La literatura celta: segunda parte de la simbología consuetudinaria
¿Sabes qué diferencia a los seres humanos del resto de animales? Que los segundos nunca…
¿Sabes qué diferencia a los seres humanos del resto de animales? Que los segundos nunca…
Las cosas se pueden ver de dos maneras: como lo que son y como lo que parecen. Si, tú, quien me lee, consideras que un caldero no es más que una olla o una cacerola, formas parte del primer grupo.
Raro es el héroe cuyo nacimiento haya sido convencional. Cú Chulainn y Arjuna tuvieron por padres a Lugh (aparte de otro padre mortal) e Indra, respectivamente. La madre de Aquiles era una ninfa. El padre de Jesús, una paloma. Fernán González y Rodrigo Díaz de Vivar descienden de los legendarios jueces de Castilla. El resto, si no los tiran a un río tras el parto (Rómulo y Remo, Moisés), son bastardos, como John Snow, o de concepción incestuosa (Habis).
Ahora que ya conoces la magia de su formato, yo, quien te escribe, revelaré el argumento de la literatura celta: una temática de otro mundo. En efecto, se trata de una hipérbole, pero también de una definición literal.
Tras la breve introducción histórica del artículo anterior, ya estás en disposición de conocer los orígenes de la literatura celta. Aquí, analizaré las pistas que has encontrado, además de desarrollar la más importante de todas ellas.
En primer lugar, los celtas no son un pueblo «como tal», sino más bien el nombre común bajo el que se denominaba a un rosario de tribus con una cultura y un modo de vida similar.