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Prepárate para conocer el uso de la raya; ese signo de puntuación que desapareció del teclado al igual que L. E. L. desapareció de la historia. Lo cual resulta asaz indignante —aparte de frustrante—, en vista de que constituye un tuáutem de la escritura.

A modo de sinopsis argumental, este artículo te enseñará las cuatro funciones de la raya y su normativa ortotipográfica. También, las alternativas con las que reemplazar esas funciones —ya ves; me quejo por nada—, a excepción de una. Bueno; de una y media, en realidad.

Espero, codicio y amalayo que, una vez descubras el uso de la raya, una fuerza indescriptible se apodere de ti para que pintes de rojo el corazón que palpita solitario bajo la sombra del titular y que compartas este artículo en tus redes sociales.

Cómo invocar la raya

Antes de ilustrarte en el uso de la raya, procede explicar cómo dactilografiarla. No en balde, se trata de un signo fantasma, y solo se manifestará a través del hechizo adecuado. Esto es, una combinación de teclas.

Ciertamente, quienquiera que pergeñase esta técnica alquímica de insertado de caracteres singulares —la misma mente que consideró habituales la barra vertical (|) y el símbolo de negación lógica (¬)— vio en la raya una excentricidad literaria. De hecho, apostaría a que le desnortó la función del guion —algo bastante común, por otro lado—.

En consecuencia, su decisión —o confusión— ha provocado que, en ciertas partes de una novela, tu mecanografiado se enlentezca y la redacción, por ende, avance con paso testudíneo. Vamos, que te saca de la historia y te rompe el ritmo. Al menos, hasta que tus dedos adquieran la destreza suficiente para teclear el código que muestro a continuación:

Uso de la raya

Revelado el secreto de su escritura, pasemos al uso de la raya. En esencia, cumple cuatro cometidos, sencillísimos de recordar:

— narrativo
— dramático
— indexador
— el cuarto

Infaustamente, cada uno posee unos requisitos ortotipográficos específicos. Así que, presta mucha atención, pues la calidad final de tu libro dependerá de su correcta aplicación.

Uso narrativo

Desde el inicio de tu leída, seguro que has observado la presencia de la raya en varios momentos del artículo. Estupendo; igualmente asumiré que has vislumbrado su función: introducir un discurso paralelo.

En general, este recurso se emplea para añadir información de valor secundario asociada con el contenido, además de matizaciones, opiniones, comentarios, juicios, apuntes, incisos… O sea, cosas de las que bien podría prescindir el texto —al fin y al cabo, no aportan nada sustancial e interrumpen la continuidad de la lectura hasta el punto de hacerte perder la línea narrativa principal, como comprobarás en tres, dos, uno…—, pero que consideras relevantes de alguna manera.

A despecho de esta superfluidad disruptiva, el discurso paralelo ofrece sustanciales ventajas a los escritores. Solo que, de poco te servirán si no te cuento su normativa ortotipográfica primero.

Normativa del uso narrativo de la raya

Cuando la raya se emplea con propósitos narrativos, adquiere el comportamiento de un signo doble. Es decir, la escribirás al principio y al final del discurso paralelo —que comenzará con minúscula1—, pegada a este texto y separada del principal por un espacio.

En caso de que el discurso paralelo se sitúe entre dos frases separadas por un signo de puntuación, escribirás ese signo después de la raya de cierre.

Asimismo, el signo doble se mantiene incluso si colocas el discurso paralelo al final de la frase, con el punto final después de la raya de cierre.

Por último, tenemos los comentarios en citas entrecomilladas. Si optas por meter el discurso paralelo dentro de la cita, lo harás mediante el signo doble de la raya para diferenciar el inciso del contenido textual.

En cambio, si lo escribes después de la cita, el comentario ya no se confundirá con el contenido textual. Por tanto, utilizarás una coma tras el cierre de comillas.

Tal vez consideres que la charla que te acabo de soltar me la podía haber ahorrado, porque esta normativa es ultraobvia. De acuerdo; ya te recordaré esta ultraobviedad en el apartado sobre el uso de la raya dramática.

