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Cómo se describen los personajes en una novela

Ya conoces el modo de presentarlos. Así que, solo te queda por descubrir cómo se describen los personajes en una novela para darle carpetazo a este tema y pasar a otro nuevo.

Respecto al contenido, revelaré esa magia que te había prometido en el artículo sobre cómo se crean los personajes de una novela, aparte de la relación que guarda con mi portero, a quien todavía no he visto su rostro completo. Antes, eso sí, analizaré los distintos enfoques descriptivos y las consecuencias que acarrean.

¡Ah! Cuando no veas el nombre de una obra en español en las citas, significa que esos libros no se han traducido a nuestro idioma, no que me las esté dando de moderno. Dicho esto, entro en materia rápido, porque el conejo y la paloma se están peleando dentro del sombrero.

Y el verbo se hizo carne

Algunos autores realizan una presentación bifásica de personajes para que el lector disponga de una imagen mental completa de referencia. Por lo tanto, primero mencionan el acto y lugar que provoca su aparición en la historia a través de una narrativa situacional.

«A la hora de más calor de una puesta de sol primaveral en Los Estanques del Patriarca aparecieron dos ciudadanos».

El maestro y Margarita, Mijaíl Bulgákov.

Acto seguido, detienen la narración con el fin de proporcionar información sobre el personaje. Esta descripción, principalmente, se centra en su aspecto físico, aunque también puede aportar características sociológicas y psicológicas.

«El primero, de unos cuarenta años, vestido con un traje gris de verano, era pequeño, moreno, bien alimentado y calvo».

El maestro y Margarita, Mijaíl Bulgákov.

El resto, por su parte, prescinde de la parte situacional e inicia su obra directamente con la descripción del personaje. Una opción consiste en mostrar los mismos aspectos que la anterior —solo que con más detalles— y, en general, relativos al protagonista.

«Este era un pobre muchacho, alto, flaco, amarillo, con buenos ojos negros, la frente despejada y las manos más hermosas del mundo, muy mal vestido, de altanero porte y humor inaguantable…».

Narraciones inverosímiles, Pedro Antonio de Alarcón.

Empero, otros arrancan con una narrativa donde la descripción del protagonista (o narrador) se mezcla con la trama. En este caso, predominan los aspectos biográficos e introspectivos que, si bien dificultan la visualización externa del personaje, confieren una perspectiva más profunda sobre su personalidad y sobre su vida.

«He perdido la cuenta de los días transcurridos desde que hui de los horrores de la demente fortaleza del pueblo andaluz de Benengeli».

El último suspiro del moro, Salman Rushdie.

Ventajas y desventajas de estas técnicas

A ver, las descripciones que vienen precedidas de una acción situacional son miríficas, puesto que plantean al lector un inicio teatral, en el buen sentido de la palabra. O sea: ve un escenario, entran los actores y comienza la acción.

De esta manera, quien te lee sabe dónde se halla (un pedazo de tela) y con quién (la aguja) antes de introducirse en la trama (hilo). Lo cual está muy bien, porque también entenderá que la historia se desarrollará según un patrón lineal, así que se sumergirá en ella de inmediato.

Precisamente, aquí encontrarás su mayor problema. Si bien se trata de un enfoque muy sencillo, también exige fluidez narrativa. En caso contrario, la historia se estancará, devolviendo al lector a la superficie.

«No sucedieron acontecimientos importantes, sin embargo, hasta que ella conoció a su primer gran amor, Casso».

Cage me a Peacock, Noel Langley.

A diferencia de la anterior, el segundo enfoque crea la historia desde dentro hacia afuera, introduciendo al lector en el personaje y, a continuación, mostrándole el entorno y la trama desde su perspectiva.

Obviamente, esto le descolocará, ya que pierde el punto de referencia situacional. Por este motivo, la descripción se alarga para incorporar datos sueltos relativos a la ubicación de la historia.

La primera opción (descripción directa) mete al lector en la historia de forma relativamente rápida, aunque con una narrativa muy estática. La segunda (introspectiva), en cambio, tarda muchísimo más. Su virtud reside en que mantiene la fluidez, aunque pierde la linealidad, causa de que no enganche a cierto tipo de lectores debido a la concentración que demanda.

