua) relacionado con la soberanía de la tierra (mujer). Ahora, observa la petición que realiza. La primera exige una prueba de valor. La segunda, un voto de promesa. O sea, un geasa. Añade la transformación física et voilà, tenemos a la Morrigan, que, como ya expliqué, no es la diosa de la muerte, sino del destino (hado). Justo, igual que la Parca.

Empero, la dama detestable no se convirtió en hada, sino que conservó su aspecto en las brujas (hag), motivo por el que se asocian a mujeres viejas, feas y demacradas. Aunque la petición de demostración de valor para provocar el rejuvenecimiento convertiría, más adelante, a las ranas en príncipes.

La dama de los cuentos de hadas

El mérito de haber recopilado los cuentos medievales recae sobre los hermanos Grimm. Aun así, Madame d’Aulnoy se les adelantó un par de siglos en Francia, aparte de acuñar el término «cuentos de hadas».

A diferencia de los amanuenses germanos, esta dama creó sus propias historias feéricas* —como una de mis escritoras favoritas, Daina Chaviano—, lo que la convierte en bardo de la Ilustración. Mejor dicho, del preciosismo.

Si este término no te suena de nada, se trata de una corriente sociocultural del barroco orientada hacia el refinamiento estético, literario… Vamos, de todo. Amaneramientos aparte, inició un movimiento feminista donde la mujer tenía acceso al conocimiento ilustrado, además de poder hablar y expresar tanto su opinión como sus razonamientos. Ahora, ya sabes por qué nunca has oído hablar de él.

Una de sus actividades principales, que desarrollaban en los salones literarios, consistía en la narración de cuentos de hadas para adultos. Es más, de aquí saldría La bella y la bestia, de Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve (versión de la dama detestable con género cambiado), y casi toda la inspiración de Charles Perrault.

A efectos estilísticos, refinaron la literatura medieval y la ubicaron en un entorno pastoral. De este modo, los protagonistas eran personas normales —aunque con tintes nobles implícitos— que disfrutaban de aventuras fantásticas dentro de una ambientación idílica. Si eliminas el contenido para adultos, el resultado es Disney.

*Su cuento El buen ratoncito daría lugar al Ratoncito Pérez. El hada de los dientes, sin embargo, sale en los Eddas. Al parecer, los vikingos pagaban por dientes de niño, ya que eran amuletos benignos en las batallas. Lo contrario a Inglaterra, donde quemaban los dientes para que las brujas no los cogieran y secuestrasen a los niños mediante hechizos.

Forajidos de leyenda

La historia de Robin Hood, en realidad, poco (nada) tiene de celta, salvo su paralelismo con la leyenda de Arturo:

  • Uno representa la resistencia britana ante las invasiones germánicas. El otro, la anglosajona contra la ocupación normanda.
  • Ninguno cuenta con orígenes documentados.
  • Los dos son héroes nacionales.

Por lo demás, su nombre aparece por primera vez en el poema Piers Plowman (ca. 1370), de William Langland, si bien su leyenda se desarrollará en el siglo XV. La cuestión es que, en el siglo XIV, los normandos llamaban «robbing hoods» (‘maleantes ladrones’) a los delincuentes que cometían crímenes menores.

Cabe suponer que el pueblo creó historias épicas—al estilo celta, por eso le he dedicado un apartado— de estos fugitivos y, como en el caso de Arturo, un apodo dio lugar a un nombre propio para, luego, convertirse en leyenda. Fin.

«Los poetas hablan consigo mismos en alto y el mundo los oye por casualidad».

Cándida, Bernard Shaw.

Ya sé que esperabas algo más de chicha, pero esto es todo lo que hay. Bueno, no; ha cambiado el bosque de Sherwood por DC Comics y, ahora, se llama Green Arrow.

წმინდა გიორგი

Con todo, Robin Hood era inglés y vivió en Inglaterra, porque el otro héroe nacional (san Jorge) se trataba de un soldado romano capadocio al que mataron en Bitinia (norte de Turquía) debido a su condición de cristiano, allá por el año 303.

«El hada madre te ha enviado para realizar grandes proezas en este mundo».

San Jorge y el dragón, Margaret Hodges.

Una vez convertido en mártir, surgió su famosa leyenda (siglo XI)* con el dragón… en Sakartvelo, país que, desde entonces, se llamó Georgia por influencia de occidente. De hecho, la bandera de esta nación y la de Inglaterra son prácticamente idénticas.

Esta gesta llegaría a Europa en el XII gracias a las cruzadas, y casi todo el continente cristiano lo adoptó como héroe patrio. Los anglosajones, claro está, trasladaron la narrativa africana* a su territorio. Concretamente, Dragon Hill (Uffington, Berkshire), un lugar ceremonial celta. Creo que no hace falta que te explique la metáfora de «cristianismo derrotando a los paganos», ¿verdad?

