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Mediaba el siglo XIX cuando el ocultismo, el simbolismo, el misticismo, el Romanticismo y la literatura cruzaron sus caminos. Pues, este encuentro te lo relatarán «Los malditos franceses y su decadencia: parte final V».

Así, conocerás el elemento primordial de cara a entender el significado verdadero del 3.0.: la mentalidad de la época. Y, si he enfatizado con cursiva el adverbio, se debe a las capas de sincretismo que protegen su secreto.

Dicho esto, comencemos.

La bellota mística

En el artículo anterior, comenté que España no sufrió cismas religiosos. Bueno, haberlos, húbolos, pero la Iglesia (léase Inquisición) los mantuvo a raya. Sirva de ejemplo la secta mística de los Alumbrados, que descubrió el dominico Alonso de la Fuente en la provincia de Badajoz.

Aquello sucedió en 1570, si bien este movimiento, de origen castellano, data de cuando un joven Rabelais cursaba estudios con los franciscanos. O sea, durante los primeros coletazos del humanismo y la transformación del pícaro en libertino.

Normal, a tenor del contexto histórico, que la secta herética modernizase las enseñanzas de la Biblia con los placeres de El satiricón.

Encima del altar, por delante y por detrás

Sin tanto eufemismo, el Alumbrismo predicaba que quienquiera que vistiera un hábito se podía entregar libremente al fornicio. Perdón; debía entregarse, pues la unión carnal entre hombres religiosos y mujeres santas engendraría profetas.

Convento de San Plácido (Madrid)
Calle del Pez con San Roque.
Demolido en 1903, reconstruido en 1912.
En 1626, la Inquisición procesó al capellán Francisco García Calderón por alumbrista, después de que veinticinco monjas y la fundadora del convento —Teresa del Valle— sufrieran «la posesión del diablo».
Fuente: De Luis García, CC BY-SA 3.0 es.

«¡Tres días me he hecho la muerta para preservar mi honor!».

Canciones y leyendas del Valois, Gérard de Nerval.

Según parece, Felipe IV quiso «alumbrarse» con sor Margarita de Cruz, una hermosa monja de San Plácido. Jerónimo de Villanueva, que vivía en la casa contigua al convento, y el conde-duque de Olivares excavaron un túnel para que el rey accediera a la residencia de las religiosas. Solo que, cuando entraron en la celda de Margarita, la hallaron dentro de un ataúd. Y salieron escopetados. Obviamente, la monja había fingido su defunción para espantar al monarca, quien cedió el cuadro de Velázquez al convento (además de un reloj) en señal de arrepentimiento.

Las misas negras

Ignoro si se produjeron tales alumbramientos, aunque sé que la asociación demoniaca con el misticismo sexual causó furor allende los Pirineos. Sobre todo, donde los protestantes habían reformado el credo, ya que les proporcionó un argumento literario1 para burlarse del bando cristiano.2

Aquí destacaré una obra maestra de la literatura gótica: El monje (1796). Tal vez la documentación que he realizado para este artículo me haya trastornado la cabeza, pero sospecho que Matthew Lewis conocía lo acaecido en San Plácido…

Religiosa espantada por un fantasma
Goya c. 1812-1820.
Fuente: fundaciongoyaenaragon.es.

«…y la deshonra del convento circularía por todo Madrid».

El monje, Matthew Lewis.
La historia transcurre en el convento de Santa Clara (derribado por José Bonaparte), sito en la calle de Santa Clara esquina con Amnistía. El mismo lugar donde viviría y se suicidaría Larra.

En vista de la panoplia de sacrilegios que presenta este libro, como el incesto, el homoerotismo religioso o las misas negras, dudo mucho que un colegio católico lo incluya dentro de su plan de lecturas obligatorias.

Empero, yo, quien te escribe, lo menciono por un sencillo motivo: pronto los malditos franceses y su decadencia mostrarán interés hacia el plano de Allá abajo (Huysmans). Literalmente.

Notas

1 ¿Has visto La semilla del diablo (1968)?
2 Ataques aparte, este tipo de literatura atraía a sus lectores por los elementos supersticiosos que contenía y que el protestantismo había rechazado: peregrinaciones, rezos a los muertos, el culto a los santos, etc.

Los malditos franceses y su decadencia: parte final V

El descenso dimensional comenzará con dos autores que, probablemente, nunca hayas oído mentar en tu existencia terrenal: Fabre d’Olivet y Aloysius Bertrand. Vale; pues ya los conoces.

Ciertamente, la fama se tomó su tiempo en sonreírles —el reconocimiento llegó tras sus muertes—. Por lo demás, el segundo nació cuando el primero tenía cuarenta años, nunca se vieron y escogieron caminos literarios asaz divergentes.

Pese a sus enormes diferencias, ambos resultarían cruciales para el devenir de la segunda parte del XIX. No en vano, uno crearía el estilo del 3.0. El otro, una religión.

El autor de provincias

Un día, Hugo leyó un poema que le había dedicado Louis Bertrand, un joven poeta de Dijon. El entusiasmo le sobrecogió, y le escribió una carta de agradecimiento, a la que seguiría otra de Chateaubriand.

¡Imagínate la cara del zagal! Solo que, sin desmerecer los aplausos —que eran sinceros, ojo—, esto formaba parte del acercamiento que Nodier había propuesto en el Arsenal con los autores no residentes en la capital.1 Después de todo, los tres grandes románticos procedían del entorno provincial.

Así pues, pintiparada pintaba la situación para que Bertrand tentase a la fortuna en París, donde le recibió Sainte-Beuve (noviembre, 1828). De inmediato, propuso a aquel chaval que «parecía tímido o, más bien, salvaje»2 que recitase su trabajo ante Émile Deschamps. Lo dejó fascinado con la calidad de su estro y la originalidad de sus versos en prosa.

¡Malhadada suerte la suya! La vida en la ciudad le vino grande. Acomplejado y con el bolsillo vacío, regresó a Dijon un año más tarde.

Estatua de Aloysius Bertrand
Jardín de l’Arquebuse (Dijon).
Fuente: merlebardenoir.wordpress.com.

«Buscaste el arte. ¿Y lo encontraste?».

Gaspard de la Nuit, Aloysius Bertrand.

Notas

1«El interés que nos ofrecen las relaciones que abre entre los hombres más distinguidos de la Francia periférica». Carta de Nodier a Victor Hugo, 30 de noviembre, 1826.
2Sainte-Beuve, 1842. Salvaje, en el parisino de entonces, definía la ingenuidad e inocencia de la gente de provincias.

