¡Muájajaja! Recibe una sulfurosa bienvenida a esta guía fáustica completa para vender tu alma al diablo sin esfuerzo. Y sin dolor, debería añadir, acaso padezcas de algofobia.
¿Notas un aumento de palpitaciones? ¿Te tiemblan las piernas y se achica tu mirada? Desmaya el miedo, caramba. El titulo de este artículo no refiere a conciliábulos nocturnos, chivos barbudos ni sacrilegios diversos, sino a un señor alemán que entenebreció los cielos durante el período más oscuro y siniestro en la historia de la humanidad: el Renacimiento.
Bueno, y a otros asuntos, por supuesto. No en balde, aquí descubrirás dos cosas. La primera, un relato antiquísimo que introdujo la fuente temática primordial de la literatura. La segunda, la razón por la que conservo esta belleza apolínea, tersura facial y abundante pelo con mis muy bien llevados dos mil setecientos años largos.
Guía fáustica completa para vender tu alma al diablo sin esfuerzo
Dice la miza —o sea, mi gata Ophelia— que, tal vez, quizá, debería especificar a la audiencia que lo de «Guía fáustica» significa que hablaré del doctor Fausto. Bien, ya lo he hecho. Ahora, hablaré de otras personas.
Comenzaré con Gilgamesh,1 el protagonista de una entretenida epopeya, escrita hace cinco milenios. Durante el momento cumbre de su viaje, encuentra en el fondo del océano2 una planta que confiere la inmortalidad. «¡Qué suerte!», pensarás tú. «¡Qué asquito da!», pensó él. «Mi tesoro», pensaría Gollum siglos más adelante.
Total, que en lugar de comérsela, el semidiós se da un chapuzón en una laguna; supongo que para quitarse la sal de la piel, porque los sumerios son muy coquetos. Infaustamente (guiño guiño), cuando sale del agua, una serpiente le roba la planta,3 y Gilgamesh se queda con cara de tonto, pero inmaculadamente limpio.
Entretanto…
Entretanto, el pícaro bicho se escapa a otro libro, donde le entrega el fruto de su hurto a una tal Eva, quien, de inmediato, se la ofrece a su esposo, un tal Adán.
Ante semejante indecencia, Dios expulsa al matrimonio del Paraíso. Claro; la serpiente, aunque carezca de piernas, posee su corazoncillo, y al verlos a la rasa, se lamenta compungida: «Pobrecillos; por mi culpa, pasarán frío».
Sin entrar en detalles, esta sierpe faltrera, brigante, bajamanera y murciglera —‘ladrona’, en español paladino; ‘mangui’, en paladino de barrio— se transforma en un titán, se hace llamar Prometeo, y a los dioses del Olimpo les birla el fuego.
Notas
1Cabe decir que Gilgamesh fue una persona real a quien la leyenda convirtió en personaje. Entre las heroicidades que se le atribuyen, destacaré:
— Matar animales monstruosos (como Heracles/Hércules),
— Rechazar el amor de una diosa (como Ulises en La Odisea),
— Ser el primer hombre que descendió en vida a los infiernos para ver a su amigo Enkidú (como Orfeo con Eurídice).
2Por indicación de Utnapishtim, aquel a quien Ea (Enkil) advirtió de la inminencia del Diluvio y le sugirió que construyese un arca para salvar «la semilla de los vivientes todos» (El poema de Gilgamesh).El Atra-Hasis señala que la gran inundación se debió a que el ruido que producían los humanos perturbaba el descanso de los dioses, y estos votaron a favor de su eliminación. ¡Anu, Enlil, Ninurta, Ennugi! ¡A vos imploro, Señores Supremos! ¡Intentadlo de nuevo con mis vecinos!
3Al morderla, la serpiente rejuvenece. De ahí que este animal mude la piel.
Bueno, bueno… La que se lio
Y tanto. Zeus, no contento con apresar y torturar a Prometeo en el Guantánamo griego (el Cáucaso), le dijo a Hefesto: «¿No quieren los humanos un regalo? Pues, crea a Pandora,1 y que les cante «Feliz cumpleaños»».
Empero, y no me preguntes cómo, la serpiente se escapó y, tras enterarse de su plan, introdujo la esperanza en la faustosa (guiño guiño) caja. Como supondrás, aquello no sentó demasiado bien en los cielos. Imagínate; después de esparcir mil males por el mundo y de convertirnos en mortales, resulta que disponemos de un antídoto contra el sufrimiento existencial.