Pues, bien, esta colina recuperó su simbolismo celta cuando Tolkien la transformó en Amon Sûl para el El señor de los Anillos. Exacto, donde el rey brujo de Angmar apuñala a Frodo. Creo que no hace falta que te explique la metáfora de «paganos atacados por cristianos», ¿verdad? Quizá no lo hiciera por eso, aunque sería una venganza preciosa.

*La historia está basada en proezas de héroes griegos que los escritores cristianos adaptaron para la leyenda de san Teodoro de Amasea en los siglos IX y X. San Jorge la heredó en el XI. Por cierto, parece ser que Teodoro no mató ningún dragón, sino que portaba un draco (estandarte de la caballería romana).
*San Jorge mata al dragón en Libia. Sin embargo, el texto que narra este hecho era georgiano.

El Renacimiento de la literatura celta

Tres autores marcan la transición literaria entre el Medievo y el Renacimiento. Dos de ellos emplearán temática y elementos celtas. El otro transformará en prosa los fabliaux: poemas franceses (XII-XIV) de corte humorístico y erótico.

Los primeros son Cervantes y Rabelais, cuyos El Quijote, Pantagruel y Gargantúa satirizan la sociedad de su época. En el siglo XVII, Jonathan Swift mezclará este género con los immrama para componer Los viajes de Gulliver. También es el «inventor» del nombre de Vanessa, por cierto.

«Ni siquiera cuando, después de la muerte de Mestuina, nos hicieron cristianos dejamos de ser buenos paganos».

El rodaballo, Günter Grass.

En cuanto al último, su obra guarda referencia con una temática celta que mencioné en el artículo sobre la literatura mítica. Por supuesto, hablo de El Decamerón (ca. 1352), de Boccaccio, donde diez personas cuentan historias en narración enmarcada.

Precisamente, este libro sería la inspiración (rozando el plagio) de Chaucer a la hora de escribir Los cuentos de Canterbury (1387-1400), pieza clave del idioma inglés (usa el vernáculo) y elemento literario que marcará el cambio de estilo en las islas.

Matices importantes a considerar antes de pasar al autor verdaderamente grande:

  • No explico nada de la literatura renacentista, porque tendrá su entrega más adelante.
  • Si quieres ver a un bardo en directo, hay una película con Chaucer de protagonista que muestra muy bien su ingenio: Destino de caballero.
  • La literatura celta no desapareció en esta época. Los poetas irlandeses y galeses siguieron bien activos. Sobre todo, Dafydd ap Gwilym, que hasta compuso un poema al pene: Cywss y gal.

El Bardo, con mayúsculas

Si eres una de esas personas o editoriales que abogan por libros con un lenguaje sencillo, libre de elementos que distraigan y de lectura rápida o crees que Shakespeare escribía novelas, déjame decirte una cosa:

«Oh, Goneril; no eres digna del polvo que el rudo viento sopla en tu cara».

El rey Lear, Shakespeare.

Empero, aquí no comentaré nada sobre la inmensidad de su legado (Buffy, la cazavampiros, entre otras joyas) ni sobre los recursos técnicos de los que se apropió, sino las fuentes celtas que alimentaron el océano de su ingenio.

Sorprendentemente, una es Historia regum Britanniae, del inefable Geoffrey de Monmouth. Ya te dije que se trataba de una obra muy popular en su época, aunque Shakespeare ignoró el mejunje artúrico para centrarse en la historia de dos reyes: Leir (El rey Lear) y Cunobile (Cymbeline).

Más celta, sin embargo, fue el trágico amor entre Romeo y Julieta, que corrieron el mismo triste destino (e historia) que Los amantes de Teruel. Aunque, la pócima creativa de sus desafortunadas historias proviene de Tristán e Isolda (siglo XII). Eso sí, tal vez los relatos de Girolamo y Salvestra y de Simona y Pasquino en El Decamerón se colaran entre medias.

Empero, otorga el regalo del silencio a tu boca ahora, pues el Sueño de una noche de verano recrea un mundo mágico donde los seres del folclore celta (Púca, por ejemplo) impregnan su estilo a la mitología griega. Eso sí, no será la única donde aparezcan.

«This is the fairy-land; O spite of spites! We talk with goblins, owls and sprites.» (Esta es la tierra de las hadas. ¡Maldita sea! Hablamos con duendes, búhos y espíritus).

La comedia de los errores, Shakespeare.

Romanticismo vs Realismo: una guerra entre pretenciosos contra prepotentes

La literatura celta, al igual que su pueblo en el pasado, quedaría relegada a un rincón del planeta durante la explosión de la Ilustración. Obviamente, el pensamiento científico desdeñó este tipo de obras, relegándolas a cuentos infantiles o de la clase baja supersticiosa.

Sin embargo, a finales del siglo XVIII surge un movimiento cultural revolucionario contra la Razón y la industrialización: el Romanticismo. Casualmente, en países antes habitados por los celtas.