El autor fracasado

Aguarda, que el drama no ha terminado. Bertrand volvió a París en 1833, con su Gaspard de la Nuit, fantasías al modo de Rembrandt y Callot bajo el brazo, que incluía una dedicatoria inicial a Hugo y una final a Nodier.

En esta ocasión, atrajo el interés de un editor llamado Renduel. «No te preocupes, que te la publico sin falta antes de que termine el año»; frase que pronunció en 1836 y repitió hasta 1841, cuando la editorial quebró, Renduel se mudó al campo y Bertrand guindó el piojo a causa de una tuberculosis pulmonar.

Venturosamente, durante esta segunda estancia, Aloysius —ah, sí; se cambió el nombre— había entablado una estrecha amistad con el escultor David d’Angers y Victor Pavie, un impresor que se codeaba con el cenáculo. Entre los dos, recuperaron el manuscrito, Sainte-Beuve escribió el prólogo, lo sacaron al mercado (1842) y Émile Deschamps anunció en La France littéraire (1843) que la obra del finado «pronto estaría en todas las manos literarias».

Bueno; éxito, lo que se dice éxito, no tuvo: apenas veinte ejemplares vendidos. De hecho, te podría decir los nombres de los compradores, pero me limitaré al de un chaval de veintiún años a quien la prosa poética de este libro causaría un tremendo, tremendísimo, tremendérrimo impacto: Charles Baudelaire.

Pequeños poemas en prosa, Baudelaire.
Fragmento de la dedicatoria a Arsène Houssaye.
Ya sabes a quién le debe Baudelaire su estilo de prosa poética.
Fuente: quien te escribe.

«¿Qué es el arte? El arte es la ciencia del poeta».

Gaspard de la Nuit, Aloysius Bertrand.

El autor de culto

La etiqueta de culto describe a un autor de brumoso renombre y discreto índice de ventas que cuenta con un reducido séquito de lectores fieles que lo veneran. En principio, Bertrand cumple estos requisitos. Salvo por un detalle: su público lo conformaban escritores.

Por lo tanto, haciendo una analogía ocultista, Gaspard de la Nuit equivaldría al documento que contenía el rito secreto para iniciarse en los misterios del 3.0. Y, si Baudelaire presidiría con temple soberano sobre esta logia, Mallarmé se convertiría en su profeta. Al fin y al cabo, el liróforo y el libro sagrado llegaron al mundo el mismo año: 1842.

¿Exagero too much? Discrepo; observa esta carta de Mallarmé a Victor Pavie (30 de diciembre, 1865): «Yo, como todos los poetas de nuestra joven generación, amigos míos, siento un profundo culto por la exquisita obra de Louis Bertrand, de quien ustedes tuvieron la rara gloria de ser amigo».1

Su fe contagiaría de gaspardismo al resto de parnasianos —Juan de Heredia, Leconte de Lisle, Catulle Méndes…—, simbolistas —Verlaine, Rimbaud…— y decadentistas. Especialmente, a Villiers de l’Isle-Adam, quien republicó varios textos del Gaspard en su Revue des lettres et des arts.


Autor de Cuentos crueles (1883) y La Eva futura (1886), inspiración de la película Metrópolis (Fritz Lang, 1927). En este libro, Villiers de L’Isle Adam acuñó el término androide para definir a una réplica humana artificial.
Como curiosidad, su elemento central es el electromagnetismo, que reemplaza al magnetismo animal de Mesmer. El argumento, en cierto modo, lo anticipó Balzac en Louis Lambert: «Crees en el poder de la electricidad que sale del imán, y niegas aquel que emana del alma» (Louis Lambert).

Por otro lado, Villiers se granjeó una mirífica reputación desde muy joven. Sobre todo, a raíz de encandilar y sorprender con su talento a Wagner en París. Concretamente, en casa de Baudelaire.

Notas

1Mallarmé trabajaba de profesor de inglés en Tournon, y escribió a Pavie para que le mandase una copia del Gaspard.

El efecto Bertrand

En 1869, el poeta franco-uruguayo Isidore Ducasse —que igual te suena más su seudónimo con título apócrifo: conde de Lautréamont— publicó Los cantos de Maldoror, donde lo bodeleriano y lo bertrandiano se fundían en una falsa autobiografía gótica, furiosa, marchita, caliginosa e innovadora… que solo leyó un publicista. Por motivos laborales. Y obvió la similitud entre el demonio Scarbo del Gaspard con Maldoror.

Gaspard de la Nuit: trois poèmes pour piano d’après Aloysius Bertrand — Ravel (1908)
Ideal para tu primera clase de piano. Esta pieza (Scarbo) está considerada como una de las más complicadas de ejecutar en este instrumento.

Los cantos, más o menos, señalan el inicio del decadentismo, la última fase del Romanticismo, cuya obra cumbre, esto… encuadernaría A contrapelo (1884). De hecho, lo que Huysmans relata aquí te convencerá para siempre de la trascendencia y prestigio que Bertrand gozaba dentro del movimiento:

«Esta antología comprendía una selección de fragmentos de Gaspard de la Nuit, obra de ese estrafalario Aloysius Bertrand que transfirió los procesos pictóricos de Leonardo de Vinci a la prosa y consiguió pintar, con sus óxidos metálicos, pequeños cuadros cuyo vivo colorido resaltaba como el de los esmaltes. […] En una palabra, el poema en prosa representaba para Des Esseintes el jugo y la médula de la literatura, el óleo esencial del arte» (A contrapelo, Huysmans).

Continuación

Renuente y arisco desde el primer momento, Théodore de Banville1 acabaría claudicando ante la nueva estética lírica: «Mi libro es, después de las fantasías de Gaspard de la Nuit, de Bertrand, y los poemas en prosa de Baudelaire, el único que contiene composiciones lo suficientemente breves como para leerse en dos minutos. Pero como las dos obras que acabo de citar están clasificadas entre las obras maestras y, por tanto, desdeñadas, creo que mi libro es el único destinado a ser leído» (La linterna mágica, 1883).

Tampoco escaparían al hechizo los escritores extranjeros. Stuart Merril incluyó partes de Gaspard en su Pastels in prose (1890), y George Moore reconoció que «durante meses, me alimenté de la literatura loca y morbosa que el entusiasmo de 1830 dio a luz. Los pequeños cuadros sombríos y estériles de Gaspard de la Nuit…» (Confesiones de un joven, 1888).

