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mpacto e influencia de la literatura celta (primera parte)

Una repentina brisa despierta una mareta de terciopelo en el interior del teatro de la palabra. Sí, el telón ondea el final de esta entrega, aunque antes habrá un último acto, llamado «Impacto e influencia de la literatura celta (primera parte)».

El título es lo suficientemente explícito, pero el SEO me obliga a desarrollar el contenido. Así que, en este artículo aprenderás el modo en el que un pueblo desaparecido (más o menos) sobrevivió gracias a una literatura que nunca se escribió antes de recuperar el terreno perdido de sus tiempos de antaño y expandirse como nunca jamás un bardo imaginó.

Empero, poco faltó para que emigrase al Otro Mundo junto con sus deidades. Y, todo, por culpa de un escritor español.

De la palabra celta a la palabra del Señor

Mira este mapa del Imperio Romano. En general, se dice que la romanización cubrió los territorios señalados. Ahora, observa este. Muestra la difusión del cristianismo antes de la Baja Edad Media. Bien, ha llegado mi turno de hablar.

La romanización se realizó desde la cima hacia abajo. O sea, que afectó a las ciudades y a las élites, pero no al campo. De hecho, este proceso fue poco más que testimonial en muchas provincias. Como, por ejemplo, Armórica (Bretaña). Así que, los cómics de Astérix no andan tan alejados de la realidad como parece.

Si bien los romanos mostraron amplia tolerancia con las costumbres y religiones de sus territorios, en el caso de los celtas se toparon con un problema: los druidas. Principalmente, porque su poder superaba al de los reyes. Por lo tanto, los erradicaron. Es más, tras la conquista de Ynis Môn (Anglesey) en el siglo I, los druidas desaparecieron para siempre del Imperio.

«Se cree que esta ciencia se originó en Bretaña y que, de allí, pasó a la Galia. Aún hoy, los que quieren estudiarla con mayor profundidad generalmente van allí [Anglesey] para aprenderla».

Comentarios de la guerra de las Galias, Julio César.

Por lo demás, la capacidad de integración celta facilitó este cambio político y el religioso posterior. Cabe recordar en este punto la similitud entre la transmigración del alma y el concepto del Otro Mundo con la base teológica del cristianismo.

No obstante, la mayor aportación de los misioneros —en lo que respecta a este artículo— consistió en manuscribir los poemas de los bardos. De esta manera, la literatura celta pasó de la boca a la vitela. Eso sí, con ciertas modificaciones, aunque, por suerte, respetaron su estructura aliterada y rimada.

Correcciones, simbolismos nuevos y un héroe sobrenatural

Más que por amor al arte celta, los monjes transcribieron los poemas con el fin de adaptar esta cultura al nuevo credo. En otras palabras, mantuvieron la esencia de las historias, pero reemplazaron a los dioses celestiales por el suyo al mismo tiempo que añadían los conceptos cristianos de caridad, no violencia y humildad dentro del texto.

«Se dirigió en el momento fatídico, el robusto Scyld al refugio de Dios».

Beowulf, Anónimo.

Esta labor escribana refleja el proceso de cristianización de los celtas, ya que no impuso una religión, sino que alteró con sutileza la existente. Ejemplo: el acebo navideño, que simboliza la corona de espinas de Cristo con su sangre, sustituyó al muérdago y sus bayas blancas.

De manera resumida, su táctica funcionó en aquellos lugares donde la romanización estaba bien asentada, pero patinó en las provincias menos «civilizadas» y se escoñó en zonas sin presencia romana. Como Irlanda, bastión pagano por excelencia. Abundantes de mártires, pero carentes de héroes, los misionarios sacaron lo mejor de su talento creativo para crear uno: san Patricio.

«Y, ¡oh, Patricio!, dijo [Oisín], no hay ninguna mentira en ese nombre [Tir na Nog (‘la tierra de la juventud’, el Otro Mundo irlandés)]; y, si hay grandezas en tu cielo como las hay allí, yo daría mi amistad a Dios».

«Oisin and Saint Patrick», Gods and Fighting Men, Lady Gregory.

