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Como despediré esta entrega a lo grande, la introducción de «Los malditos franceses y su decadencia: fin» será breve.

Qué encontrarás aquí: literatura científica, asilvestrada, pesimista, sucia y decadente.

Qué harás al terminar: en caso de que no te entre angustia existencial (la opción más probable), pintarás de rojo el corazón que palpita solitario bajo la sombra del titular y compartirás este artículo en tus redes sociales.

Los malditos franceses y su decadencia: fin

1848. Un joven de Nantes llega a París con el fin de convertirse en abogado. Al menos, eso le ha prometido a su padre,1 ya que su verdadero objetivo consiste en dedicarse al teatro.

Entra en escena su tío, que se entera de que el niño no ha venido para lo que ha venido. ¿Y qué crees que hizo? Muy bien: ayudar a su sobrino.

En suma, le puso en contacto con Dumas. Imagínate cómo resplandeció su cara… ¡Iba a conocer al dramaturgo más exitoso de Francia!

La reunión no duró mucho, pero el romántico vio un talento en bruto. Y le dijo: «A partir de ahora, tú serás mi hijo; no el otro, el ilegítimo».

Alexandre Dumas, fils (‘hijo’).
Autor de La dama de las camelias (1848).
Fuente: by Unknown author, Public Domain.
Alexandre Dumas, père (‘padre’).
Fuente: par Gustave Le Gray, Domaine public.

«Ciertamente, comparten bastantes rasgos».

MuArte, Jose Flores.

Semejante padre, además de padrino, pule el estro del chaval nantesino, quien pronto ofrecerá su primer estreno al público parisino.

Durante una década, trabaja con tesón el arte del telón en todos sus géneros, formato y estilo. Solo que, el éxito se muestra esquivo.

Entonces, como el proverbial dios de la máquina,2 aparece Hetzel3 en este drama para realizarle una propuesta: «¿Por qué no pruebas con la novela?».

Sin nada que perder, acepta inmediatamente. Y, de esta suerte, el mundo descubrió a Julio Verne.

Notas

1Y cumplió su palabra; se graduó en 1850; mismo año en el que presentó su primera obra de teatro.
2Deus ex maquina.
3Pierre-Jules Hetzel: responsable de la publicación de La comedia humana (Balzac), el trabajo final de Hugo y todo o casi todo el de George Sand, Turgenev, Daudet, Dumas, Gautier, Charles Dickens… Contrató a Doré (y a otros artistas) para las ilustraciones. Tras su muerte (1886), su hijo continuó con el negocio hasta 1914, año en el que lo vendió a otra editorial: Hachette.

Preámbulo de una decadencia anunciada

Dentro de los Viajes extraordinarios de Verne,1 atisbarás la influencia romántica en su narrativa de aventuras a lo Dumas, el aroma de la literatura de viajes, el exotismo oriental y ciertas pinceladas góticas ocasionales.

Estatua del capitán Nemo
Redondela (Pontevedra)
Moncho Lastra y Sergio Portela (2004)
Los buzos solo son visibles
cuando baja la marea.
Fuente: de Luis Alves de Redondela, Galicia – Flickr, CC BY 2.0.

«Pues, bien, señor Aronnax; estamos en la bahía de Vigo, y solo de usted depende que pueda conocer sus secretos».

20.000 leguas de viaje submarino, Jules Verne.

Empero, su obra presenta diferencias notables que le alejarán de la onda del movimiento para acercarlo a la mentalidad predominante en el Segundo Imperio.

«Belleza positiva, sin imaginación, sin espíritu y sin corazón».

No juegues con el dolor, Delphine Gay.

Querida amiga, no seré yo quien te contradiga. Es más; añadiré una característica a tu lista: el tratamiento del Romanticismo con visión peyorativa. O sea, que lo critica.

«Permítanme decirles que esto es aún más vulgar».

Monsieur le Marquis de Pontanges, Delphine Gay.

Nuevamente, rezuman verdad tus palabras. Solo que —y no te enfades—, tú también te corrompiste al enterrar la poesía y entregarnos el folletín. ¡Ay! Mira que te insistí en que te casaras con Vigny en lugar de Girardin…

«Me sonrojo, señores, por mi imprudencia».

Escuela de periodistas, Delphine Gay.
Notas

1Saga de cincuenta y cuatro novelas que inaugura Cinco semanas en globo (1863) y cierra La invasión del mar (1905), a las que seguirían ocho obras póstumas que completó (y modificó a lo grande) su hijo Michel. Previamente, había escrito relatos y novelas cortas: Un drama en México (1851); Un drama en el aire (1851), donde anticipa Cinco semanas en globo; Martín Paz (1851); El señor Zacarías o el relojero que perdió su alma (1855), al estilo de Hoffman, y Un invierno entre los hielos (1855).

De la Luna espiritual a la Tierra material

Quienquiera que haya leído la prosa versiana, además de ecos al industrialismo teocrático de Enfantin,1 habrá escuchado un canto al pionero, una loa al vehículo, un encomio al viajero, un himno al científico, un gorjeo al ingeniero, una oda a la tecnología, una apología al laboratorio, un elogio a la física, una épica de geólogo, una laudatio a la máquina, un ditirambo a la electricidad, un panegírico del progreso y un aria a la modernidad.

«El 26 de julio de 1864, un yate magnífico avanzaba a todo vapor por el Canal del Norte».

Los hijos del capitán Grant, Jules Verne.

Tal melodía, en cambio, sonaba a réquiem para los románticos, que echaban el mismo (o más) humo que el yate de la cita. Pero no porque uno de los suyos glorificase el materialismo utilitario,2 desviara la línea temporal del pasado (novela histórica) hacia un presente utópico ni se burlase del plano divino. ¡Qué va! El problema era que representaba la ideología del movimiento con los antagonistas.

Por su parte, los protagonistas encarnaban las cualidades positivas que valoraba el Segundo Imperio (disciplina, autocontrol, individualidad, secularidad, patriotismo, amor hacia los perros3…). A decir verdad, la única exaltación emocional «autorizada» sucedía bien cuando se producía el hallazgo definitivo, bien al confirmar una hipótesis o una teoría.

En consecuencia, de un modo racional, moderado y empírico, el héroe de finales de siglo vestiría la capa-bata blanca del científico.

Los malditos franceses y su decadencia: fin
Ejemplos del control emocional como virtud; de la supremacía de la razón y de la ciencia sobre la superstición o el plano espiritual (Avicena, Bacon, Llull y Paracelso reciben tratamiento de científicos en lugar de místicos ocultistas); de la exaltación como cualidad femenina, debilidad masculina o atributo del antagonista, y de la percepción obsoleta del Romanticismo.
El poeta al que alude Nemo se trata de Victor Hugo: «Por la palabra DIOS —fijemos el sentido de esta palabra también— nos referimos
al Infinito Viviente» (William Shakespeare). Debido a motivos de espacio, no he incluido el antisemitismo ni la caracterización de los
españoles como vagos, ambas presentes en Héctor Servadac (1877).
Fondo: par Léon Benett, Domaine public.
Notas

1Ver «Tabla III» en «Los malditos franceses y su decadencia: parte final IV».
2Hasta 1886, su annus horribilis: fallecieron su madre y Hetzel; su sobrino Gastón, aquejado de problemas mentales, le pegó un tiro en la pierna que le dejó frisando la invalidez y se incrementaron las discusiones con Michel a causa de sus escándalos y rebeldía adolescente. Entretanto, los problemas económicos le obligaron a vender su yate. A partir de entonces, su obra recuperó el estilo romántico (El castillo de los Cárpatos, 1892) y pegó un volantazo pesimista-fatalista, donde percibirás su decepción y crítica hacia el uso destructivo y apocalíptico que el ser humano le había conferido a una tecnología que ya no empleaba para mejorar el mundo, sino para conquistarlo.
3Sospecho que esto algo tiene que ver con Napoleón I, a quien un terranova le salvó de morir ahogado cuando escapaba de Elba (1815). Procede explicar que, previamente, no sentía ningún cariño hacia los canes. Más que nada porque Josefina tenía un pug que le mordía cada vez que copulaban. Por suerte y por error, lo mató el perro de su cocinero. Cuando este se acercó a disculparse, a Josefina ya le había regalado otro perro uno de sus amantes (Hyppolyte Charles), y Napoleón le pidió al sirviente que dejara al suyo suelto: «Quizá me libre del nuevo también».

La renovación romántica

Malos tiempos corrían, pues, para larpurlar. Del «Nada bello es indispensable en la vida» (Gautier, prefacio de Mademoiselle de Maupin), los malditos franceses y su decadencia habían pasado al «Es el momento de que la ciencia ocupe un lugar en la literatura» (Hetzel, prefacio de Las aventuras del capitán Hatteras).

De igual modo, este es el momento de confesar que me he excedido al tildar a Verne de traidor con proporciones bíblicas. No en balde, después del pelotazo de Cinco semanas en globo, escribió una novela corta —París en el siglo XX (1863)— que Hetzel rechazó, acaso las críticas al progreso y las predicciones sobre un futuro de capitalistas científicos cazurros que plasmaba el joven autor no agradasen a sus compatriotas. Al final, el libro se publicaría en 1994. Y, no; no me he confundido de año.

Resumiendo; el debut literario del hijo postizo de Dumas se produjo cuando Francia se estaba industrializando y París transformando en una ciudad del futuro.

Así pues, la nación necesitaba autores que fomentasen la idea de evolución1 positivista dentro de la población —sobre todo, la joven— y no a un Hugo que les insuflase el espíritu revolucionario de Los miserables (1862) desde su exilio en una isla del Canal. Tampoco, a una Sand2 con su crítica social o novela pastoral. Ni, mucho menos, la ciencia esotérica de Lévi, por muy alta que fuera su magia.

Notas

1Charles Darwin, el hijo de la amiga de Radcliffe, ya había publicado El origen de las especies (1859).
2Cuando Verne publicó Viaje al centro de la Tierra (noviembre de 1864), Sand comentó lo siguiente: «Ahora estoy leyendo Viaje al centro de la Tierra, de Vernes [sic]; hasta ahora se parece demasiado a mi [Laura,] Viaje a través del cristal» (Diarios de Sand, 1862-1866). En efecto; Laura (enero de 1864) relata una historia asaz similar a la del autor de Nantes, elementos geológicos y reptiles extinguidos incluidos. No sería la única vez que Vernes tomase esta obra como referencia; de aquí sacó la inspiración para la expedición polar en Las aventuras del capitán Hatteras (1864-1866).

¿Y cómo se lo tomaron los románticos?

Bueno… Digamos que la mayoría, al igual que Sand, habían realizado otro tipo de viaje al centro de la Tierra aquel año de 1863.

Cronología de las bajas románticas
Si no recuerdas bien algún autor, búscalos en «Los malditos franceses y su decadencia: tercera y cuarta parte».
Fondo: de santiago lopez-pastor from España – Cementerio de Sad Hill, CC BY-SA 2.0.

Para más inri, Baudelaire y Flaubert no ofrecieron el relevo generacional esperado. Más que nada, porque Átropos sacó sus tijeras con el primero, y el segundo dejó al movimiento en tenguerengue tras el realismo crítico de Madame Bovary, «un nombre que había inventado alterando el del Bouvaret» (carta de Flaubert a Hortense Cornu,1 marzo de 1870).

«Al cabo de unos días, [fuimos al] Hôtel du Nil, regentado por Bouvaret y Brochier. […] Bouvaret es un antiguo actor de provincias; es él quien pega estas cosas en los paneles».

Viaje a Egipto, Gustave Flaubert.
Publicado en 1881 (póstumo).

Con el tiempo, Flaubert volvería al redil de los románticos,2 quienes encumbrarían la poesía de su prosa junto a la prosa poética de Baudelaire. Aunque, todo hay que decirlo, la nueva tinta del 3.0. refulgía de liróforos simbolistas y parnasianos, mientras que los novelistas brillaban por su ausencia.

Notas

1Escritora, salonniére y traductora francesa, responsable de que Salambó se tradujese al alemán.
2Recuperó el aroma romántico con una novela histórica (Salambó, 1862), otra donde aparece Lucifer (La tentación de san Antonio, 1874) y Tres cuentos (1877) de contenido esotérico. Merece la pena destacar la influencia de esta obra, ya que el primer cuento, «Un corazón sencillo», inspiró El loro de Flaubert (Julian Barnes, 1984); el segundo, «La leyenda de san Julián el hospitalario», aparece en Beatriz y Virgilio (Yann Martel, 2010), y el tercero, «Herodías», sirvió de referencia a Oscar Wilde para Salomé (1893).
Asimismo, una vez desengañado de la revolución científica, trabajó en la que consideraba que sería su magnum opus: Bouvard y Pécuchet (1881, póstuma). Aquí, muestra lo mejor de su humor —«”Admito que hay un fluido”, dijo Bouvard. “Neurosideral”, agregó Pécuchet»— y de su radicalismo social romántico: «Petit, adicto al progreso, había encontrado la explicación del médico bastante mediocre, burguesa. La ciencia es un monopolio que está en manos de los ricos. Ella excluye al pueblo. […] A la verdad se debe llegar por el corazón. Y se declaró espiritista». El nombre de Bouvard, por cierto, lo había acuñado Zola para Su excelencia Eugène Rougon. Solo que, a Flaubert le gustó tanto que le pidió que se lo cediera.

¿Eso significa que no había novelas románticas?

