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Mambo, mafia y cha cha chá: un homenaje a la cultura caribeña

Como suelo mencionar la trilogía de Mambo, mafia y cha cha chá con cierta frecuencia, se me ha ocurrido escribir un artículo sobre este jolgorio de la palabra triconvertido en novela. Total, se trata de mi blog, ¿no?

Suficiente justificación. Aquí te hablaré de la obra, del proceso de creación, lo poco que faltó para que me encerrasen en una loquería, anécdotas varias y, por supuesto, de música, ron y santería.

Así que, abre cuto güiri mambo, que arrancamos en fa.

Los libros que componen Mambo, mafia y cha cha chá

Del mismo modo que Dios es uno y trino, Mambo, mafia y cha cha chá acoge bajo su título a los siguientes tres libros:

El primero transcurre en Las Quimbambas, un archipiélago del Caribe donde Toni Echevarría, un joven madrileño vago, pervertido, egocéntrico y abonado al fracaso, aterriza tras enamorarse de una quimbambeña en París.

Bendito acaso que, allí, también vivan su tío y su abuelo, jefes de una de las dos mafias caribeñas más importantes del mundo: Los Animales. La segunda, Los Kebbys, se encuentra en la otra mitad de la isla principal.

«Hay personas a las que, nada más verlas, sabes que están en este mundo para imprimir su nombre en las páginas de los libros de historia. Mi abuelo era una de ellas».

Las Quimbambas

Obviamente, la familia contrata a Toni, pero su don de la oportunidad provoca un enfrentamiento con sus vecinos y la búsqueda de un tesoro en el fondo del mar mientras la achelú (policía) local investiga un extraño asesinato en Puerto Manteca, la capital de Las Quimbambas.

En Nuevayorkana, la trama se divide entre la acción en Estados Unidos (nacimiento del boogaloo y de la salsa) y varias subtramas dentro del archipiélago relacionadas con el poder, la geopolítica y la supervivencia.

Finalmente, Quiquiribú cierra el círculo coral de la saga de los Echevarría con el sello del realismo mágico hispanoamericano, además de anticipar la victoria de Trump en las elecciones de 2016. Te juro que me las tragué enteras, cruzando los dedos para que ganase el presidente con nombre de pato y no tuviera que reescribir el final.

Mambo, mafia y cha cha chá: historia de un cuento infantil

Quizá consideres que mil páginas, repartidas en tres libros, superan con creces el concepto de cuento infantil. Empero, esa era la idea originaria: un regalo para Ana, mi sobrina recién nacida. Luego, ella crecería más rápido de lo que yo escribía, y el cuento se me iría de las manos; no solo por el tamaño, sino por el contenido.

De manera resumida, Mambo, mafia y cha cha chá no es una novela apta para niños. Principalmente, debido a su contenido explícito, aunque el lenguaje que empleo también alejará a los amantes de la literatura ligera.

Jódanse, digo, una lástima, puesto que se perderán una triobra desternillante que recorre la historia del Caribe, su música, su religión y su literatura desde que las islas emergieron del mar hasta (en su momento) la época actual.

«[Las islas del Caribe] Fueron paridas por un Big Bang telúrico, fallas follando, la masturbación de Gea».

Las Quimbambas

Pero, regresemos a la parte de gestación, cuando el argumento consistía en un niño que visitaba a su tío en Estados Unidos y descubría que su pariente, además de mafioso, era dueño de un zoológico.

Este argumento, inspirado por los libros de Gerald Durrell, se transformó en un boceto repleto de situaciones absurdas y de humor negro que, infaustamente, no pasaría a la siguiente parte del proceso. Cosas de la vida.

Aun así, conservé esa idea en mi memoria. Con el tiempo, el cuento infantil evolucionaría hacia una novela negra, salpicada de comedia al estilo de La conjura de los necios (John Kennedy Toole).

Entonces, en un momento de inspiración divina, sonó el mambo como banda sonora de la obra.

«La primera canción que sonó fue Vuelvo a la vida, del maestro Arsenio Rodríguez, en homenaje a los anfitriones traslúcidos».

Quiquiribú

Una documentación palingenésica

Cabe aclarar que, por aquellas calendas, mi conocimiento de música caribeña resultaba insuficiente para seleccionar un repertorio apropiado. En consecuencia, me documenté con esmero; un aspecto fundamental del trabajo de un escritor, pero que, en mi caso, transformaría mi planteamiento literario previo por completo.

Escucha la música de Mambo, mafia y cha cha chá en esta lista de reproducción.

La música me llevó a la santería; la santería, a la historia del Caribe; la historia, a su literatura, y todo, en conjunto, a un nuevo enfoque de la novela. Es decir, la trama ya no transcurriría en Madrid ni en Estados Unidos, sino en un archipiélago caribeño de nombre inventado: Las Quimbambas.

Curiosamente, la estructura familiar que había desarrollado para los personajes coincidía con las de los orishas. ¿Casualidad? ¿Una señal? Fuera lo que fuese, me ahorró la parte más tediosa de la escritura: bautizar a los protagonistas.

«San Antonio de Padua se sincretiza con Elegguá, el orisha de los caminos al que decían que representaba».

Nuevayorkana

Asimismo, los nombres de los otros personajes de la novela corresponden a personas históricas reales o legendarias, músicos, canciones, artistas y autores o personajes de la literatura caribeña (o desarrollada en las Antillas).

Algo similar sucede con Las Quimbambas, puesto que representan diferentes islas del Caribe a lo largo del tiempo con el fin de integrar la línea histórica dentro de la trama, aunque sin orden cronológico.