Minimalismo descriptivo

Si el enfoque de la presentación dispara las opiniones, este y el siguiente punto de este artículo sobre cómo se describen los personajes en una novela tampoco se libran de la controversia. De hecho, te recordará a la discusión acerca de los adjetivos.

En lo que atañe a las descripciones, la literatura actual apuesta por el reduccionismo y la simplificación, acorde a la eliminación de elementos innecesarios para la trama, una de las características de Chéjov y de la novela del siglo XXI, espejo de la inmediatez del tiempo en el que vivimos.

El resultado de esta tendencia ha dado lugar a un estilo literario ágil, de narrativa ligera, fácil de leer, con un vocabulario sencillo, donde predomina la trama sobre el contenido. Es decir, más cercano al guion (literario), donde el texto cumple una función de guía y de referencia para el director (el lector, en este caso).

«No hay nada que comprender. Todo está claro».

La gaviota, Anton Chéjov.

Mientras la literatura de la Era del Coltán va directa al grano, sin mayores concesiones a la galería que la ocasional catábasis, la vieja sobrevive en las obras de muchos autores, bien conservando la herencia de los siglos pasados —principalmente, el XX—, bien adaptándola a los cánones actuales. O experimentando, como Georges Perec, minimalista con sus personajes, pero exhaustivo en la descripción de los objetos.

En conclusión, la longitud de las descripciones dependerá del estilo que emplees en tu obra. Por tanto, no uses las normas de uno concreto para juzgar la calidad de todos los libros, pues hay más literatura allende la moderna. Bendita ironía; hablo de brevedad en la escritura, y me quedo sin espacio.

El vocabulario en las descripciones

Aparte de la longitud del texto, el estilo de escritura actual también ha reducido al diccionario. En el pasado, la gente leía para mejorar su vocabulario. Ahora, te bufan si les obligas a investigar el significado de algún vocablo.

«Seguro que mis lectores padecen de anablefobia (‘miedo a buscar palabras en el diccionario’) por mi culpa».

MuArte, Jose Flores.

Vale, quizá resulte más sencillo decir que un personaje es «educado, viejo, pálido, triste, de constitución encorvada y delgada» que «morigerado en el trato, de rostro provecto y palente, con una mirada saturnina que sostenía sobre un cuerpo tan adunco como cenceño». Empero, esta descripción posee algo de lo que la otra adolece, ¿no te parece?

En efecto, sonoridad, color y elegancia. Que sí, que será todo lo enrevesada, barroca e incomprensible que quieras para un lector moderno. Aun así, emplea el vocabulario correspondiente al famoso estilo literario, del mismo modo que un médico, un financiero, un informático o un abogado se expresan con su terminología profesional, la cual tampoco entiendes.

De hecho, si en tu libro sale algún personaje que oficie alguno de los empleos citados, ¿a que utilizas su léxico para darle credibilidad? Entonces, ¿por qué no haces lo mismo contigo como autor? Francamente, yo preferiría que me llamasen «pedante» antes que «alcohólico» a causa de mi trabajo. Al menos, dignifica.

Con esto no quiero decir que tengas que utilizar siempre este tipo de lenguaje, pero tampoco ignorarlo. Una vez que adquieras más experiencia, verás que, además de precisión, te ofrece un recurso mirífico a la hora de hacer destacar a tus personajes mediante una palabra en concreto. ¿No me crees? Ahora te lo demuestro.

Deja de refunfuñar y háblame de la magia, anda

Según acabas de leer —a regañadientes, por lo que veo—, las palabras producen un efecto visual en los lectores. También, psicológico, debido a las connotaciones semánticas que poseen. Por ejemplo, comprueba cómo cambia la imagen de un hombre si lo describes como «apolíneo» en lugar de «musculoso» o «cachas».

Asimismo, dispones de una figura retórica con la que una palabra corriente potencia su significado a través de una asociación estética. En efecto, la metáfora:

«Esta era Sara Sabina Lans: gris como una rata, pobre como un piojo, flácida y delgada como una zorra en verano».

Häxringarna, Kerstin Ekman.

Por otro lado, no necesitas de un gran vocabulario ni de comparaciones cuando utilizas tu ingenio para regalar al lector una descripción precisa, ocurrente y con lenguaje sencillo.