Aun así, según dijo una deidad optimista: «Si la sierpe les ha dado limones, hagamos de sus sueños limonada». En consecuencia, idearon un sistema para condenarnos a la vida sin esperanza. Eso sí, de manera inclusiva, ya que nada les importó que la padeciera un judío (El judío errante), un manchego (El Quijote) o cualquier detective estadounidense en una novela negra.
Resumiendo; los dioses son rencorosos. Y tacaños concediendo sus dádivas —Aquiles todavía se pregunta si les costaba tanto esfuerzo incluir el talón en el contrato—. Normal, pues, que buscásemos una forma de obtener los dones prohibidos (inmortalidad y conocimiento) en otro lugar. Por ejemplo: la piedra filosofal.
Y todo, porque Gilgamesh no se comió la puta planta.2
Notas
1Hathor, en el Libro de la vaca sagrada (versión egipcia); empleado desconocido en el laboratorio de Wuhan (versión china). Por cierto, nadie ha premiado con el Nobel la curiosidad de Pandora. En serio; fíjate qué grandes temas aportó a la literatura: la alienación de El guardián del centeno (J. D. Salinger), la hipocondría de El enfermo imaginario (Moliere), el odio entre Kane y Abel (Jeffrey Archer), la vanidad de El retrato de Dorian Gray (Oscar Wilde), los malos rollos de Cinco horas con Mario (Miguel Delibes)…
2Cuéntale esta historia a tus hijos cuando se nieguen a comer verdura.
Cómo obtener los dones prohibidos
A fe que la piedra filosofal te otorgará poderes inimaginables. Empero, nadie la ha encontrado (de momento). Por consiguiente, a menos que desees envejecer dentro de un laboratorio, busca un procedimiento más rápido —y efectivo— para convertirte en semidiós. O superhéroe, en versión moderna.
Si no cuentas con genes divinos en la sangre ni te apetece tentar a la suerte con la radioactividad (ver Marie Curie), entonces necesitarás ayuda externa. Es decir, la magia (Merlín, Shazam, Doctor Strange), una transacción económica (Simón el Mago) o un intermediario.
¿Cuál me recomiendas?
De las tres opciones, yo apostaría por la última. Mas, destino infausto (guiño guiño) te aguardará si topas con un surimi del saber oculto; un farsante timacautos que se burlará de ti y te dejará con la misma cara que Gilgamesh después de que le robasen la planta, pero con las manos pringadas de mierda. Un trickster como Till Eulenspiegel; coetáneo del doctor Fausto… en cierto sentido.
Por tanto, y por tu seguridad, lo mejor sería que vieses a la fuente. Solo que, nadie conoce el paradero de la serpiente, de modo que no te queda otra que adiar una cita con uno de sus discípulos. Y el mejor, sin discusión, es el diablo.
Ahora, desmaya el miedo, cierra los ojos y repite este sankalpa: «Me fio de Mefisto, me fio de Mefisto, me fio…».
Consideraciones iniciales de la guía fáustica completa para vender tu alma al diablo sin esfuerzo
Tal vez te estés preguntando por qué debemos invocar a los diablos. La razón es muy sencilla: a lo largo de la historia, los hemos tratado de pena.
Uy; esto solo es una muestra. Ni te imaginas en cuántas historias folclóricas —mención especial a las de los cheremises— les hemos tomado el pelo a los pobres diablos. Salvo en España, donde no han encontrado problema alguno a la hora de integrarse.
En cualquier caso, como decía, las cadenas y nuestras humillaciones han reducido la disposición de los demonios, por lo que ya no resulta tan sencillo cruzarte con uno por la calle.
Así pues, deberás emplear un canal místico a fin de comunicarte con ellos. La llamada es gratuita, pero su favor requerirá un pago: tu alma. O sea, como ahora hacen internet y la IA cuando fuerzan tu consentimiento para que les entregues tus datos.
De Turquía a Alemania: guía fáustica completa para vender tu alma al diablo sin esfuerzo
El origen de estos pactos se remonta a un archidiácono de Adana,1 llamado Teófilo, a quien un mago judío le puso en contacto con el diablo allá por el siglo VI. A ver, no así, por las buenas; al religioso le habían ofrecido el puesto de obispo, lo había rechazado, y su sustituto, al ocupar el puesto, le dijo que se buscara un empleo laico.