Por último, Bertrand mantendría su influencia en el Modernismo, ya que, en buena medida, fue el responsable de la aparición del surrealismo.2

Gaspard de la Nuit
Magritte (1965)
Fuente: smb.museum.

«Hugo es surrealista cuando no es estúpido. Desbordes-Valmore es surrealista en el amor. Bertrand es surrealista en el pasado».

Primer manifiesto del surrealismo, André Breton.

Notas

1Criticó su estética en Petit traité de poésie française (1872). En cuanto al poema en prosa, recuerda el verso blanco de los poetas ingleses.
2Los surrealistas también rescataron a Lautréamont del olvido. De todas formas, otro autor resultaría clave en el nacimiento de esta corriente artística…

El autor del culto

La vida de Fabre d’Olivet, el segundo escritor, se divide en tres etapas: juventud y negocios (que quiebran debido a la revolución de 1789), funcionario en el Ministerio de la Guerra (donde no pegará ni palo y se dedicará a temas literarios) y conversaciones con Julie Marcel, su exnovia.

Imagino que dirás, ¿qué tiene de importante la última? Bueno, pues que estaba muerta. Detalles al margen —como su faceta de doctor autodidacta que curaba a sordomudos con medicina musical—, d’Olivet era un tipo de lo más corriente y aburrido.

De la primera etapa destacaré su origen occitano, razón de que recopilase poemas de esta región, los editase (aparte de añadir alguno propio) y los publicase en un libro que reviviría el interés por esta lengua: Le Troubadour: poésies occitaniques du XIIIe siècle (1803-1804).

En la segunda, editó la obra de Gébelin1 con propósitos divulgativos. O sea, para el público no erudito. Y, así, descubrió el ocultismo, que, en síntesis, significa esto:

Simbología de La Sacerdotisa
Tarot de Rider-Waite
«La papisa: misteriosa figura de monja coronada. […] ¿La gran sacerdotisa de un culto secreto y sanguinario?»
El destino de los castillos cruzados, Italo Calvino.
La papisa es el nombre de La sacerdotisa en el tarot de Marsella, denominado así por Papus.
Existen más diseños y versiones sobre la simbología de esta carta. Algunas, relacionadas con los cátaros.
Fuente carta: by Pamela Coleman Smith, Public Domain.
Templo Tenerife: by Jose Mesa from island of Tenerife, Canary Islands, Spain – Flickr, CC BY-SA 2.0.
Templo Londres: by Ethan Doyle White at English Wikipedia, CC BY-SA 4.0.
Isis: de Anónimo (Egipto) – Museo Walters, Dominio público.
Proserpina: de Dante Gabriel Rossetti – Culture Tate Images, Dominio público.
Apocalipsis: by Szoldatits, Ferenc (1820-1916) – Dezső Laczkó Museum, Public Domain.
Notas

1Ver tabla III en «Los malditos franceses y su decadencia: parte final IV».

El autor de lo oculto

Gébelin se unió a la masonería1 en 1776 y, además de estudiar el tarot —que relacionó con los egipcios—, estudió las lenguas (musical incluida) y religiones antiguas mediante la perspectiva hermenéutica simbólica (oculta). Seducido por sus revelaciones, d’Olivet recogió el testigo investigativo.

Así, pasamos a la tercera fase, cuyo inicio fecharé en 1800. Julie, la novia de nuestro protagonista, le cantó aquello de «Y el anillo, ¿pa’ cuando?». Él respondió: «Nunca», y ella, «como la corza herida»,2 se marchó citando a —me pongo en pie— Pavić.

«Comerás y dormirás solo».

El último amor en Constantinopla, Milorad Pavić.

Dos años más tarde, Julie murió. Lo cual no le supuso ningún impedimento a la hora de recuperar la relación con su ex, a quien se le apareció varias veces en sueños y en estado de vigilia, ofreciéndole una prueba irrefutable —y suedenborguiana— de la inmortalidad del alma.

Al menos, esto es lo que interpretó d’Olivet, cuyo razonamiento inspiraría el espiritismo de Kardec; su primera contribución significante, y piedra angular de lo que, más adelante, se transformaría en algo gigante.

Notas

1Logia de las Nueve Hermanas (simbolismo: las nueve musas); la misma donde ingresaron Voltaire y Benjamin Franklin.
2El libro de Job, Francisco Villaespesa (1909).

El filólogo oculto

Si dentro del plano terrenal nos comunicamos a través de palabras, en el divino hablan música, según explica la teoría de la armonía de las esferas que desarrolló, supuestamente, Pitágoras.

Frecuencias musicales y centros de energía.
«Pitágoras manifestó que aquel número siete era, en gran manera, idóneo para la religión y la santidad» (El asno de oro, Apuleyo).
En su primer estudio cromático, Newton declaró que el arcoíris estaba formado de rojo, amarillo, verde, azul y violeta. Luego, reconoció que le costaba ver bien los colores —igual la aguja que se metió en el ojo tuvo algo que ver— y aumentó la cifra a siete, de modo que coincidiese con las notas musicales y la armonía de las esferas.
Fuente Vivekanda: by Unknown author, Public Domain.

No te sorprenderá, por tanto, que d’Olivet escogiera al filósofo griego y a la gramática filarmónica del cosmos para continuar el trabajo filológico de Gébelin:

  • Notions sur le sens de l’ouïe (1811): tratado sobre magnetismo musical y las propiedades curativas del sonido que evidenció con varios sordomudos. Precursor de la musicoterapia. Cabe decir que Napoleón, al enterarse de que ejercía sin licencia médica, ordenó su arresto. Solo que, nunca se llevó a cabo. Quizá porque la única fuente que lo asegura procede del mismo d’Olivet.
  • Traducción de Los versos dorados (1813): atribuidos a Pitágoras, a un discípulo suyo o a un filosofo pitagórico. Introduciría el neopitagorismo en Francia.

El filólogo restaurador

Durante el período de Los versos, d’Olivet analizó el Sefer Hamitzvot, la obra de Platón y Pitágoras, el Bhagavad-Gita, el (Zend)Avesta y el Bundahesh, los Hermenéutica, los Edda y los misterios griegos1 mientras aprendía hebreo. Se ve que le sobró tiempo, porque también escribió La lengua hebraica restaurada (1815), donde rastreó las raíces de este idioma a fin de localizar su forma originaria.2

Intuyo que la haskalá —Ilustración judía— motivó su elección lingüística en detrimento del sánscrito y del chino, sus otras alternativas. En cualquier caso, el resultado deparó un ensayo superno, superbo y superchero, cuya conclusión revela que Moisés transmitió a los esenios…

«…los tesoros acumulados por la sabiduría de los egipcios».