A ver; no interpretes mis palabras como ausencia total. Al contrario; surgió e irrumpió Barbey d’Aurevilly, el imponente dandi satánico normando (La hechizada, 1852; El caballero Des Touches, 1863; Un cura casado, 1864), aullaron los lobisones de Dumas (Capitán de lobos, 1857), se manifestaron los fantasmas de Sand (Les dames vertes, 1857), Quincet soltó un hechizo a la nación con Merlin l’enchanteur (1860) y Michelet escribió un ensayo sobre la historia de la brujería (La sorcière, 1862).

Pena, Van Gogh (1882)
En la parte inferior, el pintor holandés escribió una cita de La femme (Michelet): «¿Cómo puede haber sobre la faz de la Tierra una mujer sola, abandonada?».
Fuente: by Vincent van Gogh – De Haagse School en de jonge Van Gogh, ISBN 9040090718; letter 192., Public Domain.

Empero, ninguno de ellos era precisamente joven. De hecho, tan solo dos autores cumplían el requisito de edad para considerarlos un relevo de futuro: Villiers de L’Isle-Adam (Isis, 1862) y Lautréamont, que publicó Maldoror en 1869 y, al año siguiente, ya estaba muerto.

«…mientras le decía versos del Conde de Lautréamont…».

El Giocondo, Francisco Umbral.

¡Malhadada suerte la del Romanticismo! Su talento envejecía sin renuevo al tiempo que Verne proponía un estilo literario nuevo, más dinámico, más actual, más motivador y a veinte mil leguas de un atisbo crítico hacia la moralidad de la sociedad burguesa.

Quizá, pues, había llegado la hora de echarse a un lado para ceder la pluma ante la ciencia y el materialismo utilitario.

Entonces, estalló la guerra.

Y los franceses se dan un batacazo

¿A quién no le ha pasado que una tormenta le arruine el peinado, que se le carbonice una pizza por estar más pendiente de la tele que del horno, perder un documento por olvidarse de guardarlo en el ordenador o ver cómo destruyen la ciudad que te has tirado doce años reformando?

Vale; uno de estos cuatro incidentes —no te diré cuál— lo sufrió Napoleón III. Aunque, en la práctica, ver, lo que es ver, no lo vio. Menos aún, impedirlo, como tampoco pudo evitar el conflicto bélico entre Francia y Prusia (1870).1

«La guerra contra Francia no solo es inevitable, sino que también es necesaria».

Bismarck, al barón Richard von Friesen, ministro de Sajonia (marzo, 1870).

El 19 de julio confirmó esta aciaga predicción, y los combates duraron hasta el 2 de septiembre, cuando las tropas prusianas derrotaron a las francesas en Sedán y apresaron a Napoleón III. Perdón; terminaron los combates contra el Segundo Imperio, no contra la Tercera República y su gobierno (provisional) de Defensa Nacional, establecidos al poco de producirse el desastre de Sedán.

Vamos, que depusieron al emperador que se había apoderado de la nación mediante un golpe de Estado.2 También, a su mujer: Eugenia de Montijo, cuyo primo había inaugurado el canal de Suez3 un año antes de la contienda.

Árbol genealógico de Eugenia de Montijo y de Ferdinand de Lesseps.
Cipriano Palafox: conde de Montijo. Jacobo Fitz-James: duque de Alba.
Empero, lo importarte es esto: la madre de Eugenia era amiga de Prosper Merimée, a quien le contó una historia que el escritor publicó con el título de Carmen (1847).
Fondo: by Alexandre Étienne Choron, Public Domain
Notas

1Brevemente, Prusia deseaba controlar los estados sureños de Alemania, reemplazar al Imperio austrohúngaro en la región y a Francia en Europa. Así que, provocó a Napoleón III. La gota que colmó el vaso cayó desde España, donde Bismarck —él lo negó; de modo que es cierto— había presentado la candidatura al trono del príncipe Leopoldo Hohenzollern-Sigmaringen —Leopoldo ole ole si me eligen, en español— una vez derrocada Isabel II. Guillermo I recibió en Ems a Benedetti (diplomático francés), quien le pidió que Leopoldo renunciara a sus pretensiones y no renovase su candidatura.
Este encuentro lo aprovechó Bismarck para crear una campaña de desinformación. El resultado: la declaración de guerra por parte de Francia, a la que los estados alemanes del sur, inmediatamente, consideraron nación agresora y se aliaron con Prusia. Justo lo que Bismarck esperaba. Acto seguido, sonrió, encendió un puro y dijo: «Me encanta que los planes salgan bien». (NOTA: es muy factible que me haya inventado la última frase).
2Napoleón III, emulando al I con Elba y Santa Elena, acabó exiliado en una isla: Inglaterra. Allí le esperaba su mujer. Ninguno regresaría a Francia.
3Enfantin (ver esta «Tabla III») coincidió con Lesseps en Egipto, y le contó su plan de «penetrar el Oriente femenino con el Occidente masculino» (‘construir un canal en Suez’, en sansimoniano). A Lesseps —que era diplomático, no ingeniero— le interesó el proyecto. Tanto, que recurrió a su prima emperatriz para que se lo concedieran.

Una serie de catastróficas desdichas

La saga literaria1 que intitula este apartado define a la perfección la cronología de la prolongación de un enfrentamiento donde la victoria ya había escogido dueño.

«Esta guerra, alemanes, ¿qué significado tiene? Está acabada, ya que el Imperio está acabado».

Appel aux Allemands, artículo de Victor Hugo en el semanario Conteur vaudois (17 de septiembre, 1870).

Veamos; dos semanas después de La débâcle2 en Sedán, el ejército prusiano con su artillería se plantó en las puertas de la capital (19 de septiembre) y la sitió.

En una espectacular demostración de bisoñez, el nuevo gobierno quedó atrapado dentro del cerco. Así pues, León Gambetta (ministro de Interior), quizá inspirado por la primera novela de Verne, escapó de la ciudad en globo3 (7 de octubre) a fin de dirigir la guerra desde Tours.

Infaustamente, la suerte no acompañó a su hazaña, ya que las tropas con las que contaba habían ondeado en Metz la bandera blanca.

En un escandaloso alarde de falta de previsión, la República había obviado pertrechar París de cara a un asedio. Sin bebida y sin alimento,4 llegaron las enfermedades, el invierno y el racionamiento, seguidos de la mortalidad infantil, el mercado negro y un largo etcétera.

Supongo que te preguntarás quién defendía la ciudad. Respuesta: un pequeño contingente del ejército y cuatrocientos mil integrantes de la Guardia Nacional. Esto es, una milicia burguesa de valor simbólico en la que se alistaría la facción más política de la clase obrera: socialistas, comunistas, anarquistas…

Su rendimiento desbordó lo esperado para un grupo autogestionado, de disciplina mejorable y con nula o escasa formación castrense. Pero, en una deslumbrante exhibición de ausencia de tacto,5 el gobierno provocó su desencanto.

Tanto, que, una vez alcanzada la paz, se rebelaron, tomaron el control de París e instauraron la Comuna.

Notas

1Obra de Lemony Snicket (Daniel Handler), protagonizada, curiosamente, por los hermanos Baudelaire.
2Obra de Zola (1892) que narra todo lo que has leído en este apartado y en el anterior, amén del próximo.
2Felix Nadar, fotógrafo y aeronauta, propuso el uso de este vehículo como método de transporte de personas y de correo paralelo al de las palomas mensajeras. Con todo, el sistema no estaba exento de ciertos riesgos. Al margen de los proyectiles prusianos, raro era que los pilotos no se perdiesen durante los vuelos nocturnos o que las corrientes de aire modificasen su trayectoria, como le pasó a un globo que recorrió 1300 km y aterrizó en Noruega, batiendo el récord de vuelo hasta la fecha.
3Paliaron el problema de la bebida con el Sena, y el de la comida, con los animales del zoo, amén de otros menos exóticos (ver imagen).
4Ejemplos: los ricos degustaban muslos de elefante mientras ellos luchaban sustentados por gachas, el mísero sueldo que recibían, la distinción de clases dentro de una agrupación popular o el pasotismo del gobierno con su organización, salvo a la hora de imponerles el código penal militar.
5Fondo: de Auguste Victor Deroy, Dominio público, Neptune: anonymousUnknown author, Public domain, via Wikimedia Commons, Noruega: Ludwik Szacinski de Ravics / Oslo Museum, CC BY-SA 4.0, Vendôme: by André Adolphe-Eugène Disdéri, Public Domain, Menú: By Alexandre Étienne Choron, Public Domain, Orsay: de Charles Soulier, Dominio público, Tullerías: de Jean-Eugène Durand, Dominio público, Rivoli: de Tangopaso – Trabajo propio, Dominio público.

Un desenlace de funestas consecuencias

Permíteme que hable un instante sobre el final de la guerra, ya que las secuelas que dejaría transformarían alquímicamente la literatura.

El 18 de enero de 1871, Guillermo I se coronó emperador pangermánico en Versalles.1 Vamos, que escogió el símbolo de ostentación y poder francés para proclamar la unificación de Alemania.

Acto seguido, Bismarck, cansado de esperar a que un contrincante vapuleado, acorralado y desnortado presentase su dedición al antiguo Imperio Sacro Romano, bombardeó París con cañones de mayor calibre (25 de enero). Esto desbravó la efetá del gobierno de Defensa Nacional, que firmó un armisticio primero (28 de enero) y, luego, un tratado (26 de febrero). ¿Dónde? Ambos, en Versalles.2

Pese al cese de las hostilidades, la paz no reinó en Francia. Mejor dicho, en la capital, donde el patriotismo —pérdida de Alsacia y Lorena— y el mal hacer político, unido a la salida del ejército, desembocaron en el levantamiento de la Guardia Nacional. Así, mientras al país lo gobernaba la República, el ritmo de París quedó al mando de los comuneros.

The Communards — Don’t leave me this way (1986)
Versión del tema de Harold Melvin & the Blue Notes (1975) y de Thelma Houston (1976).
El nombre del grupo, obviamente, proviene de la Comuna.

Del 18 de marzo al 28 de mayo, la Comuna remató el trabajo de los prusianos —la destrucción de la ciudad— y continuó aquel que el Terror había iniciado a principios de siglo. O, desde otra perspectiva, tras las revoluciones de 1830 (burguesía alta) y 1848 (burguesía media y baja), había llegado el turno de que la clase obrera exigiese cambios sociales.3

Notas

1Francia se vengaría de esta humillación tras la Primera Guerra Mundial —cuyas alianzas las determinó la guerra franco-prusiana—, obligando a que Alemania firmase su capitulación en esta localidad (Tratado de Versalles) y que les devolviese Alsacia y Lorena. Lo cual, supuso una humillación para los germanos, que se vengarían con la Segunda Guerra Mundial.
2Ratificado el 10 de mayo con el de Frankfurt.
3Los reclamaron con armas, los reprimieron a tiros. El ejército regresó, bombardeó las ruinas y reconquistó París.

Del mal du siècle al fin de siècle

Con el orgullo aplastado bajo escombro de modernidad y progreso, desapareció la mentalidad optimista del Segundo Imperio. En su lugar, se extendió un pesimismo descomunal entre la población junto con la idea de que el mundo lo había creado el diablo, motivo por el que, otrora, quemaron a los cátaros.

De esta forma, el poeta melancólico mutaría en maldito decadente; los remordimientos de Lucifer, en el odio de Satán; el hechiceresco ocultismo, en la Sociedad Teosófica, y el Romanticismo,1 en Modernismo y naturalismo.

Vale; estos párrafos muestran la relación causa-consecuencia, pero no explican cómo un movimiento literario de naturaleza pesimista se volvió más pesimista aún. Bueno, la respuesta es sencilla: disponían de unos miríficos referentes que habían allanado el camino del declive.

  • Nodier, con su estudio sobre los demonios del inconsciente.
  • Balzac, que los alojó en La comedia humana.
  • El existencialismo dual del dandi (en breve lo entenderás).
  • El desencanto con el progreso (La leyenda de los siglos, Hugo, 1859).
  • La obra de Baudelaire y la de «un popular autor americano».2
  • La figura legendaria de Pétrus Borel; pésimo arquitecto, pero excelente escritor del género frenético3 e integrante del Pequeño Cenáculo.
Pétrus (Pierre) Borel, alias, El licántropo.
Champavert (1834): historias cortas de sublevación y sordidez.
Madame Putifar (1838): novela escandalosa, digna de Sade.
Referencia absoluta de Flaubert para los destripamientos y torturas en Salambó.
Fuente: par Adrien Aubry — [1], Domaine public.

«Mi alma caduca, y se la entrego a Satanás ¡para toda la eternidad!».

Champavert, Pétrus Borel.

«Sin Pétrus Borel, el Romanticismo estaría vacío».

Baudelaire.
El autor de Las flores conoció a Borel cuando le contrató Satan; revista satírica de política y literatura que había fundado El licántropo poco después de publicar Madame Putifar.
Notas

1Observa la similitud de las etapas del Romanticismo con los yugas del hinduismo:
Satya yuga: una época dorada de espiritualidad (exaltación emocional del 1.0., producto de la revolución de 1789 y el Terror).
Tetra yuga: una época buena (consolidación del movimiento con el 2.0. después de la revolución de 1830, las revueltas posteriores y la epidemia de cólera).
Dvapara yuga: desestabilización (el 3.0. pierde fuerza ante el materialismo utilitario, el folletín, el realismo y la revolución de 1848).
Kali yuga: decadencia.
2«Este viaje, como todos los anteriores, era completamente imaginario. Aun así, era el trabajo de un popular autor americano: ¡Edgar Poe!» (De la Tierra a la Luna, Jules Verne).
3Influencias: Han de Islandia (Hugo, 1823), la novela gótica inglesa y, por supuesto, los cuentos fantásticos de E. T. A. Hoffmann.