Vamos, que lo echó de la Iglesia.2 Y Teófilo quería regresar, aunque fuera a costa de su fe. Claro; se ofuscó y dijo que sí a todo.

«Con tal de no perder la casa ni las tierras la mala mujer aquella se la había entregado al diablo a cambio de poderes».
Temporada de huracanes, Fernanda Melchor.
Una vez comprendió la incoherencia de sus actos, le rogó a la Virgen que le librase de aquel blasfemo documento que había firmado con su sangre. En ese instante, la Virgen se le apareció, y le echó una bronca que ni mi madre en mis tiempos mozos.

«Su carencia de fe resulta molesta».
Darth Vader.
Empero, por la noche, mientras Teófilo dormía, la Virgen, a lo Freddie Krueger, se coló en sus sueños y le dijo que Cristo lo había perdonado. Al despertarse, tenía el contrato sobre el pecho.
De inmediato, lo quemó y se arrepintió públicamente.
Notas
1Capital de la provincia de Adana en la región de Çukurova (Cilicia), Turquía.
2Según parece, Teófilo era feliz ejerciendo de tesorero, y el nuevo obispo creyó ciertos rumores acerca de que «le gustaba demasiado el dinero».
Teófilo el Penitente, patrón del blues
En esencia, la historia de Teófilo corresponde a la literatura religiosa que surgió tras el Concilio de Éfeso1 (431) con el objetivo de fomentar el culto de hiperdulía, que, como sabrás, es el nombre que recibe el culto a la Virgen.
El texto procedía de la mano del clérigo Eutychianos de Adana, cuyos ojos presenciaron el milagro en vivo y en directo. Según él.
Después, en el X, Simón Metafraste, el gran hagiógrafo de Constantinopla (Turquía), lo introdujo en el menologio bizantino, al igual que la benedictina germana Hroswitha en el Sacro Imperio Romano.
Ahora bien; el boom mariano llegaría en el siglo XIII —más o menos— con Los milagros de nuestra señora (Gabriel de Coincy), que emulará Gonzalo de Berceo2 en España. De este modo, se popularizaron en la Europa medieval los elementos del pacto con el diablo: cruce de caminos,3 solicitud de ayuda, firma del documento con sangre y entrega del alma (renuncia a la fe).
Guía fáustica completa para vender tu alma al diablo sin esfuerzo.
Ahora bien, ¿quién demonios era el diablo del pacto? Porque, como ya sabes, haberlos haylos, y bastantes. Pues, mira; el enigma se resolvió en el siglo XVI. Solo que, en esta ocasión, las fuentes provenían de autoridades oficiales y de los relatos de múltiples testigos.
Dicho de otro modo, hallamos pruebas sólidas y verificables con las que certificar que aquel pacto bizantino era real.
Notas
1En esta ciudad situada en la costa egea de Turquía, ahora llamada Selçuk, se determinó que María era Theotokos (madre de Dios) y se rechazó la consideración de Christotokos (madre de Cristo) que defendían los nestorianos.
2La versión de Berceo sobre el milagro de Teófilo inspirará El esclavo del demonio (1612) a Antonio Mira de Amescua, quien inspirará El mágico prodigioso (1637) a Calderón de la Barca.
3Es decir, un lugar extramuros; origen del emplazamiento de los aquelarres. En Estados Unidos se localizarán en Misisipi, como descubrió Robert Johnson.
La leyenda se vuelve realidad: el doctor Fausto
Para que compruebes la degradación que han sufrido los planes de estudio, durante el Renacimiento podías estudiar Artes Mágicas en la universidad; carrera donde se matriculó George, Georgius, Jorg o Johann Algo.
Lo del apellido es complicado, pues, según la ocasión, se presentaba como magister Georgius Sabellicus o Faustus junior,1 seguido de sus títulos académicos: fuente de nigromantes, astrólogo, magus secundus, quiromante, aeromante, piromántico, segundo en hidromancia.
A tenor de los registros donde se mencionan sus andanzas —y te aseguro que son muchos—, sabemos que recorrió el Sacro Imperio Romano desde, tal vez, antes de 1507 hasta 1539, supuesto año de su muerte.
