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Plúgueme el solacio y fermosura de el sermón difamado por «barroco», confieso, maguer que fuyan los leyentes si entinto resmas y resmas de aquestos vocablos indignos a la gazmuña modernez de vuessas turnias retinas. En resolución, e mensurado condecente libelar la historia del lenguaje y estilo de una novela, pues fúrico hállome ante tamaña sinrazón principista.

A partir de ahora, con lenguaje accesible, mi humil gaceta abordará, en cuatro partes, la cronología estilística de la escritura y el uso del vocabulario. Eso sí, no esperes una guía, porque persigo la reflexión sobre el trato actual del idioma español y el futuro que le depara a nuestra literatura.

Por tanto, si te interesa el tema, deseo complacerte con la siguiente exposición. Ahora bien, no te olvides de pinchar el corazón que palpita solitario so (bajo) el titular para confirmarme tu satisfacción. De lo contrario, ¿cómo sabré que te ha gustado?

Lenguaje y estilo de una novela

En caso de que no hayas entendido nada o casi nada del párrafo introductorio, no te sientas mal. Ya nadie (ejem) se expresa así en nuestra lengua ni emplea determinada terminología a la hora de trasmitir sus ideas. Mucho menos, para narrar una historia.

Pese a todo, identificamos la literatura española con nombres como (me pongo en pie) Gracián (me siento), Cervantes, Quevedo, Lope, Lorca, Góngora, Bécquer, Unamuno o Galdós, cuyo estilo, en general, difiere bastante del contemporáneo.

«Alonso no volvía, no volvía, y, a querer, en menos de una hora pudiera haberlo hecho».

El monte de las ánimas, Gustavo Adolfo Bécquer.

¿Acaso deberíamos reemplazar estos emblemas de nuestra cultura por Javier Marías, Carlos Zafón, Rosa Montero, María Dueñas, Eduardo Mendoza, Milena Busquets, Eva García Sáenz de Urturi, Enrique Vila-Matas o Pérez-Reverte? En tus manos dejo la respuesta.

Lo que está claro es que el lenguaje y el estilo sí han evolucionado desde la gloria perdida del Imperio. Obviamente, los libros reflejan este hecho, pues un escritor, al fin y al cabo, relata historias al tiempo que es la voz de su siglo.

En otras palabras, se adapta a las modas. Empero, también las crea. Buena prueba tienes en la amplia variedad de géneros y estilos que existen, cada uno con sus virtudes y sus defectos. Porque, sinceramente, no existe uno que ponga a todo el mundo de acuerdo.

Anticipo tus pensamientos: no; las cifras de ventas no equivalen a la perfección. El cuadro por el que más dinero se ha pagado es Salvator Mundi (Leonardo da Vinci, se supone), y el segundo es Intercambio (Willem de Kooning). Dime: ¿representan el pináculo del arte?

Castos y puros, pero no al mismo tiempo

El ejemplo más claro de la evolución del lenguaje literario en España se encuentra en los cantares de gesta y en los romances. Mientras que los primeros se escribían en latín, los bardos emplearon el lenguaje popular para los segundos, ya que nadie —salvo los monjes—, comprendía el idioma que nos legaron los romanos.

«Válasme nuestra señora, cual dizen de la Ribera, donde el buen rey don Fernando tuvo la su cuarentena».

Romance de los Carvajales, Anónimo.

Fuera de nuestras fronteras, Los cuentos de Canterbury (Chaucer) muestra el cambio de paradigma en Inglaterra, al igual que Dante, en Italia, con el vernáculo florentino en La divina comedia.

La primavera del Renacimiento da paso al otoño dorado del Barroco, momento álgido de la literatura española, flor marchita en medio de la decadencia imperial, pues su belleza muestra una visión pesimista, asaz crítica y, generalmente, satírica de la época, adelantándose dos siglos al pensamiento de Schopenhauer, quien carecía de nuestro sentido del humor.

Empero, esta época quedará de puente entre lo antiguo y lo moderno. Desde la Ilustración hasta la Revolución Industrial, los idiomas adquieren un tratamiento «científico». Es decir, aparecen los diccionarios, las gramáticas* y las primeras normas académicas de escritura.