Tiempos científicos, tiempos grotescos

A fin de evitar la confusión, la guerra franco-prusiana no derivó en la aparición de nuevos estilos literarios, puesto que el impresionismo, la literatura fantástica científica de Verne y el naturalismo habían surgido durante la década de 1860. Solo que, vive Gracián, difusas estaban sus fronteras con el Romanticismo.

«Respecto a nuestro amigo Taine […], él es un hombre moderno, yo soy un fósil. Él está lleno de calma y razón. Ya ves, yo estoy preocupado y agitado por nada. Así que, lo envidio profundamente».

Carta de Flaubert a la princesa Mathilda (julio, 1868).
Hippolyte Taine: ideólogo del naturalismo y crítico literario que rechazaba cualquier hecho que no fuera histórico ni probado, además de exigir al escritor que organizase el material científicamente y que lo expresase de manera objetiva. Flaubert se desligó de este nuevo estilo literario, a pesar de compartir (e inspirar) el enfoque y la metodología.

En esencia, estas corrientes renovaron el movimiento con la temática científica, pero lo dividieron mediante la narrativa (objetiva, subjetiva). O sea, cuando el bando realista estableció las directrices de la novela naturalista,1 el 3.0. respondió con la poesía de los malditos. Y Flaubert se quedó en medio.2

Como intuirás, los once meses que transcurrieron desde el inicio de la guerra hasta la represión de la Comuna modificaron los gustos de la población.

Por tanto, aunque Verne mantuviese el optimismo fantástico-científico,3 la contemplación externa, grotesca, pesimista y determinista del naturalismo se impondría sobre la contemplación introspectiva, grotesca, pesimista e indeterminista de los malditos.

En efecto; tenues sutilezas doctrinales4 separaban dos literaturas con líderes desiguales. El del naturalismo, Zola, heredero indiscutible de Balzac.5 El otro, ahora lo conocerás.

Notas

1Ver: «Los malditos franceses y su decadencia: parte final 1».
2Tal posicionamiento lo percibirás mejor con su discípulo y sucesor: Guy de Maupassant; naturalista en la novela larga, gótico en la corta.
3No exento de odio hacia los alemanes, como evidencia en Los quinientos millones de la begún (1879).
4También, estilísticas: el naturalismo representaba la vida diaria con lenguaje corriente en lugar de la prosa poética de Flaubert o el léxico sublime de los malditos. Además, no empleaba lo grotesco a lo Baudelaire —exaltando su belleza—, sino a lo Dickens. Esto es, reflejando la miseria moral, social y humana (vicios, corrupción, incompetencia, la avaricia del campesinado, las condiciones de vida en la clase obrera, la explotación de la tierra y de las personas a cambio de riqueza y lujo…).
5No en vano, su saga de Los Rougon-Macquart (1871-1893) constituye La comedia humana del naturalismo.

Verlaine y Rimbaud: los malditos franceses y su decadencia

Rimbaud: pequeño genio de una pequeña localidad (Charleville) fronteriza con Bélgica, hijo de un militar que, a veces —y raras—, pasaba a copular con su madre, que, en vista de esta relación, se consideraba viuda y pagaba su trauma con el pequeño genio, a quien la pequeña localidad fronteriza con Bélgica se le hizo enana.

Así pues, tras unos intentos previos, abandonó la casa henchido de rebeldía y de talento, diecisiete primaveras en el cuerpo y cero dinero en el bolsillo. Destino: París. Año: 1871. Mes: abril. Es decir, durante la Comuna.

Lo cual demanda un inciso superimportante.

Un inciso superimportante

Cuenta Enid Starkie, autora de la biografía sobre Rimbaud de mayor influencia,1 que, recién llegado el poeta a París, lo violaron entre varios soldados «itifáticos y pipiolescos»2 de la Guardia Nacional.

Según Edmund White,3 tal suceso nunca ocurrió: «Ella [Enid] se inspiró en las especulaciones de una biografía francesa del coronel Simon Godchot4 que se había publicado un poco antes. No existe evidencia de la violación […] y elabora todo su argumento en torno a «El corazón torturado [robado]» («Le Coeur Supplicié»5), un poema extraño y opaco que se puede interpretar de múltiples maneras». Dos páginas después, compara la historia del poema con el mito6 de que «a T. E. Lawrence lo violaron los árabes y le gustó».

«Mon triste couer bave à la poupe (‘Mi corazón triste babea por la popa’)».

«El corazón robado», Poesía, Rimbaud.
Ejemplo de la complejidad del simbolismo maldito. Aunque veas en la metáfora el resultado de una sodomía (popa-trasero, baba-semen), resulta igual de factible que Rimbaud describiera una experiencia propia, una ajena de la que fue testigo o que se trate de una alegoría sobre la situación decadente (grotesca) con la que se topó al llegar a la capital.
Notas

1Arthur Rimbaud (1937).
2«El corazón robado», Poesía, Rimbaud. Itifáticos: ‘excitados sexualmente’. Pipiolescos: ‘pipiolos, soldados novatos’.
3Rimbaud (2010). Esta interpretación coincide con la de Graham Robb en su Rimbaud (2000).
4Arthur Rimbaud, ne varietur (1936): «Para nosotros, no hay duda de que estos triolets reproducen las escenas abominables a las que Rimbaud se había visto obligado a someterse. […] Desnudaron al niño, le dejaron el pelo colgando y le “babearon la popa”».
5En otras versiones, «Le Coeur volé».
6Pese a que Lawrence relate esta violación en sus memorias, Michael Asher (Lawrence: The Uncrowned King of Arabia, 1998) cuestiona su veracidad, y afirma que la escribió simplemente para deleitarse, dada su afición por el masoquismo. Su interpretación cuenta con el respaldo académico.

Prosigo

Verlaine, en cambio, a sus veintisiete años gozaba de una respetable fama literaria1 y estaba casado. Con Mathilde Mauté… y con la botella. Por eso, cuando Rimbaud irrumpió en su vida, dejó a la primera. Bueno, y a su hijo recién nacido.

Pondera cautelosamente tu opinión; su fuga les salvó la vida, porque el poeta, cada vez que bebía, se transformaba en un tipo asaz violento que sacaba los puños a pasear con la misma facilidad que Villon la navaja. También, destructivo; como la noche en la que agarró al bebé y lo estampó contra la pared de la habitación.2

Verlaine (c. 1866).
La madre de un amigo suyo lo describió de esta manera después de que su hijo se lo presentase: «¡Dios mío! ¡Creía que tu amigo era un orangután que se había escapado del zoo!» (Rimbaud, Edmund White).
Fuente: wikimedia.org.

«En mi pecho reclina tu cabeza galana; júrame cosas que olvidarás mañana».

«Lasitud», Poemas saturnianos, Verlaine.

«Sin amor a la vida y temiendo la muerte, soy un barco perdido al azar de la suerte».

«La angustia», Poemas saturnianos, Verlaine.

«Malditos y desesperados siguen su vivir errabundo; para ellos están cerrados todos los edenes de este mundo».

«Grotescos», Poemas saturnianos, Verlaine..

Notas

1Principalmente, debido al éxito de sus Poemas saturnianos (1866).
2Igualmente, pegó a su madre, intentó estrangular a su esposa y atacó a Daudet (Tartarín de Tarascón, 1872). Georges, el bebé, no solo sobrevivió, sino que Mallarmé le daría clases en el colegio Rollin y aprendería el oficio de relojero. Luego, vivió en Argel con su madre y el nuevo marido de esta. Allí padeció una enfermedad que le impediría asistir al funeral de su padre, como explicó por escrito a la prensa (23 de enero, 1896): «Los ataques que sufrí fueron causados, y así lo afirma el doctor Van Velsen en el certificado que adjunto a esta carta, por la influencia hipnótica que un individuo que conocí en Argelia había adquirido sobre mí».

Cuando Harry encontró a Sally

Mediado 1871, pasado el mes de julio, Francia veía todo muy oscuro. Guerra y Comuna habían sembrado el disgusto, la República debatía su futuro y nadie tenía nada seguro. Salvo que era otoño.

Eso significaba que el correo ya no venía en globo, según comprobó Verlaine al recibir una carta. Pese a que el nombre del emisor —Rimbaud— le resultase desconocido, leyó con gran atención su contenido. Especialmente, los poemas que adjuntaba.

Vaya que si le entusiasmaron; ¡le invitó a alojarse en su casa! Es más, tan pronto ese chico «alto [1,77 m], de buena complexión física, casi atlética, con la cara perfectamente ovalada de un ángel desterrado, de pelo castaño claro rebelde y ojos de un azul inquietante»1 cruzó la puerta, Verlaine se convirtió en el único francés al que se le iluminaba el rostro pensando en el mañana.

«No sé si hay un destino fatal, pero ciertamente hay destinos fatales».

Madame Putifar, Pétrus Borel.

Rimbaud apenas creía su suerte.2 Primero, la bohemia parisina le había liberado de la represión materna y, de pronto, el referente lírico de la época, el liróforo cuya poesía admiraba, le había puesto en bandeja de plata todo lo que necesitaba para alcanzar su destino:3 dinero, contactos literarios, un techo…

Empero, el sugar daddy vivía reprimido —era homosexual4— dentro de ese entorno burgués que le había otorgado, matrimonio mediante, una cómoda posición social y bien establecida.

Cierto es que, antes de conocer a su mujer, Verlaine se solazaba con el alcohol,5 aunque prescindió de este remedio por Mathilde, acaso la sugar family anulase el casamiento. Infaustamente, el inmenso genio y la provocativa actitud desatada de Rimbaud6 carcomieron su compostura. Así que, el maestro le mostró al alumno los secretos de su pluma.7

Notas

1Los poetas malditos, Verlaine (1884).
2La mujer de Verlaine, que tenía la misma edad que Rimbaud, tampoco: «Un año de paraíso, un año de infierno y sufrimiento continuo, esos fueron mis dos años de matrimonio. ¿Qué ha pasado? ¿Cuáles fueron las causas de mi desgracia, de mi vida rota y, más tarde, de la existencia triste y aventurera de Verlaine? ¡Rimbaud! ¡Absenta!» (Memorias, Mathilde Mauté).
3«Ahora me entrego a la crápula todo lo que puedo. ¿Por qué? Quiero ser poeta» (carta de Rimbaud a Georges Izambard, su profesor en Charleville, 13 de mayo de 1871, acompañada de «El corazón robado»).
4Cabe indicar que, desde 1791, la homosexualidad no constituía un delito en Francia, y que la edad mínima legal era de 13 años (1863). Aun así, no gozaba de una percepción positiva: la literatura médica la había tipificado como una inversión sexual y la población la asociaba al escándalo y a la delincuencia. En consecuencia, la prudencia recomendaba mantener el secreto bien oculto, so pena de escarnio público. Cosa que no hicieron Verlaine y Rimbaud, la primera pareja gay de Francia que mostró su amor sin tapujos ante la sociedad.
5Absenta: bebida que emplearon los soldados franceses para combatir la malaria durante la campaña de Argelia (1830), que se puso de moda a partir de 1860 y, más todavía, en 1870, debido a una plaga que arruinó las cepas de vino europeas.
6Por ejemplo, tomaba el sol desnudo en la casa.
7«Si bien Rimbaud no parecía haber mostrado interés erótico por su propio sexo antes de conocer a Verlaine, este era famoso por toquetear a sus compañeros de clase en el colegio» (Rimbaud, Edmund White).

Segundo inciso superimportante

Más que una corriente literaria, los malditos define a seis autores1 que Verlaine identificaba con el poeta incomprendido de Baudelaire («Bendición», Las flores del mal ).

En cualquier caso, por mor de mi propio criterio, empleo este término2 para denominar a los autores románticos que se unieron al 3.0. desde 1860 hasta principios de 1880. O sea, los continuadores de Gautier y Baudelaire (parnasianos y simbolistas) en poesía, y de Flaubert en novela.

Asimismo, dentro de este variopinto grupo,3 Verlaine y Rimbaud —en especial, el segundo— concibieron una filosofía artística radical inspirada por la Comuna, la bohemia, los demonios de Nodier, Baudelaire, Poe, Borel, Sade, el Club del Hachís, el ocultismo y el dualismo dandi.

«Todo esto narrado con un estilo de una frescura impresionante y de un preciso colorido».

A contrapelo, Huysmans.

Vale, pues el apartado que viene a continuación te mostrará cómo la infame pareja preparó el terreno al decadentismo; El último mohicano4 del Romanticismo y vida extra del movimiento antes de que lo reemplazase definitivamente el Modernismo.

Notas

1Los poetas malditos (1884): Tristan Corbière, Rimbaud, Mallarmé, Desbordes, Villier de L’Isle-Adam y Verlaine (¡Pobre Lelian!). La lista original incluía bastantes más nombres que, por algún motivo —pereza, supongo—, descartó.
2En lugar de posRomanticismo, ya que la raison d’être de los malditos no varió con respecto al larpurlar del 3.0.
3Ver «Tabla II» en «Los malditos franceses y su decadencia: parte final IV».
4James Fenimore Cooper, 1826.

El manifiesto literario de los metamalditos

Cuando Baudelaire murió, el 3.0. perdió a uno de sus principales exponentes líricos, además del guía esteta y eslabón con la siguiente generación. Rota la cadena y privados de faro, los simbolistas1 quedaron a la deriva en los Sargazos. Así que, buscaron entre sus filas un capitán que reemplazase al finado.

El elegido, Verlaine, un exfuncionario esclavo del destino, sin control sobre sus emociones y con el cerebro quemado por la absenta, se trataba de un mal imitador bodeleriano, pero cuyos versos impresionistas le habían reportado el aplauso de sus contemporáneos.

