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Impacto e influencia de la materia de Bretaña

El trabajo y legado de los bardos no pasó desapercibido durante la Edad Media, a pesar de que se encontraban sumidos en una guerra perpetua y confinados en el extrarradio occidental del continente. Esto lo comprobarás con el impacto e influencia de la materia de Bretaña: la literatura artúrica, un tema tan interesante que, por motivos de espacio, he tenido que dividir en dos partes. Por cierto, esta es la corta.

Respecto al contenido, conocerás el modo en el que el rey Arturo, el gran influencer, modernizó el concepto de cantar de gesta y de romance. Satisfecho por su labor, se jubiló, no sin antes dejar un género nuevo como legado que, a la postre, se convertiría en el mayor bestseller medieval. Y, al final, desvelaré el nombre del escritor español que casi se carga la literatura celta.

Suena apasionante, ¿verdad? Pues, venga, retrocedamos en el tiempo hasta las invasiones germánicas de Inglaterra. Eso sí, para volver a tu tiempo, deberás pulsar el corazón que palpita solitario debajo del título y compartirme en tus redes sociales. Que Dios se apiade de tu alma si te olvidares de facerlo.

La materia de la mentira es la realidad

En la entrega anterior sobre el impacto e influencia de la literatura celta, mencioné las materias que aparecieron durante la Edad Media. De manera resumida, cuentan la cosmogonía mítica y las gestas de las nuevas naciones mediante una combinación de épica cristiana con estructura y elementos celtas e indoeuropeos.

«Que nadie pase el río, que nadie quiera pasar, que aquel que pasare el río, a Salas no ha de tornar».

Los siete infantes de Salas, Anónimo.

Si has identificado la referencia al Otro Mundo en el agua de la cita, comhghairdeas (enhorabuena). En caso contrario, repasa esta entrada.

Con todo, una de las tres materias devoró al resto. Tamaño impacto e influencia tuvo que, incluso hoy, asocias el Medievo al completo con ella. Obviamente, es la que posee mayor presencia celta en sus poemas y, por lo tanto, requiere un apartado especial. Pero, antes de desarrollarlo, me vestiré conforme a la ocasión.

Dadme mi armadura y mi espada, que llega la materia de Bretaña

Primero, llegaron los anglos, los sajones y los jutos. Luego, los vikingos y, después, los normandos. Por tanto, si pudieras viajar a un lugar del pasado, no escojas Inglaterra entre los siglos V y XI.

Durante este período en el que la isla parecía Mallorca y la Costa Brava en verano, surgió la figura de un héroe celtobritano, mitad fantástico, mitad oscuro, llamado Arturo. A tenor de los textos disponibles, vivió entre mediados del V y mediados del VI, maguer que —significa ‘aunque’; de nada— esto no demuestra que existiera en realidad.

Principalmente, porque su mayor difusión proviene de Geoffrey de Monmouth y su Historia de los reyes británicos (1136), eje central de la materia de Bretaña. Si te tomas al pie de la letra esta obra, creerás que emosio engañado, dado que afirma lo siguiente:

  • Britania recibió su nombre por Brutus, un descendiente de Eneas. Es decir, antes de convertirse en romanos, los habitantes de las islas eran troyanos. Perdón; de la isla, porque Irlanda, como sabes, la fundó una nieta de Noé.
  • Los romanos, al mando de Lucius Hiberius, regresaron a la isla después de la expulsión de los sajones.
  • El rey de España, Ali Fátima, colaboró con los romanos en esta campaña.
  • Arturo conquistó el norte de Europa y, por poco, también Roma.

En fin, este ingenioso clérigo inglés recopiló diversas historias sobre Arturo y creó una saga anacrónica que revolucionaría un mundo que ya estaba de por sí asaz revuelto.

La superproducción épica de Bretaña

Camelot, Avalón, Excalibur, Merlín, Lancelot, Ginebra… La mera mención de estos nombres transporta la mente a una época de luchas, justas, brujas y druidas, tan mágica como romántica, tan misteriosa como salvaje.

Parte del secreto de su éxito se debe a que Arturo ejerció de vórtice en el torbellino de Bretaña. Es decir, Geoffrey de Monmouth prescindió del individualismo histórico celta para recrear un universo donde todas las historias convergen en y alrededor de un personaje central. Algo así como The Avengers, pero una sola cabeza pensante y coronada.

«Arturo [Iron Man] envió a dos de sus líderes, Boso de Oxford [Capitán América] y Gerin de Chartres [Tor], junto con su sobrino Gawain [Spiderman]».

Historia de los reyes de Bretaña, Geoffrey de Monmouth.

De esta manera, Inglaterra obtiene su primer héroe fundador propio y una identidad nacional. Normal; la obra recibió el mecenazgo de los normandos, nuevos dueños de la isla, que transformaron a Arturo en el parangón del sistema feudal que habían implantado.

La cuestión es que no se sabe muy bien si estas historias se desarrollaron en Britania o fueron los bretones del ejército normando (recuerda las migraciones celtas) quienes las introdujeron a su regreso. Este tema es lo más parecido a la duda entre el huevo y la gallina, así que escoge rápido la opción que más te guste, porque nos vamos corriendo a una boda.

Impacto e influencia de la materia de Bretaña

La otra clave de la popularidad artúrica deriva del día en el que el caldero celta recibió el corazón de Aquitania. Traducción: matrimonio de Enrique II de Inglaterra con Leonor de Poitiers, reina consorte de Francia.