En lo que atañe a España, destacan dos corrientes que solo estaban de acuerdo en una cosa: cargarse el estilo aurisecular (farfantes hideputas).

  • Purismo: nada de arcaísmos, expresiones populares o dialectales ni palabras de origen francés e inglés. La RAE se funda, precisamente, para institucionalizar el buen empleo del castellano.
  • Casticismo: promulgan un lenguaje más popular y costumbrista.

Casualmente, la imposición de un lenguaje y estilo en la escritura coincidirá con el ocaso de la literatura española. También, con la llegada del periodismo.

* Antonio de Nebrija creó la primera en 1492; España simplemente modernizó la suya.

El hundimiento literario hispano

Echemos un vistazo rápido a las novelas dieciochescas: Defoe publica Robinson Crusoe; Swift, Los viajes de Gulliver; Voltaire, Cándido; Goethe, Las penas del joven Werther; Horance Walpole crea la novela gótica con El castillo de Otranto, Sade convierte su apellido en adjetivo, y Antoine Galland traduce Las mil y una noches.

Vale, y ¿España? Nada. Solo ensayos. Con un par de cojones, bien científicos y creativos. Supongo que, de ahí, procede la expresión «Ensayo y error».

Pese a la oficialización de las normas de escritura y la mejora en la alfabetización del pueblo, existen dos razones de peso que justifican el abandono de la novela. Una, que el ensayo era un género nuevo, y lo tomamos como el absoluto de lo moderno.

La otra, debido a su temática. La ciencia se había impuesto a la teología, de modo que los lectores cambiaron su interés de la túnica divina a la bata blanca.

Empero, carentes de una literatura que reflejase con novelas la transformación y los avances de la nación, dejamos que nuestra imagen se labrase en el extranjero. Por lo tanto, si en alguna ocasión te has preguntado por qué tenemos la fama que tenemos, dale las gracias a este caballero:

«¿Qué se debe a España? Desde hace dos, cuatro, diez siglos, ¿qué ha hecho España por Europa? […] Nada se le debe».

Entrada sobre España en la Encyclopédie méthodique, Nicolas Masson de Morvilliers.

Confío en que, a partir de ahora, comprendas de una vez para qué sirve la literatura. Olvídate del lenguaje y del estilo; solo sirven para darle una forma más atractiva a tu novela.

Por cierto, la cita del coleguita inició una polémica dentro de España, cuyo resultado sería la Guerra Civil (1936-1939).

Origen del lenguaje y estilo de una novela

Fiel a los principios de la Ilustración, ahora mostraré la razón por la que unos estilos de escritura se consideran buenos.

En primer lugar, la piedra angular del pensamiento humanista procedía de la cultura clásica romana y griega. Esto generó un renacimiento ideológico que desdeñaba el status quo teológico del Medievo mientras promovía un cambio a favor del modus cogitandi de los antiguos pueblos mediterráneos.

La Ilustración potenció este ímpetu renovador, convirtiendo en «moderno» algo que llevaba diez siglos muerto mediante el término «Neoclásico». Asimismo, intensificó el rechazo hacia la época previa de los renacentistas.

Para ello, además de institucionalizar las normas de lenguaje, estilo y escritura, defendieron sus argumentos con la clase, elegancia y educación características de una mentalidad científica e intelectual. Sí, es sarcasmo; recurrieron al insulto:

  • A fecha de hoy, asociamos el Medievo a una época oscura, sin avances científicos, porque ellos representaban la luz de la sabiduría. God’s philosophers, de James Hannam (enlace en inglés), refuta esta creencia tan extendida.
  • Giorgio Vasari, en su Vida de los artistas, acuña el término «gótico» (‘relativo a los godos’) para menospreciar el arte medieval, al que critica su exceso de detalle y complejidad lineal, propio de una época oscura con mentalidad simplona y supersticiosa.
  • La Ilustración le imita con la palabra «barroco» (‘perla defectuosa’, en portugués) para denigrar el horror vacui de la arquitectura y, por ende, de la literatura «no moderna».
  • En algún momento, se utiliza «bizantino» como sinónimo de «complejo», «lenguaje oscuro» o «enrevesado». Precisamente, de Bizancio llegó la cultura clásica que daría lugar al Renacimiento.*

* También, de los libros que los árabes tenían en España, a quien Europa no debe nada.