En cambio, Rimbaud, un adolescente manipulador, maleducado, ensoberbecido, caprichoso, a quien no conocía ni el tato y que vivía como un punki perroflauta por la carretera de la muerte, poseía originalidad en su estro, aparte de talento de sobra para colgarse los galones poéticos, enderezar la nave romántica y navegar rumbo al 4.0. a bordo de «El barco ebrio».

Por tanto, fíjate si era bueno. No a la hora de entablar amistades, claro, sino porque su manifiesto artístico encarnaba la esencia verdadera del movimiento al tiempo que renovaba la tradición literaria francesa. El cual, en resumen, consistía en esto:

Notas

1Los parnasianos contaban con Théodore de Banville.
2No es ninguna sandez; las religiones indias influyeron muchísimo en su manifiesto. Según el lenguaje yóguico actual, Rimbaud practicaba una disciplina ancestral3 con la que te sacaba de tu zona de confort para suprimir el ego, observar tu inconsciente y elevar tu mente a un plano superior de consciencia. De este modo, Siva destruía tu persona material mientras Visnu creaba una persona sublime y creativa: el poeta.
Paralelamente, su concepto de vidente significa ‘aquel que posee el conocimiento de todas las cosas’. Sobre este tema trata Bouvard y Pécuchet, de Flaubert y, también, constituirá la raison d’être de la Sociedad Teosófica.
3«Hay una tercera clase de delirio y de posesión, que es la inspirada por las musas. Cuando se apodera de un alma inocente y pura aún, la transporta y le inspira odas […]. Pero todo el que intente aproximarse al santuario de la poesía, sin estar agitado por este delirio que viene de las musas, o que crea que el arte solo basta para hacerse poeta, estará muy distante de la perfección, y la poesía de los sabios se verá siempre eclipsada por los cantos que respiran un éxtasis divino. […]
Nosotros probaremos, por el contrario, que los dioses nos envían esta especie de delirio para nuestra mayor felicidad. […] Hemos distinguido cuatro especies de delirio divino, según los dioses que le inspiran, atribuyendo la inspiración profética a Apolo, la de los iniciados a Baco, la de los poetas a las Musas y, en fin, la de los amantes a Afrodita y a Eros» (Fedro, Platón).

Sid y Nancy

Si la Jurado comparaba la repentina llegada del amor con una ola, entonces Rimbaud significó un tsunami de absenta y depravación para Verlaine. Él, encantado, obviamente, puesto que ya no reprimía sus impulsos naturales. Tampoco, su carácter explosivo y, tras estampar a su hijo contra la pared e intentar estrangular a su esposa, en fin, le pidió al tsunami que se marchase (marzo, 1872).1

Lo malo es que volvió (7 julio), le dijo que París le daba asco, que se iba a Bruselas y que hiciera la maleta, que no pensaba viajar solo. Verlaine, por supuesto, le obedeció.

«Deja de preocuparte por tu mujer. Vamos, te lo he dicho, nos vamos».

Rimbaud, Edmund White.
Según Verlaine, esto le dijo su amante en la calle.

Quizá este encuentro resultase menos casual de lo que cuenta Verlaine, en vista de la correspondencia que mantuvieron durante este período. Pero, bueno, eso es lo de menos; aquí tienes el diario de un viaje que derivó en una inesperada epifanía, pero luego terminó, como no podía ser de otra manera, en drama.

Notas

1El grado de manipulación personal —y físico— al que Rimbaud sometió a Verlaine, digno de una relación sadomasoquista, perseguía un objetivo: que dejase a su familia y a sus amigos, vínculos terrenales que le separaban de «la visión». Para su desgracia, la desmesurada violencia que ejerció su amante aquel día provocó la intervención del suegro, que le amenazó con anular el matrimonio (no existía el divorcio) si no se reformaba. Rimbaud, al que Mathilde y el círculo literario ya habían echado de sus casas, regresó con su madre… temporalmente.

Justicia poética, avant-garde y poesía contemporánea

Las vidas de Verlaine y Rimbaud representan la metáfora absoluta del Romanticismo. Por un lado, su relación bien podría constituir el argumento de una novela del 1.0. donde la exaltación pasional se entrelaza con el ambiente frenético de Sade.

Empero, pasado el tiroteo, su transformación te resultará tan inverosímil que pensarás que hablo de dos personas distintas.

Broma no gasto; Verlaine se convertiría en el principal poeta católico francés1 al tiempo que en el fundador del decadentismo.2 En cuanto a Rimbaud, aquel que era Chateaubriand, Hugo, Musset y Baudelaire en uno, y a quien Valade3 había llamado «Satán entre los doctores», soñaba con tener un hijo que fuera ingeniero.

Nota: el relato de los hechos —máxime, los del segundo— depararía un texto asaz luengo. Menos mal que tengo el Photoshop abierto.

Notas

1Sabiduría, 1881.
2«Yo soy el Imperio al final de su decadencia», «Langueur», Jadis et Naguère (‘Antaño y hogaño’), 1884.
3Léon Valade, amigo de Verlaine y parnasiano. Le has visto mil veces en este cuadro. La definición parodia el «Cristo entre los rabinos» bíblico.

Oye, que faltan cosas

Ya, ya; lo sé. Simplemente he parado porque, dos meses después de Stuttgart —la última vez que se verían—, el efebo chantajeó a su amante con el tema de la homosexualidad. O, mejor dicho, lo intentó, porque Verlaine, vía Delahave,1 le mandó a tomar viento fresco.

«Cuando cumpla los treinta, será un desagradable y muy vulgar burgués».

Rimbaud, Graham Robb.
Verlaine, a propósito de Rimbaud, tras su viaje a Stuttgart. Burgués, entre los románticos, se consideraba el peor de los insultos, pese a que la mayoría pertenecía a esa clase social.

Despreciado, rechazado, marginado social e intelectualmente, además de sin un duro (centavo) y sin poder de manipulación sobre su gallina de oro, Rimbaud consideró un cambio de profesión; una decisión menos dolorosa para su orgullo que pedir perdón.2

Así pues, se dedicó a todo esto:

Notas

1Ernest Delahaye: escritor y ensayista francés, compañero de colegio de Rimbaud y amigo de Verlaine. Su función de correo intermedio entre los dos poetas les sirvió para mantener el contacto y adiar sus encuentros. Verlaine le prohibió que le dijera cuál era su dirección en Inglaterra.
2Había humillado a demasiadas personas, y se negó a probar su propia medicina.

Nuestro hombre en la Abisinia

Mientras el Rimbaud dionisíaco se consagraba como el principal poeta de Francia1 —gloria que, in absentia, la disfrutaba Verlaine in absenta—, el Rimbaud apolíneo reinaba en un territorio del este de África.

Es decir, aquel que, otrora, confesara que «yo es otra persona», se había transformado, al mismo tiempo, en referente literario decadente y comercial2 dentro de un territorio opimo, desconocido y tremendamente hostil con los europeos.

Aun así, la percepción de su solve et coagula (de manipulador a negociante, de experimentador a explorador y de don de letras a don de lenguas), por decirlo de una manera suave, no era precisamente positiva. Valga de ejemplo esta nota de prensa:

«Rimbaud, a quien una vez describió Hugo como el pequeño Shakespeare, ahora es un traficante de esclavos en Uganda».

L’Echo de Paris, 12 de noviembre, 1891.3

Obviamente, la moralidad francesa4 ignoraba que los informes que Rimbaud enviaba sirvieron para que Francia optimizase su política colonial. Es más, sus cartas se convirtieron en el objetivo número uno de los espías extranjeros, pese a la vaguedad y nula precisión geográfica mediante la que encriptaba la información.

En consecuencia, el expoeta se trataba del recurso geopolítico más valioso de la nación —se le suele comparar con Stanley— en Abisinia.

Monumento a Rimbaud (Marsella).
La escultura representa «El barco ebrio».
Tras la amputación, Rimbaud pasó una temporada de descanso en Roche (julio). Luego, volvió a Marsella (agosto), presto para continuar sus aventuras abisinias. Solo que, se embarcaría rumbo al Más Allá.
Ahora, pondera la influencia de su sensismo alterado en el fauvismo, el cubismo, el futurismo, el expresionismo abstracto, el surrealismo, la obra de Kafka o el nacimiento de la literatura beatnik.
Fuente: el amor de quien te escribe.
Notas

1Entretanto, su madre y su hermana ignoraban su fama. De tanta gozaba que la prensa sugirió, jocosamente, que erigieran una estatua de Rimbaud junto a la torre Eiffel durante la Exposición Universal de París (1889). La razón de que le ocultase a la familia su éxito literario se debía a que no quería airear su relación con Verlaine para poder casarse.
2A partir de 1888, casi todo el comercio europeo con Abisinia sur dependía de Rimbaud, que ofrecía almacenaje, servicios de banco, guías, camellos, mulas, asesoría, intermediación con la aduana y cambio de dinero (con un interés del 2 %).
3Cuando se publicó esta noticia, Rimbaud se encontraba en el Hospital de la Concepción (Marsella). Su dolor en la rodilla lo había provocado un osteosarcoma que le costaría la amputación de la pierna (20 de mayo, 1891) y la vida (10 de noviembre, 1891). Cabe decir que, si hubiera ido al hospital de Adén a finales de febrero, habría evitado el cementerio aquel año. Pero la codicia le retuvo un mes largo en Harar, vendiendo sus pertenencias y mercancías almacenadas para ganar más dinero, pese al excelente estado de su cuenta corriente.
4Quienquiera que comerciara en Abisinia (y, por extensión, el resto del continente) sabía de sobra que las rutas comerciales las habían creado las caravanas árabes de esclavos. Rimbaud, más preocupado por el capitalismo que por la moral, se llevaba bien con las familias que dirigían este negocio, pues conocían los caminos y garantizaban protección. De lo contrario, cualquier expedición quedaba expuesta a los peligros del camino: desierto, bandidos, tribus locales, hienas, ladrones… Pero no participó en el tráfico humano. Al menos, directamente. Si esto te parece deleznable, más de un europeo regresó vivo de África gracias a sus intervenciones.

El decadentismo y el ocaso del Romanticismo

Existen tres maneras de definir el decadentismo. La sencilla; una reacción cultural ante el naturalismo. Por desdicha, aun precisa, no me convence.

«¡Vaya! ¿Por qué?».

Naná, Zola.

Pues, porque únicamente refleja el maniqueísmo artístico entre los realistas y los románticos, pero implicó algo más que una respuesta a tu estilo literario: la independencia de los simbolistas con respecto de los parnasianos1 a fin de potenciar los elementos imaginativos, espirituales y oníricos en la obra escrita.

Aunque, si me pongo tiquismiquis, este enfoque ya lo había introducido Nodier en Francia durante el 2.0. Vamos, que tenía de nuevo lo que yo de ninfa alanceada.

«De ninfa alanceada por cuernos de unicornio».

La siesta de un fauno, Mallarmé.
Versión de Octavio Paz.

La tercera, sin duda, plasma con nitidez soberbia el verdadero significado del movimiento. Ahora bien, también exige conocer una corriente casi paralela, fruto de una previa y que apareció en otro país.

«Hablamos de Inglaterra».

El bastón de Balzac, Delphine Gay.

Exacto. Y, como ya me he alargado en exceso con la introducción, este esquema te mostrará todo lo que implica, en realidad, el decadentismo:

Notas

1Henri-Frédéric Amiel (Fragmentos de un diario íntimo) consideraba que la riqueza en la forma del parnasianismo escondía su pobreza de contenido, propio de períodos artísticos decadentes.

Retorno al 1.0. de los malditos franceses con su decadencia

Seguro que, a tenor de lo que has visto en la imagen, las preguntas se habrán acumulado en tu cabeza. Diles adiós con la manita, ya que la explicación se encuentra en el primer artículo de «Los malditos franceses y su decadencia».

«¡Tan inaudito como inesperado!».

Las diabólicas, Barbey D’Aurevilly.

En efecto; el Romanticismo regresó al 1.0.,1 pero con Sade de modelo2 en lugar de Chateaubriand y de Staël. Por consiguiente, la temática se entenebreció al igual que la industrialización había denegrecido el azur del cielo en las ciudades.3

«Murió el cielo. —Oh, materia, ahora corro hacia ti».

«Azur», Mallarmé.

Tú, quien me lees, pensarás: «Joder, qué triste». Bueno; primero, no digas tacos. Segundo, el naturalismo se regodeaba en lo grotesco, de manera que el decadentismo, aparte de brear a los parnasianos, enfatizó el hedonismo sensorial que proporcionaba la contemplación de la belleza4 a través de un movimiento cultural llamado esteticismo.

«…al que los académicos inepto-romanos llamaban maliciosamente rococó».

«El fiscal», Champavert (Cuentos inmorales), Pétrus Borel.

Y otras cosas más raras, Pétrus: avant-garde, Art nouveau… hasta que lo bautizaron como Modernismo, después de que decadentes y estetas sentasen sus cimientos alrededor del sensismo alterado, el dandi bohemio bodeleriano, los sueños de Nodier y el larpurlar de Gautier.