El pasado, los sentimientos, la naturaleza y lo exótico se idealizan de tal manera que la literatura celta regresa, como siempre, transformada en algo nuevo pero antiguo, con remanentes originarios. Ejemplo: Ivanhoe (1820), de Walter Scott, que haría popular a Robin Hood y a Ricardo Corazón de león.

No obstante, la mayor recuperación es fruto del trabajo de Lady Gregory y de William Butler Yeats. Si bien ambos buscaban el Renacimiento irlandés a través de su historia ancestral, lo cierto es que el Romanticismo encontró un recurso inspiracional en su temática, mitología y personajes.

Ya en el XIX, los autores victorianos unirán la mitología con los avances de su época para generar varios géneros literarios fantásticos. Las historias celtas de espíritus, monstruos y seres malignos se modernizan y se mezclan con otras literaturas folclóricas extranjeras. El ambiente bucólico, misterioso y mágico de las leyendas se potencia en obras como Cumbres borrascosas, de Emily Brontë. Incluso se percibe la esencia de los immrama en Moby Dick, de Herman Melville.

Y, para no extenderme demasiado, la combinación de narrativa real con simbolismo dará lugar al realismo mágico en el siglo XX, aparte de a toda la obra de Tolkien, de J.K. Rowling, de Terry Pratchett o George R. R. Martin, por citar los nombres más populares y comerciales.

La literatura celta en España

Para ser un país con doble presencia celta (celtíberos y migraciones celtas altomedievales), España se olvidó de sus raíces por completo después de que Cervantes declarase el fin de la literatura medieval con su Quijote.

Que sí, que mucho imperio, Siglo de Oro y picaresca, pero llega la Ilustración y, ay, amigo, nos pusimos a criticar a quienes criticaban a los que nos dejaron hundidos en la fosa séptica de la ignorancia. De hecho, las normas de uso de lenguaje claro, sencillo, común, etc. provienen de esta época, porque la población era analfabeta. Ahora, solo se explica que se mantengan por un motivo: somos imbéciles.

Volviendo al tema del artículo, el espíritu celta saldrá de su cueva cuando Gustavo Adolfo Bécquer publique sus Leyendas en diversos periódicos (1858-1865). De esta manera, el escritor sevillano realiza la misma acción que los monjes en Britania con los poemas celtas: llevar la literatura folclórica al papel.*

Aun así, el premio a la labor más destacada en este campo corresponde a Joaquín Costa, el mejor celtólogo español, junto con Martín Almagro-Gorbea. Este aragonés, que te sonará por la calle que lleva su nombre si vives en Madrid, buscó y localizó las evidencias celtas en la literatura española, desde los textos más conocidos hasta las leyendas regionales más oscuras. En otras palabras, demostró que nuestra identidad es más celta de lo que parece, algo que ya sabían muy bien en el norte, pues las leyendas gallegas, asturianas, cántabras y vascas mantienen vigentes el impacto e influencia de la literatura celta.

*Algo parecido hizo el novelista polaco Jan Potocki en 1804 con su novela El manuscrito encontrado en Zaragoza, solo que al estilo del Decamerón.

Galicia, la nueva Avalón

No quisiera terminar esta entrega sin mencionar a mi tierra sanguínea: la verde y lluviosa Galicia, patria de Rosalía. No, no la cantante de ahora, sino Rosalía de Castro. Para que te hagas una idea de su relevancia, si Bécquer y ella hubieran colaborado en su labor literaria, habríamos contado con una dupla similar a la de Lady Gregory con Yeats. Pero, bueno…

«Es feliz el que soñando muere. Desgraciado el que muera sin soñar».

Rosalía de Castro.

Toda su obra ofrece reflejos de las costumbres galaicas, aunque quizá Cantares gallegos contenga el contenido más tradicional. Espero que no me expulsen de mi familia después de haber dicho esto.

El otro gran exponente de las letras gallegas es Álvaro Cunqueiro, cuya narrativa fantástica revive la gloria de la literatura medieval celta en la tierra del Sil y del Sar. De hecho, probablemente creó el realismo mágico antes de que este género recibiera su nombre.

«La primera en la casa, después de don Merlín, era mi señora ama doña Ginebra».

Merlín y familia, Álvaro Cunqueiro.

En efecto, Arturo se mantiene muy vivo en Galicia. Ya no solo por Cunqueiro, sino por escritores de la talla de Ramón Cabanillas (Na noite estremecida), Darío Xohán Cabana (Galván en Saor) o Xose Luis Méndez Ferrín (Amor de Artur).

Quién sabe, al final, igual resulta que Íth, el hijo del líder celta Breogán, sí que vio Irlanda desde la torre que construyó su padre en Brigantia (A Coruña), según cuenta el Lebor Gabála Érenn.

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