Los hijos ilustrados de Hibris

El espíritu ilustrado puso toda su fe en la racionalidad de las personas para mejorar el mundo. Obviamente, fracasó.

«¿Creíste que eras Dios?».

James Steward, en la película La soga.

Tampoco te sorprendas; los humanos creamos a los dioses para conferir un valor divino al sistema de gobierno en el pasado y, cuando los reemplazamos por la Razón, creímos que solucionaría todos nuestros problemas de golpe. Igual que la tecnología en la actualidad (ver web de RENFE).

Por lo tanto, cuando algo no cumple las expectativas que genera, como la Revolución Francesa, ineludiblemente aparece el desengaño. Este adoptaría la forma de una corriente cultural que dividiría a la literatura en dos estilos antagónicos, pero con sendos planteamientos antropomorfistas: Romanticismo y Realismo.

Consecuencias del Romanticismo en el lenguaje y estilo de una novela

Si bien la axiología ilustrada promulgaba que el conocimiento sacaría a la humanidad de las tinieblas, a efectos prácticos, había establecido un sistema de autoridad idéntico al teológico que había derrocado: Dios / Razón; Iglesia / instituciones; Biblia / Enciclopedia; Papa, obispos, sacerdotes y monjes / filósofos, científicos, periodistas y escritores, Cielo / equilibrio y armonía, e Infierno / Barroco y Medievo.

El último punto estaba relacionado con la estética, que no solo afectó a la literatura o al arte, sino, también, a las emociones, consideradas malignas, debido a que alteraban la armonía racional de una persona. De ahí, que despreciasen la poesía, considerada un arte menor.

«¿Qué arte, qué esfuerzo, qué poderío enorme te despojó del manto y la áurea toca?».

Cantos, Giacomo Leopardi.

En respuesta al nuevo orden, surgió el Romanticismo, una contrarrevolución intelectual liberalista que criticaba el paternalismo con el que el despotismo ilustrado («Todo para el pueblo, pero sin el pueblo») y la Revolución francesa habían impuesto estas normas a la sociedad.

Su ideología ensalzó las emociones como fundamento de la libertad individual, pues representaban el valor de la subjetividad personal por encima de la universalidad institucionalizada y de la objetividad científica.

De esta manera, los autores del Romanticismo huyeron del puritanismo Neoclásico para alistarse en el casticismo de un pasado idealizado, mitológico y exótico, inspirado en las obras de los pueblos antiguos —celtas incluidos—, además de en la literatura popular o regional.

Respecto a las normas de estilo y lenguaje, primaba la creatividad y la originalidad frente al mecanicismo o el equilibrio. Es decir, fusionaron la poesía con la prosa, usaron rimas asimétricas, rompieron la estructura clásica, convirtieron la palabra en pasión y desarrollaron sus tramas en ambientes tenebrosos, metáfora simbólica de su opinión sobre Las Luces de su siglo.

Consecuencias del Realismo en el lenguaje y estilo de una novela

Siempre me ha hecho mucha gracia que critiquen al Romanticismo por evadirse de la realidad en lugar de por su otro legado: el nacionalismo y las dos guerras mundiales del siglo XX.

En fin, durante la segunda mitad del XIX, con la Segunda Revolución Industrial cubriendo a la Europa desarrollada de humo y hollín, el Romanticismo se escindió entre el Posromanticismo y el Realismo cuando el género evolucionó de la vida idealizada del pasado hacia el costumbrismo del presente.

Este giro obedeció a varios motivos. Por ejemplo, la citada industrialización y el consecuente crecimiento de las ciudades ofrecía una temática nueva a los autores. También, el papel de la prensa de la época, donde los periódicos eran un compendio de noticias, novelas por entregas, datos de sociedad y cualquier cosa comunicable mediante letras.

Aun así, la fuente principal dimanó de la consolidación de la burguesía como clase social dominante, ya que este estrato social concentraba el mayor número de personas alfabetizadas e interesadas por la literatura, además de disponer de los recursos económicos para adquirir ejemplares.