NOTAS
1Sabellicus: quizá una alegoría a las artes mágicas de las sabinas. Del Faustus senior no sabemos nada, más allá de que faustus, en latín, significa ‘feliz’.
La realidad se vuelve leyenda
Ciertamente, varios de estos textos aluden a denuncias de estafa y acusaciones de farsante.1 Pero otros también citan respetuosamente al doctor Fausto debido a sus poderes y predicciones acertadas.
El caso es que el doctor Fausto se convirtió en un mago renacentista asaz reconocido. Tanto, que le atribuyeron brujerías de otros y, poco a poco, quien era un apodo se transformó en leyenda, y la persona, en un trickster.
Justo; como Till Eulenspiegel. Obviamente, alguien pensó que, si la recopilación de las bromas pesadas de un bufón había encandilado a la nación, una compilación sobre el nigromante más famoso del Sacro Imperio Romano lograría el mismo éxito.
Así, en 1587, Johann Spies publicó —que no escribió— Historia von D. Johann Faustus, donde leímos por primera vez el nombre del diablo con quien George, Georgius, Jorg o Johann Algo había firmado un pacto: Mephostophiles.
NOTAS
1La primera referencia que disponemos sobre el doctor Fausto procede de una carta (1507) del abad Trithemius de Wurzburgo, quien parece más celoso que molesto por sus prácticas. No en balde, el abad le daba a la magia y, según cuentan, había sido denunciado por haber practicado nigromancia (fracasó de manera estrepitosa) en la corte de Maximiliano I.
La leyenda se vuelve fáustica: del Schwankbuch al Faustbuch
Quienquiera o quienesquiera que recogieren las historias de Faustus-Sabellicus no presentaron una antología de realidades y leyendas a Spies. Le entregaron un libro de aventuras, al estilo de los Schwankbuchen.1 Solo que, protagonizado por un nigromante en lugar de un bufón.
De este modo, nacería un nuevo género literario: el Faustbuch, cuya temática imitarían otros autores.1 Bueno; no exactamente. Historia von D. Johann Faustus causó sensación en Alemania, pero su poder inspirador requirió una traducción al inglés bajo el nada despreciable título de La historia de la condenable vida y merecida muerte del doctor John Faustus (1592).
Un día, picado por la curiosidad y atraído por la popularidad del maligno personaje germano, adquirió un ejemplar, ni más ni menos, que Christopher Marlowe. Y, tras leerlo, pensó con acento británico: «Tate, aquí veo yo una obra de teatro».
Raudo cual corza herida, dramatizó con su verso blanco las aventuras del doctor Fausto. A veces, reciclando su propio trabajo.
Dos siglos después, Goethe escribiría su Fausto inspirado por el del dramaturgo británico, a quien muchos señalan como el autor de las obras de Shakespeare. ¿Será cierto? Da igual; este tema no guarda relación alguna con la guía fáustica completa para vender tu alma al diablo sin esfuerzo. De modo que, sigamos.
Notas
1Con elementos procedentes de otras obras. Las más reconocibles: Las crónicas de Núremberg (1493), del médico alemán Hartmann Schedel, y el Diccionario Alemán-Latín (1535), del humanista suizo Petrus Dasypodius; padre del matemático y astrónomo Conrad Dasypodius.
En otro orden de cosas, el tamaño del listado de libros de la segunda nota me ha obligado a hacer una ñapa. Queda mal, pero hacerlo bien resultaría peor. Ruego tus disculpas.
Momento cumbre de la guía fáustica completa para vender tu alma al diablo sin esfuerzo
Mentir no mientes al decir que las tres obras que invocaron el Faustbuch comparten los elementos1 y el desarrollo de su trama. Y que el relato se ha adaptado miríficamente al transcurso del tiempo.
Aun así, estilo narrativo al margen, cada uno presenta notables diferencias en la concepción del protagonista y su desenlace, pues la Historia y la Tragedia rompen con la tradición del milagro de Teófilo el Penitente al prescindir del Maria ex machina. O sea, la intervención de la Virgen para liberar de su pacto al protagonista arrepentido.
De hecho, la Historia von D. Johann Faustus concluye en modo gore.
Como supondrás, el análisis individual de estos libros requiere una luenga explicación. Faustamente (guiño guiño), ya la has leído al principio del artículo. Bueno, casi. Aunque lo que falta me llevará poco, si empiezo de una vez.