La lengua hebraica restaurada, Fabre d’Olivet.

Esto es, los ritos de sus sacerdotes y la cosmogonía de la era faraónica. Así pues, la lengua egipcia se encontraría encriptada (simbología fonética) en el hebreo de la Torá. Infaustamente, la lengua judía se había corrompido con vulgarismos, el arameo, el caldeo y los helenismos —por no mencionar el largo cautiverio de Babilonia—, de modo que su significado verdadero se había perdido entre las arenas del desierto.

Notas

1Lo que le convierte en pionero de la disciplina académica de Religiones Comparadas. Sefer Hamitzvot: todos los mandamientos de la Torá. Bhagavad-Gita: krishnaísmo. (Zend)Avesta y Bundahesh: mazdeísmo. Hermenéutica: de Hermes Trimegisto (sincretización de Hermes con el dios egipcio Toth). Edda: mitología escandinava.
2Algo que hizo Joseph Ibn Kaspi (XIII-XIV), exégeta, gramático, filósofo judío averroísta y residente en Occitania. Solo diré que el estudio lingüístico de d’Olivet refleja bastantes similitudes con su obra.

Deus ex kabbalah

Semejante degeneración implicaba que los textos bíblicos (en concreto, el Génesis) contenían un mensaje desvirtuado. Corrección: muy desvirtuado, ya que su traducción francesa provenía de la latina, que a su vez provenía de la griega, que a su vez provenía de un hebreo bastardeado.

Claro, ¿cómo diantres resuelves este problema? Pues, «penetrando en los santuarios de los esenios; desconfiando de la doctrina exterior de los judíos; en fin, abriendo el arca santa, que, desde hace más de tres mil años, cerrada para todos los profanos…».1

Estupendo; hay una llave, y los esenios son sus guardianes, además de los poseedores del conocimiento de una tradición oral.

«Esta tradición, llamada Cábala, era patrimonio, sobre todo, de los esenios, que la transmitían secretamente a los iniciados…».

De pronto, d’Olivet realiza un comentario interesante: «No buscamos […] hablar el hebreo, pero sí comprenderlo. Que tal o cual palabra se pronuncia de tal o cual manera en las sinagogas ¿qué nos importa? Lo esencial es saber lo que significa […] y cuál fue el sentido profundo que Moisés le había imbuido».

Tales o cuales palabras, libres de sonido fonético, eliminan las corrupciones posteriores al quedar reducidas a una grafía. O sea, un símbolo; escondrijo perfecto donde ocultar el verdadero significado de un misterio reservado a los escogidos del pueblo elegido.

Por tanto, si la ley mosaica se escribió en el monte Sinaí durante el éxodo, según confirman los libros sagrados judíos y cristianos, la lógica invitaba a mirar…

«…en el espíritu interno del idioma egipcio que aquél [Moisés] empleó bajo sus dos relaciones: literal y jeroglífica».

Notas

1Todas las citas provienen de La lengua hebraica restaurada, Fabre d’Olivet.

El génesis de una nueva religión

Resumiendo, d’Olivet combinó una teoría gramatical sólida con una tradición hagadá y un enfoque sod 1 para demostrar el origen egipcio del hebreo a fin de extraer del Génesis sus misterios.

Ríete, pero lo consiguió.2 Es más, probó que los gnósticos no iban desencaminados cuando interpretaron el primer libro de la Biblia como un mito. O sea, el texto bien traducido indica que la creación describe un estado en el que lo inconsciente se manifiesta en lo consciente; una proyección enteléquica de las fuerzas animistas; una manifestación intrapsíquica…

Vale, vale; lenguaje llano. Dios… Perdón, los dioses —Jehová representa a una cooperativa divina— no crearon un mundo. Lo imaginaron. De este manera, sus pensamientos esculpieron ideas con forma de energía espiritual. Y esto es lo que observaban los místicos durante sus contemplaciones razonadas.

A partir de aquí, d’Olivet profundizará en este mensaje a través de una extensa obra metafísica basada en tres conceptos (providencia, voluntad y destino) y su impacto en los asuntos humanos.3 Finalmente, poco antes de entregar el carné, fundó un credo sincrético, llamado teodoxia universal. No tuvo éxito.

Pese a todo, su nombre se convertiría en el principal referente de la nueva generación de ocultistas franceses, y su trabajo cobraría un valor trascendental en la aparición de la religión más influyente a finales de siglo: la teosofía.

«Teosóficamente, podría explicárselo a ustedes si estuviesen iniciados en la noble Doctrina del Karma».

Luces de bohemia, Valle-Inclán.
Notas

1En el judaísmo, existen dos tradiciones: la, digamos, oficial (halajá) y la no oficial (hagadá). Paralelamente, la interpretación de los textos puede ser literal (peshat), alegórica (remez), homilética (derash) o esotérica (sod).
2Bueno, no. La piedra de Rosetta echó por tierra su interpretación jeroglífica del hebreo.
3Similar al karma.

Un inciso

A riesgo de hacerme pesado, no quisiera pasar al siguiente apartado sin desanublar ciertos aspectos concernientes a la espiritualidad del XIX.

Veamos; las sociedades secretas —especialmente, la masonería— sirvieron de punto de encuentro entre personas con intereses comunes, ya fuesen comerciales, profesionales, ideológicos, religiosos o morales. Ojo, no solo reunía a los burgueses, puesto que el otro grupo mayoritario dentro de la institución procedía del ejército.

Asimismo, comprendieron que, a nuevos tiempos, nuevas creencias. Por tanto, ofrecieron una alternativa a la Iglesia. En lo que atañe a la masonería, mediante la iniciación al culto de Isis; una doctrina que convivió con el cristianismo durante la decadencia romana antes de que la segunda pasase de secta a religión oficial del imperio.

«No llueve, la culpa es de los cristianos».

Refrán romano, La ciudad de Dios, san Agustín.
Mash-up oriental

El caso es que cristianos, isíacos y zoroástricos1 mostraban plúrimos elementos en común. Aunque, el más llamativo, sin duda, consistía en la continuidad existencial tras la muerte. Lo cual suponía una descomunal (y atrayente) diferencia respecto a la parada final en el Hades grecorromano.