«Las exigencias monetarias son, de cuantas borrascas se desatan sobre el amor, las más frías y devastadoras».

Madame Bovary, Flaubert.

A partir de este instante, la literatura se transformó en un negocio rentable, por lo que las editoriales publicaban obras que se adaptasen a los gustos de sus lectores.

El estilo y el lenguaje del Realismo se caracterizaron por el rechazo de los adornos verbales del Romanticismo, el uso de coloquialismos (sobre todo, en los diálogos), las extensas descripciones fruto de una profunda observación, protagonistas burgueses que sufren por sus actos o por la mentalidad de la época, el pesimismo (el Romanticismo, pese a oscuro, era positivista) y tramas que sostenían una crítica de la sociedad.

La radicalización del Realismo

Con independencia de los cambios de estilo, lenguaje y temática, el Realismo conservó bastantes elementos del Romanticismo: su espíritu crítico, el tratamiento de las emociones o el enfoque introspectivo en determinadas partes del relato.

Asimismo, compartió, en cierta manera, el motivo de su ocaso. El Romanticismo había agotado todos sus recursos creativos y estéticos en una larga y variada lista de géneros. El Realismo, al tratar una sola temática (la vida burguesa acomodada), simplemente la quemó.

De sus cenizas brotó el Naturalismo, Realismo 2.0, un prodigio objetivo de metódica observación crítica, además de crónica científica con morbosa fascinación por la clase social baja.

«La aldea, cuando se cría uno en ella y no sale de allí jamás, envilece, empobrece y embrutece».

Los pazos de Ulloa, Emilia Pardo Bazán.

A ojos de una persona lega, el único cambio perceptible corresponde al estrato de sus personajes. Pero, también incorpora jerga y vulgarismos, el uso del narrador omnisciente y profusas descripciones, sobre todo, de los aspectos más truculentos.

En efecto; el Naturalismo es una oda al feísmo, al pesimismo y al determinismo, pues quien pobre o desgraciado nace, pobre o desgraciado muere. Estas novelas ofrecían a sus lectores (burgueses acomodados) una visión intensa de los olvidados por la Ilustración y el progreso, aunque sin mayores pretensiones reflexivas que un mero «Es una pena, pero, desgraciadamente, la vida es así».

No obstante, el mayor legado del Naturalismo para un escritor no procede ni de su lenguaje ni de su estilo, sino de un proceso de la preparación: documentarse a conciencia. Así que, ya sabes: antes de escribir, patea bien las calles.

Consecuencias del periodismo en el lenguaje y estilo de una novela

Aparte de una mayor difusión de los libros, las mejoras en las técnicas de imprenta dieron lugar a una serie de publicaciones periódicas, de carácter comunicativo, llamadas «semanarios» y «gacetas»,* a principios del XVII.

En principio, su función consistía en informar sobre todo tipo de sucesos (sensacionalistas incluidos), además de datos comerciales y, bueno, de todo, a las clases altas. Y, con todo, me refiero también a la propaganda.

Para sorpresa de nadie, los estados absolutos se apoderaron de la libre transmisión de información. No por completo, pues algunos periódicos conservaron su independencia. Pero, en general, eran herramientas estatales al servicio político de los monarcas. Salvo en Inglaterra, que contaba con cierta libertad de expresión.

«El periodismo es libre o es una farsa».

Rodolfo Walsh.

En el XVIII, la prensa accedió a la burguesía y al pueblo llano. A estas alturas, los periodistas de la época parecían los tertulianos de El chiringuito, obcecados en bramar sus ideologías e insultar a las rivales, ignorando el principio de objetividad informativa.

El estilo que dominaba era similar al ensayo, el género de la época, aunque no así en Estados Unidos, todavía colonia británica.

Verás, en estas tierras lejanas, los periódicos locales compendiaron su contenido a causa del excesivo precio de la tinta y de las máquinas impresoras. La información básica, de hecho, aparecía en el primer párrafo, en caso de que hubiera que reducir aún más el artículo.