Notas
1Un protagonista de corte intelectual, la invocación al diablo, la aparición de Mefistófeles —Mefisto, para los amigos—, un pacto entre ambos, intentos de engaño mutuos, discusiones teológicas, un montón de viajes (consecuencia del descubrimiento de América) y la figura de Helena de Troya (ver imagen de Simón el Mago).
Breve resumen situacional
Proyéctate en tu imaginación a una época en la que la Wikipedia se nutre de información de la Biblia y de Aristóteles, y la Iglesia equivale a Alexa, TikTok e Instagram. Esto te ayudará a comprender la confusión mental que se originó1 tras la predicción fallida del Apocalipsis2 (fake news) y la peste3 (COVID-19) que diezmó la población a mediados del XIV.
A medida que la fe en la fuente primordial del conocimiento se resquebrajaba, la Virgen bajó para poner orden, protegernos y mantener al rebaño unido bajo un mismo credo.
A despecho de sus esfuerzos, Pandora había abierto otra caja, de donde escaparon el escepticismo, los demonios y una serpiente que allí había montado su nido. No te lo vas a creer, pero se trataba de la misma que había robado la planta a Gilgamesh.
«Esta vez —se dijo—, la esconderé en los libros. Así, quien los lea, se volverá listo». Mira tú por dónde, poco después, nació el humanismo.
Procede indicar en este punto de la narración que, por aquellas calendas, nadie conocía la épica del semidiós sumerio —no se descubrió hasta mediados/finales del XIX— y que la ciencia incluía la magia entre sus asignaturas.4
Dicho esto, analicemos ahora los libros.
Notas
1Me refiero dentro de las regiones cristianas, obviamente. Las demás religiones se cuidaron de fechar el fin del mundo de un modo lejano y abstracto. En cuanto a los mayas, quienes auguraron que sucedería el 2012, no sobrevivieron para ver su error de cálculo.
2Recuerda cuando cambiamos de milenio y contuvimos el aliento porque los ordenadores no estaban preparados para indicar el año 2000.
3Esto sirvió para que la Iglesia culpase de la tragedia a las nuevas corrientes de pensamiento. Las nuevas corrientes de pensamiento, por su parte, culparon a la corrupción de la Iglesia. Y quienes no querían discutir, culparon a los judíos.
4De ahí que los magos, adivinos, astrónomos, etc., empleasen el título de doctores. Al fin y al cabo, se habían doctorado en la universidad.
El mundo podrido
Echemos un breve intuito a la literatura germana en tiempos de Fausto (persona): Till Eulenspiegel, leyendas del judío errante, historias cabalísticas del rey Salomón, libros de teología luterana…
Para ahí. ¿A quién odiaba Lutero? —«A los judíos»—. Eh…, sí; cierto. ¿Y a quién más? —«A los papistas»—. Exacto. ¿Y qué figuras místicas veneraban los católicos? —«La Virgen y los santos»—. Perfecto. ¿Y con quién los reemplazó? —«¡Con los ángeles!»—. Así es. Has dado con la clave escatológica para comprender el propósito del Historia.
Fausto y Lutero —ambos doctores— desarrollaron sus actividades en la misma zona del Sacro Imperio Romano y durante la misma época. O sea, fueron coetáneos. En vista de la opinión del reformador sobre los magos,1 quienquiera que recopilase las leyendas de Fausto compartía su visión de un mundo enfermo, viejo y sumido en la lucha perpetua de Dios contra el Diablo.2
Así pues, convirtió al nigromante en ejemplo (exemplum) del mal y antagonista de Lutero mediante la versión protestante del milagro de Teófilo el Penitente. Esto es, sin santos, sin Virgen y sin final redentor.
Lo cual, en definitiva, supuso un retorno a la historia de la serpiente bíblica.
Notas
1Conversación con Martin Lutero (1566), editado por Johannes Aurifaber (Goldschmidt): «Se mencionó a un nigromante llamado Fausto, y el doctor Martin dijo: «El diablo no emplea los servicios de magos en mi contra; si pudiera hacerme daño, ya lo habría hecho hace tiempo. Sin duda, se ha metido en mi cabeza, pero se ha visto obligado a salir»».