Prepárate, que comienza el poti-poti. El culto de Isis, egipcio en su origen, lo adoptaron los griegos2 y lo sincretizaron con sus misterios, heredando elementos de otros ritos orientales —como el zoroastrismo— por el trayecto. Igual que el cristianismo.3 Así que, no te extrañes que ambas doctrinas sincretizasen conceptos entre ellas también.

Empero, si esto no ocurrió en su fase de secta, sucedió cuando nombraron religión imperial al cristianismo, dado que resultaba menos complejo sincretizar un credo harto similar para disponer de un aliado en lugar de un rival. Ejemplo: el paganismo celta. O la foto que muestro a continuación.

Notas

1La tercera secta religiosa, apenas presente en Roma, pero muy extendida en el ejército.
2Acuñaron el nombre Isidoro (‘regalo de Isis’) y su variante Isidro.
3Los monjes shigon (Japón) pensaron que el cristianismo se trataba de una rama budista desconocida, y los jesuitas creyeron que el budismo consistía en una forma alterada del cristianismo.

La diosa mágica

De todas formas, el culto de Isis tenía los días contados, y así lo decretó en 536 Justiniano, que les chapó el templo por paganos. Pero, claro, la maga más poderosa del panteón egipcio y su fuerza divina dadora de vida lo reabrieron en cuanto el mundo se volvió ilustrado.

En realidad, la masonería se decantó por la diosa debido a la sincretización con Thot de su fundador:1 Hermes Trismegisto, aquel cuyo currículum no tiene desperdicio.2

Asume que nunca existió y que la elección del rito isíaco, en mi opinión, respondió a motivos como:

  • El influjo orientalista de la época. Esto explica que añadieran fragmentos de otras religiones para diseñar una escatología universal, y que ninguna procediese del sur del Sahara, Oceanía o América.
  • El secretismo místico de la ciencia arcana (alquimia) y la filosofía esotérica.
  • Su parecido con el cristianismo, que facilitaba la asimilación conceptual a los iniciados.

Obviamente, tú, quien me lees, te habrás percatado de un detalle extraordinario. Si el culto de Isis desapareció en el siglo VI, ¿de dónde sacaron las instrucciones? Bien; encontrarás la solución al dilema y la paz de tu cabeza en el pie de este vídeo.

La flauta mágica (1791)
Música: Mozart. Libreto: Schikaneder
Ambos autores pertenecían a la logia vienesa Zur wahren Eintracht (‘Hacia la armonía verdadera’).
Los actos de la ópera reproducen los ritos de iniciación a los misterios de Isis y Osiris.
La Reina de la Noche simboliza la oscuridad de la ignorancia de la que nos salva la luz ilustrada.
Schikaneder se inspiró en Séthos (1731), del abad Jean Terrasson.
Notas

1Leyenda del gremio, texto mitológico sobre el origen y expansión de la masonería.
2Descubridor de la geometría (¿722 a. C.?); creador de los jeroglíficos (XXXII a. C.); el profeta Enoc —Idris, en árabe—, antes del Diluvio; un filósofo egipcio que le enseñó sus conocimientos a Pitágoras (V a. C.) y a Platón (IV a. C.); autor del Corpus Hermeticum (III), La tabla esmeralda (VII) y el Kybalion (1908), además del inventor de todo lo que conoces y ves.

La adaptación histórica

Pensarás que Séthos se trata de un manuscrito misterioso, oscuro y conocido tan solo por unos privilegiados estrafalarios. Error; superventas del año. Es más, gozó de tal popularidad que la masonería adoptó la simbología y ritualismo egipcios tras su publicación.1

De manera resumida, la obra de Terrasson pertenece al estilo feneloniano2 de novela filosófico-histórica donde se relata un período de transición político-social del pasado mediante la ideología ilustrada.3

Vamos, novelas con propósito educativo reformador. Y, en Séthos, la iniciación equivale a un entrenamiento hacia la virtud; un código moral superior al enciclopédico académico que adoptaría la masonería (sociabilidad, amor fraternal, tolerancia…) y desembocaría en el lema revolucionario durante la revolución de 1789.

Pero, volviendo a la pregunta del apartado anterior, ¿de dónde sacó el autor las instrucciones?

«Lo que yo mismo conozco solo llegó a mi saber a través de unos documentos poco comunes y muy difíciles de descifrar».

Séthos, Jean Terrasson.
Notas

1También cambió el diseño de los jardines.
2Fénelon, Las aventuras de Telémaco (1699). Otras novelas similares: Los viajes de Ciro (1727), del masón Andrew Ramsay (1727), y Psamético (1759-1760), de Johann Justi.
3Ver la teoría literaria de Manzoni en «Los malditos franceses y su decadencia: cuarta parte».

Las fuentes ocultas

Posiblemente, el abad se refería a un conjunto de textos muy repartidos e incompletos que los egipcios adjudicaron al dios del conocimiento, a falta de autoría reconocida. De ahí, el nombre de la recopilación: El libro de Thot.1 En caso de que ya te hayas olvidado, esta deidad se sincretizó con Hermes, dando como resultado a Hermes Trismegisto.

«Hermes desconocido que me asistes y que siempre me intimidas, tú me haces, al igual que Midas, el más triste de los alquimistas».

«Alquimia del dolor», Las flores del mal, Baudelaire.

Aun así, no descartes que Terrasson se documentase con «Sobre Isis y Osiris» del libro V del Moralia (c. 100, Plutarco). O que dispusiera de una copia del De mysteriis Aegyptiorum (siglo III-IV, Jámblico de Calcis).

Empero, igual se complicó menos la vida, y yo peco de rebuscado. Al fin y al cabo, los pasos de la iniciación al culto de Isis venían bien detallados en el capítulo XI de una obra que, sorpresa, sorpresa, ya conoces…

Notas

1Supuesto origen del tarot: Cours thèorique et pratique du Livre du Thot (Etteilla, 1790) y El libro de Toth (Aleister Crowley, 1944).

El culto del burro

Aquí llega el plot twist: El asno de oro (Apuleyo, siglo II) relata la historia de un hombre al que una bruja —¿Reina de la Noche = ignorancia?—, por error, ha transformado en asno —¿tal vez el origen de la metáfora?—, y la única manera de que recupere su forma humana consiste en que coma una rosa fresca.

Pasada una suerte de desternillantes peripecias, Isis se le aparece en sueños y visiones —mira; como Julie Marcel, la novia de d’Olivet— para revelarle que el hechizo se romperá —simbolismo de la resurrección— cuando ingiera la corona de rosas —¿sabiduría?— que uno de sus sacerdotes le entregará al término de la iniciación en su culto.