Cambian de dios y se acaba el mundo

A todo esto, Roma casca. Los pueblos germánicos* invaden el Imperio y ponen fin a la eternidad lírica que Tibulo confirió a la gran capital. No así a su legado, puesto que los recién llegados admiraban el orden y eficiencia de aquellos a quienes habían arrebatado su territorio. Si alguna vez te has preguntado por qué los alemanes son tan cuadriculados, aquí tienes la respuesta.

Por otro lado, estos entusiastas de la civilización se convirtieron al cristianismo. A regañadientes, todo hay que decirlo, porque buscaban más el prestigio que la iluminación. Vamos, unos posers de libro.

Hablando de literatura, los nuevos dueños de Europa trajeron una cultura que, mira tú por dónde, se parecía a la celta. Muchísimo. De hecho, esto mismo se aplica a las obras provenientes de los siguientes invasores de la época: los vikingos.

En consecuencia, se produce una fusión cultural entre celtas, germanos, nórdicos y cristianos, pero con el estilo de los primeros. Al fin y al cabo, era la literatura más antigua de las cuatro. También, poseía una calidad y reputación altísimas. Además, su temática trataba como nadie a una figura crucial en esta época convulsa: el héroe.

Es decir, la literatura celta entonces significaba lo mismo que Hollywood ahora para el cine. Salvo que los celtas, por todo presupuesto, contaban con las enseñanzas de los druidas, la memoria de los bardos, su amor por la palabra y la constante observación del entorno que los rodeaba.

*Durante las invasiones anglosajonas (siglos V-VII), buena parte de la población celta en Britania e Hibernia (Irlanda) emigró a Bretaña y, de ahí, bastantes continuaron su huida hasta España. En concreto, a Galicia y Asturias.

Del valor celta al honor medieval

Tras esta breve pero necesaria introducción, llegamos a mediados del Medievo, el momento de mayor esplendor de la literatura celta. Ahora, los bardos se llaman juglares y, los poemas, cantares, que se caracterizan por la ausencia de métrica, el uso del verso alejandrino y la rima asonante.

«Señores barones que habéis muerto por defender el honor de Francia, que Dios os acoja en su seno y que vuestras almas vayan al paraíso. Reposad allí, entre los santos».

El cantar de Roldán, Anónimo.

El cantar más popular, heredero de las sagas heroicas celtas, se conoció como «cantar de gesta». Su mayor producción corresponde a Francia, donde, al igual que los ciclos irlandeses, derivaría en las siguientes «materias»:

  • Francia: un compendio de épica carolingia.
  • Bretaña: historias y leyendas celtas, tanto de las islas como de Bretaña.
  • Roma: la historia clásica de Roma y Grecia, pero con elementos medievales. Por esta razón, los cuadros de esta época que representan la antigüedad muestran una estética y decorados anacrónicos.

Los cantares narran las hazañas de un noble concreto que, gracias a su fe en Dios, derrota a enemigos más numerosos y sobrenaturales después de muchas penalidades. Por lo tanto, la figura del mártir se metamorfosea en la de un héroe que sufre por defender unos principios religiosos, a diferencia del celta, que disfrutaba de la batalla y protegía solo a su tribu.

Al principio, las historias se centraban en campañas militares contra enemigos paganos ayudados por algún monstruo. Con el tiempo, la parte castrense perdió interés con respecto a la fabulosa. Empero, lo más interesante de los cantares se encuentra en los personajes secundarios, que definirán el futuro de la literatura moderna.

Impacto e influencia de la literatura celta en la épica medieval

La composición de los cantares de gesta, a pesar de su anonimato, procede de la pluma de los clérigos (en España, «mester de clerecía») y de los juglares. La fuente, en cambio, es bastante más antigua.

No negaré que personajes como Roldán, el Cid o Fernán González existieran en la realidad, aunque sus epopeyas son otro cantar. En pocas palabras, reflejan las mismas proezas de los héroes celtas con realismo y actualizadas a la vida medieval cristiana. Tampoco te extrañes; el pueblo, preservador de la tradición clásica, estaba acostumbrado a este formato para las leyendas. De habérselo cambiado, el nuevo género se hubiera llamado «cantares de anécdotas» en lugar de «gestas». Esto explica que el Cid luchase muerto, atado a un caballo, como Cuchulainn expiró atado a una roca a la que sus enemigos tardaron tres días en acercarse. O los vaticinios que reciben los héroes por parte de los dioses fundadores, ahora transformados en santos patrones.