«Érase un hombre a una nariz pegado».

A una nariz, Francisco de Quevedo.

Cualquiera de estas tres opciones consigue que tu descripción destaque, algo que te recomiendo que consideres si quieres que tus personajes principales se diferencien del resto. O, tal vez, prefieras romper la neutralidad plana de los menos importantes con un toque de sonoridad, color y elegancia. De este modo, seguro que quien te lea los guardará en el recuerdo.

Empero, esto que parece magia solo es un truco de ilusionismo. Lo que viene ahora te enseñará el verdadero hechizo feérico.

Magia potagia

Supongo que conocerás la obra de Escher. Si te ha llamado la atención su peculiar estilo, que sepas que proviene de la Gestalt. Bueno, pues aquí entra en escena mi portero.

Como ya te he comentado, nunca le he visto la cara al completo. Aun así, puedo imaginar lo que falta, a pesar de que la mascarilla me prive de una visión completa de su rostro. La razón se debe al principio de cierre que, aplicado al tema que nos atañe, te permitirá decir mucho, diciendo muy poco.

Si escribes una descripción muy detallada, quien te lea tendrá una imagen bien definida del personaje. Infaustamente, ocupa bastante espacio, por lo que ralentiza la historia. Ya te explicaré en el artículo sobre el ritmo narrativo cuándo esto supone un problema o beneficia a la novela.

Las descripciones someras, en cambio, funcionan como el Ikea: te entregan unas piezas sueltas y tú las montas por tu cuenta en la cabeza. Algunos lectores harán una estantería. Otros, una mesa. Pero todos tendrán claro que se trata de un mueble, gracias al principio de cierre. Evidentemente, la literatura actual adora cualquier técnica que sacrifique la precisión en beneficio de la trama, así que demanda este sistema en sus normas de estilo. Ojo, no critico; defino.

Prosigo. Estas descripciones, además de agilizar la parte estática del libro, conceden libertad creativa al lector para que construya al personaje según sus propias preferencias. A medida que le cojas el truco a su uso, descubrirás el tremendo valor que aportan a tu novela. Sobre todo, si combinas la capacidad humana de rellenar espacios vacíos con lo que te cuento en el siguiente apartado.

«Tenemos quince años y estamos bebiendo sidra caliente bajo los pinos, donde la catedral. Son las siete y media».

Lolito, Ben Brooks.

La paloma, el conejo y el sombrero

La cita de Ben Brooks muestra un ejemplo perfecto de cómo describir a varios personajes en pocas palabras. Únicamente indica que son unos adolescentes, lo que están haciendo, dónde y cuándo. Nada más. Con todo, sin saber siquiera cuántos son, los ves.

Vayamos con la siguiente. Seguro que has leído muchas descripciones que ensalzan la belleza de un personaje femenino. Empero, ninguna como esta que Christopher Marlowe le dedicó a Helena de Troya:

«Was this the face that launch’d a thousand ships and burnt the topless towers of Ilium?». (¿Era esta la cara por la que partieron mil barcos y quemaron las torres desnudas de Ilión?)

La trágica historia del doctor Fausto, Christopher Marlowe.

Ninguno de los dos autores ofrece información personal precisa (edad, una parte del cuerpo), aunque añaden elementos situacionales complementarios a modo de refuerzo. Entonces, ¿por qué las destaco, si no dicen nada?

Verás, una buena descripción ofrece información. Una excelente transforma (crea una imagen, qualia, estereotipos), te transporta (sugestión, evocación) y te transmite (elementos sensoriales y emotivos, idealización) algo. En cierto modo, parecido a la semántica y a las metáforas, pero a través de las asociaciones que la mente crea a partir de una palabra en una frase determinada.

Esto lo comprenderás mejor con la descripción que Gail Honeyman realiza de la protagonista de su ópera prima. Se trata de la primera información que recibes acerca de ella y, sin más datos que los que te mostraré ahora, verás su aspecto al completo.

«Cuando la gente me pregunta que a qué me dedico […], les digo que trabajo en una oficina».

Eleanor Oliphant está perfectamente, Gail Honeyman.

A partir de aquí, el resto de las descripciones perfilarán su imagen. Eso es la decoración. Lo anterior, la magia.