Simbología de la rosa en el ocultismo
«La idea de El nombre de la rosa se me ocurrió casi por casualidad, y me gustó porque la rosa es una figura simbólica tan densa que, por tener tantos significados, ya casi los ha perdido todos» (Apostillas a El nombre de la rosa, Umberto Eco).
Fuente imágenes: al final del artículo.

La langosta romántica

Si Goethe leyese una novela tuya, y le gustara, la noticia congratularía tus oídos. Empero, imagínate que fuera una obra suya traducida por ti, y te escribiera para decirte:

«Nunca me entendí mejor que leyéndote».

Carta de Goethe a Nerval, Portraits et souvenirs littéraires, Gautier.

Bueno, esto le sucedió a Gérard Labruine cuando metamorfoseó el alemán de Fausto en francés con veinte años.1 Mérito suficiente, pues, para entrar en el cenáculo de Hugo e introducir en la élite del 2.0. a Gautier, a quien conocía desde el colegio. Luego, tras la batalla de Hernani, los dos amigos montarían un cenáculo paralelo, semilla del 3.0.

Ciertamente, la década de los 30 prometía fertilidad artística al Romanticismo. Vientos de renovación y fraternidad soplaban en la capital, donde los autores jóvenes preparaban la nueva corriente cultural en torno a la experimentación literaria y el larpurlar; una generación que respiraba la belleza del plano divino mientras exhalaba odio hacia la burguesía del terrenal. Así, en 1834, Labruine se transformó en de Nerval.

Gérard de Nerval
Foto tomada poco antes de su muerte.
Fuente: par Nadar, Domaine public.

«El sueño es otra forma de vida».

Aurelia, Gérard de Nerval.
Breton construyó casi todo el surrealismo en torno a esta obra.
«Con más razón todavía, hubiéramos podido adoptar el vocablo supernaturalismo, empleado por Gérard de Nerval en la dedicatoria de las Hijas del fuego. Nerval poseía, a lo que nos parece, en el más alto grado, ese espíritu que nosotros reivindicamos».
Primer manifiesto del surrealismo, André Bretón.

Empero, el materialismo utilitario despertó al 3.0. del ensueño. Incluso Gautier claudicó, rindiendo su pluma a la prensa —«Ahí terminó mi vida feliz, independiente e impulsiva» y advirtió a la siguiente hornada de los malos aires que les aguardaban «Tú crees en la misión del escritor, en el sacerdocio del poeta, en la divinidad del arte: ay, Flaubert, eres un ingenuo»2.

Notas

1Dieciocho, según Gómez de la Serna en el prólogo de la traducción española de Las hijas del fuego (Nerval).
2Las dos citas de este párrafo proceden de Portraits et souvenirs littéraires.

La langosta chalada

Por desgracia, Nerval semejaba un avión de Ryan Air: tocaba tierra y despegaba otra vez. El pequeño cenáculo se le quedó enano, y apenas representó una breve escala para esa mente de altos vuelos, capaz de ascender hasta planos estratosféricos, vetados al resto.

Ninguno de los románticos se percató de que su apodo —fol délicieux, ‘loco encantador’1—, constituía su diagnóstico médico.

Procede indicar que, en aquella época, resultaba complicado diferenciar a un cuerdo de un candidato al frenopático. No en balde, dandis y bohemios competían por el oro en la categoría de excéntrico. Así que, ni Gautier ni Houssaye2 —sus compañeros de piso (1834-1836)— arqueaban una ceja cuando le veían dormir con una soga enrollada al cuello o leyendo cada noche con un candelabro atado a la cabeza.

Peor aún, Nerval hablaba y escribía coherentemente sobre su vesania. Es más, le darás la razón tras leer el razonamiento con el que justificó a Gautier su elección como mascota de una langosta —a la que sacaba a pasear—.

Homer Simpson, imitando a Nerval.
Fuente: torpedotheark.blogspot.com.

«Me gustan las langostas; son tranquilas, serias, conocen los secretos del mar, no ladran y no perturban la intimidad monádica de la gente, como los perros. Y a Goethe no le caían simpáticos los perros, y no estaba loco».

Portraits et souvenirs littéraires, Gautier.

Notas

1«¿Que yo carezco de religión? ¡Anda ya! Tengo diecisiete, por lo menos». Respuesta de Nerval a alguien que le acusaba de ateo en casa de Hugo.
2Autor de Los destinos del alma (1879). Le regaló una copia al doctor Ludovic Bouland, quien recurrió a la bibliopegia antropodérmica para encuadernarla. Esto es, forró el libro con piel humana.

La langosta enamorada

Al margen del candelabro y de la langosta, una cadena de acontecimientos potenció el solapamiento dimensional que sufría Nerval.

El más relevante lo causó esa palabra de cuatro letras, avezada en llenarnos el cerebro de inquietud e ilusión, y el estómago de mariposas que mutarán en polillas antropófagas si no es correspondido: el amor. O sea, lo que le pasó a nuestro protagonista (1837), enamoradizo obsesivo, con la actriz Jenny Colon.

Ese rechazo, sumado a la quiebra de Le monde dramatique1 (1836), las secuelas tras leer su «necrológica prematura»2 (1841) y la muerte de su amada (1842), le empujaron a realizar un Viaje a Oriente (1851).

Del Levante regresó —al menos, eso dicen— portando la raison d’être del Club del Hachís. E imagino que la persona encargada de que nadie se defenestrase no le quitaba el ojo de encima, ya que Nerval, aparte de loco, sentía atracción hacia la muerte y se vestía a lo Werther.

Un romántico clásico, vamos. Tanto, que cambió «el sueño de la vida por el sueño de la eternidad» (Gautier). En 1855, se ahorcó «en la calle más oscura que pudo encontrar» (Baudelaire). Según relataron los testigos que hallaron su cuerpo, tenía Aurelia3 dentro de un bolsillo y un cuervo posado en el hombro.

La Rue de la Vieille Lanterne (1855)
Litografía de Gustave Doré con el suicido de Nerval
Parte inf. dcha., extracto de Les Cydalises (Nerval)
«Eternidad profunda / sonreía en tus ojos… / Antorchas apagadas del mundo, / iluminad de nuevo el cielo».
Fuente: Gustave Doré, Public domain, via Wikimedia Commons.

«El corazón de Gérard tenía esa grieta invisible por la que fluyen el alma y la razón de un hombre».

Portraits et souvenirs littéraires, Gautier.