Notas

1Y rompió con la implicación político-social del 2.0.
2Ejemplos:
Catulle Mendes: Zo’har (1886), sexo entre hermanos —a ella le gusta, él siente remordimientos y se suicida—; Mephistophéla (1890), una lesbiana tan deseosa de mujeres que se enamora de su hija; La premiére maîtresse (1894), la protagonista mata a sus amantes con su vigor sexual; La Femme-Enfant (1891), vida amorosa de una niña de diez años.
Rachilde (Marguerite Eymery): Monsieur Vénus (1889), transgénero, bisexualidad; L’Animale (1893), la protagonista es una ninfómana que seduce a niños y curas, aparte de tener una obsesión con su gato; Les Hours Nature (1897), sexo entre dos hermanos alemanes.
Huysmans: Allá abajo (1891), ninfomanía, misas negras, sodomía y profanación sexual de la hostia sagrada.
Jean Lorrain: Le vice errant (1901), lujuria insaciable, aberraciones sexuales.
Octave Mirbeau: El jardín de los suplicios (1889), sexo, asesinato, tortura, excitación mediante el olor a carne podrida.
Élémir Bourges: Le Crépuscule des dieux (1884), libertinaje de Carlos II de Brunswick.
En caso de que el argumento de estas obras te haya alarmado, recuerda que la literatura recurre a los tabúes para mostrar la degradación de su época.
3Además, la melancolía evolucionó hacia el desencanto; Lucifer cambió de nombre; la exaltación pasional, de adjetivo (introspectiva); la contemplación de la naturaleza, el sintagma preposicional (de la belleza), y el ocultismo, su funcionalidad (científico).
4Indubitablemente, la novela que relata a la perfección este placer sensorial se trata de A contrapelo (1884), de Huysmans, obra maestra del decadentismo, aparte del libro maldito que posee al protagonista en El retrato de Dorian Gray (1890, Wilde). Menos conocida, pero también una digna representante del sensismo hedónico, se encuentra la trilogía de Maurice Barrés (El culto al yo, 1888-1891).

Un comentario breve

Simbolismo, parnasianismo, decadentismo, orfismo, esteticismo, impresionismo… Demasiadas etiquetas en muy poco tiempo, ¿no te parece? Esto se debe, principalmente, a la ramificación de un Romanticismo huérfano de liderazgo al término de la batalla de Sedán y a las miríadas de corrientes que deparó el 3.0., sin olvidarme del cenáculo de Nodier.

En realidad, todos esos -ismos comparten raison d’être —la libertad del arte con respecto a la realidad social del naturalismo— y parten de un principio común —imagen e imaginación— que se manifiesta mediante un aspecto determinado. Lo cual resultaría harto sencillo de visualizar si cada corriente no hubiera mezclado su aspecto determinado con los de las demás de forma individual.

Por suerte, esta mentalidad artística deparó el Modernismo, donde observarás mucho mejor cómo la admiración de la belleza «inútil» triunfó ante la razón, la realidad y el utilitarismo.

Pese a todo, falta el -ismo crucial del fin de siglo. Y será el que dé sentido a este mejunje de estilos.

El ocultismo científico

La reforma que Lévi había realizado en el ocultismo francés tras conocer a Bulwer-Lytton1 se topó con un imprevisto… Bueno; lo cierto es que, tarde o temprano, alguien descubriría que el espiritismo de las hermanas Fox procedía de un engaño.

Pues esto acaeció un septiembre de 1865. Los hermanos Davenport, archifamosos médiums norteamericanos, realizaban una sesión en París cuando el público se percató de sus trucos, invadió el escenario e intentaron lincharlos.2

«Aquella noche disipó todas las dudas existentes sobre la existencia objetiva de los fantasmas».

El fantasma de Canterville, Oscar Wilde.

De todas formas, la moda de las mesas giratorias había perdido fuelle en Francia desde que Hugo trasladase su exilio de Jersey a Guernsey (1855). Algunos creen que los espíritus lo timaron —aparentemente, le aseguraron que el Segundo Imperio colapsaría en 1853 y que el usurpador moriría en 1855—. Otros, que la repentina defunción de Delphine Gay (1855), sumada a la de Victor Hennequin (1854) provocaron su alejamiento de la comunicación con el otro plano.

Notas

1El fabuloso autor inglés reveló los secretos de la Rosacruz en Zanoni (1842), novela que Papus, de Guaita y Péladan usarían de manual para formar su propia orden. A su vez, la obra de Lévi influiría enormemente en la formación de la gran sociedad rosacruz finisecular: la Orden Hermética de la Aurora Dorada. ¿Sabes quién era uno de sus miembros? Yeats; el padre del resurgimiento celta.
2Similar reacción popular que habían obtenido en Liverpool (febrero, 1865) por el mismo motivo. Debido a este incidente, Kardec desligó el espiritismo francés del «americano fraudulento» para recuperar su credibilidad. Con escaso éxito, la verdad: en 1864, un año antes de la gira de los Davenport, el Vaticano había condenado el espiritismo, ya que los católicos desencantados con su religión habían abrazado esta práctica. Los protestantes, en cambio, no la veían con malos ojos. Al fin y al cabo, les servía de prueba científica para desacreditar los milagros de sus rivales.

Prosigo

Durante esa ventana temporal de una década (1855-1865), el ocultismo y Francia se modernizaron en paralelo. Uno, con tratamiento de ensayo religioso, filosófico y científico. La otra, con la industria de Napoleón III.

Huelga decir que, a raíz del escándalo de los Davenport, de las investigaciones policiales y de los avances científicos —Verne—, los asuntos esotéricos adquirieron una connotación de superchería entre la mayoría de la población. Empero, dentro del mundo literario romántico, la alta magia de Levi conservó su reputación.1

Entonces, pasó lo de Sedán, el asedio de París, la pérdida de Alsacia-Lorena y la Comuna. Así que, como por arte de birlibirloque, el ocultismo perdió su sinonimia con redrosaca y socaliña. O estafa, si prefieres una palabra más sencilla.

«El Mago solo está accidentalmente donde parece estar».

«El Anunciador», Cuentos crueles, Villiers de L’Isle-Adam.

Presta oídos ahora. En vista de la sociedad grotesca y del determinismo pravo que mostraba el naturalismo, el Romanticismo incorporó la doctrina de su teúrgo a la literatura para evocar el plano vetado al realismo. Es decir, el sublime, donde transmigraba el alma del lector con la magia de la palabra (simbolismo) o con el hechizo de la belleza (decadentismo).

He aquí, pues, la respuesta al misterio sobre la tenue cualidad divina que diferenciaba a los dos movimientos románticos de finales de siglo. Turno ahora de resolver otro más mundano. Perdón; inframundano.

Notas

1Era el maestro ocultista de Catulle Mendes, Judith Gautier y Villiers de L’Isle-Adam, entre otros autores. Además, su obra influyó a todo el simbolismo en general, y a Mallarmé (vía Villiers) en particular. De hecho, junta al parnasiano con el taumaturgo, y obtendrás los espejos de obsidiana donde Rimbaud se miró para escribir Una temporada en el infierno.

El ocultismo geológico

Una persona del siglo XIX, en caso de que se teletransportase hasta el XXI, y alguien le asegurara que la Tierra era plana, ten por seguro que se reiría en su cara. Luego, le diría: «Es de sobra conocido que nuestro Globo [porque hablaban con mayúsculas] posee forma esférica y está hueco».

En efecto; estas buenas gentes creían en el terrahuequismo. Solo que, lejos de tratarse de una teoría de zumbados, contaba con respaldo científico. De hecho, más de uno sostenía que aquel mundo interior se encontraba habitado, y no precisamente con las almas del Hades ni los enemigos de Dante.

Si este asunto te ha intrigado, prepara un bocadillo y ponte un abrigo, ya que te vienes de viaje al centro de la Tierra conmigo.

El lugar del que no se puede hablar

Gracias al arte, disponemos de una ventana a la vida, las costumbres, la moral o las creencias del pasado. Pero, también, un relato sobre la percepción y evolución de su mentalidad.

Por ejemplo, la consideración generalizada sobre el mesmerismo, que no difería de la nuestra hacia la homeopatía. Aun así, el magnetismo animal, ese fluido que unía el plano divino con el terrenal, transmigró su esencia científica a la electricidad.1

Pese al mecenazgo (Patreon, en vigesimoprimero) que ofreció Mesmer al principio de la carrera profesional de Mozart, el austriaco le ridiculizó en Così fan tutte (1790). Como ves, de malagradecidos está el mundo lleno.

Detalles concretos al margen, poco antes de mediados de siglo, observarás un giro hacia una fuente de conocimiento absoluto.2 Tal interés deparó una fusión entre teoría y exploración científicas con fantasía oriental y ocultismo; de alta calidad literaria, aunque pobre en cuanto a valor académico.

Este es el caso del terrahuequismo, que inicia Kircher3 en el XVII, lo estudia la Royal Society, lo noveliza el XVIII y se popularizan tanto la idea como su habitabilidad en el XIX, antes de que el XX transformase el mundo interior en espacio exterior y a sus moradores en alienígenas con platillos voladores.4

Ahora bien; un escritor francés descubrió documentación real que demostraba científicamente la verdadera teoría de la Tierra hueca. Empero, cuando la trató de publicar, recibió amenazas de muerte…

Notas

1Los experimentos de Luigi Galvani con ranas muertas (c. 1780) despertaron a las hipocrénides de Mary Shelley, quien condesó el chispazo divino en Frankenstein o el moderno Prometeo (1818). Medio siglo largo después, esta conversión de la electricidad en un poder sobrenatural derivó en una de las novelas más relevantes del XIX, desconocidísima en la actualidad: Vril, el poder de la raza venidera (Bulwer-Lytton, 1871).

2Consecuencia de la Ilustración y sus sociedades científicas, la masonería y el progreso utilitario, que destronaron a la Iglesia como organismo de poder dentro del plano terrenal. Respecto al divino, el ocultismo y los reformistas católicos abrirían sendas alternativas dentro del conocimiento religioso. Lévi, en cambio, aunó las tres corrientes en su obra, y transformó la religión en ciencia, al igual que la Ilustración había convertido la ciencia en su religión. Esta dualidad la contemplarás en los dos Rimbauds.
3Ver tabla «Breve muestra del quién es quién en el ocultismo» en «Los malditos franceses y su decadencia: parte final V».
4Igualmente relacionado con el misterio de la Tierra hueca se encuentra la exploración de los polos, donde conservamos el remanente de la mentalidad ocultista —La cosa, la cuarta temporada de True detective— unida a la científica —extraños microorganismos, epidemia mundial por mor de la descongelación de virus arcanos—.

El lugar del que no se puede hablar, segundo intento

En 1875, y continuando la línea de conocimiento total que Lévi había abierto, la epistemología ocultista se renovó con dos religiones, ejem, «nuevas»: el hinduismo y el budismo.

La doctrina resultante, concebida en los Estados Unidos, recibió el nombre de teosofía y se extendió rápidamente por Europa —vía Inglaterra—, donde gozó de una acogida tan excelsa como mayúsculo fue su impacto. Salvo en Francia. Aunque, esto lo matizaré en breve.

De momento, aquí comentaré una de las razones: el trabajo de Joseph Alexandre Saint-Yves d’Alveydre, un continuador de Fabré D’Olivet, cuyo matrimonio con una pariente de la mujer de Balzac1 le había introducido en el círculo aristocrático ocultista polaco y, por ende, del entorno de Lévi y Wronski.

Vale; pues en uno de sus libros (La misión de la India en Europa, 1886), revelaba la existencia de un mundo habitado dentro de la Tierra. Y, si quieres saber más, primero deberás teñir de rojo el corazón que palpita solitario bajo la sombra del titular de esta entrega final.

¿Ya lo has hecho? Gracias y estupendo. Hora de cumplir mi palabra: te presento la sinarquía2 de Agarta.

Mapa oficial de Agarta.
Mapa: thenewearth.org.
Estatua de Miles Davis (Kielce, Polonia).
Escucha el sonido de su trompeta en el disco Agharta (1975).
Miles: by Paweł Cieśla Staszek_Szybki_Jest – Own work, CC BY-SA 4.0.
Notas

1Ignoro cómo se llamaba su esposa, ya que cada fuente le empareja con una mujer distinta. Alguna, de hecho, había muerto antes de que naciera el marido.
2Sistema político que defendía Saint-Yves y que, casualmente, coincidía con el de Agarta. Por lo visto, Moisés y Cristo trataron de recuperarlo, sin éxito.

No expongas lo que hay debajo o te juro que te rajo

A partir de aquí, sucedieron cosas asaz extrañas, pero reales. Miento descaradamente; el grado de inventiva que leerás aturdirá tu sentido común. Siquiera la explicación final te convencerá, a despecho de ser lo único cierto en esta historia.

Veamos, Saint-Yves quería aprender sánscrito (tránsito, como dice mi amiga Isabel), y encontró a un (supuesto) príncipe afgano —Hardjii Scharipf Bagwandass— que (supuestamente) había huido de la India, visitado Agarta y aprendido su lengua: el vatán o, tal vez, vatanio.1

Obviamente, esto le llamó la atención, de manera que el afgano-agartano compartió con su alumno tamaños secretos arcanos. Así, descubrió que esta civilización2 se refugió en la Tierra hueca cuando dio comienzo el Kali yuga (3200 a. C., según calculó Saint-Yves). Y allí seguía.

Hay que reconocer que Saint-Yves había tenido mucha suerte con su elección de docente. Su maestro, no tanta, ya que le apuntó con «la daga de los iniciados» al enterarse de que pensaba divulgar sus enseñanzas en un libro. Tampoco les hizo gracia alguna en la India, de donde recibió amenazas cuando descubrieron sus intenciones.3

Según Jules Bois, esa daga no era más que una advertencia de querella en caso de que publicase una historia que se había inventado para tomarle el pelo por crédulo. Lo cual, tendría bastante lógica… si eso hubiera sucedido.

Notas

1Saint-Yves observó la relación de este idioma con el alfabeto hebreo, el zodiaco y los símbolos planetarios.
2La sinarquía les había permitido evolucionar con gran velocidad (progreso), por lo que disponían de una tecnología hiperavanzada (industrialización), de bibliotecas que albergaban toda la sabiduría del mundo (conocimiento total) y de la clave sobre la verdadera relación entre el alma y el cuerpo (transmigración), lo que les permitía separarse de ambas entidades a través de unos ejercicios de yoga.
3No me preguntes cómo; quizá le oyeron con el clarinete astral de Hennequin y le enviaron almas liberadas yóguicamente.