Notas

1A menos que se trate de una palabra que deba escribirse en mayúscula: Alberto me comentó —también Marta— que el sábado… / Alberto me comentó —Marta, también— que el sábado…

Del mismo modo, si el inciso contiene un signo de cierre de frase, la siguiente palabra del discurso secundario comenzará con mayúscula. Alberto me comentó —también Marta… No; ella no. Fue Juan. ¿O fue Isabel? Quizá me lo dijeron los dos. ¡Vete tú a saber! Lo he olvidado por completo— que el sábado…

Ventajas e inconvenientes del uso narrativo de la raya

El discurso paralelo, fundamentalmente, proporciona una cornucopia de recursos expresivos a los autores. De esta forma, disponen de una herramienta con la que enriquecer el contenido, cambiar el tono narrativo, romper la linealidad discursiva y eludir la exposición categórica.

Así pues, la raya complementa, dinamiza y humaniza una novela. O un ensayo.

Gracias a estas cualidades, el signo agrega una segunda voz —¡Hola!— para comunicar algo al lector —¿Te está gustando el artículo?— de manera breve y dentro del mismo párrafo —Acuérdate de compartir el artículo luego, ¿eh?— sin entrometerse demasiado en el discurso principal —Vale, vale… Ya me callo—.1

Intromisión a intromisión, la raya incrusta un contenido periférico que provoca una «lectura a saltitos». Es decir, aparece circunstancialmente en la historia a fin de ralentizar su desarrollo. Lo cual significa, en definitiva, que participa en la dinámica entre la trama y el ritmo.

Y esto es importante, porque la raya pausa, pero no estanca, concediendo leves respiros2 que no afectan al propósito narrativo de las frases largas. Tampoco al de las medias o cortas, a las que modulan su intensidad, ora prolongando el suspense, ora suavizando el ritmo.

Además, rellenan párrafos que se te hayan quedado cortos de contenido —en serio, las rayas son maravillosas para esta función de engorde—.

Infaustamente, esta panoplia de acciones auxiliares tiende a recargar los textos. Sobre todo, cuando «te pasas de rayas» y el discurso paralelo confunde más que aclara.

Notas

1Observa cómo el discurso paralelo que introduce la raya comienza con mayúscula para indicar la condición externa de la segunda voz. Esto es, ajena a la del narrador.
Algunos autores enfatizan esa distinción escribiendo en cursiva la voz secundaria. También se puede entrecomillar, pero la letra itálica resulta más efectiva a la hora de distanciar la doble comunicación.
2Visualmente, lo puedes comprobar en párrafos de longitud contundente, donde las rayas abren una ventana en el muro de palabras para que corra el aire.

Alternativas ortotipográficas

Caramba; he olvidado comentarte el otro inconveniente que presenta el uso de la raya —a ver si adivinas cuál es
—.

En ocasiones, debido a su tamaño, este signo puede quedar separado del discurso paralelo al final o principio de una línea. Si esto sucede, tendrás que reemplazarlo por una coma o, lo más habitual, un paréntesis.

De hecho, la raya y el paréntesis comparten su función narrativa por igual. Es más, hasta puedes usarlos juntos. Que sí, que sí; mira:

A mediados del siglo XIX, Víctor Hugo —autor de Nuestra Señora de París (1831)—…

Ojo; aunque yo haya empleado la raya en primer lugar, el orden de escritura carece de jerarquía. O sea, A mediados del siglo XIX, Víctor Hugo (autor de Nuestra Señora de París —1831—)… también sería correcta. Pero me gusta menos.

Respecto a la coma, bueno, ofrece una modalidad menos disruptiva en la narrativa. Por desgracia, no distingue con tanta precisión el discurso principal del paralelo, lo que genera confusión, y apenas se aprecia la pausa en el ritmo.

Cambia las comas por rayas o paréntesis en el sintagma en negrita del párrafo previo, y entenderás a lo que me refiero.

Uso dramático

En el apartado anterior, he indicado que la raya introduce una voz narrativa. Bueno, pues la dramática corresponde a una voz literal, ya que proviene del teatro, donde la historia se desarrolla mediante partes habladas. Exacto, como en los guiones de cine y televisión.

Aquí, la raya simplemente separa el nombre del personaje —en mayúsculas y terminado en punto— de su intervención. Es decir: «NOMBRE.—Intervención».

Con el tiempo, añadieron un espacio entre la raya y la intervención. Entonces, alguien se dio cuenta de que existía un signo que cumplía esa función, y los dos puntos sustituyeron a la notación tradicional. Así que, jamás volverás a ver la raya dramática. Salvo en los diálogos de una novela —un tema sobre el que pronto publicaré un artículo—.