«¿Hay un criterio seguro para distinguir entre sueño y realidad, entre fantasmas y objetos reales?».

El mundo como voluntad y representación, Schopenhauer.

«Gérard de Nerval se ahorcó en la calle Lanterne porque vio su locura cara a cara».

Dr. Blanche, al arzobispo de París.

No bien las antorchas del dios Sol iluminaron un nuevo día, el Club del Hachís se disolvió. Empero, hay algo que no te he contado sobre Nerval…

Notas

1Revista que había fundado el año anterior y donde había invertido todo su dinero. En consecuencia, se arruinó.
2Nerval padeció una fortísima crisis extática. Jules Janin confundió su ingreso en el manicomio del doctor Blanche con la noticia de su muerte, y escribió un obituario caricaturesco en el que le tildaba de excéntrico inestable sin ambición, carente del desarrollo subjetivo propio de un hombre y que, por consiguiente, escribía poesía infantil. En resumen, le faltó incluir la cita de La nueva Eloísa (Rousseau) con la que Schopenhauer inicia El mundo como voluntad y representación: «¡Sal de la infancia, amigo, despierta!».
3Aurelia (1855), los Viajes y Las hijas del fuego (1854) —que incluye Sylvie, la novela que encandiló a Proust y a Eco— se consideran sus mejores obras. Además, escribió teatro con Dumas —Piquillo (1837), Caligula (1837), El alquimista (1839), Léo Burckart (1839)—, un proyecto frustrado de ópera —La reina de Saba— que, en principio, musicalizaría Meyerbeer, pero acabaría dentro de Viajes, y varios libros más.

La langosta rota

Supongo que tú, quién me lees, habrás sonreído al escuchar el motivo por el que Nerval recorría París acompañado de un crustáceo. Pese a todo, y aun extraño, lo has comprendido, ya que razón no falta ni la lógica escasea en las palabras del encantador loco estrafalario.

Bueno, lamento informarte de que no lo has entendido verdaderamente. Observa esta imagen:

La langosTA ROTa
«El “Viento de fuego Circular” es el polvo cósmico incandescente, que sigue tan sólo magnéticamente, como las limaduras de hierro al imán, el pensamiento director de las “Fuerzas Creadoras”. Sin embargo, este polvo cósmico es algo más; pues cada átomo en el Universo posee en sí la potencialidad de la propia conciencia, y es, como las Mónadas de Leibnitz, un Universo en sí mismo y por sí mismo. Es un átomo y un ángel».1
La doctrina secreta, madame Blavatski.
Fuente tarot: by Pamela Coleman, Public Domain.
Fuente aparición Isis: rosicrucian.org.

Ahora, súmale esta:

La cabalangostastrológica.

Enhorabuena; acabas de contemplar el mundo a través de los ojos de Nerval. Aunque, en realidad, solo has echado un rápido intuito a la superposición dimensional que le provocaba interferencias en el cerebro.

Mentir, no miento; lo que digo, siempre demuestro.

Notas

1«Sattva, nombre dado por los ocultistas de la escuela Âryâsanga a la Mónada dual que, en el plano terrenal, corresponde al Atma-Buddhi y, en el celestial, al Parabrahman-Mulaprakati. Verdaderamente es así, puesto que estos son las Siete Luces cuyas reflexiones constituyen las inmortales Mónadas humanas, el Âtmâ, o el Espíritu irradiador de cada criatura de la familia humana. Primero esta Luz Septenaria; después el “Mundo Divino” –las innumerables luces encendidas en la Luz primitiva–, los Buddhis o Almas Divinas sin forma, del último Mundo Arûpa (informe); la “Suma Total”, según el lenguaje misterioso de la antigua Estancia» (La doctrina secreta, madame Blavatski).

La langosta ocultista

Nerval nació en París (1808), pero se crio en la campiña de Valois, cerca de Mortefontaine —a cinco quilómetros de Ermenonville1—, por mor de la guerra.

A ver, matizo; su padre, Étienne Labruine, médico de profesión, se había alistado en la Gran Armée, y su mujer, Marguerite Laurens, fue con él a la campaña de Alemania. Lo malo es que, tras un cruzar un puente saturado de cadáveres, ella enfermó y murió. En consecuencia, su tío abuelo materno, Antoine Boucher, adoptó a Gerard, ya que su padre, fiel al emperador, se unió a las tropas que partieron a Rusia, donde Francia perdería al 80 % de soldados, y Éttiene las cartas y retratos de Marguerite durante la retirada.

Esto supuso un trauma para el pequeño, a quien la Parca le había arrebatado a la madre y el invierno sus recuerdos. Solo le quedaban fragmentos, mónadas, destellos de una mujer que, en poco tiempo, se solaparía en alma.

Tampoco ayudó el tío abuelo con sus enseñanzas. Al margen de que le hablase del dios Sol o de mitología pagana,2 disponía de una biblioteca generosa en estudios cabalísticos, leyendas, historias paranormales, lenguas y religiones antiguas, literatura clásica, autores griegos y latinos, hagiografía cristiana, historias medievales, ocultismo renacentista, astrología, ciencias, viajes…

Resumiendo; Nerval3 pasó su infancia rodeado de misticismo, supersticiones y de autores como estos:

Breve muestra del quién es quién en el ocultismo
«El mundo de los espíritus se abre para nosotros…» (Aurelia, Nerval)
Notas

1El marqués de Girandin —abuelo de Emile de Girandin, el marido de Delphine Gay— reconstruyó este lugar inspirándose en la contemplación romántica de la naturaleza y en La nueva Eloísa, de su maestro Rousseau, a quien invitó y acogió durante la última etapa de su vida, ya que el ginebrino entregó el alma en este paraje idílico (1778).
2La región estaba repleta de yacimientos celtas y romanos. Bastaba que te agachases a oler una flor y, voilà, aparecía un objeto del pasado y el tío abuelo con la explicación correspondiente.
3Los terrenos donde vivió Gérard se llamaban Nerval.

La langosta espiritual

Posteriormente, Nerval cursaría en París estudios de medicina —que abandonó por la literatura—, si bien regresaba a la campiña en cuanto surgía la ocasión. ¿La llamada romántica de la naturaleza? Más o menos…

«En mi oscura vida, un tiempo, brilló una dulce visión».1

Verás; un día se topó con una joven caminando por el bosque. Eros le dio de lleno en el corazón, y él un nombre a quien se lo robó: Adrienne.

«Quien ama por vez primera, aun sin dicha, es rey del cielo».