Por ejemplo, Puerto Manteca es La Habana actual en el primer libro, pero en el segundo se convierte en La Habana previa a la revolución cubana (1959). Después, en Quiquiribú, representa Kingston (Jamaica) durante el siglo XVII y, finalmente, varias zonas contemporáneas de la Isla de San Cristóbal.

Un título visionario

Otra peculiaridad del proceso de creación de Mambo, mafia y cha cha chá reside en su título. Primero, surgió de forma inmediata, algo que solo me ha sucedido en un par de ocasiones: esta y con la novela que escribo ahora. Después, porque anticipó el formato final de la obra.

Así es; en este punto, todavía creía que la historia ocuparía un solo libro. Tardaría un año, una ruptura sentimental y cuatrocientas hojas eliminadas en adquirir su triple formato coral. Sí, has leído bien; cuatrocientas hojas.

En caso de que ese detalle sobre mi vida amorosa te haya llamado la atención, te adelanto que hubo una segunda separación poco antes de terminar la trilogía. Por eso, cuando me preguntan cuánto tiempo tardé en escribirla, siempre respondo lo mismo: dos divorcios.

«Porque no siento nada. Los demás, sí, pero del modo en el que cae la lluvia fuera es como me siento por dentro… Espera, eso es de The Cure. Joder, ¿es que soy incapaz de hablar de mis sentimientos sin recurrir a la música?».

Nuevayorkana

Calidad del texto aparte, la decisión de regresar al punto de partida obedeció a lo que la propia obra me inquiría: «¿Quién protagoniza la historia?».

¡Supino mamacallos! ¡Pedazo de pavitonto! En mi posición de autor novato, me había dejado seducir por el contenido, ignorando que la verdadera voz de la historia no era única, sino múltiple.

En cuanto me percaté de ese error, quemé las cuatrocientas mordazas que la enmudecían. Acto seguido, la historia me dijo: «Abre cuto güiri mambo» (‘abre los oídos y oye lo que digo’). Es decir, la frase lucumí con la que comenzaban las canciones cubanas durante la época dorada, equivalente a nuestro «uno, dos, tres, cuatro». Y la novela cantó una nueva melodía.

Mambo, mafia y cha cha chá se convierte en una historia coral

En general, cuando creas las fichas de personajes, usas una libreta o un documento de Word. Del mismo modo, también es normal que tengas la trama delante de los ojos si escribes con un sistema académico.

Empero, una obra coral, como Mambo, mafia y cha cha chá, donde el elenco literario incluye a todos los habitantes y turistas de un país, además de los personajes en Estados Unidos, por no mencionar las numerosas ramificaciones de la trama y su simbología asociada, requería un espacio ligeramente superior para, tan solo, registrarlos.

«Fíhate en toda eta hente… ¿no te parese raro que les haya dao este apretón sagrado a toos de golpe?».

Quiquiribú

Así pues, empapelé el salón de mi casa. Paredes, puertas, cuadros, muebles y, por poco, mis gatas, mostraban los quince metros cuadrados de esqueleto narrativo a quienes me visitaban. Si alguna de esas personas sopesaba la idea de escribir un libro, creo que destruí su sueño.

«Deberíamos irnos de aquí cuanto antes».

Nuevayorkana

Bueno, menos competencia; siempre hay que ver el lado positivo de las cosas. Como la de cargarte el trabajo de varios años, sin ir más lejos, porque mejora tu honestidad crítica. O prescindir del alcohol y de cualquier estupefaciente a la hora de encontrar la inspiración. Créeme, sé de lo que hablo, y no es más que un mito.

A partir de aquí, dediqué casi dos años en escribir Las Quimbambas (por mucho que borres, la contaminación acumulada tarda en desaparecer), uno para Nuevayorkana y tres meses para Quiquiribú.

Por cierto, entre el segundo y el tercer libro escribí Las increíbles aventuras de Mr. Flowers en quince días. Pero, esa historia te la contaré otro día.

Mambo, mafia y cha cha chá: un homenaje a la cultura caribeña

Para que Benny Moré no me eche la peta, cerraré el artículo con un epílogo que cumpla las funciones de despedida.

En esencia, Mambo, mafia y cha cha chá es una comedia. Bastante salvaje, de hecho, aunque solo en momentos concretos que reflejan el carnavalero espíritu caribeño.

Aun así, empleo el humor para tocar determinados problemas sociales y políticos que caracterizan a su sociedad, teniendo en cuenta las evidentes diferencias que existen entre las islas de habla hispana y el resto. En otras palabras, combino el entretenimiento con la profundidad reflexiva.

Por otro lado, la variedad de subtramas implica variedad de contenido y, si bien el humor actúa de nexo común a lo largo de la novela, comprobarás que también el drama y la filosofía tienen cabida dentro de la trama.

Pero, bueno, eso mejor lo decides tú si te la lees. Al fin y al cabo, mi objetivo consistía en ofrecer un reconocimiento a la historia y cultura caribeña mediante su música, tradiciones religiosas y literatura, aparte de robarte alguna que otra sonrisa durante su lectura.

Por tanto, aquí me despido, que la presentación de la trilogía duró dos horas largas y no quiero repetir esa experiencia por escrito. Moducué por haberme leído hasta el final y por el corazón que pintarás de rojo ahora, ¿verdad?

«Toni, como sigas hablando, te voy a dar una hostia que se va a asustar el sol».

Quiquiribú