Normativa del uso dramático de la raya

Presta oídos a lo que digo, y ten la notación tradicional del teatro en la cabeza. De manera resumida, será la que emplees al pasar de la narrativa al diálogo. Y, por diálogo, asume cuanto antes que el término define únicamente a esta estructura:

¡Chitón! De sobra sé lo que vas a decir. Y te equivocas. —Pero…—. Pero nada. Acuérdate de que, no mucho ha, creías que me podía haber ahorrado una charla sobre algo que te parecía ultraobvio.

Bien; ahora comprenderás por qué no lo hice.

Normativa del uso dramático de la raya cuando el diálogo contiene UN DISCURSO PARALELO

Aun cuando los escritores preparamos la entrada al diálogo para que el lector reconozca la voz del personaje sin problemas, pocas no son las situaciones que complican la identificación inmediata.

Por mor de estos contratiempos, precisamos la ayuda de un elemento que aclare la procedencia del discurso, semejante al nombre del personaje que figura en una obra dramática. Solo que, lo mostramos a través de un texto breve —ocasionalmente, también pleonástico—. Y en el lado contrario.

Dicho de un modo más sencillo, agregamos un comentario al diálogo. De esta suerte, la normativa de la raya dramática impera en la parte hablada, mientras que el matiz descriptivo seguirá las reglas de la raya narrativa.

En efecto, te he engañado. El matiz descriptivo seguía las reglas de la raya narrativa hasta que los poderes supremos de la lengua eliminaron la raya de cierre.1 En cualquier caso, te adelanto que reaparecerá en un periquete.

Mientras aguardas su retorno, te diré que la función de cierre de diálogo que ejerce esta estructura del discurso paralelo te permite continuar con la narración de la historia sin cambiar de párrafo.

—Es medianoche —anunció de repente. Acto seguido, se puso la chaqueta y salió al jardín.

Notas

1Supongo que saltaba de línea a causa de su tamaño —ver el apartado de «Alternativas»—, lo que crispaba los nervios de las imprentas y de las editoriales. Si tienes alguna edición antigua por casa, es muy probable que te la encuentres, al igual que otros vestigios lingüísticos del pasado como fué, ésta, sólo o guión.

El verbo del discurso paralelo

Normalmente, el matiz identificativo del discurso paralelo va acompañado por un verbo de lengua. Esto es, aquel que define una acción producida de forma oral directa —decir, afirmar, criticar, suspirar, exclamar, preguntar, responder, replicar, protestar, gruñir…— o indirecta —escuchar, oír…—.

Para tu desgracia y desconsuelo, la normativa ortotipográfica de los diálogos distingue entre los verbos de lengua y el resto. En consecuencia, el discurso paralelo comenzará en minúscula con los primeros, pero en mayúscula con los segundos.

¿Por qué? Porque la línea de diálogo, cuando va matizada con un verbo distinto de lengua, debe llevar un signo de cierre: punto, puntos suspensivos, exclamación o interrogación.

Acaso la duda turbe y perturbe tu mente, esta regla se mantiene en todas las estructuras de diálogo que contengan un discurso paralelo. Y, sí, esto quiere decir que no varían, incluso si continúas la narración de la historia tras tu comentario.

Empero, hay un pero. Aunque mejor te lo cuento luego.

Diálogos partidos por el signo doble de la raya narrativa

Para tu alegría y alborozo, aquí regresa la raya de cierre. Con ella, las normas de la raya narrativa que ya conoces, cuya estructura adaptarás a la de la raya dramática.

Narrativa: TEXTO —DISCURSO PARALELO—(X) TEXTO
Dramática con inciso narrativo: —DIÁLOGO —DISCURSO PARALELO—(X) DIÁLOGO

Vale, el (X) refiere a la presencia o ausencia de un signo de puntuación en la frase. Y, como la versión con signo es la más corriente —y lógica; insertas el comentario donde el signo separa los sintagmas—, empezaremos con ella.

Fácil, ¿verdad? Lo único peculiar que mencionar corresponde a los diálogos con verbos que no son de lengua, donde cada elemento de la estructura lleva un signo de cierre. En el caso del discurso paralelo, siempre un punto después de la segunda raya.

—Es medianoche. —Se levantó de repente—. Buenas noches tengan ustedes.