Al parecer, volvió a encontrarse con ella entre los árboles. Varias veces. Pese a saber que la chica había ingresado en un convento. Y que había muerto allí.

«No es la voz de la brisa gemidora; es de la ondina el canto singular».

Vale; se trataba de un espíritu. Esto le animó a razonar un proceso metempsicótico, basado en la ley de conservación de energía (Leibniz, Newton, du Châtelet) dentro del mundo espiritual, que depararía el diseño de su genealogía —concluye que desciende de Napoleón— y la convicción de que Adrianne había transmigrado en Jenny Colon, a su vez la reencarnación de la reina de Saba.

«¡Quién hubiera pensado que, de nuevo, a amar en este mundo llegaría! Quien ama por segunda vez, sin esperanza, es un necio. Yo, ese necio soy, que amando sin retorno, de nuevo estoy».

Pero, claro; Jenny se unió a la lista de mujeres amadas por Nerval que morían prematuramente. Y, a fin de consolarse, zarpó rumbo a Levante.

Notas

1Todas las citas provienen de «El regreso», Libro de las canciones (1827), de Heinrich Heine. Este autor, como Nerval, pasó su adolescencia leyendo obras de ocultismo y había sufrido un mal de amores similar con una chica llamada Amalie (Eveline, en Canciones). «Soy un jugador de ajedrez loco. En el primer movimiento, pierdo la reina y, aun así, continúo jugando, y juego para ganar una reina» (Carta de Heines a Christian Sethe). Huelga decir quién tradujo su obra al francés (1848) y mantuvo una estrecha amistad con él.

La langosta viajera

Durante un año, acompañado y financiado por el egiptólogo Joseph Fonfride, el poeta visitó Egipto, Líbano y Constantinopla; un recorrido que transcribió en una obra igual de sublime que de indescriptible.

Digo esto, porque es un libro de viajes y una novela; de contenido realista e inventado; con perspectiva crítica1 y enfoque ficticio; que redactó Gérard Labruine, quien no vio lo que pensaba que vería y vio lo que había, pero que relató Gérard de Nerval, quien vio lo que había como lo quería ver. Por tanto, y al mismo tiempo, desmitificó y mitificó la expectativa exótica de la experiencia espiritual.

Aun así, el resultado posee infinitamente mayor objetividad y verisimilitud que las publicaciones orientales previas —Chateaubriand y Lamartine—, ya que Nerval se llevó tal chasco que huyó del monumentalismo idealizado y se refugió en el costumbrismo urbano.

«Abandonó El Cairo al cabo de ocho días, y se precipitó a las cataratas del Nilo en busca de otras decepciones que la ciencia le tenía reservadas, y de las que nunca quedaría satisfecho».

Viaje a Oriente, Nerval.

Empero, también tomó conciencia del significado de la identidad2 —recuerda el obituario que le dedicó Janin—; tema que adquiriría una relevancia descomunal en su obra.

La Torre
¿Se inspiraría Nerval en esta carta del Tarot?
Fuente: par Johann Georg Rauch, DP.

«Yo soy el tenebroso, —el viudo—, el inconsolable, el Príncipe Aquitano en la torre abolida».

«El desdichado», Las quimeras, Nerval

«Le Prince d’Aquitaine à la tour abolie».

La tierra baldía, T. S. Eliot.

Por desdicha, el ancla de su mente nunca hizo presa del todo en el plano terrenal, y el autor garró durante la década de los 40 hasta que, bueno, ya conoces el final.

Final y principio, pues este destino trágico, su lirismo poético y, especialmente, la exploración que Nerval realizó de la identidad servirían de modelo para Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Villiers de l’Isle Adam o Jules Laforgue, la nueva generación de simbolistas que evolucionaría a decadente.

Notas

1Analiza la situación política, religiosa y social junto con los efectos del colonialismo en la zona.
2Brevemente, una persona existe si forma parte de una comunidad, bien religiosa (coptos, drusos), mística (masonería, sansimonistas), etc. Por consiguiente, una persona renuncia a su esencia individual —se deshumaniza— para adquirir las normas sociales que regirán su comportamiento.

No te pierdas la entrega final de «Los malditos franceses y su decadencia»

Haz caso al titular, porque el penúltimo artículo sobre «Los malditos franceses y su decadencia» celebrará el fin de siglo en un plano terrenal plagado de sobrenaturalidad y positivismo.

A modo de anticipo, conocerás el momento álgido del ocultismo y de cómo las ciencias arcanas influyeron en la literatura romántica.

Entretanto, piensa en el poder de la rosa regenerativa mientras pintas el corazón de rojo y compartes los misterios iniciáticos que te han revelado «Los malditos franceses y su decadencia: parte final V». De lo contrario, sentirás la fuerza magnética de mi ira.

Imágenes de la simbología de la rosa

Isis y Lucio: Jean de Bosschère, Public domain, via Wikimedia Commons,
Ceremonia: By Caetano Alberto da Silva, Rosa de oro: By Minucchio da Siena,
Rosetón: By Zachi Evenor based on File:North rose window of Notre-Dame de Paris, Aug 2010.jpg by Julie Anne Workman – Flickr: https://www.flickr.com/photos/zachievenor/34705711854,based on File:North rose window of Notre-Dame de Paris, Aug 2010.jpg, CC BY-SA 2.0.,
San Jorge: By Albrecht Dürer – This file was donated to Wikimedia Commons as part of a project by the National Gallery of Art. Please see the Gallery’s Open Access Policy., CC0.,
Harpócrates: By Patrick Clenet – Patrick Clenet, CC BY-SA 3.0.,
Eros Harpocrático: By Marie-Lan Nguyen – Own work, Public Domain,
Castillo: sarospatak.hu,
Tudor: Commons.wikipedia.org,
Luterana: By I, Daniel Csörföly (from Budapest, Hungary), CC BY-SA 3.0.,
Cósmica: artihistoryproject.com.,
Rosacruz: By RootOfAllLight – Own work, CC BY-SA 4.0.,
Orden Cabalística: By Jean-Louis de BIASI, Attribution,
Aurora: By Fuzzypeg – Created by Fuzzypeg using Inkscape, Public Domain,
Thelema: en.wikipedia.org,
Ángel: By Anonymous Russian icon painter,
Faravahar: De Shaahin – Trabajo propio, Dominio público ,
Isis: By EternalSpace1977 – Own work, CC BY-SA 4.0,
Sello: By Alois Kolb for the Reichspost of the German Empire – edited by NobbiP, Public Domain.

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