Resolución del misterio

Más factible resulta que las amenazas las profiriese Bois, siempre raudo con la gresca,1 aunque no te lo puedo asegurar a ciencia ocultista cierta. En cambio, sospecho que el motivo provenía de un plagio.2

«Las personas que dominan la tierra y que reinan en Asgarta han atraído hacia sí toda la riqueza».

Los hijos de Dios (1873), Louis Jacolliot.

El caballero de la cita se trataba de un afamado orientalista y juez en la India (Pondicherry y Chandernagor), que se dedicó a recopilar y recabar información histórica, religiosa y mística del subcontinente. De hecho, identificó las similitudes entre Cristo y Krishna, por no mencionar que Nietzsche empleó su traducción del Manavadharmasastra (‘Las leyes de Manu’) a fin de plasmar su visión filosófica.

Semejante currículo, en fin, confería respetabilidad a su trabajo. Y, el otro había intentado apropiárselo.3 ¡Menudo pájaro! Pero, claro, Saint-Yves no pasaba de aguililla si lo comparamos con el Garuda4 de Jacolliot, quien rezumaba más imaginación que Verne. Observa:

  • El mito de Asgarta/Agarta se lo sacó de la manga. Perdón; de la mitología escandinava (Asgard).
  • Fabricó etimologías sánscritas falsas para que su teoría de que Cristo era Krishna —La Biblia en India o la vida de Iezeus Christna (1869)— dispusiera de credibilidad académica.
  • Tradujo el Manavadharmasastra a su gusto y deseo, alterando, modificando y añadiendo contenido.
  • La única parte válida de su trabajo se la copió a Max Müller.5
Notas

1Ver «Tabla IV» en «Los malditos franceses y su decadencia: parte final IV».
2Casi todo el contenido de su obra anterior, La misión de los judíos (1884), lo había copiado de D’Olivet.
3También, su Agarta había «tomado prestado» varias partes del Vril de Bulwer-Lytton.
4Deidad pájaro hinduista.
5Filólogo alemán orientalista y romántico, máxima autoridad en estudios hinduistas y el traductor más fiable de cualquier obra en sánscrito de la época. Müller destapó las invenciones etimológicas de Jacoillot, entre otras cosas.

Y eso no es todo

En esencia, Jacoillot aprovechó el influjo fabuloso que la India1 causa, desde antaño, en el imaginario europeo para producir una vasta, vastísima, vastérrima obra científica.

Su objetivo consistía en encontrar vínculos entre el esoterismo brahmánico y el occidental. De esta manera, no solo demostraría que Lévi tenía razón —«La filosofía oculta parece, pues, haber sido la nodriza o la madrina de todas las religiones», Dogma y ritual de la alta magia—, sino que le daría un valioso aliado al ocultismo en su cruzada por reformar la doctrina cristiana oficial.

Quizá no los encontró, el proyecto le quedó grande o, lo más seguro, partiera al Oriente con el engaño en mente, a sabiendas del prestigio internacional que le proporcionaría ese hallazgo. Vaya que si lo obtuvo: superventas en Francia, referente académico… Hasta que las acusaciones de Müller mermaron su reputación.

Sea como fuere, su embuste había funcionado. Y, al igual que el timo del prisionero español se transformó en el del príncipe nigeriano, la Sociedad Teosófica renombró Asgarta/Agarta como la Gran Logia Blanca. Si este nombre ha proyectado la imagen de Twin Peaks en tu tercer ojo, créeme, estás a punto de averiguar de qué va esta serie de televisión:

Notas

1Similar al de las regiones polares.

La nesciencia de la ciencia

La llegada de la Sociedad Teosófica a Francia implicó un cisma ocultista de proporciones trismegistas. Me explico; al poco de iniciarse en la nueva corriente, Papus y de Guaita protestaron airadamente ante el exceso de orientalismo indio y la falta de referentes franceses (Saint-Yves, D’Olivet y compañía).

Por supuesto, ignoraban que la doctrina teosófica, en su concepción originaria, no incluía ni hinduismo ni budismo: «Solo era una mera adición de la magia y el misticismo de Egipto, y del judaísmo medieval al espiritismo, orientado a estimular el hastiado apetito de la gente de Nueva York» (The man before the Mahatma: M. k. Gandhi, Attorney, Charles DiSalvo).

«Esa mujer, Blavatsky, lo empezó todo. No le faltaban trucos en su saco».

Ulises, James Joyce.

Tras varios dimes y diretes, el gallego1 y su compañero abandonaron la organización. Empero, no así el ocultismo, ya que fundaron, respectivamente, la Orden Martinista y la Orden cabalística de la Rosacruz con el escritor Joséphin Péladan.

De esta escisión hablaré en el siguiente apartado. Aquí, te mostraré de manera gráfica el plan fallido de la Sociedad Teosófica…

Notas

1Gérard Encausse (Papus) era francés, pero nació en A Coruña.

…y alguna que otra consecuencia reseñable que deparó su influencia akásica en la historia de nuestra Tierra hueca.

Ya en plan cotilleo, Edison (el inventor) formó parte de la Sociedad desde 1878, y Elvis Presley se enganchó a la literatura teosófica (decía que Blavatsky se parecía a su madre) alrededor del final de su carrera. Por lo demás, la doctrina de esta organización se actualizó en 1992 con el diseño humano; una práctica que ha reemplazado el akasa por la física cuántica.

«Este poder es el akasa o electricidad oculta, el alkahest de los alquimistas o disolvente universal, la misma anima mundi, como luz astral».

Isis desvelada, Blavatsky.

«Sonido muerto. Registros akásicos de todo lo que hubo alguna vez y donde quiera que fuere».

Ulises, James Joyce.

Los malditos franceses y la decadencia de Satán

Mientras Austria y Alemania germanizaban la historia teosófica mundial —y recuperaban la leyenda del grial—, en Francia1 adoraban a Satán, rey del infierno y de las librerías parisinas en cualquier formato literario: novelas, ensayos, estudios «científicos» y «antropológicos»…2

Si crees que exagero, hasta la Iglesia publicó La revue du diable (1894) a fin de combatir el inmenso poder que había adquirido aquel que porfiaba en su rebeldía desde los tiempos de Milton.

«El diabolismo se ha convertido en administrativo […]. Ahora tiene comités, subcomités y una especie de curia que reglamenta América y Europa».

Allá abajo, Joris-Karl Huysmans.

El caso es que Satán simbolizaba la civilización corrupta y en declive que había generado la burguesía con su materialismo utilitario, no una corriente religiosa per se.

«Los burgueses son alegres vividores, claros en los negocios. Pero, en cuanto a honestidad, ¡alto ahí! […], son capaces de hacer colgar a un niño por una manzana».

«Los bandidos», Cuentos crueles, Villiers de L’Isle-Adam.

Me explico; donde el naturalismo de Zola reflejaba lo grotesco de la situación del fin de siècle científicamente —es decir, mediante la contemplación del plano terrenal—, los decadentes hacían lo propio con el Maligno desde el divino.

En consecuencia, debido a la elección inspiracional, la literatura se inundó de relatos esotéricos, blasfemos y espirituales o sobre lesbianas, homosexuales, andróginos, neuróticos, sadomasoquistas místicos y fetichismo variado (necrofilia, coprofilia, algolagnia…).

Solo que, conviene matizar un ligerísimo detalle, en absoluto irrelevante: esta temática la desarrollaron por igual autores ateos, agnósticos, ocultistas y, sobre todo, católicos.

Notas

1Añade a Jack el Destripador, los niños mineros y la represiva moral victoriana en Inglaterra o la pobreza del campesinado y la fragmentación sectaria de la iglesia ortodoxa en Rusia, como los jlystý a los que pertenecía Rasputín. Por mucho que conozcamos al período histórico que transcurrió entre la batalla de Sedán (1870) y el inicio de la Gran Guerra (1914) como La belle époque, debajo de esa alfombra de progreso y optimismo encontrarás una desesperación nihilista generalizada con ecos aristocráticos. Así, se gestó la mentalidad del fin de siècle; un revoltijo de pesimismo alemán, desdén británico, ennui francés, desencanto ruso —todo esto, resumido en «aburrimiento»—y ocultismo renacentista que halló solaz en el esteticismo, la soledad, el alcohol y la teosofía o las sociedades secretas.
2Superventas de final de siglo en Francia: Au seuil du mystère (1886, Stanislas de Guaita), Le Satanisme et la magie (1895, Jules Bois) y Le diable au XIXe siècle (1895, Docteur Bataille [Léo Taxil y Charles Hacks]). Permíteme que añada a Stanislaw Przybyszewski, un simbolista polaco que publicó en Alemania, ya que, aparte de su amistad con Edvard Munch, escribió dos interesantes obras satánicas: el ensayo La sinagoga de Satán y la novela Los hijos de Satán (1897, ambas).

El cuarto bigote de la decadencia


Razón te sobra; en la imagen anterior se nota la ausencia de otro mostacho prominente. Aunque, todo sea dicho, el susodicho, de joven, lucía una barba y un peinado con los que parecía un schnauzer.

En fin, cosas mías. De familia burguesa franco-holandesa,1 Charles-Marie-Georges Huysmans (Jorgis-Karl, tras neerlandizar su nombre), aquel que participó en la guerra franco-prusiana sin intervenir en ninguna batalla,2 marcó el zénit de la decadencia y el ocaso del Romanticismo, igual que marca ahora el final de este artículo.

Para entendernos, nadie como este autor representó con mayor precisión el caos ideológico, las fluctuaciones de mentalidad o el eclecticismo artístico del fin de siècle. De hecho, nadie alcanzó la repercusión mundial que obtuvo A contrapelo (1884). Y nadie se cabreó más con esta novela que Zola.3

¿Te han entrado ganas de leerla? Entonces, repásate bien antes todos los artículos sobre «Los malditos franceses y su decadencia» para enterarte de algo. Una vez cumplido este requisito, siéntate y asume que te sumergirás en una historia donde no sucederá nada. O sea, nivel de acción: inferior al de La montaña mágica.4

Notas

1«Soy una extraña amalgama de esteta parisino y pintor holandés» (Huysmans, en su biografía, extraído de The life of J.-K. Huysmans, Robert Baldick).
2Siquiera vio el frente; la disentería le derrotó antes. Con todo, su experiencia militar no tiene desperdicio. La puedes leer en su novela Sac au dos (1880). Sí; escribió más libros aparte de A contrapelo.
3Huysmans se saltó la metodología literaria naturalista que había establecido Zola. De ahí, el título de su novela.
4Correcto; esta obra influyó en Thomas Mann. Y en D’Annunzio, Wilde, Rubén Darío, Valéry, Perec y… (Ver siguiente nota).

Me da igual; quiero ser cultureta

De acuerdo; mi advertencia no ha mellado tu ánimo. Te cuento lo que sucederá a continuación:

  • Posarás los ojos en la primera página, y te fascinará el lenguaje descriptivo.
  • Pasada la quinta, notarás la demora en la introducción de la trama.
  • Llegada la séptima, te asaltará la duda sobre si estás leyendo un libro o un catálogo.1
  • Terminado el primer capítulo, creerás que se trata de un previo situacional, y que la trama arrancará en el segundo.
  • Error: es como el primero, pero más técnico.
  • Durante el tercer bostezo —perdón, capítulo—, descubres que Comodiano de Gaza, quienquiera que fuere, componía poesía con un lenguaje más fresco que el gramático Macrobio, aunque menos vistoso que el de Claudiano, Rutilio y Ausonio, que tampoco los conoces, pero te da igual. Miras cuántas hojas quedan para el cuarto capítulo —buf, demasiadas—, y descorchas una botella de vino.
  • De pronto, al inicio del cuarto capítulo, aparece la trama, y recuperas la energía.
  • ¡Ja! Huysmans te la ha colado. Vuelta al catálogo, cuyo vocabulario ha subido de complejidad.
  • Poco a poco, se desvanece tu esperanza de que A contrapelo contenga una trama. O un cambio de ritmo.
  • Cincuenta páginas después, te encuentras en estado lisérgico, bebiendo vino directamente de la botella, fumando cigarrillos sin filtro y, por algún motivo, vistes de negro. Odias tu vida.

«¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Qué pocos libros existen que merezcan la pena de volver a ser leídos!».

A contrapelo, Huysmans.

Notas

1No en balde, imita el catálogo de elementos exóticos que Edmund de Goncourt poseía en su casa de Auteuil y que publicó en La casa de un artista (1881). También se inspiró en la decoración del piso de Baudelaire en el Hôtel Pimodan (el del Club del Hachís).
Respecto al héroe esteta de A contrapelo —Jean de Esseintes—, su creación proviene de diversas fuentes:
—Folatin: protagonista de À vau-l’eau (1882), una novela de su primera etapa, ya que Huysmans concibió A contrapelo como una continuación de esta obra.
—Barbey d’Aurevilly: biógrafo de Brummell. Lo pongo aquí, porque no me entraba en la imagen.
—Luis II de Baviera: monarca «ligeramente» excéntrico, constructor de castillos de cuento, mecenas de Wagner y que se suicidó ahogándose en un lago en la parte donde hacía pie. Oh, en efecto; nadie se cree esta versión, considerada oficial. Siquiera encontraron agua en sus pulmones, para que te hagas una idea de la poca credibilidad que tiene.
—Robert, conde de Montesquiou-Fezensac: famoso esteta, simbolista y dandi decadente. Posible modelo de Wilde para Dorian Gray y, casi seguro, del barón de Charlus (En busca del tiempo perdido, Proust, 1913-1927).
—Francis Poictevin: escritor raro, persona peculiar, dandi rico y buen amigo de Barbey d’Aurevilly, pero íntimo de Huysmans.
—El propio Huymans, que se representa en todos sus libros.