La otra versión, por el contrario, interrumpe la secuencia oracional, pausando el ritmo de lectura. Además, si escoges el discurso paralelo adecuado, crearás un suspense lene, y te recomiendo que lo emplees cuando escribas diálogos largos (ver imagen).

Ahora, no te rayes —perdón; no he podido contenerme—,1 porque viene el pero que te advertí. Cuando el discurso paralelo se introduce de esta manera en el diálogo, y el verbo no es de lengua, se escribe con minúscula inicial.

Notas

1Había preparado otro chascarrillo con Rayan Air. Lamentablemente, no dispongo del contexto adecuado para lucirlo.

Un detalle final

En ciertas, contadas y puntuales ocasiones, sucede que un personaje de la novela se explaya. O sea, que su línea de diálogo es inmensamente larga. Así que, la divides en párrafos.

Dando por arreglado el asunto, de pronto, descubres con horror que su locución ha adoptado el formato de la voz del narrador, provocando una cacofonía que desconcertará a tus lectores.

Bienhadada tu dicha, pues consultas el blog de quien te escribe, lees el artículo sobre el uso de la raya, y aprendes a solucionar este problema con la elegancia de las comillas españolas. Bueno, con una de ellas, en concreto.

Uso indexador

Si has aprendido con esfuerzo cero que, en un supermercado, la piña1 bocarriba indica que te gusta la fruta, pero bocabajo muestra disposición al romance, no te costará recordar que la raya sin espacio relata algo, y que la raya con espacio se usa en los listados.

Ahora bien, como todo el mundo sabe, la naturaleza ha producido tres variedades botánicas de piña —Sativus (sin semillas), Comosus (con semillas) y Lucidus (la que las hojas no tienen espinas)—, y la ortotipografía tres tipos de listados: simples, menos simples y complejos.

En una explicación a vuelapluma, los dos primeros van en minúscula,2 mientras que los terceros comienzan en mayúscula. Eso sí, todos emplean la raya seguida de un espacio.

Respecto al tema de la puntuación, casi mejor que te lo cuente la imagen.

¡Ah! Recuerda que las normas de puntuación no sufren ninguna modificación aunque sustituyas la raya indexadora por toposbullet points, en corporativo— u otro símbolo equivalente.

Notas

1Si tampoco confundes la piña con el limón, sabrás que la raya no es un guion.
2A menos que se trate de una palabra que deba escribirse en mayúscula.

Cuarto —y último— uso de la raya

Teóricamente, la imagen que cierra el apartado de la raya indexadora representa el final de este artículo sobre el uso de la raya. En cambio, en la práctica, resta una funcionalidad por explicar.

Que me aspen si no he perdido sueño, hambre y voluntad esquisando algún ejemplo de este signo —llamémoslo la cuarta raya— por mi biblioteca. He ojeado libros nuevos y tomos vetustos; he inspeccionado volúmenes de poesía y obras de teatro; he analizado la ciencia de los ensayos, y he desenrollado papiros escritos en vatanio, con aciaga fortuna y nulo resultado.

Según la RAE, la cuarta raya —llamémosla mejor «raya mítica»— se emplea en los epígrafes internos de un libro. ¿Y esto qué es? Pregúntaselo a la institución, pues antes encuentro al sisimite que una definición de este término.1

Tras dejarme los sesos como el paté, he llegado a la conclusión de que se trata de los subtítulos que dividen el contenido de una sección. Y la raya mítica separa el encabezado del bloque de texto —cuando se escribe a continuación del encabezado en lugar de en una línea nueva— con el formato de la raya dramática tradicional, seguida de un espacio e inicio en mayúscula.

O sea, algo así como esto.

Cuarto —y último— uso de la raya.— Teóricamente, la imagen que cierra el apartado…

De todos modos, también ha sido reemplazada por los dos puntos, y tampoco nadie utiliza esta estructura. Vamos, que has leído todo esto para nada. Pero mira el lado positivo: ahora sabes quién es el sisimite.

Notas

1Gugléalo, y comprobarás cuánta gente ha subido un artículo acerca del uso de la raya reproduciendo literalmente el contenido de la Ortografía de la lengua española, publicado por la RAE.
Por tanto, espero que recompenses mi trabajo de manera consecuente —verás una pista en el tercer párrafo de la introducción—.