«¿Quieres saber quién trae esta mensajería? Millán tengo por nombre, Jesucristo me envía, durará la batalla hasta el tercer día».

Poema de Fernán González, Anónimo.

Con todo, si la Iglesia hubiese querido reformar la literatura popular, por Dios que lo habría logrado. Empero, aprovecharon la veneración al héroe fundador para fomentar la peregrinación (y hacer caja) a los lugares sagrados de los nuevos patrones nacionales. En el caso de España, san Millán, primero, y Santiago, después.

Para más información sobre las similitudes entre los héroes celtas y los, ejem, «gestores» cristianos, te sugiero que leas la mitología fundacional de los héroes navarros (Sancho Abarca) y vascuences, como el Poema de Froom, Dom Diego López, senhor de Viscaia o las hazañas de Juan Zuria.

Influencia e impacto de los Immrama

Los ciclos irlandeses contienen diferentes géneros literarios. Uno de ellos, el immram, la versión cristianizada del siglo VIII de los antiguos echtrai. Se trata de historias que narran la travesía de un héroe por un mar lleno de islas mágicas antes de arribar al Tir na Nog (Otro Mundo), su destino final. Sí, como la Odisea, los Maghurin árabes de Andalucía y una parte del Ramayana.

Tan solo se conservan cuatro obras en la actualidad.* La de Bran, sin duda alguna, la más influyente de todas. Sobre todo, su adaptación cristiana, titulada Navigatio Sancti Brendani o El viaje de san Brandán, en español.

«[…] antes de proseguir con su viaje por el piélago a lo san Brandán, en busca de ese paraíso terrenal ubicado al este de los Everglades».

Nuevayorkana, Jose Flores.

Obviamente, los viajes de los santos buscaban el Paraíso, al que solo accederían después de que Dios hubiera puesto a prueba su fe durante la travesía. Una vez más, compara la diferencia entre el disfrute de una vida de aventuras antes de morir (celtas) a la de resistirse a las tentaciones con el fin de alcanzar la gloria eterna.

El caso es que las incursiones celtas por el Atlántico reavivaron una leyenda sobre siete obispos visigodos (aparece en Las Quimbambas) y el misticismo de unas islas fantasmas llamadas Antilla, Brasil o California (ver próxima entrega).

Seducido por esa marea de misterio y riquezas que agitaba las aguas del océano en las medievales cabezas, un genovés tomó la decisión de imitar a los héroes y santos de los poemas náuticos. Empero, no hallaría el Otro Mundo, sino el Nuevo. Aunque, moriría sin saberlo.

*La travesía de Máel Dúin, La travesía de Uí Chorra, La travesía de Snedgus y Mac Riagla, La travesía de Bran.

Una literatura violentamente romántica

Aunque parezca un oxímoron, este titular resume la exacerbación emocional de un pueblo que, como ya apunté en «La literatura celta», combinaba el trato agradable y hospitalario con la brutalidad demencial. Aparentemente, sin estado intermedio, según los cronistas de la época. Consejo; no les hagas caso.

Los poemas celtas más antiguos, reflejo costumbrista de su sociedad, giran en torno a un único eje temático: el amor. Ya sea por los banquetes, por la batalla o por la naturaleza, apreciarás una sensibilidad muy pronunciada en el contenido de sus narraciones al igual que en su composición.

Del mismo modo, el amor, como sentimiento humano, se trata con idéntica intensidad en todas sus obras. A veces, entre dos personas. Otras, entre una persona y una deidad. Pero, siempre de forma romántica, a diferencia de los griegos y las violaciones periódicas de sus dioses.

No obstante, donde hay pasión, existe el drama. Porque, si algo caracteriza al corazón es su forma triangular.

«Fuamnach se afligió y enfureció al verlos [Midhir y Étaín] juntos».