¡Cáspita! ¿Y por qué tiene tanta fama semejante tostón?

Precisamente, por eso; porque A contrapelo transmite el doloroso aburrimiento existencial del fin de siècle a la perfección. Es POV decadente con gafas de realidad aumentada.1 Vamos, que no solo comprendes el significado de ennui, sino que lo sientes hasta en los huesos.

Mas, aguarda, pues donde el argumento lo ofrece un sentimiento, la trama la pone la palabra. Dime, ¿qué quale has percibido en el «catálogo»?

Asumiré que tu respuesta ha sido «la belleza». Y, estoy de acuerdo; Huysmans se excede en miríadas de elementos descriptivos, típicos del naturalismo, pero tan artificiales aquí que carecen de valor científico.

En consecuencia, la historia desaparece bajo una maraña decorativa que congela el ritmo de lectura, te saca del libro y no aporta utilidad alguna dentro de la narrativa. Resumiendo: sobra, pues muestra belleza sin más; sin motivo ni objetivo. O sea: por amor al arte.

Felicidades: acabas de aprender en qué consiste larpurlar y que la trama de A contrapelo es el esteticismo.2

Notas

1Toda novela de Zola expone una fotografía —visión externa— de su época para que la contemples de forma objetiva (dentro de lo que cabe). En cambio, Huysmans recurre a la subjetividad onírica de Nodier —visión interna—, con enfoque naturalista (realismo). Solo que, también, simbolista (el alejamiento de la ciudad, el encierro monacal y el deleite etéreo de la belleza representan la espiritualidad del plano divino) y romántico-decadente (exaltación del aburrimiento y del desencanto, momentos góticos ocultistas…). Pule un par de cosas, cambia los objetos que activan la memoria por una magdalena, y descubrirás quién influyó en Proust sobremanera.
2En esencia, A contrapelo se consideró un manifiesto del esteticismo, al tiempo que un manual de conducta del dandi finisecular y una biblia de lo sublime.

Alternativas de lectura

Visto lo visto, quizá te arrepientes de haber escogido esta novela para descubrir a Huysmans. Quizá, no sé; te sugeriría Allá abajo (1891), pese a su contenido sádico-satánico. Aunque, claro, comparado con el de la otra, te resultará hasta ameno. Más que nada, porque suceden cosas. Y te encontrarás con algún nombre familiar…

«Éliphas Lévi explicaba lo mejor que podía el símbolo de estos volátiles introducidos en botellas».

Allá abajo, Huysmans.

Empero, si el diablo, las misas negras o la profanación te dan miedo, dispones de tres etapas literarias1 donde esleer el libro adecuado. Cada una, determinada por su progresivo distanciamiento de Zola y del Romanticismo:2

  • Naturalista. Obras destacadas: Marthe, historie d’une fille (1876),3 y Las hermanas Vatard (1879).
  • Modernista naturalista romántico satánico. Cansado del naturalismo y de Flaubert, Huysmans se salió de la senda literaria oficial. El resultado: A contrapelo , Allá abajo y la surrealista En rade (1887), donde prescinde de la visión bucólica del Romanticismo y moja su pluma en la tinta del desencanto a fin de mostrar el lado oscuro de la vida en el campo.
  • Modernista naturalista espiritual. Demasiado largo. Observa esta imagen, y úsala de referencia en el siguiente apartado.
Notas

1Excluyo su primera obra: Le Drageoir à épices (1871, publicada en 1874), una colección de poemas donde imita la prosa poética de Baudelaire y Bertrand con tintes impresionistas. Ejemplo: «De repente, se levantó, me soltó la mano, desapareció en la enramada y oí el crujido de la lluvia en el follaje. El sueño delicioso se desvaneció… Volví a caer en la tierra, en la vil tierra. ¡Oh, Dios mío! Era verdad; ella, la divina amada, era, como todas las demás, ¡esclava de vulgares necesidades!» («L’Extase»).
2En buena medida, por el influjo de Schopenhauer en Francia, si bien mantendría cuatro constantes a lo largo de su obra: veneración por el arte, contenido autobiográfico, una fuerte espiritualidad religiosa y misoginia. El último elemento listado, anticipando tu reacción, representa la percepción de la mujer propia de esta época. En Francia y en Europa (relee el pensamiento de List y Lanz). Ojo, que no lo estoy justificando: se trata de una realidad, consecuencia de la transformación social a mediados de siglo, la religión (masonería e Iglesia), las teorías científicas raciales y la sublimidad del dandismo.
3Relata la vida de una prostituta, tema inédito en la literatura francesa hasta entonces. Lo malo es que se enteró de que Edmond de Goncourt, uno de los padres del naturalismo, había tenido la misma idea (La fille Elisa, 1877). Para adelantarse (y evitar la censura o la cárcel), la publicó en Bruselas —«La Tierra Prometida de cervezas y putas» (La vida de J.-K. Huysmans, Robert Baldick)—.

Rumbo a Damasco

A excepción de la masonería, Huysmans pasó por todos los formatos religiosos que aparecen en la imagen. Ninguno calmó su dolor existencial, pero cada uno participaría en sus tres etapas literarias.

En la primera, la objetividad científica le sitúa entre los descreídos. Solo que, cansado de «la vileza de las personas y la vacuidad de las cosas»,1 de lo natural ascendió a lo sobrenatural.

«El otrora naturalista, ahora reconvertido en un idealista capaz del más exaltado misticismo, y tan alejado del crapuloso Zola…».

Léon Bloy, sobre A contrapelo (Le Chat Noir, 14 de junio, 1884).
Fíjate si le gustó esta novela a Bloy que la imitó cuando escribió El desesperado (1887).

La profundidad espiritual de la novela que inicia la segunda etapa le granjeó la amistad de Barbey d’Aurevilly y Bloy,2 con quienes compartiría oposición al materialismo y al naturalismo,3 amén de atracción hacia el plano divino. Así, a través de este nuevo entorno, conocería a Villiers de L’Isle-Adam (1885), a quien la mendicidad de Bloy le volvía ingeniosamente mordaz.

«Ha traído el deshonor a la pobreza».

Villiers, sobre Bloy (La vida de J.-K. Huysmans, Robert Baldick).

Procede indicar que Villiers tampoco andaba fino de economía.4 O que le abrió las puertas de lo oculto y lo secreto a Huysmans.

Notas

1Conversación con Gustave Guiches, 1887.
2Y de Verlaine.
3«Deshabituada de los horizontes eternos, una gran parte de la juventud se ha alistado en lo que sus maestros llaman el naturalismo, degradando así el bello nombre de Naturaleza. Porque lo que decoran con este vocablo, sólo es la apología de los bajos instintos, el fango del vicio o la pintura complaciente de nuestras lacras sociales; en una palabra, la negación sistemática del alma y de la inteligencia» (Introducción de Los grandes iniciados, Édouard Schuré, 1889).
4Trabajaba en un gimnasio de sparring.
5Berthe: histories-de-paris.fr, Castillo: par Jibi44 — Travail personnel, CC BY-SA 3.0, Hennique: by Nadar – Public domain, Public Domain, Naundorff: by Unknown author, Public Domain, Dubus: par Maurice Baud, Domaine public, Péladan: by Walter Damry, Public Domain, Papus: by Eugène Pirou, Public Domain, Guaita: By Unknown author, Public Domain, Expo: By Miscellaneous Items in High Demand, PPOC, Library of Congress, Public Domain, Remy: remydegourmont.org, Bois: By Unknown author, Public Domain, Adam: par Agence de presse Meurisse, Domaine public, Gilles: by Émile Bayard, Public Domain.

El abad loco

El éxito literario de Huysmans no se tradujo en satisfacción espiritual. Peor aún, le acusaron de pleitesía al Maligno; rumores infundados y difundidos, quién sabe de la boca de quién —dirige tu dedo hacia Bloy—, que hundieron su prestigio y le sumieron en la más profunda compunción.

«Si me denuncia por necromancia, por encantador, no es a la sociedad a quien ofendo, sino a Dios».

Memorias de un médico (Joseph Balsamo), Alexandre Dumas.

De acuerdo; esto último me lo he inventado. En realidad, mantuvo una reputación intachable,1 y su estado de ánimo derivaba del malogro de las ciencias arcanas y ancestrales a la hora de revelarle la fórmula lenitiva al sufrimiento de la vida.

Vamos, que se llevó un chasco con el ocultismo. Por consiguiente, tanteó el cristianismo, cuyo dogma detestaba, pero lo profesaba un buen amigo: el «abad loco»2 (le fol abbé) Arthur Mugnier.

Retrato de Abbé Mugnier (1927).
Condesa de Greffulhe.
Sacerdote admirador de Chateaubriand y George Sand al que Huysmans introdujo en el círculo intelectual parisino y se convirtió en el confidente de los artistas. Uno de ellos, Jean Cocteau.
Fuente: par Elisabeth Greffulhe, Domaine public.
Élisabeth Greffulhe
Su salón se erigió en el epicentro cultural de París a partir de 1898. Mecenas y promotora de Isadora Duncan, Marie Curie, Fauré, Berlioz, Stravinsky… También inspiró el personaje de la duquesa de Guermantes (En busca del tiempo perdido, Proust).
Fuente: by Paul Nadar, Public Domain.

Y pensarás: «¡Ah! Le convirtió un cura moderno». Pues, no; semejante hazaña correspondió a «su amor al arte y su creciente odio a la existencia».2

De esta mística-agresiva manera, entraremos en la etapa literaria final, donde Huysmans relata su abrazo a Cristo mediante una trilogía protagonizada por Durtal:3 En Route (1895), La cathédrale (1898) y L’Oblat (1891).

Notas

1La ciclópea consideración que Huysmans otorgaba a los predecadentes en A contrapelo —a diferencia de la crítica literaria de Bloy—, sumada a la repercusión de esta obra, afamaron a Baudelaire y a los poetas simbolistas por todo el mundo.
Además, el compromiso y dedicación que había mostrado con la reputación de Villiers lo repitió tras las muertes —ambas, en 1896— de Verlaine y de Edmond de Goncourt. El primero no le dijo lo que quería que hiciese y el segundo le entregó una minuciosa lista de instrucciones que cumplió a rajatabla. Así que, si has oído hablar del Premio Goncourt, buena parte de su existencia se la debes a Huysmans, el primer presidente de la Academia homónima.
2La vida de J.-K. Huysmans, Robert Baldick.
3El mismo personaje que Huysmans encarna en Allá abajo.

Música celestial

En 1885, Mallarmé y Huysmans recibieron una invitación de Édouard Dujardin para asistir a un concierto de Wagner, dirigido por Lamoureux. El parnasiano quedó extasiado. El decadente, indiferente, lo cual derivaría en mofas posteriores de Villiers.

El caso es que no le iba el rollo grandilocuente del compositor alemán, pues carecía de la magia mística de la música sacra monástica, aparte de que transmitía cualquier cosa, salvo paz. Y bien que anhelaba esta última cualidad en su vida.

Por tanto, salió a buscarla en el cristianismo tras el fiasco del ocultismo. Su experiencia la reflejaría en un libro y, debido a su herencia naturalista, se documentó sobre el terreno. Esto es, asistió a misa, donde se aburrió con el sermón y sufrió calambres al arrodillarse. Empero, le gustó la parte ritualista, además de los cánticos.

«El “De Profundis” así cantado era incomparablemente hermoso».

En route, Huysmans.

Decidido, pues, a probar esa religión con una música tan bella que resonaba dentro de bosques de piedra y vitral, se topó con un problema: necesitaba llevar una vida casta.1 Menos mal que le pidió ayuda a una amiga, y esta le presentó al abad Mugnier.

¿Que quién era ella? Ni más ni menos que Berthe Courrière, su iniciadora en el satanismo.2

Notas

1Un serio impedimento para un habitual de los burdeles parisinos.
2Berthe coincidió con Mugnier en un bazar benéfico y se sorprendió por su afición a las novelas de George Sand. De esta manera, nació una hermosa amistad.

El resultado

Aquel proyecto de libro terminaría manifestándose en una trilogía donde Durtal relata, paso a paso, la conversión de su autor:

  • En Route (1895): retiro en el monasterio trapista de Notre-Dame d’Igny y aceptación del credo. Tema central: música sacra.
  • La cathédrale (1898): estancia en Chartres para estudiar el simbolismo de la catedral. Tema central y único: arquitectura medieval. A la Iglesia le encantó esta novela: la condenó y, por poco, no la incluyó en el Index Librorum Prohibitorum.
  • L’Oblat (1903): entrada en la abadía benedictina de Ligugé (Poitiers)1 en calidad de oblato. Tema: la vida monacal.

Mientras el personaje compartía con la nación su cambio espiritual, Huysmans guardaba un estricto voto de silencio. Al menos, hasta que la prensa publicó la noticia. De este modo, descubrió que la gente estaba más interesada en su giro religioso que «en los estudios sobre perversiones sexuales y posesiones demoníacas en los conventos de Francia».2

También te digo que muchos dudaron de su cambio de espíritu.3 Quizá, su reciente devoción fuese menos pía de lo que parecía o un plan ladino, taimado y malévolo escondía. Como Léo Taxil.

Bueno, descarta las vendettas personales con Huysmans. También, a Dios, ya que su conversión semejó la de Rimbaud: una pragmática acción estratégica por razones de supervivencia. Y de esteticismo.