De esta manera, nació el estilo periodístico actual, cuyas normas exaltó Mark Twain, definiéndolas como «escritura de calidad». Bien sabía él lo importante que era ahorrar…

* «Gazzeta» era el nombre de una moneda veneciana, y con una de ellas se adquirían las Notizie scritte (noticias escritas) mensuales del siglo XVI.

Entretanto, en España…

El Romanticismo y el Realismo llegaron a España vía Francia. Uno, demasiado tarde. El otro, cuando ya había despuntado, condicionando desde entonces nuestros gustos literarios.

Empero, vayamos por partes. La famosa cita sobre la aportación de España a la cultura europea coincide con una parte del pueblo afrancesando el idioma y costumbres españolas tras la llegada de los Borbones, mientras la otra los tilda de amanerados con el término «petimetre» (petit maître) y su derivación a «pisaverde».

Durante este siglo, se pusieron en marcha varias reformas con el fin de «ilustrar» la nación. También, una persecución de gitanos, conocida como la gran redada.

Desdichadamente, la economía no acompañó al propósito de modernización. Así que, Napoleón pensó que la mejor manera de acelerarlo consistía en invadirnos. Cosa que hizo.

Total, no éramos más que un país decadente, según su opinión. Pero no por los tópicos de la Encyclopédie méthodique o de la leyenda negra neerlandesa e inglesa, sino por nuestra brutal pérdida de influencia en Europa. En definitiva, el mandamás francés tan solo confirmó lo que ya había advertido la denostada literatura del Barroco.

«Pero no vos lo digo porque os acuitedes ni mostredes mal talante; que el mío non es de ál que de serviros».

El Quijote, Cervantes.

Quizá, aunque me critiques por esto, hubiera resultado más práctico no expulsar a las tropas francesas. No olvides que, durante la crisis económica de nuestro siglo, bromeábamos con que la solución consistía en que Alemania nos conquistase, y a nadie le pareció una mala idea.

Estilo y lenguaje de la literatura española del XIX

Poco antes del cataclismo de principios del XIX, reinaba Carlos IV, aunque quien gobernaba era Godoy, un tipo espabilado con cero talento literario. Aprovechando su puesto, se convirtió en mecenas de los escritores. Mejor dicho, los patrocinaba y perseguía en función de los caprichos reales o de los suyos propios.

Tal veleidad de criterio supuso que el estilo y lenguaje de nuestra literatura se prodigara en complacer a Godoy, bien mediante alabanzas (Moratín, Estala, Arriaza) o poniéndole palote, como obligó a María Rosa de Gálvez.

Esto, más o menos, resume todo lo que tienes que saber sobre la calidad de la literatura española de principios del siglo XXI. Perdón, del XIX. Maldita dislexia…

La segunda mitad, en cambio, ofrece un panorama más halagüeño. La preocupación por lo actual del Realismo y del Naturalismo encajó de maravilla con un pueblo inmerso en una luenga división ideológica. También influyó que la tasa de analfabetismo pasara del 94 % (1800) al 64 % (1900).* Ahora, entenderás de dónde viene nuestra larga tradición de teatro, ¿verdad?

No obstante, citando a Ortega y Gasset, «De querer ser a creer que se es ya, va la distancia de lo trágico a lo cómico». Por mucho que nuestra literatura imitase a la de fuera (otra tradición española desde el siglo XVI), los conflictos entre liberales y absolutistas nos mantenían en el limbo de la modernización. Daba igual el estilo y lenguaje de la literatura; de haber perdido influencia internacional, nos encaminábamos a desaparecer del mapa político mundial.

«Yo me voy sintiendo antieuropeo. ¿Que ellos inventan cosas?, invéntenlas».

Miguel de Unamuno, en una carta a Ortega y Gasset (1906), quien le catalogó luego de «energúmeno español».

*Había más mujeres alfabetizadas que hombres.

¡No te pierdas la segunda parte de «Historia del lenguaje y estilo de una novela»!

Haz caso al titular, porque «Historia del lenguaje y estilo de una novela, segunda parte» te contará cómo cambió la literatura en el siglo XX, la forma en la que se renovó el Romanticismo, y la explosión literaria derivada del Posmodernismo.

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