«El cortejo de Étaín», del Ciclo de Invasiones.

A estas alturas, sabrás que el número tres implica algo más que un culebrón para la mentalidad celta. Por lo tanto, el fuerte romanticismo, lejos de mostrar una imagen idílica al estilo de la Arcadia, transmite la compleja relación de equilibrio entre los universos celtas y la transformación constante de la vida.

El triángulo amoroso, al igual que las cacerías, representa un recurso literario con el que la audiencia identifica un tema concreto. Normalmente, simboliza un matrimonio sagrado, extrapolable a la narrativa histórica indoeuropea sobre la obtención de poder. Sin embargo, los poemas perderían su conexión con el Otro Mundo cuando se integraron con las de otro pueblo procedente del desierto.

Amor mundano, amor cortesano

Guerras, comercio y peregrinaciones fomentaron el intercambio de historias, el pasatiempo favorito de una época sin televisión ni Internet. Para Centroeuropa, esto no supuso nada realmente nuevo. En cambio, para el sur, sí, ya que Sicilia y una gran parte de España formaban parte de los territorios del islam.

La literatura árabe, por supuesto, merece una entrega por separado. Aquí la menciono, porque su doble enfoque del amor* —aparte de las intrigas áulicas— causó furor en la corte de Aquitania, donde los cantares pasaron de la gesta al romance y, los juglares, a trovadores.

«Buen señor, ¿por qué ponéis tantas dificultades a que este enamorado obtenga un dulce beso?».

El libro de la rosa, Guillaume de Lorris.

A efectos estilísticos, los romances de amor cortesano («amor verdadero», durante el Medievo) conservan el ritualismo y simbolismo secreto celta en los pasos del cortejo, la ocultación del nombre de la dama amada y el adulterio cometido.

Tal vez no sea mucho; quizá siquiera exista relación alguna entre ambas literaturas. Empero, eso cambiará en breve, cuando los trovadores occitanos fusionen este género (y sus subgéneros) con la materia de Bretaña. Así que, no te pierdas el artículo que falta para conocer el final del impacto e influencia de la literatura celta.

* El primero, la sensualidad explícita de Averroes, que dio lugar al libertinismo. El segundo, el amor idealizado que los filósofos árabes habían heredado de Platón. Este último caracterizará la poesía de amor verdadero.

Una ligera aclaración sobre el significado de la palabra «romance»

Si bien la romanización convirtió al latín en lingua franca del Imperio, su uso quedó relegado a temas administrativos y eclesiásticos. Ten en cuenta que la forma acrolecta (académica) de esta lengua solo la empleaban gente con un alto conocimiento gramatical y cultural, por lo que la mayoría de los romanos hablaba un latín basilecto (vulgar y coloquial). Entre ellos, los soldados.

Debido a esta corrupción, el latín que llegó a las provincias no fue el bueno, sino el malo. A su vez, este se combinó con las lenguas locales, dando lugar a dialectos vernáculos que, poco a poco, evolucionarían hacia las lenguas romances (francés, occitano, portugués, castellano, catalán, gallego, italiano, rumano, sardo…).

Los clérigos, entretanto, mantuvieron el latín, ya que confería prestigio a sus obras. Por desgracia, nadie las entendía.* Así que, los juglares las copiaron y tradujeron al vernáculo, ya que escaso público habrían tenido en caso contrario.

En consecuencia, «cantar» se aplica a las obras heroicas que los clérigos escribieron en latín mientras que «romance» define a las mismas en lenguaje popular. De los primeros, creo que solo sobrevivieron dos en España. Los otros han tenido mejor fortuna.

Este artículo continúa con «Impacto e influencia de la materia de Bretaña».

*Como ejemplo de este problema lingüístico, la palabra «busilis» (‘punto en que estriba la dificultad del asunto de que se trata’) proviene de esta frase de los Evangelios: «In diebus illis» (‘en aquellos días’). Un estudiante del siglo XII entendió «In die busillis» al escucharla durante un examen de latín y dijo que lo difícil de la traducción era el «busilis». Ignoro si aprobaría, pero su desliz nunca lo olvidará nuestro diccionario.

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