«Santa Hildegarda [sobre las gemas] dice que el diablo las odia, las aborrece y desprecia porque le recuerdan el brillo de su esplendor antes de la Caída».

La cathédrale, Huysmans.

En otras palabras, se decantó por la religión que más atractivo visual, musical y simbólico proporcionaba, si bien encontró lo que deseaba durante su estancia en los monasterios: tranquilidad espiritual.

O sea, aceptó el catolicismo. Pero, al estilo de Joaquim de Fiore.

Notas

1El abad superior, dom Besse, compartía amor por el arte con Huysmans. Infaustamente, le destituyeron por manirroto con proyectos de reconstrucción, y lo desterraron al monasterio de Silos.
2La vida de J.-K. Huysmans, Robert Baldick.
3El primero, Bloy, que se lo encontró en la calle y, poseído por el don de lenguas del Paráclito, le advirtió —a grito pelado— que renunciase a sus amistades literarias para recuperar la suya. Huysmans, como la computadora de Little Britain, le dijo que nanay. Acto seguido, Bloy mutó a echaperros, lo excomulgó (igual se vino un poco arriba) y le atacó a él (y a sus amigos) en sus críticas periodísticas. Más información: Sobre la tumba de Huysmans (Léon Bloy).
4Taxil: By Achille Mélandri, Public Domain,Marsella y Ginebra: quien te escribe, Cristo volador: par Claude Guillaumin, Domaine public, Papa: by Léo Taxil, Public Domain, Bible: par Auteur inconnu, Domaine public, Conversión: par A. M. (A. Miéry ?), Domaine public, DemonoTaxil: par André Gill, Domaine public, Mysteries: par Published by Imp. Edw. Ancourt & Cie (Paris), Domaine public, Imágenes Mysteries: by Gravure, Public Domain, DiabloXIX: par Albert Guillaume, Domaine public, Imágenes diabloXIX: par Léo Taxil, Charles Hacks, Domaine public, BaphometDiana; shrineodreams.wordpress.com, Juana: de Albert Lynch, Dominio público, Diana: By Van Bosch, Public Domain, Teresita: infocatólica.com, Prensa: par Craxd1 — Travail personnel, CC BY-SA 4.0.

Los ocultistas quinquis

En el ínterin, el plano divino oculto en París bullía de actividad barriobajera: reyertas, vendettas, mal de ojo rosacruz, yonquis morfinómanos, sacerdotes satánicos, exorcismos paralizantes…

Tal situación se gestó tras la ya mencionada discusión entre la Sociedad Teosófica y Gerard Encausse (Papus) debido al exceso de orientalismo indio y la ausencia tanto de catolicismo como de referentes galos en la doctrina. Lo cual resulta asaz jocoso, dada la ingente cantidad de material que Blavatsky había copiado de Lévi.

Fruto de esta disputa, se produjo la escisión que te he contado antes y que deparó la creación de dos nuevas órdenes ocultistas:

  • La Martinista: fundada por Papus, que recuperó la tradición de Pasqually y Saint-Martin,1 además de la práctica del tarot. En esencia, la versión francesa y católica de la teosofía —alto componente teórico y orientada hacia la élite intelectual—.
  • La Cabalística de la Rosacruz: creada por de Guaita y Péladan,2 quienes siguieron las indicaciones rituales que Bulwer-Lytton había desvelado en Zanoni. Se enfocaron, principalmente, en las materias más tenebrosas del ocultismo: magia negra, hechizos, etc.

Debido a la relación personal que guardaban Papus, de Guaita y Péladan, ambos grupos establecieron el doble propósito académico de corroborar la existencia del Maligno al tiempo que desvinculaban las ciencias arcanas del culto satánico.3

Para los martinistas, esta tarea planteó ciertos problemas; nimias fruslerías a ojos de los cabalistas rosacruces. No en vano, ellos compartían la misma temática que los adoradores del diablo. Así pues, obviaron el camino pedagógico y entraron a la gresca4 místico-legal con la secta erótico-esotérica de Boullan.5

Notas

1Ver tabla IV en «Los malditos franceses y su decadencia: parte final IV». Por cierto, Papus y de Guaita veneraban La bruja, un ensayo histórico sobre la magia que escribió Michelet (1862). Para que te hagas una idea del interés finisecular por lo sobrenatural, hasta Galdós escribió dos obras relacionadas con la temática ocultista: La sombra (1870) y La razón de la sinrazón (1915).
2Autor de La Décadence latine (1884-1926), veintiún tomos donde expone, al estilo del Romanticismo, las fuerzas ocultas que amenazan a la sociedad.
3El diablo y el ocultismo (Papus, 1895).
4En concreto, de Guaita y su secretario, Oswald Wirth, ambos exmiembros del Obispado del Crisma Divino de Melquisedec (si bien de Guaita duró quince días) que dirigía Boullan.
5Acuérdate de la secta mística de los Alumbrados (ver «Los malditos franceses y su decadencia: parte final V»).
6Misanegra: by Henry de Malvost, Public Domain, Boullan: par Original téléversé par Justelipse sur Wikipédia français, Domaine public, Boullan joven y Vintras volando: patheos.com,Vintras: by Unknown author, Public Domain, Confesión: gallica.bnf.fr.

Los rosaCruciatus versus el abad Kedavra

Un día, Huysmans se reunió con Berthe Courrière a fin de recabar información sobre el satanismo. Esta le proporcionó el contacto de Boullan y, tras un intercambio de misivas,1 una mujer se presentó en la casa del escritor.

—Saludos, hijo de Lucifer.
—¿Quién es usted?
—Mi nombre es Julie Thibault, también llamada Aquildael. Mi amo, la reencarnación de san Juan Bautista, me ha ordenado que le entregue esta documentación.
—¿De parte de quién dice que viene?
—Aquí tiene todo lo que siempre quiso saber sobre súcubos, brujería, misas negras, sacrificios rituales y otras prácticas satánicas y exorcizantes.
—¡Ah! Muy amable, gracias.
—Aguarde; el pontífice supremo de la Crisma Divina desea informarle de que, gracias a unos hechizos que ha realizado sobre su persona, usted se encuentra protegido, desde este instante, contra la magia rosacruz.
—Caramba; pues dele las gracias por el detalle de mi parte. Que tenga un buen d…
—Bien; en cuanto me instale en su casa, comenzamos.

Tal vez no de esta manera —la historia completa es más larga—, Julie se convirtió en la tutora satánica de Huysmans y asistente literaria de Allá abajo.2 Solo que, cuando publicó el libro, Papus, experto en fraudes ocultistas, le advirtió de que Boullan le había engañado.3

Bueno, y también, de que los rosacruces planeaban matarlo.

Notas

1Reacio al principio, Huysmans convenció al sacerdote una vez le explicó que su objetivo consistía en demostrar la existencia del diablo y su dominio sobre el plano terrenal desde la Edad Media.
2Boullan aparece representado en esta novela como el doctor Johannes. Calcula que más de la mitad del contenido procede del material que le entregó Julie, quien se convertiría en sirvienta satánica de Huysmans y una de sus mejores amistades.
3De hecho, en su crítica literaria, se burló de Huysmans, señalando al Larousse como su fuente de información.
4Fondo: by Stanislas de Guaita, Public Domain
Wirth: Par Auteur inconnu — http://www.la-rose-bleue.org, CC BY-SA 3.0, Guaita: par Auteur inconnu, Domaine public, Bois: Bain News Service, publisher, Public domain, via Wikimedia Commons, Péladan: par Anonyme, Domaine public, Huysmans: Par Dornac, Domaine public, Papus: Par Auteur inconnu, Domaine public, Rosacruz: by Jean-Louis de BIASI – OKRC official website: www.okrc.org, Attribution, Martinistas: by GTRus – Own work, CC BY-SA 4.0, Samuel: by Ihcoyc-Telrúnya, Public Domain, Gardner: Encyclopædia Britannica, Crowley: by Aleister Crowley, Public Domain, GilBlas: by Gil Blas, unknown designer – Bibliothèque nationale de France, Public Domain.

Los malditos franceses y su decadencia: fin

En la próxima entrega de «Los malditos franceses y su decadencia»… Que no, que es broma; este final es el bueno.

Si has llegado hasta aquí, te felicito, pues formas parte del selecto y exclusivo grupo de personas que leen artículos largos, larguísimos o, como en este caso, languérrimos. Así pues, noblesse oblige a que sea yo quien pinche tu corazón bajo la sombra del titular. ¡Gracias!

También te advierto que me he dejado cosas en el tintero. Sin ir más lejos, la influencia de España en la literatura francesa, el tercer encargo de Beaumarchais… Uy, no me extraña que te hayas olvidado de este señor. Normal; aparecía en la tercera parte de «Los malditos franceses y su decadencia».

Vale; aun tarde, cumpliré mi palabra: el autor de El barbero de Sevilla vino a Madrid para vengar el honor de su hermana (Lisette Caron). Y esto fue lo que sucedió…

Acto I: el drama

Por lo visto, un destacado funcionario-dramaturgo-traductor ilustrado, de nombre José Clavijo y Fajardo, de la isla donde llaman conejeros a los canarios, se la estaba trincando mientras le juraba y perjuraba que pronto redimirían con el matrimonio su estado de pecado.

Empero, cada vez que acordaban una fecha, él la cancelaba. Claro, la francesa se sintió ultrajada; o burlada, que suena más de esa época. De modo que intervino el hermano. Y, supongo, le diría algo como: «O te casas o te mato».

Clavijo no solo asintió, sino que firmó un compromiso de boda.

Acto II: la intriga

Beaumarchais ignoraba que su próximo y forzado cuñado estaba ganando tiempo, ya que, de forma subrepticia, urdía su expulsión. Porque Clavijo se negaba en redondo a pasar por el aro. Él era feliz con Lisette en su tienda de sedas y encajes en la Carrera de San Jerónimo y él dedicándose a sus quehaceres ilustrados, despreocupado y relajado, en el Palacio del duque de Uceda (calle Mayor).

Infaustamente, el plan llegó a los oídos de su futuro y no deseado cuñado. «¡Ños, chacho! El tolete me quiere mudar pa’l choso», exclamó en perfecto francés. Así que, canceló el compromiso y movió sus hilos cortesanos con el sano propósito de vengarse del canario.

Y vaya si lo logró: perdió su puesto de trabajo y toda la reputación intelectual que, hasta entonces, había disfrutado.

Con el tiempo, Clavijo recuperaría su posición social y profesional —fue presidente en funciones del Real Gabinete de Historia Natural1— y Lisette regresó a Francia tras un nuevo matrimonio frustrado. Allí, ingresaría en un convento, presta a sumergir los recuerdos madrileños en las aguas del Leteo.

Justo lo contrario que su hermano.

Notas

1Sito en el palacio de Goyeneche. Ahora alberga la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Acto III: el desenlace

Dentro del reino animal, los científicos han clasificado a los mamíferos según su capacidad de guardar rencor. Los tres primeros, por orden, son: el búfalo del Cabo, el elefante y Beaumarchais.

No contento todavía con haberle arruinado la vida a quien había arruinado la virtud de su hermana, el parisino escribió una obra de teatro —Eugénie (1767)— donde mostró su versión acerca del «asunto Clavijo».

Oh, sí; lo puso fino. Aunque, bueno, cambió la identidad de los implicados y ubicó los hechos en Inglaterra. Pero, vamos, que sus modificaciones no dejaban lugar a la duda sobre qué personaje era la víctima y cuál el pérfido.

Mira tú, el drama obtuvo cierto éxito. En Francia y en el extranjero; de manera que su drama familiar, a estas alturas, para nadie desconocido,1 inspiró varias adaptaciones. Salvo una, las demás buscaron el realismo. O sea, emplearon su nombre y el de Clavijo.

  • The school of rakes (1769), Elizabeth Griffith, la única que imitó la trama de Eugénie.
  • Clavigo (1774), Goethe. Pese a la tibia y negativa acogida, introdujo la historia en el Romanticismo.
  • Norac et Jovalci (1785), Benoît-Joseph Marsollier. El título lo forman los anagramas de Caron y de Clavijo.
  • Clavijo, ou la Jeunesse de Beaumarchais (1806), Michel de Cubières.
  • Beaumarchais á Madrid (1831), Léon Halevy.
  • Clavijo: tres versiones de una vida (1942), Ricardo Baroja. En efecto; el hermano de Pío.
Notas

1Beaumarchais lo relató en sus Memorias («Fragmento de mi viaje a España», 1774). De aquí sacó la idea Goethe. Bueno, y el resto, supongo.

Lo último, y ya me callo

Anécdotas y experiencias personales al margen, España ocupa un puesto de honor en la literatura francesa moderna. Es decir, la de la Ilustración y el Romanticismo, no la del XX y el XXI.

«Nuestro teatro tiene más de doscientos dramas que vienen de España».

Estudios sobre España, Philarète Chasles.
Uno de los grandes críticos literarios del XIX. En esta misma obra, define a su nación durante la primera mitad del XVII como «La Francia española». De hecho, la estimación que realiza en la cita, aun considerable, se encuentra muy por debajo de la realidad.

«En Francia, ni varón ni mujer deja de aprender la lengua castellana».

Los trabajos de Persiles y Sigismunda, Cervantes.

Gracias a esa hispanofilia, nuestra literatura medieval y barroca no desapareció del mapa. Pero, bueno, este tema lo desarrollaré y, sobre todo, matizaré en otro momento.

Por tanto, si te interesa saber cómo influyó España y qué rol representó en el movimiento que transformó la literatura europea, te invito a que leas el próximo artículo.

Este, ha concluido.