2La mentalidad del XVI dividía el mundo entre las fuerzas del bien y las del mal. Otra cosa era que todos estuviesen de acuerdo respecto a quién estaba en cada lado.
La idea del mundo viejo te aclarará el por qué de los términos «Reforma» y «Renacimiento» para definir este período histórico.
La enfermedad, según Lutero, estaba relacionada con el pecado. Mirase donde mirase, solo veía a gente obcecada en condenarse y comportándose de una manera irracional, como los locos y los bufones. Por este motivo, Till Eulenspiegel se mofa de los luteranos.
Esta percepción la compartía uno de sus seguidores, quien entendió así que la función de la alquimia consistía en reestablecer la salud espiritual del pueblo. Se llamaba Paracelso.
El conflicto entre lo viejo y lo nuevo
Ahora que ya conoces el propósito del Historia, descubrirás qué la única definición posible de Marlowe corresponde a la de genio. De verdad, regálales a tus ojos este Fausto. Luego, si surge, me invitas a una Guinness en señal de agradecimiento.
Afirmo tal cosa porque Marlowe fusiló la traducción inglesa desde «Así comienza» hasta «Así acaba» y, pese a todo, su Fausto no se parece en nada a la morbosa caricatura luterana del mal que muestra el original alemán. Aunque cuente la misma historia.
¿Y cómo es posible tal acaso?
Porque el británico no es un cronista. Es un dramaturgo. Y de los grandes.
Lejos de regodearse en los pérfidos actos de un estereotipo, Marlowe desarrolla un personaje y traslada el cliché temático del enfrentamiento del bien contra el mal hacia el conflicto ideológico de una época con un pie en la Edad Media y el otro en la Era Moderna.
Bajo esta premisa, convierte un libro faccionario de aventuras en la epopeya prometeica moral de un doctor «ebrio de ciencia y presunción»1 cuyo deseo por obtener uno de los dones prohibidos2 —el conocimiento— le costará la pérdida del otro —la inmortalidad—. Como a Gilgamesh.
De esta manera, el dramaturgo decanta la disyuntiva entre lo nuevo —la ciencia, el cuerpo, lo terrenal, lo temporal, la prosa— y lo viejo —la religión, el alma, lo espiritual, la eternidad, la poesía— a favor del segundo.3 Pues, aunque Fausto se arrepienta al final —quizá, algo tarde—, ninguna figura celestial acude para salvarlo —ya se lo habían advertido—, y Lucifer lo arrastra al infierno.
Notas
1La trágica historia de la vida y muerte del doctor Fausto.
2«¡Oh, qué mundo de riquezas y placeres, de poder, honor y omnipotencia se le ofrece al estudioso maestro! […] ¡Fausto, aplica a ello tu ingenio y da luz a una deidad!» (La trágica historia de la vida y muerte del doctor Fausto, Marlowe).
3Esto es, dicho de manera simple, se puso del lado de las ansiedades teológicas de católicos y reformistas. Cabe aclarar que la Reforma anglicana se produjo cuando los «papistas» no representaban una minoría en Inglaterra y que los personajes que le enseñan el pacto a Fausto en la obra de Marlowe son españoles.
El pacto de la melancolía
Si bien el análisis completo de La tragedia marloviana —de Marlowe— depararía un artículo independiente, quédate que con que aquí nació el mito fáustico.1
Empero, una tercera versión eclipsaría su trabajo. Me refiero, sobra decir, al Fausto de Goethe (1808: primera parte, 1832: segunda).
Inspirados por el Fausto de Nikolaus Lenau (1835); libro inspirado por el de Goethe.
En esta ocasión, lo «nuevo» gana a lo «viejo», que entrecomillo debido a que eso nuevo era el Romanticismo (que propugnaba un regreso al pasado), y lo viejo, la Ilustración (los modernos de entonces).
Por consiguiente, el tercer Fausto ofrece una trama… peculiar. Es decir, la primera parte adapta el mito marloviano a la floreciente corriente cultural en Europa y lo mezcla con la historia bíblica de Job. Y la segunda recupera las aventuras de la Historia y su continuación.2
Guía fáustica completa para vender tu alma al diablo sin esfuerzo.
Vale; no suena tan raro… de momento. Ahora, observa qué fantasía de argumento: Mefistófeles se apuesta con los ángeles que es capaz de corromper a Fausto, un sabio frustrado y melancólico, al borde del suicidio, que recurre a la magia para comprender los misterios del universo.