Este rey encargó la traducción al francés de la obra de Monmouth a Robert Wace, quien la publicó bajo el nombre de Roman de Brut en 1155. Ahora bien, si el británico se había pasado por el forro el concepto del rigor histórico, el de la isla de Jersey ignoró por completo las normas básicas de un traductor.

En resumen, hizo lo que quiso. O, mejor dicho, lo que los reyes angevinos le dijeron que hiciera: legitimar la casa de Plantagenet como heredera al trono de Inglaterra. Una vez más, el héroe celtobritano servía de herramienta política en beneficio de gobernantes extranjeros que, al igual que los sajones, se habían instalado en sus tierras. Irónico, ¿verdad? Me pregunto qué diría Arturo si leyera lo que escribieron sobre él.

«No sé quién soy, ni dónde estoy, ni qué pienso en realidad».

Un hombre acabado, Giovanni Papini.

Con todo, este subterfugio propagó sus historias por Europa, especialmente tras las aportaciones de Chétrien de Troyes, padre de las novelas de caballerías posteriores.

Antes de seguir, déjame contarte algo curioso. El tercer hijo de Enrique y Leonor emuló a su héroe de infancia hasta el punto de convertirse él mismo en el siguiente Arturo de Inglaterra. Incluso su primo le entregó la espada Excalibur en Sicilia.

Al trono ascendió como Ricardo I, su fama le valió el apodo de Corazón de león y muchos romances inmortalizaron sus gestas, pese a que no hablaba inglés. Es más, apenas pisó la isla durante su reinado. De hecho, quiso venderla, pero no encontró comprador.

Por mi honor y por mi dama, esto lo publico mañana

Honor feudal, erotismo cortesano, fantasía mitológica, gestas heroicas, travesías marinas, cristianismo fervoroso, luchas políticas, conquista territorial y guerras contra el sarraceno infiel se unen finalmente para crear la guía práctica del caballero bajomedieval. O, «libros de caballerías».

Este género no engrosa la leyenda de Arturo, sino que deriva de ella. Así, Camelot y las islas constituyen el noúmeno del fenómeno que narran sus obras. Por si no ha quedado claro, las novelas aluden a la materia de Bretaña (y a la de Francia y a la de Roma), pero la historia es independiente del universo artúrico.

«Sábete, rey Perión, que cuando tu pérdida cobres, perderá el señorío de Irlanda su flor».

Amadís de Gaula, Anónimo, pero reescrito por Garci Rodríguez de Montalvo.

A diferencia del héroe fundador, el protagonista aquí es un caballero errante sin poderes sobrenaturales, ya que Dios le protege de los enemigos. La trama, además, se enriquece con leyendas populares, de tal suerte que incorpora el folclore medieval a la literatura.

En otras palabras, los libros de caballería suponen el parangón de la literatura celta, maguer que cristianizada y adaptada al estilo angevino. Donde unos mostraban valor y respeto, ahora otros buscan el amor y la fama derramando litros de honor caballeroso a lo largo y ancho de cada una de sus páginas.

También aventuras. Y viajes, claro; viajes por tierra y por mar que cautivaron a sus lectores del mismo modo que los tórridos romances inmorales que, de día, criticaban sus detractores para luego, cuando nadie los veía, leerlos a escondidas.

De cómo un español se cargó la literatura celta

Estos libros pasaron de Francia a España. Donde mejor acogida recibieron fue en Galicia y Portugal, debido a su contenido celta. Es más, se supone que el Amadís de Gaula, obra cumbre de este género (tanto en España como en el extranjero), es obra de un poeta gallego.

Empero, la fama de este caballero se la llevó un escribiente castellano, de nombre Garci, Rodríguez de Montalvo apellidado. Además, prosiguió con esta saga el muy rufián, pues publicó las Sergas de Esplandián. Quizá no conozcas su historia, mas sí lo hará el nombre de California, una isla de esta obra que, en América, se hizo bien famosa.*

«Sabed que a la diestra mano de las Indias ovo una isla llamada California».

Sergas de Esplandián, Garci Rodríguez de Montalvo.

No obstante, algunas personas consideraron que Tirant lo Blanc, de Joanot Martorell, le daba mil vueltas a estas obras. Entre ellos, Cervantes. De hecho, este es el único ejemplar que salva don Quijote cuando prende fuego a sus libros de caballerías, reflejo del pensamiento de aquel que hirieron en Lepanto.

En efecto, Cervantes no soportaba más este tipo de literatura. Así que, escribió una parodia que, a la postre, resultaría fatal para el género. A fecha de hoy, «libros de caballerías» conserva esa connotación negativa que recibió en el Renacimiento. Por supuesto, en esa época las aventuras fantásticas de caballeros ya habían tocado techo. Espero que alguien las redescubra y las guionice, porque tenemos un Juego de Tronos potencial en nuestra literatura nacional.

*Los españoles creyeron que el estado de California era una isla, de ahí la nomenclatura. Por cierto, en otro libro de caballerías —Primaleón, de Francisco Vázquez— aparece un gigante llamado Patagón, cuyo nombre se usaría para denominar a la región de la Patagonia.

La verdadera historia del rey Arturo

No dejes de leer ahora. El impacto e influencia de la materia de Bretaña: la literatura artúrica continúa en «Cómo se gesta una gesta: el origen de la leyenda de Arturo». Aquí desarrollo todo el proceso literario que derivó en el primer mito celta documentado por escrito. Te aseguro que la magnitud del texto merece la pena, puesto que deleitaré a tus ojos con el funcionamiento de la lírica celta en directo. Quien sabe; tal vez te inspire para escribir una novela.

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