Por aquello de probar, acepta entregarle su alma al diablo si este logra animar su aburrimiento vital. Obviamente, Mefisto fracasa. Pero, atención, durante uno de sus viajes, Fausto conoce a una tal Margarita,3 y se enamora.
Entonces, comienza lo bueno.
Notas
1Y, si no estoy confundido, también anticipa otra joya de la literatura británica: Paraíso perdido (1667), John Milton. Del Fausto del Historia, presumiblemente, surgieron leyendas folclóricas similares por Centroeuropa. La más conocida, la polaca de Pan Twardowski.
2El segundo informe de Fausto, donde se narran sus apariciones y las hazañas de Wagner (1594). Wagner, en todos los Faustos, es un alumno del nigromante. En el de esta obra, termina al servicio del duque de Austria y derrotando al ejército otomano. Marlowe lo empleará como alivio cómico de su drama. Y Goethe para representar al hombre ilustrado.
3Ahora ya sabes quién es la Margarita de El maestro y Margarita (Bulgákov).
El diablo jipi psicodélico
Como haría cualquier persona normal, Fausto le pide ayuda a Mefisto para conquistar a Margarita. Y, como todo buen galán que se precie, gracias al demonio, la seduce, la deja embarazada1 y la abandona, no sin antes matar a un pretendiente rival y a la madre de Margarita.
Los más jóvenes reconocerán su remake: Al diablo con el diablo (2000).
Qué horror, pensarás. Pues menos mal que no te he contado que Margarita ahoga a su hijo y acaba arrestada. Fausto, que es un caballero, le dice a Mefisto que haga algo útil. Infaustamente (guiño guiño), Margarita se niega a huir. Y muere.
De ahí pasamos a la segunda parte: la de los viajes temporales, que termina con el fin del contrato y el arrepentimiento de Fausto. Ignoro qué bebía Goethe, pero de repente aparecen un montón de ángeles tirando pétalos de rosa que, cual napalm, queman a los demonios y ponen cachondo a Mefisto, quien intenta —quizá lo consigue; no queda claro— fornicar con las criaturas celestiales.
Entretanto, los ángeles rescatan a Fausto porque Margarita ha intercedido por él ante la Virgen, y la historia termina con un coro de ángeles, María la Egipcia (Acta Sanctorum), la Magna Peccatrix (Lucas), la Samaritana (Juan) y alguien más cantando himnos del culto a Isis.
Si Marlowe levantase la cabeza…
Notas
1El Fausto de Goethe y el Historia contienen abundante contenido sexual. Marlowe reemplazó la lascivia en el suyo por la sensualidad para no desvirtuar el dilema existencial de su obra.
2El tema principal de la película lo cantarían Nick Cave y Anita Lane en 1995.
Y así termina la guía fáustica completa para vender tu alma al diablo sin esfuerzo
Y, si te ha gustado lo que has leído, no te olvides de pinchar el corazón que palpita solitario bajo la sombra del titular. Ni de compartir este artículo por tus redes sociales. De lo contrario, juro aquí mismo que te mando al diablo.
- The Necromancer, or Harlequin Dr. Faustus (1723), John Rich.
Manfred (1817), Lord Byron.
Frankenstein o El moderno Prometeo (1818), Mary Shelley.
The Devil and Tom Walker (1824), Washington Irving.
Don Juan y Fausto (1829), Christian Dietrich Grabbe.
Fausto (1835), Nikolaus Lenau.
Las siete cuerdas de la lira (¿1839?), George Sand.
El doctor Fausto (1851), Heinrich Heine.
El retrato de Dorian Gray (1890), Oscar Wilde.
The Sorrows of Satan (1895), Marie Corelli.
El nuevo Fausto (1927), H. G. Wells.
Doctor Faustus Light the lights (1938), Gertrude Stein.
Mi Fausto (¿1946?), Paul Valery.
Doktor Faustus (1947), Thomas Mann.
The Recognitions (1955), William Gaddis.
Presidente Fausto (1974), Louis Pauwels.
Pokoušení (1985), Václav Havel.
Fausto, tragedia subjetiva (póstumo), Pessoa.
Puella Magi Madoka Magica (2011), Gen Urobuchi (anime, manga y novela). ↩︎